¡°La gente se mor¨ªa delante de m¨ª. Escap¨¦ nadando¡±
Supervivientes del Dorian desplazados a la capital de Bahamas relatan la catastr¨®fica destrucci¨®n causada por la embestida del hurac¨¢n
¡°Cuando me despert¨¦, el agua me llegaba a la altura de las caderas¡±, recuerda Daniel Box, entrenador de fitness de 30 a?os. ¡°Sal¨ª de casa como pude y me fui, a ratos andando, a ratos nadando, a la de mi novia, que estaba con nuestra hija de cinco a?os. Las agarr¨¦ y nos fuimos a casa de mi suegro, que era la ¨²nica que quedaba en pie. Acabamos 35 personas metidas dentro. Pasamos tres d¨ªas all¨ª, sin comida, sin agua potable. Todo est¨¢ destruido. Quedarnos habr¨ªa sido una sentencia de muerte¡±.
Box, como tantos vecinos de Marsh Harbour, en las islas ?baco, lo ha perdido todo. Pero tiene suerte de poder contarlo. Y se le escapan las l¨¢grimas al ver a su hija jugar a los rescates con otro ni?o, empujando por el suelo un cami¨®n de bomberos de juguete, a salvo del infierno en que se ha convertido todo lo que les rodeaba. Esperan en una carpa improvisada junto a un aeropuerto privado de Nas¨¢u, la capital del pa¨ªs, a que alguien les diga en qu¨¦ precario refugio les toca empezar su nueva vida.
¡°?baco est¨¢ acabada¡±, explica Box. ¡°He perdido a muchos amigos, pero estoy contento porque estamos vivos. Ahora tenemos que ver qu¨¦ hacer con nuestras vidas. Ya no tengo nada. Solo la ropa que llevo puesta. No tengo dinero, no s¨¦ c¨®mo voy a cuidar de mi familia. No sabemos ni d¨®nde empezar. Consigues llegar lejos en la vida para de repente perderlo todo. No s¨¦ ni d¨®nde me voy a quedar. No quiero ser una carga para nadie. Solo aspiro a tener un techo para mi hija y mi novia. Tenemos hambre, no hemos comido en tres d¨ªas m¨¢s que galletas¡±.
Cuando uno lo pierde todo, lo ¨²nico que sabe es que tiene que salir como sea. Aseguran quienes han conseguido escapar que los supervivientes se arremolinan todav¨ªa en los puertos y en los aeropuertos de ?baco y Gran Bahama, las islas noroccidentales del archipi¨¦lago donde el hurac¨¢n Dorian descarg¨® toda su furia el pasado fin de semana, para buscar un sitio en los barcos y aviones privados que evacuan a las v¨ªctimas hacia la isla de Nueva Providencia, donde se encuentra la capital, Nas¨¢u.
Desde el aire, el panorama en Gran ?baco es desolador. pic.twitter.com/h6cxYI4IlE
— Pablo Guim¨®n (@pabloguimon) September 8, 2019
El Dorian arras¨® con todo lo que se da por sentado en la vida. Los colegios, las tiendas, las iglesias, las farmacias, los bancos, las gasolineras. No hay electricidad, ni agua potable, ni Internet, ni l¨ªnea telef¨®nica. Casi una semana despu¨¦s de que el hurac¨¢n empezara a golpear la isla con vientos de hasta 300 kil¨®metros por hora, hay cad¨¢veres descomponi¨¦ndose en el agua y entre los escombros. Pronto, el riesgo de enfermedades empezar¨¢ a ser muy alto.
¡°Un evento de esta magnitud e intensidad provoca siempre el desplazamiento de personas¡±, explica Elizabeth Riley, directora adjunta de la Agencia de Gesti¨®n de Emergencias del Caribe. ¡°En este caso hablamos de una crisis muy importante. La gente ha perdido sus casas y todo lo que ten¨ªa. As¨ª que la prioridad es buscar refugios. A¨²n no sabemos ni siquiera cu¨¢nta gente necesita refugio sobre el terreno¡±.
El n¨²mero oficial de muertes escal¨® el viernes hasta los 43. Pero todos saben que subir¨¢. Sigue habiendo miles de desaparecidos. Hay comunidades enteras anegadas, a las que los servicios de rescate a¨²n no han conseguido acceder. Avanzar con las excavadoras no es f¨¢cil cuando los escombros pueden ocultar cuerpos, muertos y quiz¨¢ vivos.
Algunas im¨¢genes de la destrucci¨®n en Treasure Cay, en la isla de Gran ?baco, arrasada por el hurac¨¢n Dorian. pic.twitter.com/t4i0b8xsNn
— Pablo Guim¨®n (@pabloguimon) September 8, 2019
Tampoco es f¨¢cil escapar del infierno. ¡°Llegar aqu¨ª ha sido una pesadilla¡±, explica Velma Nique, de 25 a?os, que espera en Nas¨¢u con su hija Naomi, de cuatro, a que un familiar les venga a buscar. ¡°Nos tuvimos que ir de casa y acabamos en un refugio. Y despu¨¦s dormimos al raso, al lado del aeropuerto, para conseguir un sitio en alg¨²n helic¨®ptero. El despertar fue horrible. Ol¨ªa a heces, hab¨ªa muchos ni?os llorando. La gente se desmayaba, todo el mundo empujaba para lograr un hueco¡±.
Saqueos
Nique, dependienta en una tienda, tambi¨¦n ha dejado toda su vida atr¨¢s. ¡°Mi piso ya no existe¡±, asegura. ¡°No tengo ni documentos. Mi hija, cuando vio nuestro piso destrozado, se puso muy triste. No entend¨ªa nada. Me preguntaba d¨®nde ¨ªbamos a vivir ahora y yo no ten¨ªa una respuesta que darle. La tienda en la que trabajaba, de productos de peluquer¨ªa, fue saqueada. Todas las tiendas fueron saqueadas. Todo el mundo se fue. Era una zona de guerra. Daba mucho miedo¡±.
Cada historia de supervivencia es un relato sobrecogedor. Como la de Larry Johnson y Godydra Gardiner, de 27 y 26 a?os, que a¨²n no se explican c¨®mo lograron poner a salvo a toda su familia. ¡°El tejado de nuestra casa sali¨® volando, y el viento daba vueltas dentro de casa. Era como estar en el ojo del hurac¨¢n¡±, explican. ¡°Tuvimos que saltar por la ventana desde un segundo piso. Con nuestros cuatro hijos, uno de nueve a?os, otra de seis, nuestros dos gemelos de nueve meses, y mi hermana embarazada¡±.
Todos se encuentran bien. Salvo Gardiner, que tiene algo clavado en el pie y tiene que moverse en una silla de ruedas que le han proporcionado hasta que pueda verla un m¨¦dico. Una odisea para su familia ha terminado solo para dar comienzo otra. ¡°Todo se acab¨®¡±, explica Johnson, electricista. ¡°No tenemos nada. Ni zapatos, ni ropa, ni dinero. Pasamos las ¨²ltimas dos noches en el aeropuerto, durmiendo al raso, y las cuatro noches anteriores en una cl¨ªnica. Nos quer¨ªan echar de all¨ª, nos dec¨ªan que aquello no era un refugio. Cada familia ten¨ªa que salir al infierno a buscarse la comida, busc¨¢bamos algo para comer y biberones en las tiendas arrasadas¡±.
Entre el horror de los desplazados hay peque?os momentos para una felicidad pasajera. Como la que revela la sonrisa s¨²bita de Rollpenchy Pharisen, trabajador de la construcci¨®n de 20 a?os, cuando logra contactar con un familiar con un tel¨¦fono m¨®vil que le han facilitado los servicios de rescate. Por un momento se olvida del dolor que le produce una herida en su brazo, producto del impacto de una caja, arrastrada por el viento, que le golpe¨®. ¡°Todo volaba por los aires¡±, asegura. ¡°Mi barrio ha desaparecido entero. La gente se mor¨ªa delante de m¨ª. Hab¨ªa beb¨¦s muertos. Tuve que escapar de mi casa nadando, he dejado todo atr¨¢s. Solo tengo lo puesto. Ahora toca empezar de nuevo¡±.
Llegada del ¨²ltimo avi¨®n que evacuaba gente de Treasure Cay a Nas¨¢u. Iba a venir otro pero no pudo, cay¨® la noche y no hay luces en la pista. 38 personas siguen all¨ª, volar¨¢n por la ma?ana. pic.twitter.com/AYtd84AHSB
— Pablo Guim¨®n (@pabloguimon) September 8, 2019
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.