Bielorrusia explora su identidad nacional
Cuando se cumplen 20 a?os de tratado de uni¨®n entre Minsk y Mosc¨², crecen en Rusia las insinuaciones de una fusi¨®n
En las alegres paredes del Gimnasio 28 de Minsk, los recortes de copos de nieves y la decoraci¨®n navide?a se hacen hueco entre los coloridos carteles con el alfabeto en lengua bielorrusa. Es la hora del almuerzo y una algarab¨ªa inunda el colegio, uno de los centros escolares --escasos, pero creciendo-- que imparte las lecciones en ese idioma eslavo. Una lengua que cuando su directora, Alesya Zenevich, era peque?a se consideraba ¡°de campesinos¡±. ¡°Cuando las gentes de los pueblos se trasladaban a la ciudad lo abandonaban autom¨¢ticamente por el ruso¡±, rememora Zenevich.
Hoy, su centro, con unos 400 alumnos de entre seis y 17 a?os, tiene lista de espera y es uno de los m¨¢s ¡°elitistas¡± de la capital, se?ala. Ejemplo quiz¨¢ de que la exsovi¨¦tica Bielorrusia, de 9,5 millones de habitantes, est¨¢ reexaminando su identidad nacional ¨Cy eso incluye el uso de la lengua y los s¨ªmbolos hist¨®ricos¡ª al ritmo que revisa sus relaciones con Occidente y, sobre todo, con Rusia, el vecino m¨¢s rico e influyente con el que comparte potentes v¨ªnculos hist¨®ricos, econ¨®micos y sociales.
Ambos pa¨ªses est¨¢n unidos por un acuerdo de uni¨®n. Un modelo m¨¢s bien sindicado que consiste fundamentalmente en la eliminaci¨®n de controles migratorios, tratados energ¨¦tico y acuerdos comerciales. Las c¨¢maras legislativas comunes, bandera o moneda ¨²nica que el tratado firmado en 1999 recog¨ªa como posibles nunca se materializaron. Pero ahora, cuando se conmemoran dos d¨¦cadas de esa uni¨®n, los medios rusos y funcionarios cercanos al Kremlin han aumentado las insinuaciones de que Rusia y Bielorrusia se dirigen hacia una integraci¨®n mucho m¨¢s fuerte.
En ¨²ltima instancia incluso una fusi¨®n real entre estados con un nuevo l¨ªder: Vlad¨ªmir Putin. Una f¨®rmula que podr¨ªa servir al presidente ruso, a quien la Constituci¨®n le impide permanecer como presidente despu¨¦s de 2024, para mantenerse en el poder. Putin ha desmentido esas ambiciones. Tambi¨¦n en Minsk, el presidente Aleksander Lukashenko ha rechazado esa posibilidad. Pero la especulaci¨®n ha desatado las alarmas en Bielorrusia, donde temen que cualquier cambio en el modelo actual resulte en que su pa¨ªs sea absorbido.
M¨¢s all¨¢ de crucigramas pol¨ªticos, lo cierto es que Lukashenko y Putin est¨¢n negociando una nueva hoja de ruta para avanzar en ese proyecto de uni¨®n, que previsiblemente se aprobar¨¢ antes de final de a?o. Mosc¨² est¨¢ presionando a Minsk para lograr una uni¨®n pol¨ªtica m¨¢s estrecha y utiliza el suministro de petr¨®leo subsidiado y otras palancas econ¨®micas como moneda de cambio. Pero Lukashenko, que lleva casi 25 a?os en el poder y que es apodado como ¡°el ¨²ltimo dictador de Europa¡±, se resiste. El viernes, se volver¨¢ a reunir con Putin para hablar esa gu¨ªa.
En Rusia las encuestas muestran que, en general, los ciudadanos ignoran el debate. Mientras, en Bielorrusia ha habido varias protestas contra una supuesta fusi¨®n, y la mayor¨ªa ¨Caunque es partidaria de mantener relaciones ¡°como aliados¡±¨C rechaza una uni¨®n mucho m¨¢s potente. ¡°Una mayor integraci¨®n con Rusia perjudicar¨ªa al pa¨ªs en sus relaciones con los vecinos y en el panorama Europeo¡±, considera el analista pol¨ªtico Artyom Shraibman. ¡°Adem¨¢s, de que este es un pa¨ªs autoritario. Y los l¨ªderes, el l¨ªder, no quiere ceder ni un ¨¢pice de poder¡±, recalca el experto.
El presidente bielorruso, antiguo director de una granja comunal, mantiene una relaci¨®n muy estrecha con su hom¨®logo ruso. Es frecuente verles esquiando juntos, jugando al hockey o compartiendo almuerzo. Pero en los ¨²ltimos a?os, Lukashenko, que rechaz¨® la solicitud de Mosc¨² de permitir bases militares en Bielorrusia, ha tratado tambi¨¦n de mantener c¨¢lidas relaciones con la UE y de presentar a su pa¨ªs como un mediador, por ejemplo, en la guerra del este de Ucrania entre las tropas leales a Kiev y los separatistas apoyados por el Kremlin.
Oleg Gaiduk¨¦vich, presidente del Partido Liberal Democr¨¢tico, est¨¢ c¨®modo con ese papel. En sus oficinas, frente a una mesa en la que han colocado calendarios de 2020 y tazas con su imagen al estilo de la propaganda electoral, define su formaci¨®n, que tiene dos esca?os ¨Cuno en cada c¨¢mara¨C, como ¡°oposici¨®n constructiva¡±. Una etiqueta muy explicativa en un pa¨ªs que reprime duramente a los opositores y que acumula cr¨ªticas internacionales por considerar que sus elecciones no son libres y justas. ¡°Bielorrusia era y ser¨¢ un estado soberano. No queremos formar parte de Rusia ni de cualquier otro estado¡±, recalca el pol¨ªtico, que apunta que ahora se trata de avanzar en una f¨®rmula beneficiosa para ambos. ¡°Queremos un modelo de uni¨®n en t¨¦rminos de igualdad, no una de uno m¨¢s grande y otro m¨¢s peque?o¡±, a?ade.
En la sede del Gobierno de Minsk, en una de las salas color ocre, la diputada Tatiana Sayganova, aguarda para entrar en una sesi¨®n. ¡°Tenemos fuertes e imborrables v¨ªnculos con Rusia. Y se habla de un Parlamento o incluso de un Ejecutivo unido, no lo niego; pero aunque tuviera ¨®rganos consultivos comunes Bielorrusia debe seguir siendo independiente y mantener la soberan¨ªa¡±, se?ala la pol¨ªtica del Partido Patri¨®tico, que luce una bandera bielorrusa prendida en la camisa. ¡°Teniendo a Rusia a un lado y a Europa de otro estamos todo el tiempo en una encrucijada y lo sufrimos¡±, reconoce.
En Minsk ¨Cque en otra ¨¦poca tuvo alergia a cualquier empresa privada y s¨ªntoma de emprendedur¨ªa¨C ha florecido un sector tecnol¨®gico interesante, pero la econom¨ªa bielorrusa sigue siendo muy dependiente de la rusa. Especialmente por sus importaciones baratas de crudo, que refina y vende a Europa a precio de mercado; algo que le ha permitido apuntalar su presupuesto.
Pero las relaciones entre los dos aliados no gozan de la excelente salud de anta?o. Sobre todo desde que Mosc¨² elev¨® los precios de la energ¨ªa para Bielorrusia, difuminando un sistema de subsidios para el petr¨®leo y el gas ¨Cque llegaban hasta el 20% del PIB del pa¨ªs y ahora est¨¢n entre un 5% y un 10%, seg¨²n estimaciones de Bloomberg¨C y reemplaz¨¢ndolo por pr¨¦stamos interestatales; lo que ha convertido a Mosc¨² en su mayor acreedor.
Y ese sistema es lo que ahora est¨¢ b¨¢sicamente sobre la mesa de negociaci¨®n entre Putin y Lukashenko. El presidente bielorruso sabe que sin esas ventajas su pa¨ªs puede verse obligado a reestructurar su modelo, su industria estatal y su ecosistema de bienestar social. Y eso se llevar¨ªa muchos empleos por el camino. Hasta ahora, ha manejado bien su relaci¨®n con Mosc¨², logrando un modelo de estabilidad que ha permitido a la econom¨ªa bielorrusa tener un PIB per c¨¢pita de casi el doble que en otras exrep¨²blicas sovi¨¦ticas, como Ucrania o Georgia.
Anastasia Jaf¨¢rova y Angelina Zanko trabajan en la tienda de uno de los museos centrales de Minsk. Rechazan cualquier s¨ªntoma de mayor integraci¨®n con Rusia.?Temen que una uni¨®n m¨¢s fuerte con el pa¨ªs vecino les traslade algunos de sus problemas, como la corrupci¨®n, dice Zanjo. Las veintea?eras reconocen que no est¨¢n contentas con su mapa pol¨ªtico y desear¨ªan ¡°m¨¢s pluralidad¡±. Quieren cambios. Pero manteniendo la ¡°esencia bielorrusa¡±, se?ala Jaf¨¢rova.
Se suele decir que Bielorrusia es el pa¨ªs m¨¢s sovietizado del espacio postsovi¨¦tico. Y en cierta medida eso se ve en las calles de Minsk, donde las estatuas de Lenin y otros h¨¦roes bolcheviques a¨²n dominan el paisaje en una ciudad donde no se ve un papel en el suelo. El fil¨®sofo y polit¨®logo Aleksey Dzermant cree que esa herencia es lo que ha conformado el ¡°modelo de identidad nacional¡± mayoritario en Bielorrusia. Hay otro, dice, basado en el nacionalismo bielorruso, contrario a los v¨ªnculos con Rusia y para el que el idioma bielorruso ha sido casi como su bandera, se?ala Dzermant.
Eso es lo que ahora est¨¢ cambiando. Las autoridades bielorrusas y algunas figuras destacadas est¨¢n reclamando el idioma y s¨ªmbolos hist¨®ricos. Una forma, asegura la diputada Sayganova, de ¡°evitar su uso partidista¡±. Lukashenko, que durante a?os asoci¨® el patriotismo bielorruso con algo negativo, casi subversivo, se ha embarcado t¨ªmidamente en esa tendencia y aunque habla fundamentalmente ruso en p¨²blico --como la inmensa mayor¨ªa de la poblaci¨®n--, ahora a veces tambi¨¦n emplea el bielorruso.
En el Gimnasio 28 de Minsk tienen una sala dedicada a Bielorrusia. Entre trajes t¨ªpicos, chaquetas militares y un retrato de Lukashenko con su cuidado bigote, tres adolescentes se turnan para explicar la historia del pa¨ªs. Pueden hacerlo en franc¨¦s ¨Cel segundo idioma elegido por el centro¨C, ruso y bielorruso. A Julia, de 16 a?os, le gusta la musicalidad de esa ¨²ltima lengua, hasta ahora relegada a las se?ales de tr¨¢fico y algunos documentos, pero que no ten¨ªa ni mucho menos hueco en la escuela o la academia, dice la directora Zenevich.
Pero esa nueva ¡°moda¡±, se?ala Artyom Shraibman se da sobre todo en las ciudades, entre los bielorrusos m¨¢s cosmopolitas. ¡°Se parte de un nivel tan bajo que cualquier aumento hacia el patriotismo se percibe¡±, opina el analista, que duda de que la uni¨®n con Rusia se vaya a completar. En Minsk tampoco creen que el presidente bielorruso vaya a ceder soberan¨ªa; Mosc¨² tiene otras alternativas menos costosas que torcerle el brazo, dice Shraibman. Y a?ade. ¡°Lukashenko quiere pasar a la historia como padre de la naci¨®n, no como alguien que ha vendido el pa¨ªs a Rusia¡±.
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