El ala m¨¢s extremista de AfD busca consolidarse con las elecciones de Turingia
La ultraderecha alemana concurre en el Estado del Este con un candidato cuestionado incluso dentro de su partido
Bj?rn H?cke sube al escenario en vaqueros y con el cuello de la camisa desabrochado. Es el l¨ªder indiscutible de la facci¨®n m¨¢s radical de la ultraderecha alemana y est¨¢ en campa?a en Turingia. ¡°Multiculturalidad significa multicriminalidad¡± es uno de los esl¨®ganes que lanza desde un estrado en el que el decorado llama a una revoluci¨®n pac¨ªfica como la que tumb¨® el muro de Berl¨ªn hace 30 a?os, esta vez, contra el establishment. H?cke capitanea Der Fl¨¹gel, ¡°el Ala¡±, el sector m¨¢s radical de la ultraderecha alemana, bajo sospecha de los servicios secretos internos, cuyo avance amenaza con fracturar Alternativa por Alemania (AfD).
Este domingo, Turingia, un Land del este alem¨¢n, vota su Gobierno regional y el resultado se sigue con especial expectaci¨®n en todo el pa¨ªs. Porque se prev¨¦ que la ultraderecha, Alternativa por Alemania (AfD), doble su resultado y obtenga en torno al 24% de los votos, pero sobre todo porque un triunfo en Turingia, donde H?cke compite como candidato, supondr¨ªa un refuerzo para los m¨¢s ultras. ¡°Hay un debate en el partido sobre c¨®mo evitar la divisi¨®n y dejar de perder votos en el oeste por la presencia de gente como H?cke¡±, reconocen fuentes del partido. ¡°Cada vez m¨¢s gente en el partido lo vive como una amenaza¡±, a?aden.
La radicalidad de H?cke no es nueva. Es un ejercitado equilibrista verbal y un maestro en bordear la legalidad con discursos etnicistas en los que incita al resentimiento y a la acci¨®n. Hace casi tres a?os, en Dresde, despert¨® un intenso debate nacional al referirse al memorial del Holocausto levantado en el centro de Berl¨ªn. Dijo H?cke que ¡°los alemanes somos los ¨²nicos en todo el mundo que hemos construido un memorial de la verg¨¹enza en el centro de la capital¡± y abog¨® por una revisi¨®n de las pol¨ªticas de la memoria en Alemania. En su propio partido, se suscit¨® un fuerte debate sobre si H?cke deb¨ªa ser apartado, que acab¨® perdiendo el ala m¨¢s moderada de la formaci¨®n. El debate est¨¢ hoy silenciado a la luz del tir¨®n electoral de los m¨¢s ultras y H?cke ha pasado de la marginalidad al centro del poder en el partido. El pasado septiembre, Andreas Kalbitz, otro destacado integrante del Ala obtuvo un excelente resultado en Brandeburgo.
La campa?a electoral llev¨® esta semana a H?cke hasta S?mmerda, al norte de Erfurt y territorio de la antigua Rep¨²blica Democr¨¢tica alemana. Frente al escenario un centenar de simpatizantes com¨ªa salchichas y beb¨ªa cerveza, mientras escuchaba las arengas victimistas y xen¨®fobas de H?cke. En contra de la energ¨ªa e¨®lica, de los medios de comunicaci¨®n, ¡°del ¡°retroceso democr¨¢tico¡± y ¡°la falta de libertad de expresi¨®n¡± y de las ¡°sociedades paralelas de inmigrantes¡±.
Puede que la radicalidad del l¨ªder aliene a muchos votantes, pero tambi¨¦n encandila o al menos parece no perturbar a muchos otros. Las encuestas otorgan en torno al 24%, el doble de lo que obtuvo el partido en las regionales de 2014 y algo m¨¢s de las generales de 2017. Pero por mucho que avancen, no participar¨¢n en ninguna coalici¨®n de Gobierno debido al cord¨®n sanitario vigente tambi¨¦n en el ¨¢mbito regional.
Votar por primera vez
Barbara Fiedler ha venido hoy con una amiga y su marido a escucharle desde un pueblo vecino para hacerse una idea antes de votar. En toda su vida, nunca ha participado en unas elecciones, pero esta vez, est¨¢ pensando en votar porque dice estar ¡°harta de los pol¨ªticos, algo tiene que pasar¡±. Repite Fiedler un mantra que se ha propagado a gran velocidad entre los simpatizantes de AfD, que aseguran que en Alemania no hay libertad de expresi¨®n, porque lo pol¨ªticamente correcto aboca a la censura a los medios de comunicaci¨®n y a la pol¨ªtica. ¡°Quiero una democracia donde pueda expresar mi opini¨®n sin que me arrinconen en la extrema derecha. No salimos a la calle para pedir libertad, en contra de la Stasi y del muro para esto¡±.
Otra vecina de la zona, que est¨¢ de pie unas mesas m¨¢s all¨¢, coincide en que ¡°los dem¨¢s no han hecho nada por nosotros. Esperemos que estos hagan algo¡±. Hacer algo significa, en el caso de Martina Sauerbier, mejorar la pensi¨®n de 700 euros que prev¨¦ que le quedar¨¢ cuando se jubile despu¨¦s de haber trabajado toda su vida. ¡°Tengo miedo de qu¨¦ va a pasar dentro de diez a?os. ?Qui¨¦n me va a cuidar?¡±.
La tolerancia que muestran sus simpatizantes hacia H?cke contrasta con el posicionamiento del resto de partidos pol¨ªticos, que se cierran en banda a cualquier alianza con los ultras. ¡°H?cke es un nazi¡±, ha dicho esta semana el candidato conservador M?hring. ¡°H?cke ha sobrepasado la barrera moral del Holocausto¡±, aseguraba en su despacho de la sede del Gobierno Bodo Ramelow, el primer ministro de Turingia. Ramelow recuerda que el campo de concentraci¨®n de Buchenwald se encuentra en Turingia y que fue una empresa de esta regi¨®n la que fabric¨® los hornos crematorios de Auschwitz. Los comicios se celebran adem¨¢s dos semanas y media despu¨¦s del atentado de un neonazi contra una sinagoga en Halle y de que el resto de partidos y buena aparte de la poblaci¨®n acuse a AfD de crear un caldo de cultivo extremista del que se alimentan los atacantes.
Ramelow es un pol¨ªtico singular y pragm¨¢tico, cuyo atractivo para los votantes trasciende con creces la de su partido, Die Linke. Turingia es el primer Land dirigido por un primer ministro de Die Linke, en coalici¨®n con socialdem¨®cratas y Verdes. Frente los augurios m¨¢s pesimistas, la coalici¨®n se ha mantenido en pie y estable durante cinco a?os y cuenta con muchas posibilidades de volver a gobernar.
En su despacho en Erfurt, durante un encuentro con corresponsales extranjeros, Ramelow, centra su intervenci¨®n a describir la evoluci¨®n del tejido empresarial de su regi¨®n, la interconexi¨®n con el resto del mundo globalizado y las pol¨ªticas que permiten a Turingia competir en el mercado global. Como antiguo sindicalista, conoce el tejido empresarial y laboral de la regi¨®n al dedillo.
Ramelow piensa que hay todav¨ªa mucho que hablar 30 a?os despu¨¦s de la ca¨ªda del muro, que no se ha escuchado lo suficiente a la gente y que hay temas como las pensiones no reconocidas de muchos ciudadanos del Este que hay que resolver. ¡°Pero esa no es una raz¨®n para votar a AfD¡±, sostiene el pol¨ªtico que cuenta con muchas posibilidades de volver a reeditar su mandato, seg¨²n vaticinan las encuestas. M?hring, Ramelow y tambi¨¦n el l¨ªder verde Robert Habeck han recibido amenazas de muerte desde la ultraderecha durante esta campa?a.
La Oficina para la Protecci¨®n de la Constituci¨®n y los servicios secretos internos alemanes consideran que el objetivo de Der Fl¨¹gel es ¡°la exclusi¨®n y la denigraci¨®n de extranjeros, migrantes y especialmente musulmanes¡±. Establece tambi¨¦n que violan ¡°el orden democr¨¢tico fundamental, la garant¨ªa de la dignidad humana y el principio de la democracia y el Estado de derecho¡±. A?aden que ¡°la relativizaci¨®n del nacionalsocialismo¡± est¨¢ presente en los discursos de sus representantes.
La fortaleza de AfD y de su ala m¨¢s radical es especialmente notoria en el Este, pero no solo. En el oeste del pa¨ªs, en Estados como Baviera,?se ha hecho fuerte, y en Renania del Norte-Westfalia ha protagonizado una sonada lucha por el poder. ¡°Un buen resultado en Turingia, ser¨ªa un s¨ªmbolo para todo el pa¨ªs, donde Der Fl¨¹gel tiene cada vez m¨¢s influencia¡±, analiza Kira Ayyadi, de la fundaci¨®n Amadeu Antonio, especializada en extremismo de ultraderecha. ¡°Hay una lucha de poder dentro de AfD entre la corriente m¨¢s economicista y ultraliberal y los ide¨®logos de la extrema derecha¡±, explica. La cristalizaci¨®n de esa lucha de fuerzas cristalizar¨¢ a finales de noviembre en Braunschweig, en el congreso del partido. ¡°El papel de H?cke en ese congreso ser¨¢ determinante¡±, vaticina Ayyadi.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.