La grieta que se trag¨® el imperio sovi¨¦tico y marca el rumbo de Putin
La ca¨ªda del muro de Berl¨ªn precipit¨® el derrumbe de la URSS. De esa herencia hist¨®rica nace el ansia de Rusia por recuperar su papel como agente geoestrat¨¦gico de primer nivel
Sergu¨¦i Milchakov pas¨® la noche del 9 de noviembre de 1989 pegado a la pantalla de televisi¨®n. En la cerrada base de W¨¹nsdorf, la mayor instalaci¨®n del Ej¨¦rcito rojo fuera de la Uni¨®n Sovi¨¦tica, aquel soldado de 33 a?os y sus compa?eros aguardaban instrucciones. Pero no llegaron. Y Milchakov, que hab¨ªa llegado a la Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana (RDA) un a?o antes, cuenta que sigui¨® el derrumbe del Muro de Berl¨ªn por los canales de Alemania Occidental que se captaban en la base, a unos 40 kil¨®metros de ese costur¨®n que hab¨ªa dividido Europa y que estaba siendo desmantelado a golpe de cincel y martillo por los berlineses.
En Mosc¨², donde por la diferencia horaria ya era noche avanzada, nadie se molest¨® en despertar al entonces jefe de Estado de la Uni¨®n Sovi¨¦tica, Mija¨ªl Gorbachov, ni a sus asesores m¨¢s cercanos. A la ma?ana siguiente, cuenta Mary Elise Sarotte en su libro El colapso, el Politbur¨® ni siquiera celebr¨® una reuni¨®n de emergencia para abordar el tema. El an¨¢lisis de cientos de documentos de esos a?os indica que no estuvo sobre la mesa el uso de la fuerza. Adem¨¢s, la Uni¨®n Sovi¨¦tica ya ten¨ªa suficientes problemas, con una pobre econom¨ªa y florecientes movimientos de independencia en los pa¨ªses b¨¢lticos y Georgia.
Al colapso del Muro le siguieron, como piezas de domin¨®, el derrumbe de los reg¨ªmenes comunistas de Europa del Este que a¨²n estaban en pie: Checoslovaquia, Rumania, Bulgaria. Y, por tanto, el fin del control de Mosc¨² del antiguo Bloque Oriental. Hoy, antiguos aliados del Pacto de Varsovia son miembros de la OTAN. Supuso no solo la unificaci¨®n de Alemania o el fin simb¨®lico de la Guerra Fr¨ªa, tambi¨¦n la grieta decisiva en la ca¨ªda del imperio sovi¨¦tico. Y un momento trascendental todav¨ªa hoy, 30 a?os despu¨¦s del hundimiento del tel¨®n de acero, para una Rusia que reclama un papel protagonista en el tablero geopol¨ªtico global. Un pa¨ªs orgulloso que, pese a sus problemas econ¨®micos, construye un nuevo imperio y que no ha dudado, como hizo entonces, en redibujar el mapa para lograrlo. Un Estado gobernado por un l¨ªder autoritario y nacionalista que ans¨ªa diferenciarse del ¡°liberalismo occidental¡±.
A 165 kil¨®metros de Berl¨ªn, en Dresde, un oficial de los servicios secretos rusos (el KGB) de 37 a?os observaba ansioso los sucesos del Muro. Semanas antes, ya se hab¨ªan producido protestas en Dresde. La situaci¨®n volvi¨® a caldearse a principios de diciembre, cuando una multitud empez¨® a asediar el edificio de la polic¨ªa secreta, la Stasi. Enfrente, en la sede local del KGB, el agente y sus compa?eros empezaron a quemar archivos. Tem¨ªan que los manifestantes se hicieran con ellos.
¡°Destruimos todos nuestros lazos, contactos, toda la red de agentes. Personalmente quem¨¦ gran cantidad de materiales. Quem¨¢bamos tanto que estall¨® la estufa¡±, rememor¨® aquel oficial del KGB m¨¢s tarde. Los manifestantes se acercaban, y llam¨® a la cercana base del Ej¨¦rcito Rojo para pedir protecci¨®n. ¡°No podemos hacer nada sin las ordenes de Mosc¨²¡±, le dijo una voz al otro lado de la l¨ªnea. ¡°Y Mosc¨² est¨¢ en silencio¡±.
Aquel oficial del KGB era Vlad¨ªmir Putin. Y esa frase le marc¨®. Tanto que analistas como Sarotte o periodistas como Masha Gessen, una gran cr¨ªtica con el Kremlin, se muestran convencidas de que la beligerancia de quien terminar¨ªa por convertirse en presidente de Rusia, tiene gran parte de sus ra¨ªces en el colapso del Muro. Y en c¨®mo se gestaron los acontecimientos que llegaron despu¨¦s. ¡°Eso de Mosc¨² est¨¢ en silencio¡ Me dio la sensaci¨®n de que el pa¨ªs ya no exist¨ªa. Estaba claro que la Uni¨®n [Sovi¨¦tica] estaba enferma. Era una enfermedad mortal e incurable llamada par¨¢lisis. Par¨¢lisis del poder¡±, cont¨® Putin en una serie de entrevistas a periodistas rusos publicadas en el libro Primera Persona: un autorretrato asombrosamente franco del presidente de Rusia Vlad¨ªmir Putin (2000).
Anatoli Romas se convirti¨® en protagonista de una de las consecuencias m¨¢s visibles del derrumbe: la retirada de las tropas sovi¨¦ticas. Entre 1989 y 1994, se desmovilizaron m¨¢s de medio mill¨®n de soldados y civiles dependientes. M¨¢s de 1.300 aviones y helic¨®pteros, 3.600 piezas de artiller¨ªa, 4.200 tanques y 8.200 veh¨ªculos blindados. ¡°Cuando supimos del Muro ni nos imagin¨¢bamos que nos ¨ªbamos a retirar del todo. Empez¨® a rumorearse en 1990, pero oficialmente nadie nos dec¨ªa nada¡±, comenta. En aquel entonces, Romas era alf¨¦rez. Su unidad, se qued¨® en suelo alem¨¢n hasta 1992. ¡°Nos propusieron llevarnos a la provincia de Volgogrado, a una estepa vac¨ªa, sin viviendas. Y ya ni hablar de cuarteles militares. As¨ª que me dije que si esa era la ¨²nica opci¨®n me volv¨ªa a casa. Mejor salir del Ej¨¦rcito que vivir en una carpa¡±, recuerda Romas, que hoy tiene 52 a?os.
Poco a poco, empez¨® a desarrollarse la que todav¨ªa hoy se considera la mayor operaci¨®n de retiro en tiempos de paz. ¡°Ya antes de la ca¨ªda del Muro entend¨ªa que aquello era inevitable. Igual que la unificaci¨®n, as¨ª que no fue una gran sorpresa¡±, afirma el veterano Milchakov. W¨¹nsdorf, la base donde estaba destinado, una instalaci¨®n construida por los nazis y reformada por los sovi¨¦ticos tras la victoria. Ten¨ªa viviendas, tiendas, escuela. Entre los militares sovi¨¦ticos se la conoc¨ªa como ¡°peque?a Mosc¨²¡±; para los alemanes orientales era ¡°la ciudad prohibida¡±. Hoy, es una enorme instalaci¨®n abandonada donde todav¨ªa quedan los restos f¨ªsicos de aquel imperio que cay¨®.
Para muchos, aquella retirada fue un trauma. ¡°Fuimos a Alemania con la bandera de la victoria y hu¨ªamos con una bandera blanca cubierta de mierda¡±, dice rotundo el analista militar Victor Baranets. ¡°Cerca del 80% de las tropas regresaban a Siberia, a Turkmenist¨¢n, a desiertos y bosques¡±, cuenta. Baranets, hoy columnista en el diario Komsolomskaya Pravda, trabajaba en el departamento de informaci¨®n del Ministerio de Defensa, y cuenta que los uniformados y sus familias hallaban en su mayor¨ªa ¡°fango, fr¨ªo, carpas rasgadas, hornos oxidados¡±. ¡°Muchos ni siquiera sab¨ªan d¨®nde iban a aterrizar. Pero sab¨ªan, que no tendr¨ªa nada al regresar. As¨ª que intentaban ganar algo de dinero antes. Vend¨ªan todo lo que se pod¨ªa vender, menos las esposas y los hijos. Desde clavos a secretos militares. Estas tropas sol¨ªan ser nuestro orgullo y se convirtieron en un gran mercado¡±, se lamenta.
Andrey Sergu¨¦yev lleg¨® a Alemania precisamente para ayudar a la retirada de las tropas. Lleg¨® a Berl¨ªn y se fue moviendo por las bases sovi¨¦ticas orientales. Y vio aquel mercadeo. ¡°Robaban los oficiales, los alf¨¦rez, contratistas. Como no hab¨ªa que pagar aranceles, un comandante de nuestra unidad se llev¨® a Rusia 15 coches. Los contratistas compraban pistolas de gas y cartuchos y los escond¨ªan en los altavoces y las puertas de los coches¡±, recuerda. Sali¨® de Alemania de los ¨²ltimos, en 1994.Y fue reasentado en lo que hab¨ªa sido un campo de patatas, en la provincia de Voronoezh, donde se levant¨® un cuartel y varias decenas de viviendas para los militares de primer nivel.
Aquellos soldados durmiendo en carpas y vendiendo o contrabandeando todo lo que pod¨ªan encontrar, fueron un rotundo bar¨®metro pol¨ªtico. La Uni¨®n Sovi¨¦tica se retir¨® de Alemania por poco m¨¢s que cr¨¦ditos sin intereses de Alemania Occidental. No se firm¨® una garant¨ªa formal contra la expansi¨®n de la OTAN. Y el dinero pronto desapareci¨® en medio del caos y la corrupci¨®n de principios de la d¨¦cada de 1990. Muchos cr¨ªticos creen a¨²n hoy que Gorbachov deber¨ªa haber sido m¨¢s duro. Tambi¨¦n el Kremlin.
Cuando la URSS se disolvi¨®, en 1991, esa nueva realidad dej¨® a Rusia como algo casi irrelevante. Y 10 a?os despu¨¦s, ese oficial sovi¨¦tico que hab¨ªa ido escalando r¨¢pidamente ¡ªfuncionario de alto nivel; vicealcalde de su ciudad, San Petersburgo; director de uno de los servicios de inteligencia; ministro¡ª se hizo con las riendas de un pa¨ªs con una econom¨ªa muy enferma, traumatizado por el colapso de la Uni¨®n Sovi¨¦tica y acongojado por la inseguridad.
Putin ha afirmado en alguna ocasi¨®n que la desaparici¨®n de la URSS fue ¡°la mayor cat¨¢strofe geopol¨ªtica del siglo¡±. El a?o pasado, solo unos d¨ªas antes de las elecciones que revalidar¨ªan su mandato hasta 2024, asegur¨® que si pudiera cambiar alg¨²n acontecimiento hist¨®rico ser¨ªa el desmoronamiento de la Uni¨®n. Y a lo largo de los a?os, el l¨ªder ruso se ha guiado por un principio fundamental: tratar de restaurar la importancia global de Rusia. Recuperar el orden y el orgullo nacional.
Dentro de Rusia, Putin quiere ser el l¨ªder orgulloso de los s¨ªmbolos nacionales y de aquel imperio que derrot¨® al Ej¨¦rcito nazi, tambi¨¦n el presidente cercano al pueblo que no permitir¨ªa que los soldados vivieran en tr¨¢ilers o en carpas desgarradas. Y m¨¢s: quien ha impulsado lo que en la ret¨®rica del Kremlin han llamado la ¡°vuelta a casa de Crimea¡±, la pen¨ªnsula ucrania que Mosc¨² se anexion¨® en 2014, despu¨¦s de las protestas europe¨ªstas que derribaron al l¨ªder aliado de Rusia y condujeron a Kiev fuera del paraguas de influencia de Mosc¨². En pol¨ªtica exterior, Putin quiere jugar en las grandes ligas, y lo ha demostrado con su intervenci¨®n en la guerra de Siria, sus intereses en ?frica o su relaci¨®n con China y Corea del Norte.
El Muro de Berl¨ªn parec¨ªa conducir al fin del imperio sovi¨¦tico. ¡°Y el colapso de la URSS deb¨ªa haber confirmado esa teor¨ªa¡±, apunta la reputada polit¨®loga Lilia Shevtsova. ¡°Sin embargo, las ¨²ltimas d¨¦cadas muestran que el estado del imperio ruso ha logrado sobrevivir modific¨¢ndose a s¨ª mismo pero conservando su anhelo de tener ¨¢reas de influencia y celo por la expansi¨®n, aunque en t¨¦rminos m¨¢s h¨ªbridos. El intento ucraniano de huir es un nuevo golpe para el imperio ruso. Y sus intentos de mantener a Ucrania en sus brazos demuestran que la vieja construcci¨®n todav¨ªa est¨¢ muy viva¡±, analiza la experta del centro de an¨¢lisis Chatham House.
Junto al Muro, y paulatinamente, hubo otro derrumbe: el de la identidad sovi¨¦tica. Hoy, bajo el liderazgo de Putin, Rusia ha experimentado la democratizaci¨®n y la bonanza; pero tambi¨¦n la censura, el auge del ultraconservadurismo y la homofobia. La ca¨ªda del tel¨®n de acero, inicio el proceso de integraci¨®n de la comunidad pol¨ªtica e intelectual rusa en la narrativa occidental. El ¡®nosotros somos parte de Europa¡¯ era el lema de los a?os 90, recuerda Shevtsova. ¡°Pero la incapacidad para transformar el sistema y volver a la tradici¨®n rusa de Gobierno ha tra¨ªdo de vuelta el antiguo s¨ªndrome de mentalidad ruso: el somos ¨²nicos y diferentes¡±, afirma la polit¨®loga. ¡°Hoy, la ciudadan¨ªa rusa est¨¢ expuesta a la propaganda estatal, y el Kremlin intenta legitimar su poder mediante la creaci¨®n del modelo Rusia-Fortaleza¡±, sigue.
Sin embargo, las cosas est¨¢n cambiando en los ¨²ltimos a?os. Alrededor del 60% de los rusos quieren la normalizaci¨®n de la relaci¨®n de Rusia con Occidente. Solo el 18% quiere confrontaci¨®n con Estados Unidos y el 14% est¨¢ listo para la expansi¨®n de Rusia a otras rep¨²blicas postsovi¨¦ticas. ¡°El viejo modelo de legitimidad se derrumba. El drama es que la ¨¦lite rusa no tiene ninguna otra idea para consolidar la sociedad y legitimarse a s¨ª misma¡±, dice Shevtsova. Y a?ade: ¡°Estamos viviendo en un interregno, cuando la gente est¨¢ lista para un nuevo cap¨ªtulo y lista para demoler el actual Muro de sospecha entre Rusia y Occidente. Pero esto socavar¨ªa el r¨¦gimen actual que no est¨¢ listo para la rendici¨®n¡±.
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