Mitch McConnell, ¨¢rbitro y defensa en el ¡®impeachment¡¯
El l¨ªder de la mayor¨ªa republicana prepara un juicio en el Senado que garantice el menor da?o a Trump y mantenga a la vez la dignidad de la instituci¨®n a la que ha dedicado 35 a?os
Sucedi¨® el pasado 12 de diciembre, en una entrevista con Sean Hannity, estrella de la Fox y forofo indisimulado del presidente Trump. Hannity hablaba con Mitch McConnell, el hombre que m¨¢s a?os ha servido como l¨ªder republicano en la historia del Senado, sobre la ofensiva del partido para llenar los tribunales federales de jueces conservadores durante la presidencia de Trump.
¡ªMe sorprendi¨® que el expresidente Obama dejara tantas vacantes y no tratase de colocar a nadie en esos cargos ¡ªdijo Hannity.
¡ªLe dir¨¦ por qu¨¦: yo estaba al mando de lo que hicimos durante los dos ¨²ltimos a?os de la Administraci¨®n Obama ¡ªle respondi¨® McConnell.
Entonces, el legislador republicano de 77 a?os se ri¨®. Mirando a la c¨¢mara, una carcajada en tres tiempos, de ritmo perfecto: ¡°Jajajaja. Jaja. Jajajaja¡±. Y aquella risa malvada, inmediatamente viralizada en las redes sociales, no solo fue excepcional porque la inexpresividad de McConnell es legendaria en Washington. Fue excepcional por la naturalidad y la ligereza con las que el l¨ªder de la mayor¨ªa del Senado admit¨ªa abiertamente haber bloqueado, en nombre de sus intereses partidistas, el normal desarrollo del sacrosanto principio de la separaci¨®n de poderes.
No le tembl¨® el pulso al mantener vacante un asiento del Tribunal Supremo durante 11 meses. Ni al cambiar, ya con un republicano en la Casa Blanca, dos veces las normas del Senado para permitir un r¨¦cord de confirmaciones de jueces conservadores. Contribuyendo decisivamente a sumirlo en una virtual inacci¨®n legislativa, ha reducido al gran ¨®rgano deliberativo a una f¨¢brica de aprobaciones de nombramientos del presidente. Durante sus cinco a?os como l¨ªder de la mayor¨ªa republicana en el Senado, dos durante la presidencia de Obama y tres durante la de Trump, McConnell ha convertido el bloqueo en un arte. Ahora, cuando toma los mandos del impeachment, a nadie sorprender¨¢n sus maniobras para tratar de reducir el extraordinario proceso constitucional a un mero bache en el camino a un segundo mandato de Trump.
¡°El deber del Senado est¨¢ claro¡±, dijo McConnell en diciembre, una vez aprobado en la C¨¢mara baja el impeachment a Trump, por los cargos de abuso del poder y obstrucci¨®n al Congreso, sobre los que a partir del martes pr¨®ximo se le juzgar¨¢ en el Senado para decidir sobre su destituci¨®n. ¡°Solo un resultado preservar¨¢ los precedentes esenciales en lugar de romperlos en pedazos en un ataque de furia partidista, porque un partido sigue sin poder aceptar la elecci¨®n del pueblo estadounidense en 2016¡±.
?l s¨ª la acept¨®. Eso s¨ª: a rega?adientes. Tard¨® mucho en resignarse a la toma del partido al que ha dedicado toda su vida adulta por un iconoclasta como Donald Trump. No lo hizo hasta mayo de 2016, cuando ya no quedaba nadie capaz de disputarle la nominaci¨®n. Y el comunicado en el que anunci¨® su respaldo fue, cuando menos, poco entusiasta: ¡°Me he comprometido a apoyar al nominado elegido por los votantes republicanos¡±, escribi¨®.
Pero resulta que, con el tiempo, han construido una improbable sinergia de naturaleza b¨¢sicamente transaccional y mutuamente beneficiosa. ¡°Creo que, aunque somos bastante diferentes en todos los sentidos que se puedan imaginar, hemos realizado un buen trabajo en equipo para lograr tanto como podamos¡±, resum¨ªa el propio McConnell en una entrevista con The New York Times.
Su propia relaci¨®n con Trump es una de las cosas que McConnell, quien tambi¨¦n se presenta a la reelecci¨®n en noviembre, deber¨¢ tener presentes en el proceso. Con cualquier gesto que implique un distanciamiento de la doctrina oficial de la ¡°caza de brujas¡± se arriesgar¨ªa a un rapapolvo del presidente que alienar¨ªa a sus votantes republicanos de Kentucky, Estado al que representa en la C¨¢mara alta desde hace 35 a?os. El proceso, en suma, pondr¨¢ a prueba la capacidad de McConnell para navegar las salvajes corrientes de un juicio al presidente en a?o electoral y, al mismo tiempo, no comprometer la honorabilidad de la instituci¨®n que constitu¨ªa su objetivo vital desde mucho antes de que ingresara en ella en 1985.
Porque, as¨ª como para muchos senadores el esca?o es la casilla de salida para una carrera a la Casa Blanca, para McConnell la C¨¢mara alta constituye el fin en s¨ª misma. Su aspiraci¨®n, desde siempre, fue convertirse en parte de esa reducid¨ªsima ¨¦lite de operarios de la gran sala de m¨¢quinas del Estado. Cuando hac¨ªa las entrevistas para ingresar en la facultad de Derecho, seg¨²n su biograf¨ªa autorizada (L¨ªder republicano, de John David Dyche), un profesor escribi¨®, sin dejar lugar a la duda, que McConnell ¡°ser¨¢ un senador de Estados Unidos¡±. Erudito de la historia pol¨ªtica estadounidense, la paradoja es que una de las personas que m¨¢s ha hecho por polarizar la instituci¨®n es, a la vez, uno de sus mayores defensores.
¡°Es un tiempo dif¨ªcil para nuestro pa¨ªs, pero este es precisamente el tipo de momento para el que los fundadores crearon el Senado¡±, dijo McConnell el mi¨¦rcoles. ¡°Conf¨ªo en que esta instituci¨®n pueda elevarse sobre el cortoplacismo y la fiebre partidista y servir a los mejores intereses a largo plazo de nuestra naci¨®n. Podemos hacerlo, y debemos hacerlo¡±.
McConnell sabe que tiene los votos para exonerar a Trump. Pero no quiere que el juicio en el Senado se convierta en el espect¨¢culo partidista que han ofrecido tanto el proceso en la C¨¢mara baja como los proleg¨®menos del propio juicio que empieza el martes. Quiere un juicio r¨¢pido, que garantice la exoneraci¨®n del presidente, pero que no comprometa la dignidad de la instituci¨®n. Y tampoco la suya propia.
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