Luis Lacalle Pou, el peso de un apellido

Con su aspecto juvenil y su gesto de ni?o obstinado, Luis Lacalle Pou, de 46 a?os de edad, era el favorito de la carrera presidencial que se ha dirimido este domingo en Uruguay. El dirigente del Partido Nacional, que en la primera vuelta de los comicios logr¨® el 28% de los votos ante el 39% del oficialista Frente Amplio (izquierda), ha sabido conformar r¨¢pidamente una coalici¨®n llamada ¡°multicolor¡±, que tambi¨¦n podr¨ªa llamarse multiderecha, ya que suma a todos los partidos conservadores del pa¨ªs, incluyendo a Cabildo Abierto, formaci¨®n creada recientemente por militares admiradores de Jair Bolsonaro.

Hablar de Lacalle Pou sin evocar su ascendencia familiar es imposible, por mucho que el candidato y sus asesores hayan centrado la comunicaci¨®n de su campa?a electoral en llamarlo Luis a secas para distanciarlo del papel de heredero. Hijo del expresidente Luis Alberto Lacalle (1990-1995), el candidato es el bisnieto de uno de los pol¨ªticos m¨¢s importantes de Uruguay, Luis Alberto de Herrera (1873-1959), dirigente hist¨®rico del Partido Nacional. As¨ª, Luis naci¨® para ser pol¨ªtico blanco (como se llama tambi¨¦n a los del Partido Nacional), y de hecho entr¨® como diputado en el parlamento con 20 a?os, siendo suplente de su madre, y se mantuvo como legislador sin interrupciones hasta la fecha.

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En estos a?os, Luis Lacalle Pou ha ido forjando su propia identidad: liberal, pero no tanto como lo fue su padre (con quien, al parecer, no se lleva bien), trabajador met¨®dico e incansable, buen orador, parlamentario experimentado, excelente en campa?a electoral.

Eduardo Bottinelli, director de la encuestadora Factum, sit¨²a a Lacalle Pou dentro de la derecha cristiana, como demuestra que varios de sus referentes en pol¨ªticas sociales o educativas sean cat¨®licos o miembros del Opus Dei. Bottinelli destaca que, para estas elecciones, Lacalle Pou ha pasado cinco a?os preparando concienzudamente la campa?a. Este extremo lo confirma desde Tacuaremb¨®, departamento del norte del pa¨ªs, el periodista Roberto Vasconcellos, quien recuerda de memoria no menos de seis visitas de Lacalle Pou a la zona.

El candidato ha aprendido de su primera postulaci¨®n presidencial ¡ªy derrota¡ª en 2014, cuando el actual presidente, Tabar¨¦ V¨¢zquez, dio la sorpresa y lo adelant¨® despu¨¦s de una intensa campa?a por los Departamentos del interior del pa¨ªs. En estas elecciones, la situaci¨®n se ha revertido. En la primera vuelta, el Frente Amplio se ha mantenido en la capital, Montevideo (donde vive una tercera parte de la poblaci¨®n del pa¨ªs), mientras que la derecha se ha hecho fuerte en el interior.

Los uruguayos han descubierto un Lacalle Pou m¨¢s maduro, tambi¨¦n m¨¢s agresivo. Si en 2014 su campa?a tuvo el lema ¡°Por la positiva¡± y se centr¨® en crear ilusi¨®n por la novedad y juventud del aspirante (frente a un septuagenario V¨¢zquez), en esta campa?a el mensaje fue mostrar a un presidenciable preparado y el tono bien podr¨ªa haber sido ¡°Por la negativa¡± al Frente Amplio. As¨ª, Lacalle Pou y sus allegados han logrado crear un clima de crisis, acusando al Frente Amplio del aumento de la inseguridad p¨²blica o exagerando el mal estado de la econom¨ªa. Los sectores m¨¢s extremistas terminaron de cargar las tintas, acusando a la izquierda de corrupci¨®n y de la ruina moral del pa¨ªs debido a la agenda de derechos que implement¨® durante sus administraciones.

Lacalle Pou ha centrado su campa?a en defender la necesidad de un cambio despu¨¦s de 15 a?os de gobiernos del Frente Amplio. Aunque la coalici¨®n ha publicado un programa com¨²n, existen interrogantes sobre c¨®mo llevar¨¢ adelante su proyecto econ¨®mico, que incluye rebajas fiscales para los productores agr¨ªcolas y quiz¨¢ tambi¨¦n para los jubilados de altos recursos, la contenci¨®n del d¨¦ficit fiscal y el mantenimiento de los programas sociales. Esta cuadratura del c¨ªrculo se lograr¨ªa principalmente a base de ahorro y buena gesti¨®n.

Con el objetivo com¨²n de ganar las elecciones, Lacalle Pou encabeza una coalici¨®n que tiene elementos del macrismo argentino, el militarismo de Bolsonaro o el liberalismo chileno. Si se convierte en presidente, el dirigente tendr¨¢ que hacer una s¨ªntesis y demostrar que, adem¨¢s de hacer buenas campa?as, sabe gobernar.