Metamorfosis en los campos para las mujeres del ISIS
Seis yihadistas occidentales cautivas en el noreste de Siria cambian el velo por los vaqueros y piden ser repatriadas
Widad no puede evitar menear la cabeza al ritmo del videoclip Con altura, en el que cinco bailarinas embutidas en ce?idas ropas se contonean junto a la cantante espa?ola Rosal¨ªa. Al otro lado de la pantalla, y a ras de suelo en una carpa del campo de Al Roj para familias de los yihadistas del Estado Isl¨¢mico (ISIS, por sus siglas en ingl¨¦s), en el noreste de Siria, seis mujeres occidentales se sientan con las piernas cruzadas alrededor del televisor cuyo mando controla Widad, alemana de 34 a?os. Escuchar m¨²sica o bailar estaba prohibido en el califato. Labios pintados, orejas atiborradas de pendientes, pelos te?idos de rojo o alisados y vaqueros o elegantes zapatos contrastan con el oc¨¦ano de abayas que les rodean en las otras 800 tiendas que se cuentan en estas instalaciones custodiadas por milicias kurdo-¨¢rabes aliadas de la coalici¨®n internacional. ¡°El pasado 8 de marzo, d¨ªa de la mujer, decidimos quitarnos el velo¡±, cuenta Widad, madre de cuatro peque?os engendrados por dos maridos yihadistas.
Dos de las mujeres asienten, mientras que Shamima Begum, de 21 a?os y cuya nacionalidad brit¨¢nica le ha sido retirada por pertenencia al grupo terrorista, asegura que se despoj¨® del velo hace ya m¨¢s de un a?o. Ser¨¢n las ¨²nicas palabras que salgan de la boca de esta joven que a los 15 a?os se fug¨® del instituto para subirse a un avi¨®n y viajar al califato. ¡°Mi abogado me ha prohibido hablar con los medios de comunicaci¨®n¡±, admite tras posar coqueta ante la c¨¢mara con una gorra de cuero negra, gafas de sol y mallas.
¡°?Yo tambi¨¦n me lo quit¨¦ hace un a?o!¡±, se apresura a decir Huda, estadounidense-yemen¨ª de 26 a?os. ¡°Antes me vi oprimida primero por mi familia, despu¨¦s por el ISIS y luego por las mujeres de este campo¡±, relata al tiempo que se anuda un lazo rojo alrededor del cabello y se maquilla usando la pantalla del m¨®vil como espejo. Tres de las otras cuatro mujeres han seguido sus pasos, en una nueva voltereta tan radical como la que las llev¨® a enfundarse un niqab ¡ªvelo integral¡ª y abaya negros tras viajar a Siria junto con sus maridos yihadistas.
¡°No es un cambio que se produzca de un d¨ªa para otro¡±, precisa Widad. Las mujeres niegan que se trate de una estrategia recomendada por sus abogados para ser repatriadas a sus pa¨ªses de origen. ¡°No es una cuesti¨®n de dar una imagen favorable a la opini¨®n p¨²blica porque estamos poniendo nuestras vidas en peligro¡±, interviene una joven occidental que solicita el anonimato. ¡°A m¨ª, las mujeres del campo me apedrearon y me golpearon con un martillo en la cabeza¡±, interviene Nawal, holandesa de 35 a?os y la ¨²nica de las seis que ha decidido no desprenderse del velo aunque s¨ª de la abaya. ¡°A m¨ª me amenazaron con quemarme viva si no me volv¨ªa a cubrir¡±, se suma Huda. Todas ellas dependen ahora de la protecci¨®n de las milicianas kurdas que custodian el campo de Al Roj.
Al igual que la mayor¨ªa de las yihadistas apresadas tras la ca¨ªda del califato en marzo de 2019, estas mujeres argumentan que viajaron enga?adas, atra¨ªdas por la propaganda del ISIS junto a sus maridos para ¡°defender a los hermanos musulmanes sirios que el r¨¦gimen [de Bachar el Asad] estaba matando¡±. Defienden que una vez dentro del califato, ¡°es imposible salir¡±. Nawal, que se sum¨® dos a?os al ISIS y lleva los ¨²ltimos cuatro en Al Roj, apunta: ¡°Llevo m¨¢s tiempo en este campo que el que estuve en el califato¡±.
El polvoriento oasis de Baguz se convirti¨® hace dos a?os en el sepulcro del califato tras la victoria proclamada por las Fuerzas Democr¨¢ticas Sirias (la alianza opositora dominada por milicias kurdas) y la coalici¨®n internacional contra el ISIS. De all¨ª salieron las madrile?as Luna Fern¨¢ndez Grande y Yolanda Mart¨ªnez, que tras varios meses en Al Hol fueron trasladadas a Al Roj.
¡°No voy a entrar a debatir sobre mis elecciones o no, estoy cansada¡±, da por respuesta Grande, que accede a dar una segunda entrevista a EL PA?S cuando se cumplen 24 meses de la ¨²ltima, a su salida de Baguz. Pide que le devuelvan a su hijo mayor, Abdurrahman, de 13 a?os, que el pasado mes fue trasladado a un correccional para menores. ¡°Si hay un poco de misericordia no van a separar a los ni?os de sus madres cuando Abdurrahman ha pasado por la guerra, ha perdido a su padre y la ¨²nica familia que le queda son su madre y sus hermanos¡±, expone desviando la vista de la c¨¢mara.
Grande, quien creci¨® en un centro de acogida de Madrid, afirma no querer que su hijo pase por lo mismo que pas¨® ella. En silencio observa un v¨ªdeo que le hace llegar su madre, Manuela Grande, desde Madrid, anim¨¢ndola a que sea ¡°fuerte por los ni?os¡±. Preguntada sobre su parte de responsabilidad por traer a sus cuatro hijos a la guerra y parir una ni?a en la misma tienda que habita hoy, guarda silencio. ¡°Si Espa?a no nos quiere, que abran las puertas de este campo y nos dejen libres¡±. ¡°No quiero retornar a Espa?a si he de cumplir pena de c¨¢rcel y ser separada de mis hijos; solo quiero estar con mis hijos, me da igual d¨®nde¡±, dice antes de despedirse a las puertas de su carpa en la que acoge tambi¨¦n a otros cuatro hu¨¦rfanos espa?oles cuyos padres yihadistas murieron en la batalla de Baguz.
Yolanda Mart¨ªnez, que rechaza ser entrevistada, solo llega a decir: ¡°Yo quiero estar con mis hijos y con mi marido que hace tres a?os que no le veo y no tengo noticias suyas¡±. Omar Al Harshi es el padre de sus cuatro hijos, todos menores y cautivos en Al Roj, y uno de los dos ¨²nicos combatientes yihadistas espa?oles que se han identificado en las c¨¢rceles kurdas. Esta madrile?a crecida en el barrio de Salamanca asegura que no ha hecho ¡°nada m¨¢s que cuidar de los hijos y de la casa¡±, durante sus cinco a?os en el califato. Hala, sin embargo, encargada de la seguridad de estas instalaciones, alerta: ¡°Yolanda es peligrosa y se junta con las m¨¢s radicales del campo¡±.
A los campos para familiares del ISIS fueron a parar tres mujeres espa?olas y 18 menores, de los cuales tres est¨¢n en paradero desconocido desde febrero de 2020 tras la fuga organizada por su madre, la marroqu¨ª Loubna Fares, del campo de Al Hol. En una tienda cercana a la de Mart¨ªnez habita tambi¨¦n Romina Sheer junto con sus tres hijos, viuda de un yihadista que desempe?¨® un importante papel en la propaganda del grupo terrorista. Alemana de padre espa?ol, ha solicitado ser repatriada a Espa?a, donde vive su madre.
Al Roj no solo est¨¢ menos masificado que otros campos, sino que las mujeres son menos violentas y las tiendas est¨¢n mucho mejor equipadas, con televisores, parab¨®licas y electricidad. Las yihadistas extranjeras aqu¨ª disponen de un mercado donde acuden a comprar comida y dem¨¢s enseres tras pasar por la ventanilla de una suerte de banco donde reciben transferencias mensualmente de sus familias, con un l¨ªmite de 300 a 400 euros. All¨ª corretean en triciclos peque?os rubios, pelirrojos o de ojos azabache entre un mar de abayas de colores, ya que la administraci¨®n del campo ha prohibido el negro, color omnipresente en el campo de Al Hol.
¡°Nosotras nos escapamos en 2017 del califato aprovechando el caos tras la ca¨ªda de Raqa [la que fue capital de facto del califato]¡±, prosigue en la tienda Widad. Las seis mujeres aprovechan para lanzar un llamamiento a sus pa¨ªses pidiendo ser repatriadas y juzgadas. ¡°Estamos presas en este campo y como prisioneras tenemos derecho a un juicio justo¡±, argumenta Nawal. ¡°Que al menos se lleven a nuestros hijos. No es justo que est¨¦n pagando por los errores que nosotras cometimos¡±, acota la joven que reh¨²sa ser identificada. ¡°Cada mujer en este campo tiene una historia propia. Muchas son radicales pero muchas otras pueden cambiar porque llegamos aqu¨ª huyendo de un pasado traum¨¢tico¡±, arguye la joven, que sostiene haber sufrido continuos abusos en su infancia.
¡°Lo que pas¨®, pas¨®¡±, zanja Widad. Asegura que ellas ya no suponen un peligro para sus sociedades y que est¨¢n dispuestas a ayudar a sus gobiernos a desradicalizar a otras mujeres. Hoy, estas seis mujeres representan una peque?a minor¨ªa entre las m¨¢s de 40.000 mujeres cautivas en los campos. Se dicen ideol¨®gicamente fuera del ISIS y piden una salida de Al Roj para responder ante la justicia de sus respectivos pa¨ªses. ¡°Somos tambi¨¦n v¨ªctimas del ISIS¡±, sostienen. Y, como el resto de las yihadistas cautivas, niegan haber participado en los cr¨ªmenes cometidos durante un lustro por el ISIS sobre el resto de mujeres y ni?os sirios, iraqu¨ªes o sobre miles de yazid¨ªes que fueron secuestradas, violadas y asesinadas en nombre de la bandera negra del califato.
Con la colaboraci¨®n de Khabat Abbas.
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