Atrapados en el ¨²ltimo reducto rebelde
Varios millones de desplazados se hacinan en condiciones insalubres en la provincia siria de Idlib tras huir de los bombardeos del r¨¦gimen
¡°Tu pa¨ªs te a?ora¡±, dice en ¨¢rabe un c¨¢rtel con la foto de un ni?o sonriente nada m¨¢s cruzar la frontera turca en direcci¨®n a Idlib. Se dirige a los millones de personas que han abandonado Siria desde que comenz¨® la guerra civil y que, a tenor de la situaci¨®n, a¨²n queda mucho tiempo para que regresen. Pero los ni?os de Idlib no se parecen a los del cartel: tienen una mirada triste y profunda, de adultos presos de la desesperaci¨®n y el miedo, como si la guerra fuese una hormona de envejecimiento prematuro. Y lo es.
Tras ...
¡°Tu pa¨ªs te a?ora¡±, dice en ¨¢rabe un c¨¢rtel con la foto de un ni?o sonriente nada m¨¢s cruzar la frontera turca en direcci¨®n a Idlib. Se dirige a los millones de personas que han abandonado Siria desde que comenz¨® la guerra civil y que, a tenor de la situaci¨®n, a¨²n queda mucho tiempo para que regresen. Pero los ni?os de Idlib no se parecen a los del cartel: tienen una mirada triste y profunda, de adultos presos de la desesperaci¨®n y el miedo, como si la guerra fuese una hormona de envejecimiento prematuro. Y lo es.
Tras nueve a?os de conflicto, la zona rebelde ha quedado circunscrita a parte de la provincia de Idlib y a una estrecha franja de la de Alepo. En ella se agolpan 3,5 millones de personas ¨Dla mayor¨ªa desplazados de otras zonas del pa¨ªs¨D, y su suerte depende de un precario alto el fuego acordado por Turqu¨ªa y Rusia el pasado 5 de marzo, que tanto los grupos opositores y yihadistas como el r¨¦gimen de Bachar el Asad observan recelosos. EL PA?S entr¨® el pasado mi¨¦rcoles a este ¨²ltimo reducto rebelde de Siria, hasta hace poco vedado a la prensa, con el visto bueno del Gobierno turco, que controla la frontera.
En el paso de Bab al Hawa ¨Dguardado por milicianos barbudos Kal¨¢shnikov al hombro ¨D huele a gas¨®leo barato. Hay un trasiego considerable de camiones en ambas direcciones: ayuda humanitaria s¨ª, pero tambi¨¦n combustible y mercanc¨ªas pues la supervivencia del enclave rebelde depende de su comunicaci¨®n con Turqu¨ªa. Hay, incluso, camiones que salen con baldosas de granito para su venta en territorio turco. Porque la vida y el comercio deben continuar, a pesar de la guerra.
En abril del a?o pasado, las tropas de Bachar el Asad ¨Dcon apoyo de milicias iran¨ªes y de la aviaci¨®n rusa¨D iniciaron su ofensiva final sobre Idlib, una campa?a que se recrudeci¨® en diciembre y ha logrado reconquistar un tercio del territorio en manos rebeldes. ¡°El r¨¦gimen ha atacado escuelas, mezquitas, hospitales, edificios p¨²blicos... sin excepciones. Tienen una pol¨ªtica de ¡®tierra quemada¡¯ y por eso ha tomado esas ciudades¡±, denuncia Abdulkader Harmush, miembro del consejo local de Idlib.
Los bombardeos sobre ¨¢reas civiles han provocado unos 1.500 muertos y han arrojado a cientos de miles a la frontera con Turqu¨ªa. Desde una cima, el campo de desplazados de Atmeh ¨Duno de los mayores del mundo¨D es un mar de lonas azules y blancas: hilera tras hilera de tiendas de pl¨¢stico y rafia que se extienden como un c¨¢ncer, invadiendo los olivares, los pueblos vecinos, las colinas... Hay quien lleva aqu¨ª desde octubre de 2011 y quien lleg¨® hace 15 d¨ªas. ¡°El r¨¦gimen alcanz¨® nuestro pueblo y tuvimos que irnos. En los ¨²ltimos dos a?os hemos cambiado de lugar unas 20 veces, porque si no te atacan con bombardeos, te pasan a cuchillo. Volver a territorio del r¨¦gimen es imposible, nos considera terroristas¡±, explica Matla Abud, que vive en una tienda de campa?a junto a su mujer y 10 hijos: ¡°Cuando llegamos aqu¨ª nevaba y hac¨ªa mucho fr¨ªo, as¨ª que el due?o del olivar nos dej¨® instalarnos y nos dijo que ya hablar¨ªamos del precio m¨¢s adelante¡±.
El verde de los campos de Idlib brilla sobre la tierra arcillosa y el cielo azul es tan claro que uno pensar¨ªa que nada malo puede venir sobre esta tierra campesina, pero ha sido este mismo cielo el que ha sembrado la muerte durante el ¨²ltimo a?o. ¡°No me gusta vivir en el campamento, no me siento segura. De noche se escuchan los aviones y los bombardeos... y yo perd¨ª mi escuela por un bombardeo¡±, explica Asma, de 13 a?os, cuyo ¨²nico sue?o, cuando se le pregunta, es ¡°vivir en un pa¨ªs seguro, con mis t¨ªos y mis primos, y poder jugar¡±. Jugar en la calle sin miedo a morir.
Donde vive Asma le llaman ¡°el campamento del ferrocarril¡± porque se han instalado sobre las v¨ªas de un tren que ya no funciona y del que s¨®lo quedan las traviesas: los rieles se los llev¨® alguien para darles mejor uso. Tambi¨¦n es exagerado llamarle campamento: es m¨¢s bien un asentamiento improvisado, unas cuantas tiendas colocadas una junto a otras, sin agua corriente, sin ba?os... Como ¨¦ste, los hay a cientos en la carretera que va de Bab al Hawa a Idlib. Otros se instalan en locales comerciales abandonados, o en casas a medio construir en las que cubren la ausencia de muros con mantas y alfombras atadas con cuerdas.
Despliegue de fuerzas en el norte de Siria
Gobierno sirio y aliados
Fuerzas democr¨¢ticas sirias
(milicia kurdo-¨¢rabe)
Grupos afines a Al Qaeda
Fuerzas turcas y rebeldes aliados
TURQU?A
Qamishli
Manbij
Alepo
Hasaka
Raqa
Idlib
Deir Ezzor
SIRIA
Abu Kamal
l¨ªbano
IRAK
Damasco
50 km
ISRAEL
Deraa
Fuente: Liveuamap y elaboraci¨®n propia.
EL PA?S
JORDANIA
CISJ.
Despliegue de fuerzas en el norte de Siria
Grupos afines a Al Qaeda
Gobierno sirio y aliados
Fuerzas democr¨¢ticas sirias
(milicia kurdo-¨¢rabe)
Fuerzas turcas
y rebeldes aliados
TURQU?A
Qamishli
Manbij
Alepo
Hasaka
Raqa
Idlib
IRAK
Deir Ezzor
SIRIA
Abu Kamal
l¨ªbano
50 km
Fuente: Liveuamap y elaboraci¨®n propia.
EL PA?S
Damasco
Despliegue de fuerzas en el norte de Siria
Gobierno sirio y aliados
Fuerzas turcas y rebeldes aliados
Grupos afines a Al Qaeda
Fuerzas democr¨¢ticas sirias
(milicia kurdo-¨¢rabe)
TURQU?A
Qamishli
Manbij
Alepo
Hasaka
Raqa
IRAK
Idlib
Deir Ezzor
SIRIA
50 km
Abu Kamal
Fuente: Liveuamap y elaboraci¨®n propia.
EL PA?S
Los pueblos de Idlib se han convertido en peque?as ciudades por el flujo de desplazados. Peque?as ciudades con los servicios propios de un pueblo. No hay trabajo y los precios se han multiplicado debido a la dificultad del abastecimiento y porque la libra siria ha perdido un 90% de su valor desde el inicio de la guerra. ¡°Desde la intervenci¨®n turca el pasado octubre, tampoco podemos comprar petr¨®leo a los kurdos y todo se ha encarecido por ello¡±, dice un residente de Idlib. La mayor¨ªa vive de la ayuda humanitaria que reparten agencias de la ONU y algunas ONG. El ¨²nico negocio que parece prosperar es el de la chatarra: los desguaces se suceden a lo largo de la carretera. Destrucci¨®n, reconstrucci¨®n, destrucci¨®n.
Drones y bombardeos a hospitales
Un ambulancia llega zumbando al hospital de Bab al Hawa y dos integrantes de los Cascos Blancos ¨Dla Protecci¨®n Civil de las zonas rebeldes¨D extraen en camilla a un ni?o de 10 a?os. No ha sido esta vez un bombardeo sino un accidente de coche. Porque, pese a que la mayor¨ªa de los ingresados en este hospital son heridos de guerra ¨Dun conductor de ambulancia alcanzado por un francotirador, un obrero herido en un bombardeo, un aguador alcanzado por un misil¨D, en Idlib se sigue enfermando y muriendo como en cualquier otro lugar. ¡°Estamos aprovechando el alto el fuego para hacer otro tipo de intervenciones: hernias, apendicitis, deformaciones...¡±, explica Omar al Hiraki. Los m¨¦dicos est¨¢n exhaustos, enlazan jornada tras jornada, en hospitales cochambrosos a los que les falta material m¨¦dico y siempre con el miedo en el cuerpo.
¨C?Te sientes s¨®lo?
¨CLa verdad es que s¨ª ¨Ddice con gesto cansado este joven cirujano.
La mayor¨ªa de sus compa?eros de estudios han huido del pa¨ªs. ?l, sin embargo, decidi¨® quedarse. ¡°Con mi gente. Para intentar salvar vidas¡±, apostilla: ¡°Pero nadie en el mundo nos protege¡±. En el ¨²ltimo a?o, seis hospitales y cerca de setenta centros sanitarios han sido completamente destruidos por la aviaci¨®n siria y rusa. ¡°Estar en un hospital en Idlib puede ser m¨¢s peligroso que en el frente. Este lo han bombardeado dos veces ¨Ddice Al Hiraki¨D. Por eso dividimos las especialidades en edificios separados. Para que, si el r¨¦gimen nos ataca, no muera tanta gente¡±.
El subsuelo del estadio municipal de Idlib (la capital de la provincia hom¨®nima) es un coro de toses y lloros infantiles. Tose un ni?o, tose otro, y otro, y el de m¨¢s all¨¢, y el del fondo. Como el muec¨ªn replica la llamada a la oraci¨®n de la mezquita contigua. ¡°Las condiciones son p¨¦simas. Por eso muchos ni?os enferman de gripe. No tenemos donde lavarnos y hace veinte d¨ªas que no nos duchamos¡±, se queja Hamida Nejlawi, de 36 a?os que parecen 50 y cinco cr¨ªos a su cargo. Los vestuarios donde se cambiaban los futbolistas del Club Deportivo Omaya, las taquillas donde se vend¨ªan los billetes, los almacenes de los utilleros est¨¢n ahora ocupados por unas doscientas familias de desplazados. ¡°Lo m¨¢s preocupante es la falta de atenci¨®n m¨¦dica. La gente no tiene dinero para comprar medicinas y todos tienen que dormir en las mismas estancias¡±, relata Abdul Razzaq Awad, coordinador de la ONG siria Violet, que reparte alimentos entre los desplazados del estadio: ¡°Esto, en principio, es un refugio temporal, hasta que hallen algo mejor¡±. En principio. El problema es que todo est¨¢ lleno y resulta muy dif¨ªcil encontrar una tienda libre o un apartamento en el que cobijarse.
La guerra tiene, a veces, cosas ciertamente incomprensibles. Un hombre se dedica a regar primorosamente el c¨¦sped del estadio, mientras en los vomitorios y los bajos se amontonan los desplazados entre el olor a basura y humanidad encerrada. No los colocan en el c¨¦sped ni en las gradas ¨Dcuenta Awad¨D porque podr¨ªa dispararles. Ya ha habido bombardeos a convoyes de civiles que hu¨ªan y no quieren arriesgarse: el estadio es un objetivo visible. En esta esquina polvorienta y destartalada de Siria, donde la electricidad se limita a dos horas diarias, el agua corriente llega una vez a la semana, no hay red telef¨®nica e internet depende de precarios arreglos fruto de la inventiva popular, la guerra es lo m¨¢s tecnol¨®gicamente avanzado que existe.
¡°Me descubri¨® un dron¡±. La frase parece extra¨ªda de una pel¨ªcula futurista, pero es el aqu¨ª y el ahora de Idlib. La pronuncia Ahmed Harsale, que reposa con aspecto de Cristo yacente en la cama de un hospital: el peron¨¦ roto, un nervios de la otra pierna destrozado y tras haberle sido extra¨ªda gran cantidad de metralla del abdomen y el est¨®mago. Este joven de 23 a?os vive en una tienda de campa?a cuidando de sus padres, ambos inv¨¢lidos (su hermano falleci¨® hace cuatro a?os en un bombardeo), pero unos d¨ªas atr¨¢s decidi¨® regresar a su casa, cerca de Saraqib, para recoger algunas pertenencias que hab¨ªa abandonado en su precipitada huida de las tropas gubernamentales. Iba en moto por una carretera desierta cuando lo detect¨® el dron, que debi¨® dar sus coordenadas a la aviaci¨®n: al cabo de unos minutos le alcanzaron y despert¨® en el hospital.
En manos de los yihadistas
En la ciudad de Idlib huele a humo de cualquier cosa quemada para hacer fuego y veh¨ªculos parcheados y sin matr¨ªcula pasan ante murales y carteles con consignas islamistas. ¡°No hay otra soluci¨®n que luchar. Si quieres unirte, ll¨¢manos¡±, anuncia uno sin firma pero con varios n¨²meros de tel¨¦fono apuntados. En Idlib hay un Gobierno civil que gobierna pero cuya capacidad de actuaci¨®n es limitada. ¡°Desde que impusieron el Gobierno de Salvaci¨®n, la seguridad ha mejorado algo, ya no hay coches bomba ni explosivos en las carreteras, pero los servicios siguen siendo deficientes¡±, apunta un periodista local. Quien tiene la ¨²ltima palabra es Hayat Tahrir al Sham (HTS), el grupo yihadista que se hizo con el control de todo Idlib en enero de 2019 ¨Dtras someter a las dem¨¢s facciones rebeldes¨D y cuya bandera ondea en los checkpoint m¨¢s importantes, vigilados por milicianos de mirada severa, pa?uelo negro a la cabeza y fusil al hombro.
Aunque HTS se ha comprometido a ¡°no utilizar Idlib como plataforma para una yihad exterior¡± ¨Den las recientes palabras de su l¨ªder, Abu Mohamed al Jolani¨D sigue manteniendo relaciones con grupos vinculados a Al Qaeda como Hurras al Din y el Partido Isl¨¢mico del Turquest¨¢n, ambos con base en la provincia rebelde. Y marca impronta con su agenda islamista radical: todas las mujeres se cubren la cabeza, muchas con el velo integral que s¨®lo deja los ojos a la vista, y los barbudos milicianos reprueban por la calle a toda aquella que muestre algo de pelo o demasiada piel. Los tribunales isl¨¢micos vigilan la estricta aplicaci¨®n de la shar¨ªa y, tal como ha dejado claro uno de los cl¨¦rigos del grupo, el parlamentarismo, la democracia y el laicismo son considerados ¡°caminos desviados¡± y ¡°apostas¨ªa¡±.
HTS sostiene adem¨¢s que no hay reconciliaci¨®n posible con el r¨¦gimen y que ¡°la lucha continuar¨¢ hasta que Damasco sea liberada¡±, dijo uno de sus dirigentes, Abu Abdullah al Shami, en un mensaje a sus seguidores. Aunque muchos expresen que desean continuar la lucha, de momento el alto el fuego se mantiene, en parte por presi¨®n de Turqu¨ªa, que cuenta hasta con 15.000 soldados sobre el terreno y cuyo apoyo militar ha sido lo ¨²nico que ha impedido que el frente rebelde se desmoronase ante los embates del r¨¦gimen.
¡°No confiamos en el r¨¦gimen porque anteriormente ya ha roto otras treguas. A¨²n as¨ª, ¨¦sta se est¨¢ respetando, pese a peque?as violaciones y escaramuzas. Lo m¨¢s importante es que no haya bombardeos a¨¦reos, que son lo m¨¢s peligroso¡±, afirma Abdul Razzaq Awad. La ciudad de Idlib se halla a s¨®lo 15 kil¨®metros del frente y, aunque el Gobierno tiene un plan de evacuaci¨®n, Awad reconoce que ser¨ªa ¡°muy complicado¡± de llevar a cabo en caso de que se reanude la ofensiva. ¡°No sabemos qu¨¦ ocurrir¨¢ con el alto el fuego. Pero aqu¨ª, en Idlib, estamos atrapados¡±, se queja el periodista: ¡°Turqu¨ªa ha rodeado toda la frontera con un muro de hormig¨®n y sus guardas disparan a quien trata de cruzarlo¡±.
Volver a la zona del r¨¦gimen est¨¢ fuera de toda discusi¨®n para la mayor¨ªa, dadas las noticias que llegan de quienes lo han hecho: extorsiones, detenciones, torturas, desapariciones. ¡°Nadie utiliza los corredores [humanitarios establecidos por el Ejecutivo de Damasco para quien quiera abandonar Idlib]¡±, dice una fuente del Gobierno de Salvaci¨®n que solicita el anonimato: ¡°Si cuentas a la poblaci¨®n de Idlib y a todos los que se han marchado fuera de Siria, est¨¢ claro que la mitad del pa¨ªs no quiere vivir bajo este r¨¦gimen¡±.
Es lo mismo que opina Amal Hafiz, viuda, madre de cuatro ni?os y que lleva siete a?os huyendo, desde que parti¨® de su Hama natal. A su marido lo mataron cuando iba a comprar el pan. Cruel forma de morir: vas a buscar alimento ¨Dvida¨D para tu familia y te pilla un bombardeo. Han pasado cuatro a?os de aquello pero uno de los hijos de Amal, sigue durmiendo envuelto en la manta que utilizaba su padre, incapaz de superar su ausencia, su vac¨ªo. ¡°Nuestros pobres hijos no est¨¢n viviendo una infancia como los dem¨¢s ni?os¡±, lamenta. Pero no hay vuelta atr¨¢s: ¡°Si viene de nuevo el r¨¦gimen iremos al norte y luego m¨¢s al norte. Cruzaremos a Turqu¨ªa, o moriremos intent¨¢ndolo. Pero no voy a dejar que a mis hijos los maten aqu¨ª¡±.
Miedo a posibles epidemias
Tras la destructiva campa?a de bombardeos del r¨¦gimen y la aviaci¨®n rusa s¨®lo quedan siete hospitales en pie en todo el territorio rebelde. En la zona m¨¢s cercana a la frontera turca son s¨®lo tres: 350 camas para atender a cerca de dos millones de personas. As¨ª que el doctor Omar al Hiraki reza porque no se desate una epidemia: ¡°Si tuvi¨¦ramos un brote de tifus o c¨®lera o coronavirus, en estos campos de refugiados abarrotados y con estos hospitales, ser¨ªa tan desastroso como una segunda guerra¡±.
¡°La mayor¨ªa de los campos carecen de las condiciones adecuadas como saneamiento o agua corriente. Hasta ahora ha hecho mucho fr¨ªo y dentro de poco empezar¨¢ el calor, que tampoco traer¨¢ nada bueno¡±, explica por tel¨¦fono desde Jordania Manuel L¨®pez Iglesias, jefe de la misi¨®n para Siria de M¨¦dicos Sin Fronteras (MSF), que sigue apoyando a varios hospitales locales pese a que los ataques a¨¦reos han destruido ya varios de los que gestionaba. ¡°S¨ª estamos viendo muchas enfermedades digestivas tipo diarreas, dermatol¨®gicas y de tracto respiratorio. De momento no hemos tenido ninguna epidemia cr¨ªtica, pero el riesgo est¨¢ ah¨ª por el hacinamiento en ciudades y campamentos. Tambi¨¦n la ONU y las ONG hemos hecho un importante esfuerzo por establecer un sistema de vacunaci¨®n, en el que se hab¨ªan hecho grandes avances en los ¨²ltimos a?os, pero ahora peligra el sistema de inmunizaci¨®n precisamente por la falta de centros m¨¦dicos¡±.
Otro de los problemas m¨¢s graves que aquejan a los desplazados son los psicol¨®gicos. ¡°Hemos visto cuadros de ansiedad muy alta en ni?os debido a la situaci¨®n en que viven¡±, apunta L¨®pez Iglesias: ¡°Nosotros tenemos un programa de salud mental, pero dada la situaci¨®n de precariedad que hay es algo muy b¨¢sico¡±.