El fin del mundo era un incendio
Los fuegos que arrasan California, como los de Australia en diciembre, indican que los efectos devastadores del cambio clim¨¢tico pertenecen al presente, no solo al futuro
La hora final era una pel¨ªcula australiana de ciencia ficci¨®n de 1959, estrenada en plena Guerra Fr¨ªa cuando la posibilidad de un enfrentamiento at¨®mico entre las grandes potencias que hundiese al mundo en el invierno nuclear estaba muy lejos de ser una fantas¨ªa. El filme, que relataba la historia de un grupo de supervivientes que se quedaban varados en una playa tras la destrucci¨®n del planeta por la nube radiactiva, fue citado a menudo el a?o pasado, cuando una oleada de incendios devastadora quem¨® 11 millones de hect¨¢reas en Australia y provoc¨® 33 muertos. Como en La hora final, 4.000 habitantes de la ciudad costera de Mallacoota, en el Estado de Victoria, acabaron pasando la Nochevieja en una playa, acorralados entre el mar y el fuego.
Los incendios de Ocean¨ªa en el pasado verano austral y los de California y Oreg¨®n en la actualidad tienen muchos puntos en com¨²n. Est¨¢n los mismos cielos rojos y el olor a humo, la penumbra apocal¨ªptica a mediod¨ªa en ciudades como San Francisco y S¨ªdney. Algunos fuegos, adem¨¢s, son demasiado grandes y poderosos para ser extinguidos por muchas dotaciones de bomberos y medios a¨¦reos que se movilicen. Las altas temperaturas fueron tambi¨¦n determinantes en ambos casos: Los ?ngeles ha estado una semana rondando los 50 grados, mientras que el 17 de agosto el valle de la Muerte, entre California y Nevada, alcanz¨® la que seguramente sea la temperatura m¨¢s alta registrada en la tierra: 54,4 grados.
El periodista estadounidense David Wallace-Wells describ¨ªa este tipo de fuegos en su libro reciente El planeta inh¨®spito (Debate). Su tesis es que los desastres que provoca el calentamiento global no pertenecen al futuro, sino que ya est¨¢n ocurriendo. California, Oreg¨®n y Australia demuestran que tiene raz¨®n. ¡°Los incendios est¨¢n entre los mejores y m¨¢s horribles propagandistas del cambio clim¨¢tico: aterradores e inmediatos, no importa lo lejos que vivas de una zona, ofrecen cicatrices que se leen como presagios de futuras pesadillas, aunque documenten los horrores actuales¡±, escribi¨® en la revista New York Magazine cuando empezaron los fuegos en California.
Aquella Nochevieja, cuando miles de personas estaban refugiadas en una playa, se multiplicaban los casos de neumon¨ªa de origen desconocido en Wuhan. Y se trata de una tr¨¢gica coincidencia porque todos los cient¨ªficos alertan de que la pandemia est¨¢ relacionada con el aumento de la presi¨®n humana sobre la naturaleza, que propicia el salto de pat¨®genos entre especies. Lo mismo ocurre con los incendios en el Oeste americano y Australia: se trata de zonas en las que el fuego forma parte de la naturaleza, como regulaci¨®n estacional del bosque. Sin embargo, la presi¨®n demogr¨¢fica hace que los seres humanos est¨¦n donde no deber¨ªan y se ven atrapados por el fuego. Los cielos rojizos de San Francisco nos hablan de un futuro terror¨ªfico, pero tambi¨¦n de un presente cada vez m¨¢s amenazante.
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