Uribe y el legado de la divisi¨®n en Colombia

Es la foto fija de un acontecimiento concreto, pero ofrece todas las pistas para una descripci¨®n del estado de ¨¢nimo de Colombia. Un expresidente declara por primera vez ante la Corte Suprema de Justicia en el marco de un proceso penal. Sus seguidores, cada vez menos seg¨²n las encuestas aunque con capacidad de movilizaci¨®n pol¨ªtica, lo consideran una persecuci¨®n. Sus detractores enfatizan el trasfondo del caso, un supuesto soborno de testigos en una investigaci¨®n relacionada con el paramilitarismo, y reclaman que el alto tribunal pueda trabajar sin presiones. Probablemente existe una mayor¨ªa social a la que no le afecta esta diligencia previa, conocida como indagatoria, y no est¨¢ preocupada por sus consecuencias. Sin embargo, los efectos tendr¨¢n impacto en la vida p¨²blica y en los equilibrios del Gobierno y de la oposici¨®n.

?lvaro Uribe fue presidente del pa¨ªs entre 2002 y 2010 y todav¨ªa no ha abandonado la primera l¨ªnea. Esa es la primera premisa de las controversias generadas en torno a su figura, que van mucho m¨¢s all¨¢ de este juicio. El actual senador fue el m¨¢s votado en las ¨²ltimas elecciones legislativas, pero su imagen desfavorable se ha multiplicado hasta el 61%, seg¨²n los datos difundidos a finales de agosto por la firma Gallup. Y la constante presencia del fundador del Centro Democr¨¢tico en el debate, en las campa?as y en las instituciones se ha convertido en el elemento m¨¢s polarizador de la pol¨ªtica colombiana. Un fen¨®meno que tiene dos direcciones. Hacia fuera, como es l¨®gico, en parte de la sociedad y en el seno de la oposici¨®n. Y tambi¨¦n hacia adentro, donde, con el apoyo de un grupo de dirigentes de derecha radical, supone de alguna manera una anomal¨ªa en el proyecto del actual mandatario, Iv¨¢n Duque, a quien sin duda contribuy¨® a impulsar.? ?

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Colombia, en vilo por el destino judicial de ?lvaro Uribe

Ese legado de divisi¨®n del uribismo viene de lejos, aunque desde 2016 tiene que ver en buena medida con la aplicaci¨®n de lo pactado con la hoy extinta guerrilla de las FARC. La lectura de los sectores m¨¢s conservadores atribuye el incremento de esa polarizaci¨®n al plebiscito sobre los acuerdos de paz convocado por Juan Manuel Santos. Sin embargo, la victoria del no -que dio paso a una modificaci¨®n del texto final- lleg¨® despu¨¦s de una furibunda campa?a a la contra, liderada en ¨²ltima instancia por Uribe, que exacerb¨® las diferencias entre colombianos y en la que se impusieron como verdades mitos sobre el enfoque de g¨¦nero o esa especie enga?osa de que el anterior Gobierno se propon¨ªa entregar el pa¨ªs a los combatientes.

Nada de eso sucedi¨®, por supuesto. Pero en el Centro Democr¨¢tico todav¨ªa hay voces que pedir¨ªan "hacer trizas" esos acuerdos. Esa actitud ha tenido un reflejo reciente en las presiones o en los ataques a los que ha sido sometida la Jurisdicci¨®n Especial para la Paz (JEP), el tribunal encargado de juzgar los cr¨ªmenes de m¨¢s de medio siglo de conflicto armado. A eso se a?aden hoy tambi¨¦n los ecos de los dos mandatos de Uribe. El regreso a la conversaci¨®n p¨²blica de las sospechas de falsos positivos -las miles de ejecuciones extrajudiciales de civiles, seg¨²n datos de la Fiscal¨ªa, presentados despu¨¦s como guerrilleros perpetradas por las fuerzas armadas durante su etapa-, la ret¨®rica de confrontaci¨®n o las disputas a todo o nada. Una fotograf¨ªa, en definitiva, que sacude el ¨¢nimo de Colombia.