Los cinco a?os de paz de una exguerrillera: ¡°Lograremos entendernos sobre el dolor y la sangre¡±
La excombatiente Doris Su¨¢rez relata en primera persona su vida en estos cinco a?os desde que se firm¨® el acuerdo de paz entre las FARC y el Gobierno colombiano
No tuve que perder la libertad para valorarla en su total magnitud. El Che dec¨ªa que la c¨¢rcel era un accidente de trabajo, y as¨ª lo asum¨ª. Visto as¨ª, permanec¨ª en ¡°incapacidad laboral¡± durante 14 a?os y un d¨ªa. Decirlo obviamente tiene una dimensi¨®n diferente a la vivida. Llegu¨¦ a la c¨¢rcel untada de monta?a y de camarader¨ªa, la ten¨ªa m¨¢s all¨¢ de la piel, ese fue mi caparaz¨®n.
Durante ese pocot¨®n de a?os me pasearon por cinco prisiones del pa¨ªs. Tuve como basti¨®n la literatura, el buen ejemplo que nos han dejado tantos luchadores sociales radiantes de dignidad y de coraje, y quiz¨¢s tambi¨¦n esos traslados arbitrarios me ayudaron a sobrevivir sin desmoronarme ni dejarme untar de los vicios p¨²blicos y secretos que proliferan en todas las prisiones. No se puede andar por la vida cargando rencores por lo que vi, lo que viv¨ª y los que quedaron all¨ª. Mucho menos ahora que estoy ac¨¢, gracias al acuerdo de paz, libre desde hace cuatro a?os y siete meses.
Casi no puedo creerlo. Recuerdo que cuando sal¨ª me maravillaban las frutas, los colores, el tinto, el vino, la cerveza. Feliz hasta los tu¨¦tanos, una extra?a felicidad que a¨²n me cubre y me alcanza incluso para no desistir a pesar de los asesinatos de mis camaradas y el incumplimiento del acuerdo de paz.
La lucha social me atrajo desde ni?a, pero mi ingreso a la guerrilla est¨¢ ligada a hechos dram¨¢ticos: al asesinato de m¨¢s de 5.000 militantes de la Uni¨®n Patri¨®tica, el partido que surgi¨® con esa paz chiquita que fue la tregua en 1986, y al asesinato de unos j¨®venes comunistas, muy cerca de donde yo me encontraba en esos momentos. Antes de ingresar formalmente a las filas, estuve coqueteando con la guerrilla en la clandestinidad. Adem¨¢s de las monta?as y su embrujo, extra?o la camarader¨ªa, el fr¨ªo de las madrugadas, el aprendizaje pr¨¢ctico, las caminatas e incluso los tropezones y una que otra rodada.
Cuando finalmente nos liberaron de la prisi¨®n, ten¨ªa toda la intenci¨®n de irme a un ETCR [Espacios Territoriales de Capacitaci¨®n y Reincorporaci¨®n]. Vivir en el campo, en granjas soberanas y autosuficientes que se convertir¨ªan en referentes del buen vivir fariano con los que contagiar¨ªamos a la poblaci¨®n. No era tan descabellado mi sue?o, el acuerdo de paz y el punto de reforma integral presagiaban una nueva etapa para el campesinado. Pero un camarada me convenci¨® de que me quedara en la ciudad.
As¨ª es que siendo la ¨²nica mujer, me junte con otros nueve camaradas para iniciar nuestro proyecto productivo y despu¨¦s de luchar contra indicadores y cifras que no entend¨ªamos muy bien, presentamos nuestro plan de negocio de producir y comercializar cerveza artesanal que tiene la marca registrada de La Trocha. Ahora adem¨¢s tenemos un horizonte m¨¢s amplio, tenemos apellido: La casa de la paz, un lugar donde no solo visibilizamos productos de otros excombatientes y v¨ªctimas del conflicto, sino que se est¨¢ convirtiendo en un referente de reconciliaci¨®n y cuidado colectivo donde confluyen muchas expresiones culturales de la ciudad.
No ha sido f¨¢cil. Durante la pandemia sorteamos la situaci¨®n para no dejar que el incipiente proyecto se muriera. En agosto de 2020 conseguimos una casa a bajo precio con la condici¨®n de que el alquiler se prorrogar¨ªa hasta que la vendieran. No lo hicieron y sin embargo nos desalojaron. Nos toc¨® hacer una denuncia en los medios para que flexibilizaran los requisitos de los arrendadores y las inmobiliarias. Y funcion¨®. Lo logramos, pero no fue m¨¦rito nuestro ¨²nicamente, sino de la sociedad civil que con muchos mensajes presionaron para que se flexibilizaran los requisitos de las aseguradoras.
Me siento orgullosa de este esfuerzo colectivo que estamos realizando, pero no nos jugamos la libertad y la vida solo por esto, sino por un porvenir mejor para las mayor¨ªas, esa paz de ma?ana con equidad social. Estamos ante una gran evidencia, los violentos, aunque pocos, siguen siendo poderosos y se resisten a perder sus privilegios, pero una inmensa fuerza joven y madura toma cada vez m¨¢s conciencia y su indiferencia se rompe. Eso anima.
Ahora es lo que tengo. Y yo sigo aqu¨ª, terca en la casa de la trocha, la casa de la paz, con mi equipo, con la certidumbre de que en esta Colombia diversa cabremos todos, que lograremos entendernos sobre el dolor y la sangre.
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