De la ciudad al pueblo: argentinos escapan de la inseguridad y el estr¨¦s
Un proyecto migratorio de la fundaci¨®n suiza Es Vicis aumenta un 10% la poblaci¨®n del municipio Colonia Belgrano, en la provincia agropecuaria de Santa Fe
En una tarde del verano austral, un grupo de ni?os juega a arrojarse agua y perseguirse por una calle sin asfaltar de Colonia Belgrano, un pueblo de 1.300 habitantes de la provincia de Santa Fe, en el centro de Argentina. Todos saben cu¨¢l es la casa de V¨ªctor el gasista y la se?alan con el dedo: la segunda doblando la esquina, a unos 50 metros. A sus espaldas, todo es campo hasta el horizonte.
V¨ªctor L¨®pez llega de trabajar en bicicleta y la deja apoyada junto a las otras tres, sin candado, en una de las paredes externas de la casa. Mientras calienta el agua para el mate, este hombre canoso y de piel curtida por el sol cuenta que desde que en 2017 se mud¨® con su familia desde la ciudad de Rosario ya no vive "arriba del auto, todo el d¨ªa a las corridas" ni se preocupa por saber en todo momento d¨®nde est¨¢n sus hijos. "Antes sal¨ªa a trabajar a las siete de la ma?ana y volv¨ªa doce horas despu¨¦s. Pasamos de vivir esa locura diaria de la ciudad a vivir en paz, sin estr¨¦s y sin estar preocupados por la seguridad".
L¨®pez hizo la migraci¨®n inversa a sus padres. Nacido hace 46 a?os en una zona rural del Chaco, en el norte de Argentina, formaba parte de una familia de trabajadores golondrina que se mov¨ªan donde hiciese falta mano de obra: a plantaciones de ca?a de az¨²car en la vecina Tucum¨¢n, en la misma provincia para cosechar limones o de vuelta al Chaco para el algod¨®n. Cuando cumpli¨® siete a?os, sus padres se trasladaron hasta Rosario en busca de mayor bienestar y de una mejor vida para ¨¦l. Motivos similares lo animaron, casi cuarenta a?os despu¨¦s, a dar un volantazo a su vida y alejarse de esa ciudad en la que creci¨®.
Su caso parece una excepci¨®n en medio de la tendencia mundial a la concentraci¨®n en las ciudades, con Am¨¦rica Latina a la cabeza. El 92% de los argentinos vive en ¨¢reas urbanas, por encima de Chile (89%) y Brasil (87%) y m¨¢s lejos a¨²n que pa¨ªses europeos como Francia (85%) y Espa?a (80%). Pero los L¨®pez no llegaron solos sino junto a otras 14 familias, acompa?adas por la fundaci¨®n suiza Es Vicis, que promueve la repoblaci¨®n de las zonas rurales y quiere replicar el proyecto piloto argentino dentro y fuera de sus fronteras.
Internet, una herramienta clave
"Seleccionamos a Argentina porque es la que desesperadamente necesita un programa as¨ª. Si no funciona ah¨ª suponemos que no va a funcionar en ning¨²n lado", asegura por tel¨¦fono Cintia Jaime, directora de la fundaci¨®n y coordinadora del programa Bienvenidos a mi pueblo que alberg¨® la llegada de los nuevos pobladores, cerca de un 10% del total del municipio. "El mundo hoy ha cambiado y los pueblos tienen un potencial de desarrollo, de oportunidades de trabajo y de paz. Basta con tener una buena conectividad para que algunos trabajos puedan hacerse desde el campo igual que en la ciudad", sostiene, al poner como ejemplo la gran recepci¨®n que tuvo el proyecto.
En 2016, Es Vicis abri¨® una convocatoria para quienes quisieran mudarse a Colonia Belgrano en busca de un nuevo comienzo. Recibieron miles de solicitudes y los tel¨¦fonos del ayuntamiento explotaron. "La narrativa instalada que afirma que la gente solo desea migrar hacia las ciudades es err¨®nea. Los pueblos pueden crecer si hay pol¨ªticas p¨²blicas que ayuden a quienes se quieren instalar, los empoderan y ayudan a vertebrar conocimientos", asegura Jaime.
Visitaron 14 localidades de la provincia de Santa Fe y al final se decidieron por Colonia Belgrano por su infraestructura (escuela primaria, secundaria, clubes de barrio y terrenos para construir viviendas), por la gran tradici¨®n asociativa de la localidad y el respaldo del alcalde de ese momento a la iniciativa, Javier Bosio.
"Me gust¨® desde el primer momento porque lo vi como una forma de que crezca el pueblo y sab¨ªa que pod¨ªa llegar a generar m¨¢s trabajo", asegura Bosio, quien volvi¨® hace dos a?os a la empresa familiar de maquinaria agr¨ªcola. Bosio reconoce que el proyecto no fue f¨¢cil, en especial por la reticencia inicial de algunos vecinos. Una noche tacharon el cartel de Bienvenidos y lo convirtieron en Malvenidos, recuerda. Su principal temor era que se repitiese lo que ocurri¨® en pueblos cercanos, donde se trasladaron sin planificaci¨®n decenas de familias de barriadas pobres de ciudades provinciales que hab¨ªan perdido sus casas por inundaciones.
El proceso fue muy distinto a lo que imaginaban los vecinos. Entre las solicitudes recibidas se seleccionaron perfiles que se ajustaban a las necesidades del pueblo ¡ªcomo un gasista, un bicicletero, un t¨¦cnico inform¨¢tico, una peluquera y una remisera (taxista privada), entre otros¡ª y tambi¨¦n emprendedores que pod¨ªan continuar con el negocio que ya ten¨ªan en Santa Fe o Rosario, como una familia que fabrica zapatillas, otra que hace camas para perros, una que puso un taller de serigraf¨ªa y otra que dise?a y confecciona zapatillas de beb¨¦.
La mayor¨ªa ronda entre los 30 y los 50 a?os, tienen hijos y recibieron durante meses asesoramiento sobre sus negocios para facilitar que prosperasen. Son emprendimientos que est¨¢n vinculados a los servicios, no a la producci¨®n agropecuaria, el coraz¨®n econ¨®mico de este municipio fundado a principios del siglo XIX por inmigrantes italianos, espa?oles y suizos.
Algunos se mudaron de inmediato, una vez que fueron seleccionados, hace ya tres a?os, cuando el Gobierno santafesino a¨²n no hab¨ªa comenzado a construir las viviendas que compraron con cr¨¦ditos blandos a 25 a?os. Otros esperaron a tener las llaves en mano, el pasado agosto. Entre los ¨²ltimos en llegar est¨¢n Cintia Perone, de 37 a?os, junto a su marido Mart¨ªn y sus dos hijos, de 18 y 16 a?os. "Al principio los chicos no quer¨ªan saber nada", cuenta Perone, pero vinieron muchas veces antes de instalarse y a medida que hicieron amigos les cost¨® menos.
"Capaz que si hubi¨¦semos venido solos nos hubiese costado m¨¢s. Ac¨¢ nos ayudamos entre todos y en estos tres a?os nos hicimos como una gran familia", admite Perone mientras se toma un descanso en la impresi¨®n de etiquetas. Comparte el local con su marido, que tiene la bicicleter¨ªa en la entrada, y Joana Ojeda, de 34 a?os y madre de cuatro hijos, quien cose zapatillas de beb¨¦ que despu¨¦s vende por Internet a todo el pa¨ªs. "No s¨¦ d¨®nde est¨¢n mis hijos, pero s¨¦ que est¨¢n bien", asegura Ojeda. Cuando deja de coser y los busca, suele encontrarlos en la calle jugando con vecinos o a toda la pandilla de chicos en alguna de las casas.
Lleva un tiempo adaptarse al ritmo lento del pueblo, a la observaci¨®n constante de los dem¨¢s y a la ausencia de proveedores, negocios variados y opciones de ocio como en la ciudad. Para otros, lo m¨¢s duro es tener lejos a la familia y a los amigos, a los que visitan cada vez que regresan. A¨²n as¨ª, por ahora ninguno se plantea dar marcha atr¨¢s. "En Rosario a mi esposa le arrebataron la cartera, a Iv¨¢n, mi hijo, le arrebataron el celular en la puerta de casa. Son cosas que te hacen pasar un muy mal momento y te encerr¨¢s, viv¨ªs enjaulado", recuerda L¨®pez sobre su vida en esta ciudad que en 2018 triplic¨® la tasa nacional de homicidios. "Aqu¨ª recuperamos la tranquilidad".
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