La pen¨²ltima batalla Norte-Sur: el ADN de las semillas
Los dos bloques regionales mantienen estancadas las negociaciones para retribuir los beneficios derivados de compartir el c¨®digo gen¨¦tico en formato digital de las simientes
Al igual que el genoma del coronavirus registra informaci¨®n clave para su conocimiento, o que un libro se convierte en obra por la composici¨®n de sus frases, la secuencia gen¨¦tica de una semilla revela si soporta mejor las lluvias torrenciales, el agua salada, el calor, las plagas o la sequ¨ªa. Durante m¨¢s de 10.000 a?os, los pueblos del Sahel, los indios de la Patagonia o los campesinos del sur de Asia han ido seleccionando las simientes m¨¢s productivas, las mejor adaptadas a su tierra y a su clima, las m¨¢s nutritivas o las m¨¢s f¨¢ciles de moler. Sus frutos, que provienen de un conocimiento ancestral, de ensayo y error, de fracasos y ¨¦xitos, de inversiones y riesgos, son ahora de un valor incalculable.
Tras duras batallas por legislar y controlar la apropiaci¨®n y venta de estas pepitas ¡®de oro¡¯ en las pasadas d¨¦cadas, el ¨²ltimo conflicto por hacerse con la riqueza que desprende este tesoro irrumpe con la innovaci¨®n de poder reproducir su ADN a trav¨¦s de sus c¨®digos en formato virtual, la llamada Informaci¨®n Secuencial Digital (DSI, por sus siglas en ingl¨¦s). Este avance ha provocado un choque entre pa¨ªses del Norte, entre ellos Estados Unidos, la mayor¨ªa de los europeos, Jap¨®n, y tambi¨¦n Australia, con m¨¢s capacidad tecnol¨®gica y empresarial; y pa¨ªses del Sur, fundamentalmente de ?frica, Latinoam¨¦rica, Caribe y Oriente Pr¨®ximo, que son los grandes proveedores de los recursos a los bancos de semillas.
Antes, para modificarlas gen¨¦ticamente, se necesitaba el soporte f¨ªsico de otra simiente. Pero ahora, con la DSI, en numerosos casos se pueden editar sin necesitar las originales, un cambio que ha movido las ra¨ªces del tratado internacional existente que regula la retribuci¨®n a los pa¨ªses en desarrollo del uso de las simientes tradicionales de los agricultores, depositadas en los cerca de 1.200 bancos acogidos al acuerdo. Con las conversaciones estancadas en el marco de este tratado, los pa¨ªses del Norte mantienen que esa informaci¨®n virtual sea accesible de forma gratuita y sin compensaciones; mientras en los pa¨ªses del Sur, con menor capacidad tecnol¨®gica y cient¨ªfica para obtener r¨¦dito de ello, urgen que se mantengan las retribuciones por sus aportaciones de semillas a los bancos, tanto en su soporte f¨ªsico como con la DSI.
¡°Esto es un problema Norte-Sur esencial. Y la cuesti¨®n no est¨¢ en que la informaci¨®n sea accesible a todos, que est¨¢ bien, el tema es que la DSI es el propio recurso gen¨¦tico, solo que en forma virtual, y por tanto su acceso, uso y distribuci¨®n de beneficios debe regularse por el tratado existente¡±, considera el ingeniero espa?ol Jos¨¦ Esquinas, coimpulsor de este Tratado Internacional sobre los Recursos Fitogen¨¦ticos para la Alimentaci¨®n y la Agricultura, que tras 25 a?os de debates, entr¨® en vigor en 2004 y est¨¢ rubricado por 146 pa¨ªses, Espa?a de los primeros.
¡°El objetivo del tratado es asegurar la conservaci¨®n de las semillas locales desarrolladas por los agricultores durante milenios y la distribuci¨®n equitativa de los beneficios derivados de su uso¡±, ilustra Esquinas sobre este acuerdo, auspiciado por la Organizaci¨®n de la ONU para Alimentaci¨®n y la Agricultura (FAO) y dotado con un sistema multilateral para el reparto de un porcentaje de los ingresos obtenidos de los solicitantes de semillas. Pero este procedimiento ha girado hasta el momento en torno a la simiente tangible, por lo que el debate se centra ahora en si la DSI se debe regular a trav¨¦s del texto de 2004 o si hace falta un acuerdo nuevo para gestionar los datos en su formato digital y sus compensaciones. ¡°Las negociaciones est¨¢n bloqueadas. Falta entendimiento entre bloques pol¨ªticos y regiones respecto a la informaci¨®n digital, que para los pa¨ªses en desarrollo su acceso libre y gratuito no supone un beneficio tan claro por el d¨¦ficit de las infraestructuras y la formaci¨®n que requiere utilizar los datos para mejorar la agricultura¡±, apunta ?lvaro Toledo, experto de la FAO para el tratado, que celebra su pr¨®ximo ¨®rgano rector en 2021.
Los pa¨ªses del Norte ven necesario pactar nuevas herramientas, lo que podr¨ªa suponer un tiempo considerable para debatir y aprobar propuestas mientras que la informaci¨®n del ADN digital se puede compartir por Internet sin estar retribuida. ¡°Las negociaciones formales dentro del tratado de 2004 est¨¢n desactivadas en este momento. Defendemos que el acceso a la informaci¨®n debe ser abierto para el beneficio de la humanidad y necesitamos encontrar mecanismos pr¨¢cticos para que la comunidad internacional se beneficie de su intercambio¡±, se?ala Alwin Kopse, referente para las conversaciones de la postura mantenida por los pa¨ªses del Norte tras la comisi¨®n internacional celebrada en la sede de la FAO en Roma en noviembre de 2019, cuando se pospusieron las negociaciones sin llegar a acuerdo.
Desde el Sur esperan una resoluci¨®n ¨¢gil dentro del tratado existente. ¡°Hay un colapso. Renegociaremos las condiciones y esperamos que los pa¨ªses desarrollados relajen su posici¨®n. Tenemos que conseguir un mecanismo para que se puedan compartir los beneficios de la DSI de las semillas en el sistema multilateral que ya existe¡±, indica Kudzai Kusena, negociador jefe de ?frica para el tratado, que alerta de que si no hay consenso tendr¨¢n que reconsiderar si proseguir con las contribuciones de semillas a los bancos. ¡°Sin el tratado, el control de las semillas pasar¨ªa a ser de unas pocas multinacionales¡±, declara Esquinas, que apunta que las presiones de la industria pueden condicionar la posici¨®n de los pa¨ªses.
En el tratado de 2004, las personas o entidades de los 146 pa¨ªses firmantes tienen acceso gratuito a los cerca de 1.200 reservorios con el compromiso de entregar a cambio entre un 0,1% y un 0,5% de las ganancias obtenidas de su uso al fondo multilateral para la distribuci¨®n de beneficios. Hasta 2019, han tenido acceso a los bancos m¨¢s de 5,4 millones de agricultores, cient¨ªficos y expertos, y se ha registrado una tasa media de 1.000 transferencias diarias de semillas y de distinto material vegetal. El fondo, por su lado, ha repercutido en m¨¢s de un mill¨®n de personas a trav¨¦s de 80 iniciativas agr¨ªcolas en 67 pa¨ªses en desarrollo, una cifra que revela no obstante una falta de compromiso en los pagos al sistema multilateral por parte de los solicitantes de semillas, un extremo que tambi¨¦n se debate en la FAO para conseguir una mayor eficacia.
Biodiversidad en peligro
Hasta el momento, el tratado acoge las 64 variedades de cultivos prioritarias para consumo humano y forraje, y de seguir su funcionamiento, se prev¨¦ extender la custodia e intercambio de plasma vegetal para m¨¢s hortalizas, frutales y frutos secos. ¡°Pero si el acuerdo se queda obsoleto, vac¨ªo de contenido, se pone en peligro la biodiversidad del planeta, tan necesaria con el impacto de la crisis clim¨¢tica y sus cambios impredecibles¡±, considera Esquinas sobre la relevancia de estos bancos, a los que tambi¨¦n se acude ante las cat¨¢strofes que aniquilan cosechas o la alarmante p¨¦rdida de diversidad biol¨®gica.
¡°Con las negociaciones estancadas, el tratado es una c¨¢scara vac¨ªa. Si se reconociera que la DSI tiene el mismo valor que las semillas f¨ªsicas se podr¨ªan anular las patentes de la biopirater¨ªa y obligar¨ªa a la industria a cumplir con el sistema multilateral y compartir los beneficios que se derivan de su uso. Pero, lamentablemente, la obstrucci¨®n de los Gobiernos de los pa¨ªses m¨¢s ricos ha impedido que se tome esa decisi¨®n¡±, se?ala Alessandra Turco, miembro de la organizaci¨®n internacional Via Campesina. ¡°El objetivo de los pa¨ªses ricos es evitar cualquier discusi¨®n y dejar tiempo a las industrias para adquirir la informaci¨®n que est¨¢ en los bancos mientras que no existen reglas en materia de acceso y distribuci¨®n de beneficios del uso de estas informaciones¡±, concluye Turco, que se?ala en nombre de su organizaci¨®n que de proseguir esta situaci¨®n recomendar¨¢ que los agricultores no provean al tratado de sus propias semillas y su valioso ADN.
Queda por dilucidar c¨®mo se desbloquear¨¢ este encontronazo que prosigue a otros anteriores como los de la d¨¦cada de los setenta, cuando algunos pa¨ªses y compa?¨ªas multinacionales comenzaron a apropiarse de las semillas originales que, despu¨¦s de ser modificadas tecnol¨®gicamente, las vend¨ªan previo cobro de royalties incluso a los Estados de las que eran oriundas. 40 a?os despu¨¦s, el desaf¨ªo viene con la regulaci¨®n de un c¨®digo compuesto por una serie de letras, de extraordinaria riqueza, que se pueden compartir en un segundo por Internet.
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