El cumplea?os amargo de Zahraa Scott
La salida de la Uni¨®n Europea es un ataque brutal contra una generaci¨®n de ingleses que no quieren vivir en el pasado de una ilusi¨®n patri¨®tica rancia, un sue?o que no es el suyo
El viernes, 31 de enero de 2020, cuando los ingleses que quer¨ªan dejar la Uni¨®n Europea celebren el fin de un recorrido que dur¨® casi medio siglo, Zahraa Scott cumplir¨¢ 24 a?os. Ser¨¢ su cumplea?os m¨¢s amargo. Lo dice sentada en su casa de Leicester, en las Midlands, junto a su hermano Mohamed Ismael y ante su padre, Raheem Scott, ebanista y maestro de 56 a?os que, en 1991, se convirti¨® al islamismo despu¨¦s de haber estudiado c¨®mo se reza en otras religiones.
Raheem nos llev¨® primero a la mezquita donde se re¨²ne a rezar, luego nos pas¨® por la consulta de un m¨¦dico musulm¨¢n, Abdelkader, para que mejore los pulmones de Ismael, y finalmente nos present¨® a Zahraa.
Leicester, 320.000 habitantes, mitad ingleses de antiguo, mitad emigrantes. Cincuenta mezquitas acogen a los numerosos musulmanes. Los hombres se postran ante la voz queda del que ordena la m¨²sica de palabras en que consiste la oraci¨®n de la tarde. El silencio los sigue hasta que ya son parte de la niebla de esta parte gris de Inglaterra.
Todo sucede en volandas de los susurros de tranquilidad con que Raheem va d¨¢ndole dimensi¨®n humana al aire que respira. ?l vot¨® a favor de quedarse en Europa, porque su hermana le pidi¨® que la representara en esa decisi¨®n cuyo fracaso ha amargado la vida de su hija Zahraa. Aqu¨ª ganaron los opuestos al Brexit, por 51-49, y en las elecciones generales los laboristas se alzaron con los tres diputados que ahora representan a Leicester en Westminster. Victorias que fueron fracasos. Zahraa, naturalmente, vot¨® contra el Brexit. Amigos suyos le ocultaron la intenci¨®n de apoyar la salida de Europa. Ese silencio ha hecho que ahora se sienta desconfiada, como si la hubiera traicionado el pa¨ªs entero, como si ella ya no formara parte del cuerpo ingl¨¦s. Para ella, el Brexit es una guerra de antepasados. La p¨¦rdida de Europa es una desgracia personal, un ataque brutal contra una generaci¨®n de ingleses que no quieren vivir en el pasado de una ilusi¨®n rancia: la libertad inglesa, el patriotismo abanderado. Ese viejo sue?o no es el suyo.
Ella quiere ser psic¨®loga. Ahora est¨¢ sin empleo. Al tiempo que el Brexit calentaba motores, perdi¨® a su novio holand¨¦s. Inglaterra no le ofrec¨ªa ni naci¨®n ni porvenir y ¨¦l prefiri¨® dejar la relaci¨®n que marcaba su viaje ingl¨¦s. Los escasos puntos de luz que asist¨ªan la vida de Zahraa Scott se han ido oscureciendo. Aquella vida que ten¨ªa en Europa tantas posibilidades como pa¨ªses se queda ahora, b¨¢sicamente, en la opci¨®n inglesa. Amigos suyos se han hecho austriacos, por ejemplo, y ella no sabe qu¨¦ hacer. Para acabar de hundir el Brexit en el alma inglesa, el pa¨ªs eligi¨® a Boris Johnson por una mayor¨ªa tan absoluta que ya la protesta es tan solo una melanc¨®lica anomal¨ªa. Ahora lee poes¨ªa, la escribe. ¡°Aqu¨ª, donde la plegaria/ no tiene respuesta/ excepto para significar el suave lamento de la muerte/ aqu¨ª el desastre impostor corre como un perro/ detr¨¢s de su propia, interminable cola¡±.
Raheem la escucha. ?Qui¨¦n sabe?, se pregunta. Los pa¨ªses dan tantas vueltas... Hay en la resonancia de lo que Raheem comenta algo de lo que Orwell escribi¨® de este pa¨ªs cuando Adolf Hitler le quemaba las cejas al continente y cercaba de fuego Inglaterra: ¡°Har¨¢ falta un desastre de marca mayor, como un largo periodo de sojuzgamiento ante un enemigo extranjero, para destruir una cultura nacional. La bolsa de valores ser¨¢ demolida, el arado con caballo dejar¨¢ su sitio al tractor, las casas de campo se reconvertir¨¢n en colonias de vacaciones infantiles, pero Inglaterra seguir¨¢ siendo Inglaterra, un animal eterno que se estira hacia el futuro y hacia el pasado y que, como todos los seres vivos, detentar¨¢ el poder de cambiar hasta ser irreconocible, si bien seguir¨¢ siendo igual¡±.
?Qui¨¦n sabe qu¨¦ pasar¨¢? Inglaterra es ese animal eterno que se estira que evoca Orwell, y ahora se despierta, parece que euf¨®rico, como si hubiera ganado una batalla en la que entr¨® tan solo para irse saliendo, sin reconocer nada que la comprometiera con la moneda, con los emigrantes, con la frontera, con los s¨ªmbolos. El 1 de enero de 1973, cuando empez¨® la historia que concluye ma?ana, un vendedor de chucher¨ªas abri¨® sin g¨¦nero su puesto en un viejo hospital de Londres. Cuando los clientes le empezaron a reclamar, ¨¦l le ech¨® la culpa a Europa. El desamor que ahora concluye no era un simple gesto administrativo. Entre los pa¨ªses que entonces se abrazaron hab¨ªa un inter¨¦s que durante 45 a?os se fue limando hasta convertirse en el erial sin amor que Zahraa deplora horas antes de que su cumplea?os coincida con el adi¨®s ingl¨¦s a la patria que Inglaterra no quiso nunca. Campanadas sin amor.
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