Ant¨®nio Costa, el m¨¢s h¨¢bil de la clase (salvo en el ¨²ltimo d¨ªa de campa?a)
El primer ministro de Portugal, que perdi¨® los nervios el viernes con un jubilado, se irrita si no se le reconocen sus m¨¦ritos, pero es un equilibrista con los pactos
Las salidas de tono de Ant¨®nio Costa, cada vez m¨¢s frecuentes, protagonizaron el final de la campa?a electoral, cuando un jubilado le increp¨® el viernes por haberse ido de vacaciones durante la tragedia de los incendios de 2017, lo que no era verdad. En un v¨ªdeo que se ha convertido en viral a pocas horas de los comicios de este domingo, en los que el primer ministro socialista aspira a revalidar su mandato, se ve c¨®mo Costa en un principio replica al hombre dici¨¦ndole que eso es mentira y se marcha. Pero luego vuelve sobre sus pasos para ampliar su contestaci¨®n en un tono que ya es m¨¢s dudoso que viniera a cuento.
El primer ministro se irrita si no se le reconocen sus m¨¦ritos, pero es un equilibrista con los pactos en la pol¨ªtica, los mismos que le han permitido navegar con ¨¦xito durante una complicada legislatura con un Gobierno en minor¨ªa. A no ser que a medianoche se acabe el mundo, Ant¨®nio Costa (Lisboa, 58 a?os) seguir¨¢ al frente del Gobierno de Portugal. La diferencia respecto a 2015 es que esta vez va a ganar las elecciones, si no pierde los nervios tambi¨¦n en el d¨ªa de reflexi¨®n y en el de la votaci¨®n.
Desde que la Revoluci¨®n de los Claveles (1974) instaur¨® la democracia, el pa¨ªs siempre hab¨ªa sido gobernado por el l¨ªder del partido m¨¢s votado. La ¨²nica excepci¨®n se llama Ant¨®nio Costa, argumento suficiente para probar la habilidad de este pol¨ªtico socialista, un gran equilibrista que, pese a la derrota de 2015 (seis puntos por debajo del conservador Pedro Passos Coelho), consigui¨® formar una mayor¨ªa parlamentaria con los partidos a su izquierda, el Bloco y el PC, convirtiendo en asombrosa victoria una estrepitosa derrota frente al hombre que hab¨ªa ejecutado a rajatabla el programa de austeridad de la troika.
El Gobierno del entonces patito feo de la Uni¨®n Europea ¡ª4,4% de d¨¦ficit, 130% de deuda¡ª se hab¨ªa aliado con partidos que quer¨ªan abandonar el euro y renegociar la deuda. Si hoy parece natural, entonces era un anatema para todos. Los partidos de la oposici¨®n anunciaron el caos, elecciones en un a?o y un sinf¨ªn de males del Gobierno de Costa que el exvicepresidente Paulo Portas bautiz¨® como el de la geringon?a (jerigonza), el de los l¨ªos.
Nada de eso pas¨® y hoy el Gobierno de la geringon?a es referencia internacional de buenas pr¨¢cticas pol¨ªticas y econ¨®micas. Ha cumplido los cuatro a?os de la legislatura, en los que se han aprobado cuatro presupuestos anuales y ejecutados sin rectificaci¨®n alguna, contentado a Bruselas y a sus socios antieurope¨ªstas, r¨¦cords para apuntar en el haber de Costa.
Pero la habilidad m¨¢s que en los ¨¦xitos se demuestra en los fracasos. Si Costa puede ser generoso en compartir los aplausos con sus ministros, especialmente con el de Finanzas, M¨¢rio Centeno, con sus aliados parlamentarios y hasta con el presidente del pa¨ªs, Marcelo Rebelo de Sousa (del partido rival, PSD), m¨¢s m¨¦rito tiene que las desgracias y los esc¨¢ndalos que brotaron en este tiempo en Portugal siempre acabaron pareciendo ajenos al Gobierno.
Porque si pol¨ªticamente la vida parlamentaria ha sido un mar de rosas ¡ªlas dos mociones de censura se acabaron volviendo contra el partido que las present¨®, el derechista CDS¡ª, la vida de los portugueses sufri¨® sobresaltos extraordinarios. En junio de 2017 mor¨ªan 66 personas en los incendios de Pedr¨®g?o, en octubre, 50 m¨¢s mor¨ªan en otros incendios. La desgracia no debilit¨® al Gobierno de Costa, que repart¨ªa culpas entre la compa?¨ªa telef¨®nica, los eucaliptus o los propietarios de los montes. Su templanza en momentos de crisis contrasta con sus salidas de tono en las r¨¦plicas parlamentarias a la l¨ªder del CDS, Assun??o Cristas, cuando Costa, por ejemplo, sin venir a cuento, se refiri¨® al tono negruzco de su piel. "Debe ser por el color de mi piel que me pregunta por si condeno o no los actos de vandalismo en Portugal", le espet¨® a Cristas sin venir a cuento.
Costa ha sido mucho m¨¢s h¨¢bil para salir indemne de los esc¨¢ndalos que han saltado durante su cuatrienio. Ha escapado sin un rasgu?o del caso de corrupci¨®n del ex primer ministro Jos¨¦ S¨®crates ¡ªpendiente de juicio¡ª, con quien comparti¨® Consejo de Ministros, o del conocido en Portugal como el familygate, la proliferaci¨®n de familiares y amigos en su Gobierno, o del asalto al polvor¨ªn de Tancos, una ¨®pera bufa donde su ministro de Defensa ha sido imputado por cuatro delitos. Si se mide por su capacidad para estar en el ojo del hurac¨¢n, salir ileso y poder contar lo que a otros les ha pasado, la habilidad de Costa es casi infinita.
Abogado de origen profesional, imbatible en las distancias cortas, destac¨® desde joven por su activismo. Con carn¨¦ socialista a los 14 a?os, ha pasado por todos los escalones agridulces de la pol¨ªtica. A los 32 a?os disput¨® la alcald¨ªa de Loures, un feudo del PC en el extrarradio de Lisboa. Para llamar la atenci¨®n de los medios sobre los p¨¦simos accesos de la ciudad organiz¨® una carrera entre un Ferrari y un burro. Gan¨® el burro y ¨¦l ¡ªaunque perdiera¡ª la fama.
En 1995 fue ministro con Ant¨®nio Guterres, el hoy secretario general de la ONU. En la cartera de Asuntos Parlamentarios consigui¨® que por primera vez un Gobierno en minor¨ªa acabara la legislatura, as¨ª que su trabajo de equilibrista le viene de lejos. En 2005, con el triunfo de S¨®crates volvi¨® al Consejo de Ministros para llevar Administraci¨®n Interna, cargo que abandon¨® para disputar la alcald¨ªa de Lisboa. Fueron ocho a?os al frente de una ciudad que cambi¨® absolutamente bajo su liderazgo. Reelegido con el 51% de los votos, en 2015 dio el salto a la secretar¨ªa general del partido y organiz¨® la carambola gubernativa.
El amo de la casa
Despu¨¦s de cuatro a?os de geringon?a, de acuerdos con el Bloco y de ¡°posiciones coincidentes¡± con el PC, Costa busca una mayor¨ªa absoluta como la de su alcald¨ªa. Y no ha dejado nada al albur. Si en la derrota de 2015 se cuid¨® m¨¢s de lo que dec¨ªan allende sus fronteras, en esta campa?a se ha volcado en la opini¨®n p¨²blica portuguesa. Entonces el pa¨ªs preocupaba a Europa, ahora tiene los elogios de la prensa econ¨®mica internacional, pero le falta el refrendo popular para una mayor¨ªa ¡°expresiva¡±. En esta campa?a, Costa ha accedido a todos los debates con todos los candidatos, ha dado entrevistas a todos los medios nacionales, regionales y locales y ha frenado al ¨²nico peri¨®dico abiertamente hostil con los socialistas, el diario amarillo Correio da Manh?, que vive pendiente de autorizaci¨®n para comprar el mayor grupo multimedia del pa¨ªs.
Nadie niega su determinaci¨®n. Una an¨¦cdota que lo ilustra: un columnista se quej¨® porque Costa hab¨ªa dado fiesta a las escuelas y se iba a tener que quedar en casa para cuidar del hijo, perdiendo un d¨ªa de trabajo. A la ma?ana siguiente, el primer ministro llam¨® a su puerta y le hizo de canguro. El improvisado Doubtfire lleva cuatro a?os como amo de la casa portuguesa.
Es la hora de la victoria total, que el pueblo portugu¨¦s reconozca a Costa en las urnas los cuatro a?os de un Gobierno que lleg¨® para ¡°pasar la p¨¢gina de la austeridad¡± y que, realmente, cumpli¨® con sus promesas. Ya no quiere ser el m¨¢s h¨¢bil de la clase, ahora quiere ser el m¨¢s reconocido.
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