Operaci¨®n Barbarroja: el d¨ªa en que Hitler perdi¨® la Segunda Guerra Mundial
El 22 de junio se cumplen 80 a?os del principio del fin para el r¨¦gimen nazi: la decisi¨®n de invadir la URSS
El d¨ªa en que Hitler orden¨® que las tropas alemanas invadiesen la URSS, en la madrugada del 22 de junio de 1941, hace 80 a?os, perdi¨® la Segunda Guerra Mundial. La Operaci¨®n Barbarroja, como se bautiz¨® aquella invasi¨®n en homenaje al emperador Federico I, hizo inevitable la derrota del nazismo, aunque tambi¨¦n llev¨® la guerra a un nivel de salvajismo desconocido hasta entonces: el objetivo del Tercer Reich no era vencer a sus enemigos, sino exterminarlos. Los cuatro a?os que quedaban de conflicto se encuentran entre los m¨¢s sangrientos de la historia, no solo en los frentes de batalla, sino tambi¨¦n en la retaguardia porque fue entonces cuando comenz¨® el asesinato sistem¨¢tico de los jud¨ªos europeos.
En su delirio racial, el dictador nazi Adolf Hitler pensaba que un pa¨ªs que consideraba poblado por Untermenschen (subhumanos) ser¨ªa subyugado en cuesti¨®n de semanas, como hab¨ªa ocurrido con Polonia, Francia o los Pa¨ªses Bajos. El dictador sovi¨¦tico Josef Stalin, desconfiado y despiadado asesino de masas, crey¨® ciegamente ¨Ccontra informaciones contrastadas de las que dispon¨ªa¨C que Alemania no romper¨ªa el pacto de no agresi¨®n que hab¨ªa firmado dos a?os antes. Su Ej¨¦rcito, diezmado durante las grandes purgas, no estaba en absoluto preparado. El coste en vidas de este error es imposible de medir; pero Hitler no supo calcular ni la inmensidad del espacio sovi¨¦tico, ni su capacidad de producci¨®n industrial, ni los cientos de miles de soldados de refresco enviados a combatir desde los confines de la URSS.
El historiador militar brit¨¢nico Antony Beevor, uno de los grandes expertos en el conflicto, autor de obras como Stalingrado o Berl¨ªn. La ca¨ªda, responde con un ¡°casi con toda seguridad¡± cuando es preguntado sobre si la invasi¨®n sell¨® la suerte de Alemania. ¡°Ello se debi¨® a que Hitler no aprendi¨® las lecciones no solo de la derrota de Napole¨®n en 1812, sino sobre todo las de la guerra chino-japonesa desde 1937, a pesar de que Chiang Kai Shek contaba con asesores alemanes¡±, explica Beevor por correo electr¨®nico. ¡°Si un Ej¨¦rcito defensor, por muy mal armado y entrenado que est¨¦, tiene una enorme masa de tierra a la que retirarse, entonces el atacante, por muy bien entrenado o armado que est¨¦, perder¨¢ todas sus ventajas. La ¨²nica esperanza de victoria de Hitler era convertir la invasi¨®n de la Uni¨®n Sovi¨¦tica en otra guerra civil levantando un ej¨¦rcito de un mill¨®n de ucranios y otros antisovi¨¦ticos, como se le inst¨® a hacer, pero se neg¨® a poner a los Untermenschen eslavos en uniformes alemanes por principios¡±.
El ¨²ltimo libro del historiador brit¨¢nico Jonathan Dimbleby, publicado en abril, lo deja claro desde el t¨ªtulo: Barbarossa. How Hitler lost the war (Barbarroja. Como Hitler perdi¨® la guerra). ¡°La invasi¨®n de la Uni¨®n Sovi¨¦tica por parte de Hitler fue la mayor, m¨¢s sangrienta y m¨¢s b¨¢rbara empresa militar de la historia¡±, escribe Dimbleby. ¡°Cuando sus Ej¨¦rcitos llegaron a las puertas de Mosc¨², en menos de seis meses, cualquier perspectiva que Hitler pudiera haber tenido de realizar su delirante visi¨®n de un Reich de los Mil A?os ya se hab¨ªa desvanecido¡±.
Todas las cifras que rodean la Operaci¨®n Barbarroja son espeluznantes: a las 03.15 de la madrugada, hora de Berl¨ªn, el Ej¨¦rcito alem¨¢n abri¨® un frente de 2.600 kil¨®metros, con la colaboraci¨®n de sus aliados italianos y rumanos. Un total de tres millones de militares (148 divisiones, el 80% del Ej¨¦rcito alem¨¢n) participaron en una ofensiva apoyada en 600.000 caballos y 600.000 veh¨ªculos. ¡°No se debe olvidar que la invasi¨®n alemana fue b¨¢sicamente una operaci¨®n dependiente de los caballos¡±, explica el historiador estadounidense Peter Fritzsche, profesor em¨¦rito de la Universidad de Illinois y autor de obras de referencia como Vida y muerte en el Tercer Reich. Cuando el clima ruso se abati¨® sobre el Ej¨¦rcito invasor, la dependencia de los caballos se demostr¨® crucial.
El avance fue r¨¢pido y despiadado ¨CBeevor cuenta en su libro La Segunda Guerra Mundial que una unidad de caballer¨ªa se mostraba orgullosa de haber matado a 200 soldados enemigos en combate y a 13.788 civiles en la retaguardia¨C, pero seg¨²n avanzaba el verano la resistencia se hac¨ªa cada vez m¨¢s intensa en el frente y los ataques guerrilleros se multiplicaban detr¨¢s de las l¨ªneas. La brutalidad nazi desencaden¨® una reacci¨®n patri¨®tica, pero tambi¨¦n una lucha desesperada por sobrevivir. Tres millones de prisioneros de guerra sovi¨¦ticos murieron en manos de los nazis, de los que dos millones fallecieron en 1941, la mayor¨ªa de hambre. Ante esa perspectiva, sumada a los comisarios pol¨ªticos omnipresentes en el Ej¨¦rcito rojo, combatir era casi la ¨²nica forma de tener una oportunidad, por peque?a que fuese, de salir con vida.
En oto?o, las l¨ªneas de abastecimiento alemanas comenzaron a quebrarse con decenas de miles de soldados, sus caballos y sus veh¨ªculos atrapados en el barro. El general invierno ruso inutiliz¨® una parte del armamento alem¨¢n, mientras que los soldados no ten¨ªan ropa adecuada para temperaturas siberianas: como Hitler pensaba que la ofensiva ser¨ªa cuesti¨®n de semanas, no hab¨ªa previsto un equipo especial para el fr¨ªo del que s¨ª dispon¨ªan los soldados sovi¨¦ticos. El fracaso en la toma de Mosc¨² signific¨® un punto de no retorno en la ofensiva y en la guerra.
Aunque las tropas nazis ya hab¨ªan puesto en marcha unidades dedicadas exclusivamente al asesinato de civiles, con la Operaci¨®n Barbarroja el exterminio de los jud¨ªos europeos entr¨® en una nueva fase. Peter Fritzsche explica que ¡°el avance de la ofensiva fue inmediatamente acompa?ado por ataques asesinos contra las comunidades jud¨ªas, incluyendo horribles pogromos que los alemanes trataron de instigar utilizando a la poblaci¨®n local¡±. ¡°Los historiadores no se ponen de acuerdo sobre cu¨¢ndo se concibi¨® el Holocausto como una soluci¨®n final que implicaba el asesinato a gran escala¡±, prosigue Fritzsche. ¡°Posiblemente fue en el verano de 1941, en este esp¨ªritu de euforia desatado por la ofensiva. El 31 de julio de 1941 se difundi¨® la orden expl¨ªcita de destruir las comunidades jud¨ªas, incluyendo a las mujeres y los ni?os¡±.
Cuatro unidades de Einsatzgruppen ¨Cescuadrones de la muerte¨C fueron desplegadas detr¨¢s de las l¨ªneas para llevar a cabo estos asesinatos masivos. Sin embargo, existe actualmente un consenso entre los historiadores de la Shoah en que estos asesinatos masivos no hubiesen podido llevarse a caso sin la complicidad activa del Ej¨¦rcito regular alem¨¢n y de colaboradores locales. ¡°La Operaci¨®n Barbarroja represent¨® un punto de inflexi¨®n¡±, ha escrito Yona Kobo, investigadora del Yad Vashem y comisaria de la exposici¨®n virtual The Onset of Mass Murder sobre las v¨ªctimas civiles de la invasi¨®n, que puede verse actualmente en la web del museo del Holocausto de Jerusal¨¦n. ¡°Hasta entonces, las medidas antisemitas consist¨ªan sobre todo en meter a los jud¨ªos en guetos y campos de concentraci¨®n, pero la invasi¨®n trajo consigo el asesinato en masa y luego la deportaci¨®n a campos de exterminio. Primero asesinaron a los hombres y pronto a todas las mujeres, ni?os y beb¨¦s¡±.
En la Navidad de 1941 un mill¨®n de jud¨ªos hab¨ªan sido asesinados, la mayor¨ªa en la URSS. En 1942 comenzaron a funcionar las c¨¢maras de gas. ¡°Es una grotesca iron¨ªa¡±, escribe Jonathan Dimbleby, ¡°que el crimen m¨¢s incalificable del siglo XX fuera el ¨²nico elemento de la visi¨®n apocal¨ªptica del F¨¹hrer para el Tercer Reich que, hasta los ¨²ltimos meses de la guerra, no se vio excesivamente obstaculizado por la derrota en el campo de batalla¡±.