Sobral, una ciudad brasile?a reh¨¦n de los polic¨ªas en huelga
Los agentes ponen fin al paro ilegal tras 13 d¨ªas amotinados en el Estado brasile?o de Cear¨¢ reclamando una subida de sueldo
Sobral, ciudad de poco m¨¢s de 200.000 habitantes del noreste brasile?o, ha sido durante 13 d¨ªas el epicentro de una grave crisis de seguridad que ha provocado escenas surrealistas. Cid Gomes, un senador nacido en la ciudad y opositor al presidente Jair Bolsonaro, fue herido de bala al intentar irrumpir con una excavadora en un encierro de polic¨ªas huelguistas que han tomado como reh¨¦n la ciudad, con la vigilancia en las calles reducida al m¨ªnimo.
Los manifestantes, miembros de la polic¨ªa militar ¡ªla que suele intervenir en las calles¡ª, hab¨ªan ocupado el cuartel de Sobral, en el Estado de Cear¨¢, el 18 de febrero. Tambi¨¦n se amotinaron en la capital estatal, Fortaleza. Est¨¢n descontentos con sus sueldos y el sistema de promoci¨®n y escalas del cuerpo. Camilo Santana, gobernador de Cear¨¢ y militante del Partido de los Trabajadores (PT, la principal formaci¨®n opositora), prometi¨® asumir algunas de sus demandas para aplacar las protestas. Aunque algunas asociaciones profesionales aceptaron la posibilidad de un acuerdo, parte de los agentes lo rechaz¨® y se rebel¨®. Trece d¨ªas ha durado el paro ilegal que ha mantenido a la ciudad de Sobral reh¨¦n de los amotinados durante 13 d¨ªas.
Los polic¨ªas militares huelguistas han regresado este lunes por la ma?ana a sus puestos de trabajo despu¨¦s de que la noche anterior cedieran y pusieran fin al paro, aunque sin lograr la amnist¨ªa que buscaban.
Un clima de p¨¢nico se hab¨ªa apoderado del Estado, que contabiliz¨® 220 asesinatos desde el inicio de la huelga hasta el s¨¢bado, una media de 20 homicidios al d¨ªa, frente a los 12 diarios del a?o pasado. El episodio m¨¢s ins¨®lito se produjo el 19 de febrero en Sobral, cuando polic¨ªas encapuchados obligaron a los comerciantes a cerrar sus tiendas. ¡°En Sobral siempre han pasado cosas gordas, pero yo nunca hab¨ªa visto la ciudad cambiar como aquel d¨ªa¡±, cuenta Francisco Belarmino de Lima, de 56 a?os, desde su cafeter¨ªa, en la calle del cuartel tomado. ?l se dispon¨ªa a regresar a casa cuando las sirenas policiales empezaron a sonar con insistencia. Por el centro circulaban al menos tres coches oficiales, desde los que hombres encapuchados gesticulaban nerviosos instando a cerrar los negocios. Los vecinos creyeron que eran criminales que hab¨ªan robado los veh¨ªculos para asaltar la ciudad.
¡°Sobral parec¨ªa una ciudad en guerra. Vivimos una hora de p¨¢nico, cre¨ªamos que eran bandas de delincuentes. Solo despu¨¦s comprendimos que era la propia polic¨ªa, al escuchar las noticias por la radio¡±, cuenta una mujer que no quiere ser identificada. Por las calles circulan pocos coches oficiales. ¡°Casi no vemos polic¨ªas. Vengo a trabajar con miedo¡±, dice la vendedora Francisca Alves.
El conflicto en Sobral es el cl¨ªmax de la escalada de tensi¨®n provocada por un malestar policial latente en Cear¨¢. Aunque la Constituci¨®n brasile?a proh¨ªbe el paro de polic¨ªas militares por el car¨¢cter esencial de su actividad, estos hechos son recurrentes. Hace ocho a?os Cear¨¢ vivi¨® una huelga que catapult¨® a varios polic¨ªas militares a cargos de concejales y diputados. Entonces dur¨® seis d¨ªas y los manifestantes fueron amnistiados.
La polic¨ªa militar tiene un gran peso en los espacios de poder, pero sus l¨ªderes ya no desempe?an la misma centralidad en la toma de decisiones. Los amotinados son principalmente j¨®venes militares que no participaron en la huelga anterior y que ven el discurso de mano dura del presidente ultraderechista Bolsonaro como soluci¨®n al problema de la inseguridad. ¡°Si hubiera cualquier otro presidente en el poder, ser¨ªamos tratados como criminales. El presidente no ha solucionado nuestro problema porque el sistema no le deja. El Gobierno del Estado tiene que hacerlo¡±, dice un acuartelado en Sobral.
Desde el inicio de la huelga, el Gobierno federal ha mandado m¨¢s de 2.000 militares a Cear¨¢ a petici¨®n del gobernador, para desempe?ar tareas de seguridad, en un despliegue prorrogado el s¨¢bado hasta el viernes. Bolsonaro se hab¨ªa planteado retirarlos, lo que fue interpretado como una aprobaci¨®n indirecta de la huelga. En Sobral, los manifestantes tambi¨¦n interpretan el hecho positivamente. ¡°Sabemos que ¨¦l hace lo que puede porque, como presidente, no puede decir que est¨¢ de acuerdo con un movimiento ilegal¡±, dice uno los acuartelados.
Al comenzar su carrera militar, Bolsonaro lider¨® un mot¨ªn. As¨ª cre¨® una base de apoyos que le mantuvo 30 a?os en el Congreso, desde donde siempre ha defendido las reivindicaciones del cuerpo. La seguridad es una de sus principales banderas y sus ideas laten en el sector m¨¢s radicalizado de los amotinados. ¡°Nuestra generaci¨®n sabe que solo hay seguridad si podemos disparar. La criminalidad es enorme¡±, defiende otro polic¨ªa.
Hoy, representantes del Congreso y del Supremo Tribunal maniobran entre bastidores para garantizar que los militares sigan en Cear¨¢. Los manifestantes piden la amnist¨ªa, algo que el Gobierno del Estado considera innegociable. La tensi¨®n ha aumentado desde que la Fiscal¨ªa empez¨® a investigar a los amotinados. La huelga ya dura doce d¨ªas y no se vislumbra su fin.
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