Hartos de estar hartos de Netanyahu
La protesta de la sociedad civil israel¨ª para exigir la dimisi¨®n del primer ministro, procesado por corrupci¨®n, se ampl¨ªa en Israel desde hace m¨¢s de dos meses y al margen de los partidos
¡°?Vete a la c¨¢rcel!¡± ¡°?Fuera del poder!¡±. La plaza de Par¨ªs, una encrucijada de avenidas en el centro de Jerusal¨¦n, se ha convertido en el rompeolas de todas las protestas de la sociedad civil israel¨ª para exigir la dimisi¨®n de Benjam¨ªn Netanyahu, encausado por fraude y soborno. Cada cual lleva su propia pancarta. Desde hace m¨¢s de dos meses, miles de ciudadanos de todo el pa¨ªs acuden a una kerm¨¦s reivindicativa organizada al margen de los partidos pol¨ªticos contra un primer ministro que lleva m¨¢s de tres lustros en el poder. Sin l¨ªderes, ni consignas ni discursos, en las inmediaciones de la residencia oficial del jefe del Gobierno emerge en un clima m¨¢s festivo que de confrontaci¨®n una rebeli¨®n de la clase media laica jud¨ªa harta ya de estar harta de Netanyahu,
En la noche del s¨¢bado, la plaza de Par¨ªs era un espacio de creatividad en la adusta Jerusal¨¦n, con actuaciones musicales, danzas y representaciones teatrales y art¨ªsticas. Se asemejaba a una glorieta de la cosmopolita Tel Aviv. En realidad, una mayor¨ªa de los 20.000 manifestantes proced¨ªan de la capital econ¨®mica y cultural costera. ¡°No s¨¦ si todo esto servir¨¢ para que cambie Israel, pero nosotros ya estamos cambiando¡±, explicaba Ravid Shomit (apellido figurado, a petici¨®n suya) una dise?adora gr¨¢fica de 25 a?os afincada precisamente en Tel Aviv. Junto a sus amigos ¨Ctatuajes, camisetas negras, piercings¨C, todos reservistas reci¨¦n licenciados que tratan de abrirse camino en la vida tras el prolongado servicio militar israel¨ª, encarnaba con sorna la descripci¨®n de ¡°anarquista¡± con la que Netanyahu tacha a todos los manifestantes.
Los j¨®venes han salido de la apat¨ªa para sumarse a una protesta en Israel por primera vez desde el movimiento social de los indignados, que en 2011 ocup¨® un c¨¦ntrico bulevar de Tel Aviv con tiendas de campa?a, emulando la plaza de Tahrir de El Cairo o la Puerta del Sol de Madrid. Pero entre los participantes en la concentraci¨®n abundaban los ciudadanos maduros. Sadi Ben Shitrit, de 56 a?os, convertido en portavoz oficioso ¨C¡±no tenemos jefes, los partidos no nos influyen¡±, precis¨®¨C del grupo Crime Minister, acab¨® siendo evacuado a la fuerza por agentes de la Polic¨ªa de Fronteras (cuerpo militarizado) al final de la noche. ¡°No nos moveremos de aqu¨ª hasta que se vaya el primer ministro delincuente. Cada d¨ªa seremos m¨¢s¡±, aseveraba este operario mec¨¢nico del kibutz Gat, al sur de Israel.
Crime Minister es uno de los grupos de la sociedad civil que encabeza la protesta semanal al t¨¦rmino del sabbat, la jornada festiva jud¨ªa, en las inmediaciones de la residencia oficial del primer ministro, en la calle Balfour de Jerusal¨¦n. Otro de los m¨¢s significados es Bandera Negra, que convoca protestas en rotondas, puentes y cruces de caminos de todo el pa¨ªs, en la estela de la revuelta de los Chalecos Amarillos franceses. Adscrito a este movimiento reivindicativo, Assaf Romano, de 56 a?os, ha venido a Jerusal¨¦n desde la Alta Galilea. ¡°No s¨¦ si Netanyahu nos oir¨¢ en su casa. Est¨¢ claro que no somos los anarquistas y radicales de los que habla. Aqu¨ª solo est¨¢ la gente de Israel¡±, advert¨ªa este reconocido pintor. ¡°Estoy viendo por todas partes obras de expresi¨®n art¨ªstica¡±, remachaba con satisfacci¨®n.
Nurit Niv, de 43 a?os, paseaba por la plaza de Par¨ªs junto a su hija de siete a?os despu¨¦s de haber superado las barreras establecidas por centenares de polic¨ªas de todos los cuerpos israel¨ªes, incluido el militarizado. Ha llegado desde Beit Shemesh, a mitad de camino entre Tel Aviv y Jerusal¨¦n. ¡°No tenemos miedo. Ya s¨¦ que la pasada semana enviaron los ca?ones de agua contra los manifestantes y hubo decenas de detenidos. No veo el peligro, al menos por ahora...¡±, aseguraba esta profesora de educaci¨®n especial, que no milita en ning¨²n partido. Su marido est¨¢ marcado en la sociedad civil con el marchamo de refusenik: se neg¨® a cumplir el servicio militar en los territorios ocupados palestinos. En la noche del s¨¢bado, las fuerzas de seguridad siguieron a rajatabla las nuevas instrucciones de la fiscal¨ªa y permitieron las marchas no autorizadas. Solo se practicaron 16 detenciones en la concentraci¨®n m¨¢s masiva desde el inicio de las protestas. Y tambi¨¦n la m¨¢s pac¨ªfica.
Tampoco tiene miedo Smadar Lahav Elenstein, una empleada de servicios financieros de 60 a?os en Jerusal¨¦n que comanda el pelot¨®n del Muro de Madres. ¡°Nos interponemos entre los j¨®venes, que son nuestros hijos, y los polic¨ªas, que tambi¨¦n tienen madre, para que no haya violencia¡±, aclaraba sonriente. Sus dos hijos ¨Cde 26 y 24 a?os¨C acuden a la marcha todas las semanas. ¡°Yo tambi¨¦n he venido a exigir la dimisi¨®n de Bibi, pero quiero que sea en son paz¡±, destaca Smadar.
Otro Israel, menos conservador y tensionado, se muestra en la plaza de Par¨ªs. Pero no es el pa¨ªs en su conjunto. No est¨¢n los votantes del Likud (el partido de Netanyahu), ni los ultraortodoxos (solo un pu?ado de jasid¨ªes se dej¨® ver el s¨¢bado en la plaza con peticiones particulares), ni los ¨¢rabes de ascendencia palestina con nacionalidad israel¨ª, que representan el 20% de la poblaci¨®n. Protegido por guardaespaldas, entre los manifestantes deambulaba sin llamar la atenci¨®n el exministro de Defensa Moshe Yaalon, antiguo escudero de Netanyahu y ahora dirigente de la oposici¨®n centrista.
La atm¨®sfera surrealista la presid¨ªa una gigantesca bandera de Emiratos ?rabes Unidos, el primer pa¨ªs del Golfo que ha normalizado sus relaciones diplom¨¢ticas con Israel. Al lema dominante de la dimisi¨®n de Netanyahu se han incorporado consignas contra la gesti¨®n gubernamental de la pandemia, que se ha descontrolado en Israel, o la crisis econ¨®mica tras el confinamiento, que ha dejado sin trabajo a una cuarta parte de una sociedad acostumbrada al pleno empleo. Otros piden el fin de la ocupaci¨®n de los territorios palestinos, o poder viajar a la tumba de un rabino en Ucrania, o simplemente la extinci¨®n del capitalismo.
¡°No se puede comparar con las multitudinarias protestas de Bielorrusia. Los manifestantes [de la plaza de Par¨ªs] no van a derrocar a Netanyahu¡±, argumenta en las p¨¢ginas de Haaretz el analista Anshel Pfeffer. ¡°Pero esta amplia y sostenida protesta ya puede haber tenido consecuencias, al forzar al primer ministro a abandonar su idea de adelantar las elecciones [hubieran sido las cuartas en menos de dos a?os]¡±, concluye Pfeffer, tambi¨¦n bi¨®grafo del l¨ªder del Likud.
Una protesta de nuevo cu?o agita en Israel el descontento de las clases medias. Carlos Lewenhoff, de 73 a?os, ha viajado desde Tel Aviv para verlo por s¨ª mismo. ¡°Esta no es la izquierda tradicional¡±, puntualizaba este periodista jubilado, que inmigr¨® a Israel desde Uruguay hace medio siglo. ¡°Aqu¨ª est¨¢ el centroizquierda, una cierta oposici¨®n progresista unida por el com¨²n denominador del rechazo a Bibi [por el apodo familiar de Netanyahu]¡±, reflexionaba en voz alta en el epicentro de las manifestaciones. ¡°Y decididamente, se parece mucho m¨¢s a Tel Aviv que a Jerusal¨¦n¡±, reconoc¨ªa con un gui?o c¨®mplice. La joven dise?adora Ravid lo resum¨ªa a voces al inicio de una noche de gritos, danza y ruido, mucho ruido: ¡°Tenemos que hacer algo para que este pa¨ªs no se vaya al infierno¡±.
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