Una nueva etapa a bordo del ¡®Geo Barents¡¯: ¡°Libia es el infierno en la Tierra¡±
Comienza el d¨ªa a bordo del Geo Barents con nuevas rutinas tras el rescate de 26 j¨®venes africanos
En cuanto suena la m¨²sica los migrantes, quienes apenas 24 horas antes partieron de la costa Libia en una endeble embarcaci¨®n de madera, bailan de buen humor los ¨¦xitos del momento de ?frica que la matrona, Marina Kojima, ha preparado en una lista de m¨²sica. La noche ha sido tranquila, todav¨ªa algunos se est¨¢n acostumbrando al movimiento del barco, pero est¨¢n de buen humor, algo que se confirma en cuanto suena la m¨²sica. Cada uno se toma su tiempo. Mientras unos recogen la manta y la meten en la bolsa que recibieron el d¨ªa anterior, otros se encaminan a la fila para pasar el control m¨¦dico, la temperatura se mide todos los d¨ªas. A continuaci¨®n, reciben una bolsa con los alimentos del d¨ªa, contiene dos comidas empaquetadas -que pueden consumir fr¨ªas o calientes-, galletas, chocolate, bizcocho y cubiertos. El equipo de MSF ha explicado en distintos idiomas c¨®mo preparar los alimentos y se han formado grupos que han dado pie a las primeras conversaciones, todav¨ªa con algunos monos¨ªlabos y miradas precavidas. Casi todos los migrantes hablan franc¨¦s adem¨¢s de su lengua materna, excepto un joven sudan¨¦s que solo habla ¨¢rabe, pero encuentra c¨®mo comunicarse con los dem¨¢s. Hay alguno que se aparta del grupo y prefiere estar solo. Han pasado por experiencias dif¨ªciles y acaban de llegar a un lugar nuevo, todav¨ªa no saben qu¨¦ les depara esta nueva etapa de un viaje que algunos empezaron hace m¨¢s de seis a?os.
Con las indicaciones de Philippe Juliany, encargado de log¨ªstica en el barco, poco a poco van abriendo sus paquetes y con su simpat¨ªa les arranca alguna sonrisa. Todos llevan desde ayer mascarilla que solo se retiran para comer. De fondo sigue sonando la m¨²sica y algunos se arrancan a bailar. ¡°?Shakira!¡±, reconoce uno de ellos, que algo m¨¢s t¨ªmido sigue comiendo. Todav¨ªa es pronto para que se abran a contar su experiencia, pero la m¨²sica, el ambiente distendido ayuda. ¡°La m¨²sica ayuda a olvidar todas las dificultades que hemos pasado. Estar aqu¨ª es un momento de alegr¨ªa¡±, asegura Mamadou, procedente de Costa de Marfil. Est¨¢ sentado en un banco con otros cinco compa?eros de traves¨ªa. ?Se conoc¨ªan de antes? ?Son familia? ¡°Son mis hermanos¡±, dice otro joven que prefiere no decir su nombre. ¡°Despu¨¦s de esto son mis hermanos¡±.
Mamadou habla en su lengua con los otros compa?eros antes de responder. ?Ten¨ªan miedo del mar? ¡°Ninguno de nosotros sabemos nadar, pero solo ten¨ªamos una opci¨®n¡±. Yousef, de Mal¨ª, cuenta que estuvieron dos meses en un centro de detenci¨®n en la localidad libia de Sabratha, de donde partieron, y asegura que para ¨¦l la m¨²sica y poder bailar es una forma de expresar alegr¨ªa y liberaci¨®n. Mussa, de Costa de Marfil, interviene en la conversaci¨®n. ¡°Libia es el infierno en la tierra. No respetan la vida¡±, pero no dice m¨¢s.
Otro joven de Mal¨ª, que no da su nombre, asegura que es su cuarto intento de llegar a Europa. Tiene un hermano en Italia. Dice que en el lugar donde estaba hab¨ªa unas 200 personas esperando para subir a una embarcaci¨®n para poder llegar a Europa. Explica que los traficantes con los que ha estado en contacto ofrecen viajar en un peque?o bote, como en el que fueron rescatados, con un m¨¢ximo de 30 personas a bordo por una tarifa de 800 euros o en un bote m¨¢s grande con hasta 200 personas por 200 euros. Las mafias lo tienen todo previsto. Si la Guardia Costera te pilla y te mandan a un centro de detenci¨®n solo tienes que pagar por salir de la c¨¢rcel -no dice cu¨¢nto- pero no por el viaje otra vez. Parti¨® de Mal¨ª, estuvo cuatro a?os en Argelia para ahorrar algo de dinero. Su hermano le envi¨® algo de dinero tambi¨¦n desde Italia. Despu¨¦s fue a Libia, donde ha pasado dos a?os. Cuando vio el barco de MSF crey¨® que iba a volver a la c¨¢rcel.
Acaba la comida, la m¨²sica y el baile. Se van deshaciendo los grupos y haci¨¦ndose otros m¨¢s peque?os. Algunos cogen su manta y se tumban a descansar, otros se apoyan en la barandilla de la popa y miran al mar. Hace apenas unas horas estaban ah¨ª, a la deriva en un peque?o bote de madera.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.