La justicia llega tarde para Los Tres de Baltimore
Alfred Chestnut, Ransom Watkins y Andrew Stewart fueron condenados cuando eran adolescentes por un crimen que no cometieron. 36 a?os despu¨¦s, salen de prisi¨®n
Las casas abandonadas y semiderruidas, las ventanas tapiadas y puertas con candado se multiplican por Harlem Park, en West Baltimore, una de las zonas m¨¢s torturadas de esta ciudad estadounidense, ya de por s¨ª, dura. La escasez de coches aparcados, de comercios e incluso de anuncios limitan las referencias temporales y uno puede viajar en el tiempo, a d¨¦cadas atr¨¢s, a d¨ªas igual de aciagos.
El 18 de noviembre de 1983, un alumno de 14 a?os llamado DeWitt Ducket muri¨® tiroteado en un pasillo de su instituto cuando intentaban robarle la chaqueta que llevaba. Era una de esas cazadoras deportivas, de la Universidad de Georgetown, que hac¨ªan furor en la ¨¦poca. Alguien se top¨® con DeWitt sobre las 13.30 y se la reclam¨®, dos chicos que lo acompa?aban huyeron y lo siguiente fue el disparo. La polic¨ªa encontr¨® una pista r¨¢pida que seguir: aquella ma?ana tres adolescentes de otra escuela se hab¨ªan saltado las clases y campaban por el de Harlem Park viendo a amigos y hermanos que ten¨ªan all¨ª. El mal fario lo complet¨® el que a uno de ellos, Alfred Chestnut, le encontraran la misma chaqueta en casa, regalada por su madre.
La polic¨ªa centr¨® la investigaci¨®n en los tres chicos y el D¨ªa de Acci¨®n de Gracias, menos de una semana despu¨¦s del suceso, los arrestaron. De nada sirvi¨® su declaraci¨®n de inocencia, las dudas de los testigos y la ausencia de pruebas incriminatorias. Alfred Chestnut, Ransom Watkins y Andrew Stewart fueron condenados a cadena perpetua. Pasaron los a?os y se hicieron adultos en prisi¨®n, pero Chestnut nunca tir¨® la toalla. El 25 de noviembre, tras 36 a?os encerrados por un crimen que no cometieron, quedaron exonerados. Ahora son tres hombres libres de m¨¢s de 50 a?os que no han pisado la calle desde mediados de los ochenta. La tecnolog¨ªa es otra, la sociedad tambi¨¦n, pero las calles que los enterraron siguen igual y lo inexplicable de su historia tambi¨¦n.
Informes policiales que ahora han salido a la luz recogen lo torticero de la investigaci¨®n. El detective que la dirigi¨®, David Kincaid, mostr¨® las fotos de Alfred, Ransom y Andrew a varios testigos y estos no los identificaron las dos primeras veces, pero se les insisti¨® durante semanas hasta que lo hicieron. Por el contrario, justo tras el crimen, varios testigos hab¨ªan se?alado a otro joven, Michael Willis, de 18 a?os, como autor del delito. Hubo quien le vio correr y tirar una pistola y quien lo encontr¨® con la famosa chaqueta esa noche, pero la polic¨ªa lo ignor¨® y prefiri¨® seguir la pista de los otros tres chicos. Tampoco cambi¨® las cosas que la madre de Chestnut, seg¨²n Alfred, mostrase el recibo de la compra de la cazadora que ten¨ªa igual que la del menor asesinado.
¡°Varias cosas fallaron a la vez, como en muchos casos similares, hubo un mal trabajo policial y problemas con la identificaci¨®n por parte de los testigos. Los testigos eran ni?os, que fueron interrogados por la polic¨ªa, sin sus padres delante, y hemos sabido que les amenazaron para que dieran la versi¨®n contra Los Tres¡±, explica la abogada Brianna Ford, que junto a Elizabeth Hilliard, defensora p¨²blica, ha representado a Alfred Chestnut.
El de Harlem Park, el primer homicidio sucedido en un instituto en la historia de Baltimore, sucedi¨® en plena ola de cr¨ªmenes por prendas de ropa ¡ªpor una chaqueta, por unas zapatillas de marca¡ª que atemoriz¨® a la poblaci¨®n en los ochenta. La polic¨ªa y la justicia ten¨ªan prisa por hallar culpables. Y una vez lograda una condena, explica la abogada Ford, no es nada f¨¢cil rectificar, pues algunos fiscales ¡°est¨¢n m¨¢s preocupados por mantener las condenas conseguidas que por hacer justicia¡±.
El verdadero homicida no responder¨¢ ante ella. Michael Willis, que despu¨¦s de la tragedia acumul¨® un buen historial de arrestos por drogas o agresi¨®n, muri¨® en 2002 tiroteado en el mismo barrio. La tentaci¨®n de pensar en una suerte de justicia po¨¦tica debe quedar lejos de lo que sucede en esta ciudad, donde sucesos de este tipo son el pan de cada d¨ªa. Baltimore, con 600.000 habitantes, lleva desde 2015 sufriendo unos 300 homicidios por a?o, los mismos que Nueva York, solo que con 13 veces menos poblaci¨®n.
El creador de The Wire, la famosa serie televisiva que retrat¨® la violencia en Baltimore, era ni m¨¢s ni menos que un periodista de sucesos del Baltimore Sun. Antes de su fenomenal ¨¦xito David Simon hab¨ªa escrito un libro, Homicide (1991), donde relata un a?o con la polic¨ªa de la ciudad y habla del detective del caso de Harlem Park, Kincaid. El relato recoge precisamente un encuentro en una prisi¨®n entre el detective y uno de los chicos condenados, Watkins, que le pregunta si duerme bien por las noches. El otro, que sigue convencido de su culpabilidad, le responde que s¨ª.
Es imposible no preguntarse si habr¨ªa sucedido lo mismo si Chestnut, Watkins o Stewart hubiesen sido chicos blancos. Para la abogada del primero, el sesgo racista no est¨¢ claro, en tanto que la v¨ªctima y varios de los investigadores tambi¨¦n eran afroamericanos, como la mayor parte de esa comunidad. Para Shawn Armbrust, directora de la Mid-Atlantic Innocence Project, organizaci¨®n que ha trabajado con la Fiscal¨ªa de Baltimore en la exoneraci¨®n, tambi¨¦n resulta dif¨ªcil pronunciarse sobre este suceso concreto, si bien, en general, ¡°en muchos de estos casos el racismo se percibe en las asunciones que se hacen sobre los chicos afroamericanos, se les ve capaces de ser violentos, no se les trata como individuos, sino como miembros de una comunidad¡±.
Su organizaci¨®n, al igual que Innocence Project Clinic de la Universidad de Baltimore, a la que pertenece Ford, trabaja en m¨²ltiples casos de personas que fueron encarceladas durante a?os pese a las evidentes flaquezas de la acusaci¨®n. Las noticias de exoneraciones se han multiplicado en todo el pa¨ªs durante los ¨²ltimos a?os gracias a los avances de la tecnolog¨ªa y, sobre todo, a algo tan aleatorio como la suerte. Que el fiscal de la jurisdicci¨®n correspondiente quiera involucrarse o que los archivos policiales se conserven despu¨¦s de d¨¦cadas, que no se hayan traspapelado o destruido en un incendio, marca el todo o la nada para los inocentes encarcelados. El caso de Harlem Park se ha encontrado con Marylin Mosby, la fiscal del Estado de Maryland para la ciudad de Baltimore, que desde que lleg¨® al cargo en 2015 ha empezado una suerte de cruzada. Cre¨® una unidad especializada para revisar este tipo de casos y, con los tres presos ahora excarcelados, ya son nueve las personas que han salido de prisi¨®n.
El pasado 25, tres d¨ªas antes de Acci¨®n de Gracias, cuando Chestnut abraz¨® a su madre, Sarah, ante una nube de periodistas, dijo: ¡°Tengo ganas de vivir el resto de mi vida, humilde y pac¨ªfico, como yo soy¡±. Stewart hablaba del futuro incierto: ¡°Cuando me lo dijeron no sab¨ªa c¨®mo parar de llorar, un amigo me dijo que se acaba mi viaje, pero no es as¨ª, tengo que aprender c¨®mo vivir ahora¡±.
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