Forzar el matrimonio y el embarazo tambi¨¦n es un crimen en la guerra
El Tribunal Penal Internacional calific¨® por primera vez estas pr¨¢cticas la semana pasada en la sentencia de un antiguo ni?o soldado ugand¨¦s
Mujeres y ni?as fueron raptadas y obligadas a casarse con milicianos rebeldes en Uganda durante a?os. Ellas eran regaladas como esclavas sexuales y sus hijos eran entrenados para la guerra. El Tribunal Penal Internacional (TPI) calific¨® por primera vez la semana pasada el matrimonio forzado y posterior embarazo como un crimen contra la humanidad en la sentencia condenatoria contra uno de los comandantes detr¨¢s de estas pr¨¢cticas, cometidas durante el conflicto en el pa¨ªs africano: Dominic Ongwen, antiguo ni?o soldado e integrante de la organizaci¨®n extremista cristiana Ej¨¦rcito de Resistencia del Se?or, que pretende imponer un r¨¦gimen teocr¨¢tico. ¡±El matrimonio es un estado que se adquiere de forma voluntaria y que tiene efectos sociales, religiosos y personales que afectan a la intimidad de la persona. Si la v¨ªctima se ve atada de forma ileg¨ªtima, ello deriva en estigma social y en la p¨¦rdida de su dignidad¡±, concluy¨® el tribunal, que tambi¨¦n ha condenado a Ongwen por secuestro, tortura y asesinato, incluso de beb¨¦s.
El precedente sentado por los jueces del TPI, inspirado por una sentencia anterior del Tribunal Especial para la Antigua Yugoslavia, muestra el cambio operado en el abordaje y persecuci¨®n de unos hechos vistos durante a?os como una consecuencia inevitable de la guerra y los conflictos armados. El camino recorrido por la justicia internacional hasta condenarlos como una violaci¨®n de los derechos humanos ha sido largo, y el punto de inflexi¨®n lo marcaron a partir de los a?os noventa justamente dos tribunales penales creados ad hoc: el que persigui¨® el genocidio de Ruanda y el de la Antigua Yugoslavia (TPIY). El segundo juzg¨® a los principales responsables de las atrocidades perpetradas en la guerra de los Balcanes, y en 2001, dict¨® la primera sentencia de un tribunal internacional en Europa por violaci¨®n como crimen contra la humanidad. Entre los tres condenados entonces por el TPIY figuraba Dragoljub Kunarac, comandante del Ej¨¦rcito serbio de Bosnia, al que se impuso una pena de 28 a?os de c¨¢rcel por tortura, violaci¨®n sistem¨¢tica de mujeres musulmanas bosnias y esclavitud sexual. Todo ello perpetrado entre 1992 y 1993 en Foca, al sureste de Sarajevo. El fallo cre¨® jurisprudencia, y el Tribunal Penal Internacional, que abri¨® sus puertas en 2002, incluy¨® en su texto fundacional ¡ªel Estatuto de Roma¡ª otros tipos de violencia sexual.
Debido a la evoluci¨®n de la jurisprudencia en este campo, la violaci¨®n y las agresiones sexuales tambi¨¦n pueden constituir hoy genocidio y tortura, y ser un elemento de la esclavitud sexual o la prostituci¨®n forzada. Adem¨¢s, desde 2014, la Fiscal¨ªa del TPI ha incorporado a su labor la perspectiva y el an¨¢lisis de g¨¦nero, para que se aborde el efecto de estos delitos sobre las v¨ªctimas, sus familias y comunidades. Es cierto que, en la historia reciente, la violaci¨®n apareci¨® en 1919, junto con la prostituci¨®n forzada, en la comisi¨®n creada tras la Primera Guerra Mundial por los pa¨ªses aliados contra Alemania para investigar cr¨ªmenes de guerra. Sin embargo, ¡°en inter¨¦s de la pol¨ªtica diplom¨¢tica de Europa, nadie fue enjuiciado¡±, a pesar de la documentaci¨®n sobre violaciones masivas de mujeres en B¨¦lgica y Francia por soldados alemanes, seg¨²n ha escrito la costarricense Elizabeth Odio Benito, que fue jueza del TPIY y del Tribunal Penal Internacional, y preside hoy la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
El sufrimiento de las mujeres violadas en las guerras fue invisible asimismo en la sentencia principal del Proceso de N¨²remberg (1945-1946), que sancion¨® las responsabilidades de algunos de los criminales de guerra m¨¢s importantes del r¨¦gimen nazi. Tampoco se formularon cargos por ello en el resto de las 12 causas posteriores, conocidas como los juicios de N¨²remberg. Cuando se hab¨ªa acreditado la violencia sexual perpetrada por tropas alemanas, rusas y japonesas. Seg¨²n William Schabas, experto en Derecho Internacional y Humanitario, en N¨²remberg se escucharon testimonios de las violaciones, ¡°pero no se les prest¨® la atenci¨®n vista luego en los fallos de los tribunales para la antigua Yugoslavia y para Ruanda. Aunque mucho antes, los archivos hist¨®ricos muestran que los movimientos de mujeres en pro del voto femenino ya se ocupaban de este asunto¡±. En conversaci¨®n telef¨®nica, a?ade que ¡°la violencia sexual es un factor del m¨¦todo de la guerra, pero hay conflictos, como el de Israel y Palestina, donde no parece que sea significativa. En ?frica, en cambio, v¨ªctima y agresor pertenecen a veces al mismo grupo¡±.
Generalizada y atroz
En el llamado proceso de Tokio (1946-1948) contra los criminales de guerra japoneses de la II Guerra Mundial, falt¨® la prostituci¨®n forzada de mujeres coreanas, y de otras partes de Asia, para satisfacer a los soldados nipones. Y Dorine Llanta, encargada de los programas de Justicia Internacional de la Federaci¨®n Internacional de Derechos Humanos (FIDH), sostiene que a la evoluci¨®n de la sociedad se suma otro factor m¨¢s cercano en el tiempo. En la guerra de la Antigua Yugoslavia la violencia sexual fue generalizada y atroz, ¡±y como los Balcanes est¨¢n junto al mundo occidental, donde se toman las decisiones pol¨ªticas de repercusi¨®n internacional, contemplar ese tipo de agresiones tan de cerca ha contribuido a que ya no se vea como algo tan normal en una guerra¡±, explica Llanta.
La experta reconoce la importancia del fallo en el caso de Dominic Ongwen, aunque lamenta la oportunidad perdida de incluir las agresiones sexuales padecidas por los hombres en este mismo caso. ¡°Muy pocas v¨ªctimas cuentan su historia, y de ah¨ª las dificultades de la Fiscal¨ªa para obtener pruebas que puedan confirmar luego los cargos. Como en otros lugares, en Uganda este tipo de violencia est¨¢ estigmatizada, y es preciso dar voz a los pocos que est¨¢n dispuestos a hablar¡±, sostiene Llanta.
Para Llanta, lo esencial ahora es actualizar y avanzar en la pr¨¢ctica de la pol¨ªtica sobre cr¨ªmenes sexuales y por motivos de g¨¦nero detallada en 2014 por la gambiana Fatou Bensouda, la actual fiscal. ¡°Es uno de los mayores logros de su mandato y esperamos que sea mantenido como una prioridad por su sustituto: falta gente capacitada para abordar a las v¨ªctimas, y los juicios se prolongan a?os¡±. El TPI reconoce la brutalidad de la infancia de Ongwen, y no se descarta que la tengan en cuenta a la hora de imponer la pena, todav¨ªa por determinar, pero Schabas cree que el eco de su proceso traspasar¨¢ igualmente las fronteras de Uganda. ¡°Aunque la violaci¨®n es delito all¨ª y en otros lugares, que la justicia internacional castigue al matrimonio y embarazo forzados es muy importante¡±. Para que el eco persista, Llanta tiene un ideal: un tratado internacional contra la violencia sexual, reconocido por la ONU.
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