Beirut a¨²n se duele de sus heridas
Las v¨ªctimas siguen clamando justicia cuando se cumplen cinco meses de la colosal explosi¨®n en el puerto de la ciudad
Un ni?o soplando pompas rosas de jab¨®n junto a una Mona Lisa armada con un lanzagranadas se han quedado solos en un piso del barrio cristiano de Gemeize en Beirut. Pintados sobre el par de muros que han sobrevivido a la colosal explosi¨®n del pasado 4 de agosto, comparten morada con pilas de escombros y un vac¨ªo que recuerda que sus inquilinos, probablemente j¨®venes artistas, a¨²n no han regresado. Se cumplen cinco meses desde que estallara un dep¨®sito de 2.750 toneladas de nitrato de amonio mal almacenado en el puerto de la capital libanesa que se llev¨® por delante a media ciudad. La rabia prevalece frente a una clase dirigente que desde entonces no logra formar Gobierno. Solo la solidaridad de sus ciudadanos sirve de b¨¢lsamo para las cicatrices tan visibles en los edificios como en sus habitantes.
En un piso a pocos metros, Coc¨® despert¨® del coma hace tan solo dos meses. Enroscada en la cama se protege de la mirada ajena bajo una manta. ¡°Era extremadamente hermosa y no quiere que nadie la vea as¨ª¡±, le disculpa su hija Lara, de 22 a?os y licenciada en Marketing. Coc¨®, como llaman a Carmen Khoury, ama de casa de 52 a?os, no puede verse en un espejo porque la explosi¨®n le ha robado los dos ojos.
Son sus manos las que le cuentan que le falta media nariz y que tiene parte del cr¨¢neo hundido. A¨²n no puede orientarse en su propia casa. Ella es uno de los m¨¢s de 6.500 heridos que provoc¨® la explosi¨®n. Cuatro de ellos todav¨ªa siguen en coma. La anciana vecina que viv¨ªa en el tercero es una de las 205 v¨ªctimas mortales. Y las familias que habitaban las tres plantas inferiores al s¨¦ptimo piso forman parte de aquellos 350.000 vecinos que han sido desplazados de sus hogares y han tenido que buscar cobijo en casas de familiares.
El sal¨®n de la casa huele a nuevo: los sof¨¢s, las baldosas, los ventanales y las cortinas acaban de ser instalados. ¡°Poco importa lo nuevo que sea todo si cada vez que miro por la ventana veo todos esos edificios semiderruidos que me recuerdan ese d¨ªa¡±, dice la joven se?alando hacia un tejado donde varios obreros despejan escombros. Desde el balc¨®n se puede divisar tambi¨¦n el epicentro de la explosi¨®n, con el puerto convertido en un enorme amasijo de cemento y metales a¨²n por remover.
¡°El Gobierno no ha hecho absolutamente nada¡±, dice con impotencia. Los primeros d¨ªas, una veintena de j¨®venes desconocidos pululaban a diario por su casa para ayudarles a deshacerse de los escombros, levantar los muros y tapiar las ventanas. Ha sido el incansable trabajo de las ONG locales el que ha logrado aliviar a las v¨ªctimas. Una de ellas, Grassroots, a¨²n mantiene una carpa junto a un bel¨¦n de tama?o real plantado bajo la sede de la compa?¨ªa el¨¦ctrica de L¨ªbano, completamente derruida.
Las decoraciones de Navidad han devuelto un poco de alegr¨ªa y luz a unas calles en tinieblas debido a los cortes diarios de electricidad. Los vecinos acuden a esta carpa en busca de cajas de comida, pa?ales y ropa. Entre la pila de ayuda cuelgan varios cuadros. ¡°Los han donado estudiantes de Bellas Artes para que los muros reci¨¦n levantados no est¨¦n tan desnudos y tristes¡±, dice sonriente Lina Saade, voluntaria de 19 a?os.
Los malos tiempos se han cebado con este levantino pa¨ªs de 4,5 millones de habitantes que afronta una triple crisis: sanitaria, econ¨®mica y pol¨ªticosocial. El 31 de diciembre se registraron 3.507 nuevos contagios de coronavirus y 13 muertos. Los expatriados que han retornado en masa por las fiestas han tra¨ªdo consigo los ansiados d¨®lares que gastan en bares y discotecas al tiempo que el virus se expande. En los hospitales, cuatro de cada cinco camas de UCI est¨¢n ocupadas. L¨ªbano atraviesa tambi¨¦n la peor crisis econ¨®mica que ha vivido en sus 100 a?os de historia: la mitad de la poblaci¨®n ha ca¨ªdo bajo el umbral de la pobreza y cada d¨ªa son menos los que pueden hacer frente al pago de un seguro m¨¦dico en un pa¨ªs donde el 85% de la asistencia sanitaria recae en hospitales privados. Rehacer sus hogares es otro desaf¨ªo imposible para muchos. El pulular de gr¨²as alterna con el precintado de edificios al borde del colapso cuyos due?os no pueden afrontar los costes de la reconstrucci¨®n, pero han colgado de los balcones carteles en forma de promesa con un ¡°nos vamos a quedar¡± escrito en rojo. La familia de Coc¨® ha recibido 10 millones de libras libanesas del Ej¨¦rcito para reconstruir el piso que alquilan, asegura. Un monto que en el mercado negro equivale a 1.170 euros.
Laura, la hermana de Coc¨®, ha impreso lemas en mascarillas que distribuye en las manifestaciones en las que se lee: ¡°4 de agosto: ni olvidamos, ni perdonamos¡±. Cuando la conversaci¨®n gira en torno al d¨ªa de la explosi¨®n, Coc¨® sacude la cabeza y cambia de tema. ¡°Nadie va a rendir cuentas¡±, repite resignada cada vez, asegura su hija. El Gobierno se ha cerrado en banda ante la petici¨®n popular de que se celebre una investigaci¨®n internacional y en su lugar ha abierto una interna para lo que se ha calificado como ¡°la mayor explosi¨®n no nuclear acaecida en el mundo¡±.
El proceso se vio paralizado la semana pasada despu¨¦s de que un juez acusara al primer ministro en funciones, Hassan Diab, y a tres exministros por negligencia. Tanto el presidente Michel Aoun como Diab admitieron haber recibido un informe 10 d¨ªas antes de la explosi¨®n en el que se alertaba de la peligrosidad que supon¨ªa el dep¨®sito de nitrato de amonio. Ninguno de los acusados se present¨® a declarar, al tiempo que dos exministros han solicitado el cambio de juez ante la Corte Suprema libanesa.
¡°El movimiento social de protesta liban¨¦s naci¨® precisamente porque la gente se ha cansado de que los dirigentes no rindan cuentas ante nadie¡±, cuenta al tel¨¦fono Nizar Saghieh, abogado y director de la ONG Legal Agenda. La batalla legal enfrenta por un lado a jueces, ONG como esta y un colectivo de letrados de Beirut contra una alianza de pol¨ªticos y el pu?ado de jueces cooptados que defienden su inmunidad. Sin embargo, recalca Saghieh, se trata de un momento crucial para sentar un precedente contra la impunidad que se arrogan los pol¨ªticos desde hace tres d¨¦cadas.
En cuanto a las v¨ªctimas, la aprobaci¨®n de una nueva ley estipula indemnizaciones para las familias de los fallecidos y tratamiento m¨¦dico gratuito para los heridos. Los primeros aseguran que no han recibido una sola libra. Los segundos han de recurrir a ONG o seguros privados ante la desidia estatal. Es el caso de Mirna Habbouch, de 36 a?os.
Esta empleada de una empresa de importaci¨®n de productos de belleza perdi¨® aquel tr¨¢gico d¨ªa la visi¨®n de un ojo y la movilidad en el brazo derecho cuando la onda expansiva sacudi¨® el coche donde viajaba con su hijo Cris, de a?o y medio. El peque?o sufri¨® cortes en cabeza y cara, hoy salpicadas de cicatrices. Ella a¨²n tiene una capa blanquecina en la pupila derecha, de donde le extrajeron cuatro cristales. Dos veces por semana acude a sesiones de fisioterapia para recobrar la movilidad de la mano. ¡°?He empezado a escribir de nuevo!¡±, cuenta euf¨®rica. Fue la ONG Beirut 0408 [en referencia a la fecha de la explosi¨®n] la que contact¨® con Habbouch para ofrecerle ayuda.
Han recaudado unos 30.500 euros entre donantes privados con los que ayudan a 18 v¨ªctimas que necesitan rehabilitaci¨®n, explica en conversaci¨®n telef¨®nica y desde Alemania su fundador Nael Smith. El Estado pag¨® los gastos de hospitalizaci¨®n hasta pasado un mes de la explosi¨®n, asegura Habbouch. Su seguro privado se niega ahora a pagar la pr¨®xima operaci¨®n porque insiste en que ha de ser el Gobierno quien se haga cargo.
En el hospital H?tel Dieu de Beirut, un especialista gu¨ªa a Habbouch para ejercitar los tendones. All¨ª otras 80 personas son tratadas de forma gratuita gracias a la ONG Happy Childhood, asegura el jefe del departamento de fisioterapia, Mansour Dib. ¡°Los pacientes m¨¢s complejos son aquellos que acuden con traumas cerebrales¡±, agrega. ¡°Aunque me vea sonriendo, me siento muerta por dentro¡±, se sincera Habbouch con los ojos acuosos. ¡°No logro desprenderme del olor a muerte, ni de los gritos y llantos, ni de las im¨¢genes de ese d¨ªa¡±, repone. ¡°Convivo con el miedo¡±, cuenta quien desde entonces ha presenciado otros tres fuegos en el puerto. Encuentra sosiego en las sesiones con un psic¨®logo que le brinda otra asociaci¨®n libanesa. ¡°Quer¨ªa que mi hijo nunca pasara por lo que pasamos en la guerra civil [1975-1990]. Pero vivi¨® algo mucho peor en un solo d¨ªa¡±, remacha.
A pesar de todo, tanto Habbouch como Coc¨® dan gracias por haber salido con vida de la explosi¨®n y poder seguir luchando. M¨¢s de 150 d¨ªas despu¨¦s de la explosi¨®n, siete personas permanecen desaparecidas. Se trata de trabajadores del puerto o pescadores que ese d¨ªa faenaban en los alrededores. Sus familias no tienen cuerpos que enterrar para cerrar el duelo, ni tampoco pueden acogerse a las compensaciones previstas. Seg¨²n explica el abogado Saghieh, legalmente son consideradas personas ausentes y habr¨¢n de pasar 12 a?os hasta que puedan convertirse en v¨ªctimas y sus hijos reclamar una indemnizaci¨®n.
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