Los problemas cercan a Boris Johnson tras dos a?os de reinado
El coronavirus y el germen de una nueva batalla con la UE marcan su segundo aniversario en Downing Street
El ni?o que hace medio siglo hab¨ªa so?ado con ser ¡°rey mundial¡± cumple este s¨¢bado dos a?os desde que cruzase por primera vez el umbral de la puerta negra m¨¢s famosa del Reino Unido como su inquilino oficial n¨²mero 55. A finales de los a?os setenta, durante sus a?os en el exclusivo internado ingl¨¦s de Eton, Boris Johnson (Nueva York, 57 a?os) comprendi¨® que ser primer ministro del Reino Unido era lo m¨¢s parecido a la vocaci¨®n de su infancia y, seg¨²n quienes lo conocen de aquella ¨¦poca, fue entonces cuando el N¨²mero 10 se convirti¨® en el pin¨¢culo de su ambici¨®n.
Como suele acontecer con las biograf¨ªas m¨¢s fascinantes, Johnson encarna la m¨¢xima que recomienda cuidado con lo que se desea. Con un pa¨ªs al frente del fat¨ªdico r¨¢nking europeo de muertes por el coronavirus (las cifras oficiales rozan las 130.000), ante una nueva ola que, seg¨²n las proyecciones del Gobierno, podr¨ªa superar los 200.000 casos diarios y reci¨¦n abonado el terreno para una nueva guerra con Bruselas, un an¨¢lisis racional concluir¨ªa que el premier tiene poco que celebrar.
Sin embargo, en los ¨²ltimos 24 meses le ha dado tiempo a acumular hitos para llenar varios decenios. Boris Johnson ha completado el primer divorcio en la historia del proyecto comunitario, se ha enfrentado a una pandemia mundial, ha recabado para la derecha brit¨¢nica una victoria electoral in¨¦dita desde el cenit de Margaret Thatcher, ha arrastrado a la Reina Isabel II a un conflicto con el Tribunal Supremo y se ha atrevido, por primera vez desde 1948, a cerrar el Parlamento decano de la democracia occidental para impedir que bloqueara sus intenciones, una decisi¨®n anulada semanas despu¨¦s por ilegal. Por si fuera poco, en su vida personal ha coqueteado con la muerte (la covid-19 lo llevaba a la UCI en abril de 2020), se ha divorciado de su segunda mujer, se ha casado con la tercera y ha tenido el que se cree que es su s¨¦ptimo hijo (nunca ha querido confirmar el n¨²mero, pero se le atribuyen dos de distintas relaciones extramartrimoniales).
Pero si algo ha probado a lo largo de su trayectoria es que con ¨¦l la l¨®gica raramente funciona. A Boris, como todav¨ªa lo conoce la mayor¨ªa, no solo se le perdonan pecados que sentenciar¨ªan a otros dirigentes, sino que son precisamente estos deslices los que le permiten conectar con el electorado a un nivel inaccesible para sus adversarios.
Su entrada en Downing Street fue una coronaci¨®n, tras unas primarias en el Partido Conservador a las que hab¨ªa concurrido como claro vencedor. El refrendo de las urnas lo obtendr¨ªa en diciembre de 2019, en unas elecciones generales anticipadas en las que arras¨® con una hegemon¨ªa de 80 diputados, confirmando un incontestable talento electoral que no necesariamente encuentra su reflejo como gestor.
El arranque de legislatura fue prometedor: en menos de dos meses hab¨ªa logrado aprobar el acuerdo para que el Reino Unido saliera de la Uni¨®n Europea y el fin de los 47 a?os de matrimonio de conveniencia era una realidad el 31 de enero pasado. La nueva era, no obstante, ha evidenciado las fisuras de un mandatario bajo la impresi¨®n aparente de que puede reescribir las normas a su antojo. Esta misma semana, Johnson sembraba el germen de una batalla potencialmente letal con Bruselas, al demandar la revisi¨®n integral de lo pactado para evitar una frontera interna con Irlanda. El denominado Protocolo de Irlanda del Norte lleva su r¨²brica, por lo que la propuesta sugiere que o no hab¨ªa entendido lo que firm¨®, o la ley le resulta indiferente.
En sus ocho a?os como alcalde de Londres (2008-2016), una metr¨®polis tradicionalmente progresista, hab¨ªa tenido la astucia de reclutar a un equipo solvente que se encargaba del d¨ªa a d¨ªa, mientras ¨¦l continuaba con su especialidad: ser Boris Johnson. Downing Street, por el contrario, demanda implicaci¨®n integral y, como primer ministro, ha demostrado una creciente dificultad para delegar que lo ha transformado, en palabras de uno de sus asesores, en un ¡°estalinista libertario¡±.
Como premier, Johnson demanda lealtad ilimitada, una exigencia que lo ha hecho rodearse de un Ejecutivo de perfil bajo, en el que la obediencia pesa m¨¢s que la capacitaci¨®n para el cargo, pero al que le consiente debilidades que abren un flanco f¨¢cil de ataque. Pese a ello, ha conseguido que su imagen de bonhom¨ªa y su curiosa habilidad de identificaci¨®n con el ciudadano de a pie apenas se resientan, en parte por la percepci¨®n que de ¨¦l persiste como verso libre del establishment, pero tambi¨¦n por el ¨¦xito de la campa?a de vacunaci¨®n y por la enquistada crisis de identidad de una oposici¨®n laborista que sigue sin remontar.
Pero en el reino de Johnson hay grietas cada vez m¨¢s dif¨ªciles de ocultar, pese a la sempiterna jovialidad de un mandatario que detesta dar malas noticias y que, de acuerdo con quienes mejor lo conocen, ans¨ªa por encima de todo la aprobaci¨®n ajena.
La gesti¨®n del coronavirus amenaza con convertirse en el elemento que juzgar¨¢ su paso por el N¨²mero 10 y es complicado que halle clemencia, especialmente si la comisi¨®n de investigaci¨®n anunciada para primavera confirma las imputaciones de su antiguo gur¨², Dominic Cummings, actual enemigo ¨ªntimo desde su dimisi¨®n en noviembre: que Downing Street era un barco hundi¨¦ndose, en el que el capit¨¢n se negaba a aceptar la seriedad de la pandemia, provocando retrasos, tanto a la hora de decretar los sucesivos confinamientos, como en el control de fronteras, que costar¨ªan decenas de miles de vidas.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.