Olaf Scholz, nuevo inquilino de la Canciller¨ªa
No hace falta sacarse la licencia de profeta para pronosticarle al canciller alem¨¢n una legislatura jalonada de dificultades
A sus 63 a?os y con una larga carrera pol¨ªtica a sus espaldas, Olaf Scholz es el noveno canciller de la Rep¨²blica Federal de Alemania, el cuarto socialdem¨®crata en el cargo despu¨¦s de Willy Brandt (1969-1974), Helmut Schmidt (1974-1982) y Gerhard Schr?der (1998-2005). Viene a llenar el hueco enorme dejado por Angela Merkel, a quien acompa?¨® como vicecanciller y ministro de Finanzas en la pasada legislatura.
No son pocos los retos a que habr¨¢ de enfrentarse Scholz desde un inicio. El primero y acaso principal de todos ellos: la pandemia, cuya gesti¨®n en ocasiones err¨¢tica por parte del Gobierno anterior ha obrado el efecto de fraccionar el pa¨ªs en bandos de opini¨®n irreconciliables. A ello se suman unos ¨ªndices elevados de negacionismo que ponen en tela de juicio el viejo mito de la naci¨®n disciplinada y met¨®dica, y estimulan el discurso incendiario de la ultraconservadora Alternativa para Alemania (AfD).
No hace falta sacarse la licencia de profeta para pronosticarle a Olaf Scholz una legislatura jalonada de dificultades. Gobernar en coalici¨®n con liberales y verdes es algo as¨ª como meter en una caja a un perro y un gato. Y ello a pesar de las apariencias de armon¨ªa que los representantes de los tres partidos mostraron durante las jornadas de negociaci¨®n ante la opini¨®n p¨²blica. Lo cierto es que en la votaci¨®n secreta de investidura del pasado 8 de diciembre en el Bundestag, a Olaf Scholz le faltaron 15 votos, bien de sus socios de Gobierno, bien de sus propias filas. Mala se?al.
Con ocasi¨®n del relevo en la Canciller¨ªa, Angela Merkel, dulce como de costumbre, pero no sin segundas intenciones, le dese¨® a Olaf Scholz ¡°una mano con suerte¡±. No es Scholz, por cierto, un hombre a quien le haya fallado la fortuna en su periplo pol¨ªtico. All¨¢ por enero de 2020, su partido, el SPD, quedaba en las encuestas de intenci¨®n de voto por debajo del 15%. Voces agoreras pronosticaban a la socialdemocracia alemana un papel residual. En el partido se pens¨® que hac¨ªan falta un nombre y una cara que personificasen la segura derrota en las elecciones federales del a?o siguiente y all¨ª estaba, para cumplir tan desagradecida misi¨®n, el tranquilo y sonriente Scholz.
Iniciada la campa?a electoral, ciertamente las cosas no pintaban del todo bien para ¨¦l; pero luego ocurri¨® lo que ocurri¨®. Unas risotadas del candidato democristiano durante una visita oficial a una zona devastada por las inundaciones y un libro salpicado de pasajes plagiados de la actual ministra de Exteriores, la verde y prometedora Annalena Baerbock, contribuyeron a procurarle al partido de Scholz unos resultados electorales que, sin ser como para dar brincos por la pradera, permitieron a su candidato encabezar el actual Gobierno de la RFA.
Y es que, adem¨¢s de suerte, Olaf Scholz cuenta con m¨¦ritos personales puestos en pr¨¢ctica durante un largo periodo de dedicaci¨®n a la gesti¨®n p¨²blica en puestos de relevancia, entre ellos el de primer alcalde de la Ciudad Libre y Hanse¨¢tica de Hamburgo o el de ministro en dos gobiernos de coalici¨®n con el partido de la canciller Merkel.
M¨¢s amigo de la oratoria moderada que de los excesos ret¨®ricos, Scholz es un hombre aplomado que guarda las formas y acude a los debates con los informes le¨ªdos y las actas estudiadas, anteponiendo la enumeraci¨®n de datos a las expansiones temperamentales. No genera fervor, pero inspira confianza. Tiene, adem¨¢s, esa peculiaridad no del todo habitual entre pol¨ªticos: sabe escuchar y es receptivo a los argumentos ajenos. De hecho, la elecci¨®n de sus actuales ministros socialdem¨®cratas sali¨® de un acuerdo con la direcci¨®n del partido, lo que prueba, una vez m¨¢s, el talante cooperativo, en absoluto autoritario, de Olaf Scholz.
?l mismo cita con orgullo a su esposa como su principal asesora. Nada que ver, pues, con el agresivo y machote Schr?der. Antes al contrario, armado de una inconmovible sonrisa, Olaf Scholz gusta de resaltar su apego a las virtudes hanse¨¢ticas: el pragmatismo, la templanza, la contenci¨®n de las emociones. Los mismos atributos, a fin de cuentas, que se atribu¨ªan a su antecesora en el cargo. La reputaban gris, anodina, poco o nada carism¨¢tica, inmune al entusiasmo, y despu¨¦s, contra todo pron¨®stico, aguant¨® 16 a?os en la Canciller¨ªa.
Fernando Aramburu es escritor y residente en Alemania.
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