Un ferri en la noche del Brexit
La traves¨ªa entre Dunkerque y Dover en el momento en que el Reino Unido se march¨® de la Uni¨®n Europea
Nigel Farage, el triunfante histri¨®n del Brexit, vociferaba en la pantalla. Los camioneros, suavemente columpiados por las olas, dormitaban en los sof¨¢s. Un b¨²lgaro jugaba a las m¨¢quinas tragaperras y otro pasajero devoraba la cena absorto ante el televisor. Meddo Mansaray, un vendedor de flores neerland¨¦s, de origen sierraleon¨¦s y residente en el condado de Kent, comentaba la noticia por tel¨¦fono con su hermano.
¡°Me duele. Mucho. Estamos en 2020¡±, dijo despu¨¦s de colgar. ¡°No hay motivo para dividir a la gente. Nos tenemos que unir¡±.
Aparte de la ret¨®rica ¨¦pica en las pantallas y alg¨²n comentario melanc¨®lico, era una medianoche del viernes normal en el ferri que a esa hora atravesaba el canal de la Mancha. Un tiempo apacible en la cubierta para esta ¨¦poca del a?o. El duty-free y los restaurantes de autoservicio, sin clientes casi. La calma propia de una de las horas menos frecuentadas y de un trayecto reservado a los pasajeros con veh¨ªculo (cami¨®n, barco, motocicleta o bicicleta).
El Delft Seaways ¡ª186 metros de eslora, 28 de manga, capacidad para 250 veh¨ªculos y mil pasajeros¡ª zarp¨® del puerto franc¨¦s de Dunkerque a las 23.59 minutos del 31 de enero de 2020. El Reino Unido, a esa hora, todav¨ªa era miembro de la Uni¨®n Europea. Un minuto m¨¢s tarde cay¨® la medianoche y, como los televisores instalados por todo el barco se encargaron de recordar, dej¨® de serlo. Al atracar en el puerto ingl¨¦s de Dover, dos horas despu¨¦s, nada hab¨ªa cambiado, y todo hab¨ªa cambiado en realidad. El Reino Unido ya era un pa¨ªs extracomunitario.
El canal de La Mancha, como toda frontera, puede ser un punto de uni¨®n y de desuni¨®n. No existen las fronteras naturales, recuerda el historiador Renaud Morieux, autor de?Une mer pour deux royaumes. La Manche, fronti¨¨re franco-anglaise, XVII¨¨-XVIII¨¨ si¨¨cles¡¯ (Un mar para dos reinos. La Mancha, frontera francoinglesa, siglos XVII y XVIII). ¡°Los mares y las monta?as se erigen en barreras o en v¨ªas de circulaci¨®n por decisiones humanas¡±, explica en un correo electr¨®nico. ¡°La Mancha seguir¨¢ siendo una v¨ªa de paso entre Gran Breta?a y el resto del mundo, pues las islas brit¨¢nicas no pueden vivir en la autarqu¨ªa¡±.
El ¨²ltimo ferri del viernes tambi¨¦n fue el ¨²ltimo en conectar un continente y una isla despu¨¦s de 47 a?os de una uni¨®n imperfecta, pero uni¨®n al fin. Cruzar el canal ¡ªpara unir, para conquistar, para huir¡ª es una pr¨¢ctica con tradici¨®n. Julio C¨¦sar desembarc¨®, no lejos de Dover, en el a?o 55 antes de Jesucristo, y, m¨¢s de un milenio despu¨¦s, Guillermo el Conquistador recorri¨® el trayecto que, el 6 de junio de 1944, recorr¨ªan en sentido inverso las tropas estadounidenses, brit¨¢nicas y canadienses para desembarcar en Normand¨ªa y precipitar la ca¨ªda del Tercer Reich.
En la medianoche del viernes al s¨¢bado, en el umbral ¡ªo abismo¡ª del Brexit, los fantasmas de la historia acompa?aban el balanceo del Delft Seaways. Toda salida por mar de Dunkerque, y m¨¢s si es en direcci¨®n a los acantilados de Kent, recrea los pasos de la Operaci¨®n Dynamo. Entre finales de mayo y principios de junio de 1940, acorralados por las tropas de Hitler, los brit¨¢nicos abandonaron las playas de Dunkerque con la ayuda de centenares de peque?as embarcaciones que sacaron a 338.226 soldados antes de que los alemanes ocuparan la ciudad.
¡°Para Gran Breta?a, el desastre absolutamente favorito de todos los tiempos¡±, escribir¨ªa mucho despu¨¦s el ensayista Christopher Hitchens. El desastre, tambi¨¦n, que retrospectivamente se convirti¨® en una espantada genial, el embri¨®n de la victoria de 1945. Y el espejo en el que en alguna ocasi¨®n se ha querido reflejar el Brexit: la salida de un continente que solo trae problemas, el esp¨ªritu del "ah¨ª os qued¨¢is" y del "nosotros solos", el hero¨ªsmo de la Segunda Guerra Mundial; un anacronismo.
No hab¨ªa nada heroico, a primera vista, en el pasaje del ¨²ltimo ferri de Dunkerque a Dover. Y, sin embargo, era un reflejo cotidiano de una Europa real hoy perturbada por el Brexit, una peculiar congregaci¨®n, mezcla de lenguas y nacionalidades, vidas cruzadas en un lugar flotante y algo obsoleto desde que en 1994 se inaugur¨® el Eurot¨²nel. Una zona de nadie, y sin embargo, m¨¢s europea que ninguna otra. El sabio George Steiner ubic¨® la idea de Europa en caf¨¦s; quiz¨¢ ahora la idea de Europa sea ese ferri so?oliento de la medianoche.
Ah¨ª estaba el vendedor de flores holand¨¦s con or¨ªgenes en Sierra Leona e hijos brit¨¢nicos. O el camionero polaco que transportaba pan franc¨¦s y hab¨ªa vivido una temporada en la isla, pero hab¨ªa decidido volver a su pa¨ªs natal. O la mujer lituana que, con su viejo Mercedes, recogi¨® al pasajero que no ten¨ªa ni cami¨®n, ni autom¨®vil ni motocicleta ni bicicleta ¡ªy, por tanto, seg¨²n las bizantinas reglas, no pod¨ªa acceder al nav¨ªo si alguien con veh¨ªculo no le introduc¨ªa, como un poliz¨®n¡ª despu¨¦s de un periplo que hab¨ªa comenzado 48 horas antes. Parti¨® de Lituania. De ah¨ª, al puerto alem¨¢n de Kiel con un ferri en el mar B¨¢ltico. Despu¨¦s, una escala en Holanda donde estudia su hija. Y de nuevo otro ferri antes de recorrer dos horas m¨¢s de carretera para entregar el coche a su marido y su hijo, que viven en Inglaterra.
Para la lituana Birute Pralgauskiene, que creci¨® en la Uni¨®n Sovi¨¦tica, que una vez recibi¨® una visita de la KGB despu¨¦s de que su hermano se exiliase en Espa?a en los a?os ochenta, que particip¨® en la gigantesca cadena humana de pa¨ªses b¨¢lticos en 1990, la UE significa algo muy distinto que para el ingl¨¦s que vot¨® a favor del Brexit en 2016. Pralgauskiene se siente orgullosa de su pasaporte europeo. Lo asocia a la democracia, a la libertad.
¡°Me duele el Brexit¡±, dijo en el ferri. ¡°La Uni¨®n Europea es como una gran familia. Ahora es como si hubi¨¦semos perdido a un hijo, un miembro de la familia. Y no sabemos si volveremos a verlo¡±.
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