La pandemia empodera a las Fuerzas Armadas en Am¨¦rica Latina
El papel protag¨®nico de los uniformados levanta muchas suspicacias por las consecuencias a futuro que pueda tener haberles otorgado tanto poder
Un general est¨¢ al frente del Ministerio de Salud en Brasil. Rige el estado de excepci¨®n en Ecuador, Per¨² y Chile. La polic¨ªa de Buenos Aires se subleva por mejoras salariales. La muerte en manos de la polic¨ªa de un abogado enciende la ira ciudadana en Bogot¨¢. Un operativo contra una fiesta clandestina termina con 13 muertos en Lima. En M¨¦xico, el Gobierno se apoya en el Ej¨¦rcito para casi todo. Las medidas extraordinarias contra la propagaci¨®n de la covid-19 han dado un inesperado protagonismo a polic¨ªas y militares. Frente a la memoria a¨²n fresca de las dictaduras de los setenta y ochenta, las fuerzas de seguridad se presentan ahora como garantes del orden y, sobre todo, eficientes. El papel protag¨®nico de los uniformados, sin embargo, levanta muchas suspicacias por las consecuencias a futuro que pueda tener haberles otorgado tanto poder.
Las necesidades de control social han empoderado a las armas. El fen¨®meno no es homog¨¦neo en la regi¨®n, pero sigue como patr¨®n que los uniformados han tomado el control de las calles. ¡°En los pa¨ªses donde las Fuerzas Armadas ya ten¨ªan un rol importante, como Brasil, M¨¦xico, Per¨², Bolivia y Colombia el coronavirus acentu¨® ese rol. En el caso de M¨¦xico, por ejemplo, hasta se les cedieron puertos y autopistas¡±, dice el polit¨®logo argentino y experto en seguridad Fabi¨¢n Calle. Los uniformados han sumado protagonismo sin ruido, como si la gente considerase el nuevo statu quo una consecuencia natural e inevitable de la pandemia.
El caso m¨¢s paradigm¨¢tico de este creciente poder ha sido Brasil. El coqueteo del presidente Jair Bolsonaro con los uniformados les ha dado una visibilidad sin precedentes en democracia. Su vicepresidente, Hamilton Mour?o, es un general en retiro y 10 de sus 23 ministros han pasado por los cuarteles. En el gabinete castrense destaca el ministro de Salud, Eduardo Pazuello, un militar experto en log¨ªstica que poco sabe de pol¨ªtica sanitaria. La relaci¨®n de Bolsonaro con los cuarteles viene de sus a?os de juventud. Al inicio de su carrera militar (se retir¨® como capit¨¢n), encabez¨® un mot¨ªn. Fue as¨ª como consigui¨® el apoyo pol¨ªtico de las fuerzas de seguridad y cre¨® una base que lo ayud¨® a mantenerse en el Congreso durante 30 a?os.
En las elecciones de 2018, cuando Bolsonaro fue elegido para ocupar el palacio de Planalto, el n¨²mero de militares y polic¨ªas electos se cuadruplic¨® en relaci¨®n con 2014. El sector m¨¢s radicalizado, formado principalmente por j¨®venes soldados, no deja de crecer. Solo en S?o Paulo, el n¨²mero de polic¨ªas y militares en servicio activo con licencia para disputar elecciones municipales ha aumentado en un 62% en comparaci¨®n con 2016. Mientras avanza la politizaci¨®n de los cuarteles, expertos alertan sobre los posibles riesgos de que los uniformados se conviertan en un vector de ruptura democr¨¢tica.
Fabi¨¢n Calle no cree que estemos ante semejante posibilidad, pero reconoce que las cosas ya no ser¨¢n como antes de la pandemia. ¡°Hay Estados d¨¦biles, burocracias poco eficientes y crecientes problemas. Todos los Gobiernos terminan recurriendo a una de las pocas burocracias ordenadas y con cadena de mando que, adem¨¢s, funciona. Pero no hay ning¨²n salto al poder. Lo que habr¨¢ ser¨¢n m¨¢s recursos econ¨®micos y m¨¢s influencia, porque esto no ser¨¢ gratis¡±, advierte.
Otro pa¨ªs donde sin duda han adquirido m¨¢s preponderancia las Fuerzas Armadas es M¨¦xico, donde los uniformados nunca tuvieron el peso de otros lugares de la regi¨®n. El presidente, Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador, pas¨® de defender en campa?a que volviesen a los cuarteles ante el fracaso de la conocida como guerra contra el narcotr¨¢fico, a otorgarle el control de diversas instancias de la Administraci¨®n, como las aduanas y los puertos. Durante la pandemia, las Fuerzas Armadas han sido las encargadas de desarrollar hospitales de campa?a y distribuir los suministros necesarios por todo el pa¨ªs. A ello se suma una mayor presencia en las calles, con la Guardia Nacional, el cuerpo creado y con un cambio en la legislaci¨®n que les permite actuar en asuntos de seguridad p¨²blica.
La polic¨ªa de la provincia de Buenos Aires, en Argentina, ya ha cobrado la cuenta. Durante tres d¨ªas, polic¨ªas armados realizaron una huelga sin precedentes que termin¨® con una subida de salarios. La ¡°bonaerense¡±, como se la conoce, es una fuerza de 90.000 hombres en activo con un largo historial de excesos y corrupci¨®n que ning¨²n Gobierno ha logrado controlar. Desde el regreso a la democracia, en 1983, las distintas administraciones han desfinanciado progresivamente a las Fuerzas Armadas, que pagaron as¨ª su pasado dictatorial, y transfirieron recursos a las polic¨ªas. La de Buenos Aires se levant¨® ahora con el argumento de que la pandemia hab¨ªa limado sus ingresos (sin f¨²tbol y espect¨¢culos terminaron las horas extras), mientras que su trabajo se hab¨ªa multiplicado por el control de la cuarentena.
El coronavirus no es lo ¨²nico que ha dado un papel protag¨®nico a las fuerzas de seguridad en el ¨²ltimo a?o. En Bolivia, la presi¨®n de la polic¨ªa fue el detonante para forzar la salida del entonces presidente Evo Morales. En Colombia, el asesinato de un joven tras un disparo de los antidisturbios volvi¨® a poner de manifiesto los excesos policiales. En el pa¨ªs sudamericano las alarmas se volvieron a encender esta semana, tras la muerte bajo custodia policial de un abogado. El desencanto de la poblaci¨®n con la polic¨ªa no hace si no ir en aumento y la necesidad de una reforma se antoja inevitable.
La polic¨ªa militar chilena tambi¨¦n est¨¢ en la calle, pero por orden del Gobierno. Este viernes, el presidente Sebasti¨¢n Pi?era decidi¨® extender por otros 90 d¨ªas el estado de excepci¨®n en todo el territorio. La medida empez¨® a regir en Chile tan pronto comenz¨® la pandemia, por lo que el pa¨ªs estar¨¢ nueve meses con los militares haciendo cumplir las restricciones de tr¨¢nsito y reuni¨®n. El Ejecutivo justific¨® la decisi¨®n por la covid-19, pero sobrevuela el fantasma del desorden p¨²blico. El 18 de octubre se cumple un a?o de las revueltas sociales en Chile y el 25 del mismo mes se celebrar¨¢ el plebiscito constitucional, con m¨¢s de 14 millones de personas convocadas a las urnas. Ser¨¢ un refer¨¦ndum bajo condiciones in¨¦ditas, como el toque de queda, que rige entre las 11 de la noche y cinco de la ma?ana.
¡°La crisis sanitaria no se resuelve con militares en las calles. Es un exceso y, al mismo tiempo, desvela la incapacidad de las autoridades para establecer normas b¨¢sicas de seguridad ciudadana¡±, se?ala el chileno Gabriel Gaspar, analista pol¨ªtico y exsubsecretario de Fuerzas Armadas del segundo Gobierno de Michelle Bachelet (2014-2018). Para el diplom¨¢tico, en su pa¨ªs se ha empujado a los militares ¡°a patrullar a los chilenos, cuando las Fuerzas Armadas est¨¢n dise?adas m¨¢s bien para defenderlos¡±. ?Pueden los militares tentarse con el poder? Fabi¨¢n Calle opina que es poco probable que alcancen el protagonismo de los a?os de Pinochet, pero no descarta que ¡°levanten el perfil¡± si la violencia crece. ¡°No ser¨¢ para tomar el poder¡±, dice, ¡°pero marcar¨¢n el terreno¡±.
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