El Reino Unido y la UE: 47 a?os de amor y recelo
La relaci¨®n entre Londres y Bruselas nunca ha sido c¨®moda. Iniciamos una serie de informaciones sobre la retirada del pa¨ªs, que se consuma el viernes, y la nueva etapa, marcada por la negociaci¨®n de los v¨ªnculos futuros
El ex primer ministro brit¨¢nico Tony Blair ten¨ªa una curiosa teor¨ªa sobre la tormentosa relaci¨®n entre el Reino Unido y la Uni¨®n Europea. Estaba convencido de que exist¨ªa un pacto impl¨ªcito por el que los ciudadanos se mostraban encantados de preservar su derecho a despotricar contra Europa porque confiaban en que sus Gobiernos actuar¨ªan finalmente de un modo m¨¢s responsable y calculador.
¡°?D¨®nde est¨¢n las ra¨ªces de esta constante tensi¨®n? Probablemente en el hecho de que nunca fuimos parte de la fundaci¨®n y origen de la Comunidad Europea. Nos sumamos tarde y despu¨¦s de una serie de humillaciones [el general De Gaulle vet¨® durante a?os la entrada]. Por eso creo que, aunque en su momento se expuso de un modo sincero a la ciudadan¨ªa lo que implicaba el ingreso, siempre intentamos convencernos a nosotros mismos de que aquello a lo que nos est¨¢bamos comprometiendo era distinto a lo que realmente era¡±. Quien as¨ª se lamenta es Stephen Wall. Miembro del Servicio Diplom¨¢tico brit¨¢nico durante 35 a?os. Secretario privado de cinco ministros de Exteriores. Asesor de Pol¨ªtica Exterior de John Major, y m¨¢s tarde del propio Tony Blair. Representante permanente del Reino Unido ante la UE durante cinco a?os.
¡°El Brexit supone una gran traici¨®n a nuestros socios europeos y tambi¨¦n a los intereses econ¨®micos brit¨¢nicos. Mis padres sufrieron dos guerras mundiales. Para ellos, la idea de una Europa unida fue siempre la esperanza de una paz permanente. Y para muchos de nosotros, el intento de compartir leyes y valores, y de promover a la vez el comercio y la econom¨ªa, fue siempre un proyecto a defender. La UE era una fuerza positiva en el mundo¡±, explica Wall a EL PA?S en los d¨ªas previos a que el Reino Unido abandone finalmente el club comunitario.
Porque todos los primeros ministros que vieron marcado su mandato por la ¡°cuesti¨®n europea¡± entendieron cu¨¢les eran las obligaciones, ventajas y desventajas que implicaba su pertenencia a la Comunidad Econ¨®mica Europea (CEE), primero, y a la Uni¨®n Europea, a?os despu¨¦s. Desde Edward Heath a Harold Wilson, pasando por Margaret Thatcher, John Major y Tony Blair. Vieron con claridad el grado de soberan¨ªa al que renunciaban y la fortaleza como actores mundiales que les proporcionaba un puesto en el Consejo Europeo. ¡°Yo escrib¨ª los discursos de la reina durante mis 10 a?os como primer ministro y no recuerdo una sola ocasi¨®n en la que Europa me dijera que no pod¨ªa hacer algo respecto a la sanidad, la educaci¨®n, la seguridad, los impuestos o el gasto p¨²blico. El argumento de los euroesc¨¦pticos es denunciar una gran conspiraci¨®n futura de Europa, algo bastante endeble. Una de las cosas m¨¢s extra?as de todo este debate es que el Reino Unido no ha estado nunca en mejor posici¨®n dentro de Europa que ahora. No formamos parte de la moneda ¨²nica. No formamos parte de Schengen. Tenemos todos los beneficios del mercado interior y controlamos nuestra estrategia pol¨ªtica todo lo que queremos¡±, explica Blair, en su in¨²til esfuerzo durante estos tres ¨²ltimos a?os por impedir la salida del Reino Unido.
El refer¨¦ndum que organiz¨® el Gobierno laborista de Harold Wilson en 1975 para confirmar la entrada en la CEE dos a?os antes dividi¨® al pa¨ªs tanto como lo ha hecho el Brexit. Hasta el ¨²ltimo minuto, las encuestas vaticinaron una arrolladora victoria del no. Y como ahora, la principal preocupaci¨®n de los ciudadanos fue la supuesta p¨¦rdida de soberan¨ªa nacional, en manos de un entonces venerado Parlamento brit¨¢nico. Solo la enorme potencia y capacidad de propaganda del Departamento de Investigaci¨®n del Ministerio de Exteriores, de un Movimiento Europeo que entonces ten¨ªa influencia, y, sobre todo, de la BBC, lograron dar la vuelta a la situaci¨®n. Los argumentos, de un tono eminentemente pr¨¢ctico, eran los mismos que se han escuchado medio siglo despu¨¦s. Pero entonces no hab¨ªa redes sociales, y los ciudadanos conced¨ªan cr¨¦dito a lo que defendieran instituciones y expertos.
El refer¨¦ndum del Brexit en junio de 2016 inaugur¨® la era de las fake news y se celebr¨® en medio de un desencanto general de la poblaci¨®n con su sistema pol¨ªtico, despu¨¦s de a?os de austeridad impuesta por la crisis financiera. Logr¨® desestabilizar el delicado equilibrio sentimental con Europa de un pa¨ªs que nunca ha olvidado su condici¨®n insular y pretendidamente excepcional. Una sensaci¨®n de incomodidad que afect¨® siempre a la derecha y a la izquierda. ¡°[El dirigente laborista Jeremy] Corbyn vot¨® por la salida de la UE en 1975. Y en 1981, la corriente laborista a la que pertenec¨ªa incorpor¨® una enmienda al programa electoral del partido en la que prometieron sacarnos cuanto antes de las instituciones comunitarias¡±, explicaba hace unos meses a este corresponsal David Owen, fundador del Partido Socialdem¨®crata y, de nuevo, otro esc¨¦ptico europe¨ªsta que no quiere ni o¨ªr hablar de una Europa federal y pol¨ªtica.
Rivalidad
La historia del Reino Unido y la del continente es una y la misma, y todo lo ocurrido en los ¨²ltimos siglos ha moldeado a ambos. Desde las guerras napole¨®nicas a la construcci¨®n de un imperio que hiciera notar su poder en el escenario europeo; de su papel en la II Guerra Mundial ¡ªWinston Churchill fue el primero en hablar de unos ¡°Estados Unidos de Europa¡±¡ª a su implicaci¨®n en la Guerra Fr¨ªa. ¡°Nuestra naci¨®n habita una isla, y es una de las principales naciones de Europa. Recordemos siempre que no formamos parte del continente, pero tampoco olvidemos nunca que somos sus vecinos¡±, dijo en 1713 el vizconde Bolingbroke al defender el Tratado de Utrecht.
?Cu¨¢ndo se rompi¨® esa idea de vecindad para convertirse en otra de rivalidad? No en la ¨¦poca de Margaret Thatcher, como asume la leyenda. Su famoso ¡°I want my money back!¡± (¡°?Quiero que me devuelvan mi dinero!¡±), con pu?etazo en la mesa incluido en el Consejo Europeo de 1984 ni tuvo pu?etazo ni fue tan fiero: ¡°Simplemente estamos pidiendo que nos devuelvan lo que nos corresponde¡±, fueron realmente sus palabras. La Dama de Hierro defendi¨® con ardor el Mercado Interior y la ampliaci¨®n a los pa¨ªses del Este. Y apoy¨® con generosidad la incorporaci¨®n de Espa?a. Fueron la presi¨®n en sus propias filas y su sensaci¨®n de desenga?o al ver c¨®mo se alimentaba el sue?o de una uni¨®n pol¨ªtica y federal en el continente, las causas de su posterior resentimiento hacia Bruselas.
El inmenso y poli¨¦drico debate en torno al Brexit destila tres ingredientes para dar con la respuesta adecuada: el ¨ªmpetu pol¨ªtico de una personalidad poderosa como Jacques Delors, expresidente de la Comisi¨®n Europea, quien al so?ar con una uni¨®n pol¨ªtica y federal futura incomod¨® a los brit¨¢nicos; el error bienintencionado de un primer ministro brit¨¢nico como John Major, quien al negociar excepciones para su pa¨ªs (los famosos opt-outs en materia de seguridad, pol¨ªtica monetaria o derechos sociales) abri¨® la puerta de entrada al euroescepticismo; y una prensa conservadora populista y desinformada que aliment¨® la guerra interna conservadora. El partido m¨¢s favorable a Europa acab¨® devorado por el nacionalismo. ¡°Fue siempre su guerra civil particular, y nos la acabaron trasladando al resto. Y la acabaron impulsando finalmente el nacionalismo ingl¨¦s y la extrema derecha¡±, reflexiona el escritor Ian McEwan.
Y lo m¨¢s grave de todo es que, aquellos intelectuales que han dado un barniz de respetabilidad al Brexit, han logrado convencer a los pol¨ªticos que finalmente lo han ejecutado de que con esta maniobra no estaban ¨²nicamente salvando al Reino Unido sino a toda Europa. ¡°Solo la creaci¨®n de un nuevo Estado conservador, independiente y estable en casa y robusto en el exterior, capaz de actuar de modo conjunto con sus socios al otro lado del canal de la Mancha y en otras latitudes, permitir¨¢ al continente controlar los numerosos desaf¨ªos a los que hoy se enfrenta¡±, argumenta Brendan Simms. El historiador de la Universidad de Cambridge y miembro del centro de pensamiento neoconservador Henry Jackson Society condensa de un modo m¨¢s acad¨¦mico y elaborado el sue?o balbuceado por un pol¨ªtico como el actual primer ministro, Boris Johnson: ¡°Lo que necesitamos no es tanto un Reino Unido europeo como una Europa brit¨¢nica¡±.
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