¡°Los talibanes est¨¢n sacando a la gente de sus casas por la noche, y luego desaparecen¡±
Muchos de los refugiados que llegan a Turqu¨ªa relatan la red de espionaje que los islamistas construyeron durante a?os
Abdulkadir esboza una media sonrisa incr¨¦dula cuando se le pregunta por qu¨¦ ha huido de Afganist¨¢n, como si su interlocutor estuviera gast¨¢ndole una broma o fuera un ser procedente del espacio exterior. A decir verdad, es la reacci¨®n de casi cualquier refugiado afgano ante esa pregunta. ?Por qu¨¦ moja la lluvia? ?Por qu¨¦ huye uno de Afganist¨¢n? Las respuestas son obvias.
¡°Hace cinco a?os, los talibanes comenzaron a atacar varios lugares de nuestra provincia. Hab¨ªa pueblos que los talibanes capturaban de noche y luego ven¨ªa el Ej¨¦rcito y los recuperaba de d¨ªa. Pero, hace seis meses, ya empezaron a entrar en nuestra localidad¡±, explica Abdulkadir. ?l y su familia pertenecen a la minor¨ªa uzbeka de Afganist¨¢n y viv¨ªan en la provincia nororiental de Tahar (fronteriza con Tayikist¨¢n), en un pueblo donde llevaban una vida dedicada mayormente al campo. Los talibanes izaron su bandera en la capital provincial, Taluqan, el 8 de agosto, aunque ya desde 2019 controlaban varios distritos de Tahar. All¨ª donde gobiernan han impuesto sus atroces leyes y han puesto en marcha sus severos tribunales, habituados a dictaminar castigos corporales. Numerosas instituciones, incluidos hospitales y escuelas, han dejado de funcionar. ¡°Todo lo que estaba vivo y animado se ha marchitado. Las mujeres no pueden salir a la calle sin la compa?¨ªa de un hombre. Por ejemplo, una mujer de nuestro pueblo, maestra, quiso seguir dando clases, y los talibanes le dieron latigazos a ella, y tambi¨¦n a su marido, por permit¨ªrselo¡±.
Los ojos de su hijo Fazil Ahmet, de ocho a?os, giran sin parar, como buscando algo, quiz¨¢s las moscas que revolotean en la habitaci¨®n en la que viven, cubierta de alfombras mugrientas, en la ciudad de Van, en el este de Turqu¨ªa. Es lo mejor que ha podido encontrar Abdulkadir para alojar a los 11 miembros de su familia y la de su cu?ada, a los que mantiene trabajando de lavaplatos en un restaurante, 12 horas cada d¨ªa, por unos cinco euros diarios.
Al lado de Fazil Ahmet, dormita febril Mohammad, su primo de a?o y medio. Pero, pese a la apariencia de hallarse perdido en otro mundo, Fazil Ahmet y su hermano Samirhan, de 10 a?os, siguen con atenci¨®n el rosario de horrores que desgrana su padre. Es su vida, al fin y al cabo. Una vida de ataques, bombardeos y huidas. Han perdido hermanos y, Fazil Ahmet, tambi¨¦n la mitad de su brazo.
En el hogar de su t¨ªa, Nasring¨¹l, hermana de la esposa de Abdulkadir, sendos ataques con mortero de los talibanes acabaron con la vida de su marido, primero, y de una de sus hijas, despu¨¦s. ¡°No dorm¨ªa ni de d¨ªa ni de noche. Atacaban los helic¨®pteros del Ej¨¦rcito y los talibanes bombardeaban¡±, relata Nasring¨¹l: ¡°No pod¨ªa quedarme en Afganist¨¢n. Si no nos dejan salir a la calle a las mujeres, ?qui¨¦n iba a cuidar de mi familia siendo yo viuda? Ten¨ªa miedo de que me forzaran a casarme con un talib¨¢n¡±.
¡°Pase¨ªllos¡± talibanes
La mayor¨ªa de los afganos que est¨¢n llegando a Turqu¨ªa en las ¨²ltimas semanas proceden de las provincias del norte, capturadas por los talibanes antes que Kabul, y muchos de ellos pertenecen a las minor¨ªas tayika y uzbeka, mientras la mayor¨ªa de los talibanes son de etnia past¨²n. ¡°Claro que si eres uzbeko puedes colaborar con los talibanes, y quiz¨¢s te den un buen puesto, pero la mayor¨ªa no lo hace si no es por obligaci¨®n¡±. De hecho, parte del r¨¢pido avance talib¨¢n se explica por la amplia y tupida red de esp¨ªas que los talibanes han forjado en los ¨²ltimos a?os, tanto de colaboradores voluntariosos como de aquellos obligados a espiar bajo amenaza, asegura Abdulkadir.
Lo confirma Dost Mohammad, otro joven afgano reci¨¦n llegado a Van. Su padre era un oficial de inteligencia del Ej¨¦rcito Nacional Afgano, aunque eso solo lo supo despu¨¦s de su muerte. En 2019, cuando viajaba entre Baghlan y Mazar-i-Sharif, fue emboscado por los talibanes: ¡°Viajaba en un coche civil, un Toyota Corolla que acaba de comprarse tres d¨ªas antes. Pero sab¨ªan exactamente cu¨¢ndo iba a pasar. Lo atacaron con un lanzagranadas de mano a la salida de Puli Khumri y luego ametrallaron su coche. Iban a por ¨¦l, porque cinco minutos despu¨¦s pas¨® un convoy militar al que no hicieron nada. Alguien traicion¨® a mi padre, por envidia o enemistad lo vendi¨® a los talibanes¡±. Dost Mohammed estudiaba entonces el ¨²ltimo curso del instituto, pero tuvo que abandonarlo para trabajar y mantener a su familia, hasta que, oli¨¦ndose la llegada de los talibanes, escap¨®. Su idea es llegar a Estambul y luego a Europa, trabajar, conseguir suficiente dinero como para poder sacar de Afganist¨¢n a su madre y hermanos.
Said Sabir Ibrahimi, experto afgano del Centro sobre Cooperaci¨®n Internacional de la Universidad de Nueva York, explica que ¡°los talibanes no han capturado todo el pa¨ªs de la noche a la ma?ana. Llevan desde 2014 disputando el control de la mitad de Afganist¨¢n, cuando las tropas de la OTAN se retiraron [a Kabul]¡±. Y a?ade que ¡°desde entonces, ha habido un flujo de desplazados de las zonas rurales a las ciudades, y de ah¨ª a ciudades m¨¢s grandes como Herat, Mazar-i-Sharif o Kabul. Los afganos temen a los talibanes no solo por su r¨¦gimen de los noventa, sino por sus acciones de los ¨²ltimos 20 a?os. Han puesto bombas, han atacado pueblos y han asesinado a la gente¡±.
Mursal, de 22 a?os y con un ni?o rubio de dos a?os entre sus brazos, est¨¢ nerviosa y pide que no le hagan fotos. Tras ser detenida al cruzar ilegalmente la frontera entre Ir¨¢n y Turqu¨ªa el pasado lunes, la han recluido junto a su marido e hijos en el centro de deportaci¨®n de inmigrantes de Van. Hace meses que huyeron de la provincia de Maidan Wardak por temor a los combates y se refugiaron en Kabul, como medio mill¨®n de afganos que, seg¨²n ACNUR, se han visto desplazados por la guerra durante 2021. Al ver que los talibanes se acercaban tambi¨¦n a la capital afgana, Mursal y los suyos decidieron huir: ¡°Mi marido trabaj¨® con los estadounidenses en 2013. Era tan solo un trabajo de log¨ªstica, pero para ello tuvo que dar su informaci¨®n al Ministerio de Interior. Ahora los talibanes tienen esas bases de datos, con toda la informaci¨®n y las fotos biom¨¦tricas¡±. A los afganos que huyen, las promesas de amnist¨ªa de los fundamentalistas les suenan huecas. No es simple desconfianza; es lo que ocurre en provincias cuyo control ostentan desde hace semanas o meses.
Abdulkadir habla con orgullo de uno de sus sobrinos. Un joven ¡°valiente¡±. Muestra un v¨ªdeo en su tel¨¦fono en el que da un discurso desde un estrado a un grupo de aldeanos en el que subraya la necesidad de parar a los talibanes. ¡°Luchaba junto al Ej¨¦rcito, pero quiz¨¢s hablaba demasiado¡±. A Abdulkadir se le oscurece el semblante y baja la voz: ¡°Hace un mes, cuando llegamos aqu¨ª [a Turqu¨ªa], recib¨ª la noticia de que los talibanes lo hab¨ªan matado junto a otros parientes nuestros, pero no se lo he dicho a mi mujer todav¨ªa, para que no se ponga m¨¢s nerviosa¡±. No es el ¨²nico caso, Abdulkadir ha recibido varias noticias de desapariciones: ¡°Los talibanes est¨¢n sacando a la gente de sus casas por la noche, especialmente a la que ten¨ªa cargos con el anterior Gobierno, y luego los matan, o desaparecen¡±.
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