El salvavidas tecnol¨®gico del campo argentino
En un pa¨ªs donde Internet y las redes m¨®viles no funcionan bien, la recuperaci¨®n econ¨®mica vuelve otra vez de un sector puntero en el mundo
Los argentinos lo llaman "el campo". Pero si imagina graneros de madera, arados, campesinos alejados del mundo, se equivoca. En Carlos Casares, en medio de la pampa, una de las zonas m¨¢s f¨¦rtiles del mundo, a 330 kil¨®metros de Buenos Aires, la sede central de Los Grobo, uno de los m¨¢s conocidos grupos agroindustriales argentinos, se parece mucho m¨¢s a Google que a una cl¨¢sica estancia agr¨ªcola.
En una sala de esta especie de nave espacial en mitad de la nada, ingenieros agr¨®nomos controlan en unas pantallas las im¨¢genes por sat¨¦lite que les detallan c¨®mo est¨¢ creciendo la soja, el oro verde que cambi¨® la historia de la agricultura americana, en qu¨¦ metro cuadrado hay que poner m¨¢s fertilizante. Esa informaci¨®n ir¨¢ a cada m¨¢quina que sabr¨¢ as¨ª c¨®mo distribuirlo. Todo est¨¢ automatizado. En otra sala, un grupo de brokers analiza las pantallas que dibujan los cruces de los mercados de Chicago, de Rosario, detallan c¨®mo est¨¢ evolucionando el precio, para saber cu¨¢ndo y cu¨¢nto vender. Hacerlo en el momento justo permite ganar fortunas a los grandes jugadores. Es precisamente este campo hipertecnologizado, mucho m¨¢s avanzado que el de pa¨ªses m¨¢s ricos como los europeos, el que una y otra vez salva a Argentina de sus crisis. De nuevo, la recuperaci¨®n est¨¢ empezando por ah¨ª, a pesar de las inundaciones que perjudicaron parte de la cosecha.
Argentina est¨¢ muy atrasada tecnol¨®gicamente. En Buenos Aires falla casi todo, desde los tel¨¦fonos m¨®viles y el 4G hasta la cobertura de internet en casa. Por eso este campo donde se trabaja con drones, tecnolog¨ªa satelital y m¨¢quinas con piloto autom¨¢tico sorprende a¨²n m¨¢s. Y explica la resistencia del pa¨ªs. Argentina es el primer exportador de harina y aceite de soja y el tercer productor mundial de esta oleaginosa, s¨®lo por detr¨¢s de Estados Unidos y Brasil, que lo triplican en superficie y tienen una poblaci¨®n siete y cuatro veces superior, respectivamente. Casi todo se vende a China, a Europa, a Rusia.
El pa¨ªs austral fue pionero a fines de los 70 en la siembra directa, el sistema que permite cultivar la tierra casi sin ararla. 40 a?os despu¨¦s, se usa en m¨¢s del 90% del territorio, seg¨²n la Asociaci¨®n Argentina de Productores en Siembra Directa. A esa innovaci¨®n se le sum¨® en los 90 la primera soja transg¨¦nica, la RR, resistente al glifosato, un potente y cuestionado herbicida. Al frente del proceso hay ahora numerosos j¨®venes universitarios, equipados con iphones, tablets y port¨¢tiles y apoyados en la gesti¨®n de big data. "Todos nos copiamos unos a otros. Lo que funciona lo aplicamos enseguida. Porque no hay competencia, todos vendemos al exterior al mismo precio, son commodities, lo importante es lograr producir m¨¢s, todo se vende, son mercados internacionales, no competimos con el vecino", explica Mart¨ªn Reynolds mientras recorre el inmenso campo central de Los Grobo. Es ingeniero, estudi¨® en Argentina pero fue durante un tiempo a EEUU a ver c¨®mo trabajaban.
"Cuando voy a Espa?a o a Italia y veo el arado, el disco, y los campos que se degradan no puedo creer c¨®mo esta gente contin¨²a en el siglo XXI deteriorando el suelo de esta manera", cuenta Gustavo Grobocopatel, el creador del imperio de Los Grobo, que lleg¨® a tener en el momento de explosi¨®n de la soja 300.000 hect¨¢reas repartidas entre Argentina, Brasil y Uruguay. Todo de alquiler, nunca fue due?o de las tierras. Otra gran paradoja del campo argentino. Algunos de los productores m¨¢s grandes no son terratenientes y est¨¢ lleno de peque?os empresarios que dan servicio a otros. Grobocopatel cree que el gran ¨¦xito del campo argentino se debe a que vivi¨® ajeno a Buenos Aires. "Los pol¨ªticos no se dieron cuenta y el campo iba solo", se r¨ªe.
A diferencia de la escasa competitividad de buena parte de la industria, beneficiada por el proteccionismo, el campo argentino se mantiene desde hace d¨¦cadas como uno de los m¨¢s eficientes del mundo. El presidente de la Bolsa de Comercio de Rosario, Alberto Pado¨¢n, recuerda que sus socios espa?oles ve¨ªan "como inconcebible" que el sector agropecuario funcionase incluso con fuertes impuestos a la exportaci¨®n. Mauricio Macri, gran aliado del campo, los quit¨® hace dos a?os. "En Europa el Gobierno promociona con subsidios las exportaciones y nosotros ten¨ªamos una retenci¨®n del 35%. Ahora al agro le han sacado el pie de encima, por eso hemos llegado a 130 millones de toneladas". Solo en el ¨¢rea de Rosario, el principal centro de exportaci¨®n de granos del pa¨ªs, en 70 kil¨®metros hay 29 puertos y 12 de ellos tienen f¨¢bricas de harina en el mismo puerto, cuenta Pado¨¢n.
En Pehuaj¨®, sobre grandes extensiones desoladas, cubiertas de un manto marr¨®n gris¨¢ceo de rastrojos de ma¨ªz, trabajan varias sembradoras cargadas de semillas de soja de color rosa. Cada m¨¢quina tiene ordenadores precisos que marcan la direcci¨®n del movimiento y el ritmo con el que se abren, simult¨¢neamente, 20 surcos en la tierra, se entierran en ellos 20 semillas y se vuelven a cerrar. El conductor del veh¨ªculo se limita a hacerlo girar en las curvas y sacar los rastrojos que peri¨®dicamente lo atoran.
Un futuro prometedor para la agroindustria
D¨®nde sembrar, a qu¨¦ distancia, cu¨¢nto fertilizar y fumigar no son decisiones que dependan del buen ojo y experiencia del agricultor en la producci¨®n a gran escala. Lo deciden ingenieros agr¨®nomos desde su despacho, de acuerdo a los datos recibidos por sat¨¦lite y analizados por Frontec, un programa creado por Invap.
"Frontec agarra im¨¢genes satelitales de los ¨²ltimos 30 a?os durante el periodo cr¨ªtico del cultivo y define ambientes de mayor y menor productividad dentro de cada campo", dice Diego Collivignarelli, coordinador t¨¦cnico zonal de Los Grobo. "La capacidad innovativa de la juventud hace que permanentemente estemos buscando renovarnos y el futuro es promisorio, en unos a?os podemos producir alimentos para 800 millones de personas", se ilusiona Daniel G. Pelegrina, titular de la Sociedad Rural Argentina (SRA). Ahora el pa¨ªs produce alimentos para la mitad.
Quien no es competitivo se arruina con rapidez y son cada vez menos los agricultores que resisten con los m¨¦todos tradicionales de cultivo. El monocultivo de soja -con rotaciones de ma¨ªz y trigo- se ha disparado en los ¨²ltimos 20 a?os y su elevada rentabilidad juega en contra de la ganader¨ªa. Las vacas, otrora estrella de las llanuras pampeanas, est¨¢n cada vez m¨¢s arrinconadas en feedlots o corrales de engorde. Mientras, en los laboratorios, los cient¨ªficos investigan nuevos saltos tecnol¨®gicos, como semillas resistentes a la sequ¨ªa, que permitir¨¢n extender la frontera agr¨ªcola a partes de Argentina en las que ahora el cultivo extensivo de soja, y m¨¢s a¨²n el de ma¨ªz, es inviable.
La gran reducci¨®n de impuestos a las exportaciones agr¨ªcolas aprobada por Macri al inicio de su mandato, los anuncios de infraestructuras de transporte y el nombramiento del titular de la mayor patronal rural como ministro de Agroindustria, Luis Miguel Etchevehere, hacen que en el campo se respire optimismo. Con viento pol¨ªtico a favor, es el mejor situado en la parrilla de salida para la Argentina del futuro que predica el presidente.
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