La doble vida de Jill Biden en la Casa Blanca
La primera dama se reparte entre su trabajo pol¨ªtico e impartir clases. En mitad de la crisis de popularidad de su marido, su papel se ha vuelto clave para la campa?a de las legislativas
Antes de que arrancara el curso de 2021, las autoridades del centro de formaci¨®n profesional del norte de Virginia decidieron sacar lustre a que una de sus docentes es la primera dama de Estados Unidos, Jill Biden, que ense?a en ese instituto desde que asumi¨® el cargo de segunda dama en 2008. Cuando Joe Biden jur¨® como presidente, se enter¨® de que repartir¨ªan volantes por el campus con su nuevo puesto en la Casa Blanca. Indignada, envi¨® un correo a sus compa?eros para frenar la jugada. ¡°Aqu¨ª soy profesora de ingl¨¦s, no primera dama¡±, escribi¨®, seg¨²n CBS News.
Aunque no es del todo as¨ª. Lo saben sus alumnos, que ahora deben atravesar un detector de metales antes de asistir a clase de ingl¨¦s los martes y jueves. Hay agentes del servicio secreto en las aulas y su profesora revisa los ex¨¢menes en el jard¨ªn Jackie Kennedy o en una caravana a ¨²ltima hora de la noche en la carretera. Pese a todo, ella ha conseguido que en ese rinc¨®n de Estados Unidos en el que ejerce la docencia nadie la llame primera dama. Ah¨ª, y solo ah¨ª, sigue siendo la ¡°Doctora B¡±.
Jill Biden (New Jersey, 1951) ha viajado por el pa¨ªs m¨¢s que el propio presidente. Incluso los periodistas reconocen que es cansado seguirle el ritmo. En su primer a?o ha visitado 35 Estados y m¨¢s de 60 ciudades, muchas conservadoras. Adem¨¢s, cada vez hace m¨¢s apariciones p¨²blicas gracias a su capacidad de transmitir empat¨ªa y a que la gente le abre la puerta porque conocen su historia. Se identifican con la mujer de clase media divorciada que se volvi¨® a casar; la madre de familia militar; la madrastra que perdi¨® a un hijo al que quer¨ªa como propio; la profesora de ingl¨¦s que nunca ha dejado de trabajar.
¡°Es alguien que ha experimentado los mismos desaf¨ªos y alegr¨ªas que muchas otras mujeres y se siente c¨®moda hablando de eso¡±, asegura Katherine Jellison, especialista en primeras damas, para explicar su tir¨®n. ¡°Adem¨¢s, ha tratado de ser una primera dama unificadora, para todos, independientemente de su postura pol¨ªtica e ideolog¨ªa¡±, agrega esta profesora de historia en la Universidad de Ohio.
No es solo que Jill Biden llegara la Casa Blanca tras 40 a?os en el ojo p¨²blico, es que tambi¨¦n lo hizo para ocupar un cargo que borde¨® la intrascendencia durante el periodo de su predecesora. Melania Trump ser¨¢ recordada como la primera dama que no fue, o que, al menos, aparentaba no querer ser. El cambio en el ala este, donde se ubica la oficina de la esposa del mandatario, ha sido tan radical como en el Despacho Oval. La supermodelo eslovena se mud¨® al 1600 de la Avenida Pensilvania seis meses despu¨¦s que su marido y tard¨® otros 10 en escoger una causa a la que dedicarse. Herm¨¦tica a ultranza, se la vio poco y se la escuch¨® menos.
Ahora, a Jill Biden le faltan horas para todo lo que se propone. Tiene 70 a?os, pero sus cercanos aseguran que tiene m¨¢s resistencia que las personas de la mitad de su edad. Desde el primer d¨ªa decidi¨® trabajar en tres causas: mayor educaci¨®n; protecci¨®n y oportunidades de empleo para las familias militares; y la lucha contra el c¨¢ncer. Aunque, en realidad, lleva media vida sumergida en esas iniciativas. Es la primera esposa de un presidente de EE UU que contin¨²a con su carrera profesional desde la Casa Blanca. ¡°Es bueno para modernizar el papel de primera dama, adaptarlo al mundo contempor¨¢neo y que refleje la realidad de la mayor¨ªa de las mujeres: trabajar y tener una vida familiar¡±, asegura Jellison.
El Partido Dem¨®crata es consciente del valor que representa Jill Biden, especialmente cuando su marido celebra su primer aniversario en la Casa Blanca con un ratio de aprobaci¨®n de solo un 40%, seg¨²n Gallup, la cifra m¨¢s baja de cualquier presidente al t¨¦rmino de su primer ejercicio, exceptuando a Trump. ¡°Evidentemente, ella es m¨¢s popular que su esposo y es probable que sea una de las dem¨®cratas m¨¢s populares en este momento¡±, afirma Myra Gutin, autora de varios libros sobre las primeras damas, entre ellos Media Relations and the Modern First Lady: From Jacqueline Kennedy to Melania Trump (Relaciones con los medios y la primera dama moderna: de Jacqueline Kennedy a Melania Trump, 2020).
¡°Ella podr¨ªa ser un arma secreta en las elecciones legislativas [en noviembre]. Creo que va a hacer mucha campa?a. Tiene sentido que la pongan ah¨ª afuera, me recuerda a Laura Bush y George W. Bush en 2004¡å, apunta Gutin. Los movimientos en la oficina del ala este de la Casa Blanca confirman la teor¨ªa. Esta semana la primera dama ampli¨® su equipo de comunicaciones porque, seg¨²n el portal de noticias Axios, prev¨¦ que tendr¨¢ que atender m¨¢s asuntos pol¨ªticos de cara a los comicios de oto?o. ¡°No espero que salga diciendo ¡®Mitch McConnell es lo peor que le ha pasado a mi marido¡¯¡±, plantea la profesora de la Universidad Rider, Nueva Jersey. ¡°En cambio, s¨ª me la imagino diciendo: ¡®Vota a este candidato. ?Por qu¨¦? Porque ayudar¨¢ a Joe en el Congreso¡¯¡±, a?ade Gutin.
Desde que Jill Biden lleg¨® a la Casa Blanca se ha vuelto escuchar en Washington el nombre de Lucy Hayes, primera dama en 1877, cuando EE UU puso t¨¦rmino al periodo de reconstrucci¨®n posterior a la Guerra de Secesi¨®n. El pa¨ªs no est¨¢ saliendo de un conflicto armado, pero el dem¨®crata gan¨® lo que consideraba la ¡°batalla por el alma de Estados Unidos¡±. En ese aire pol¨ªtico espeso, a¨²n demasiado cargado, Jill Biden, al igual que Hayes, ha sabido leer el momento y ha intentado reparar las confianzas. ¡°Supongo que no esperaba que [ser primera dama] implicar¨ªa desempe?ar un papel curativo¡±, pero es que ¡°hemos sufrido tanto como pa¨ªs¡±, dijo la semana pasada a Associated Press.
En sus recorridos, la doctorada en Educaci¨®n se esfuerza por abordar a la gente que no apoya a Joe Biden. ¡°Despu¨¦s de hablar con esas personas pienso que tal vez se van a casa y se dicen a s¨ª mismas: ¡®Oye, ?sabes qu¨¦? Quiz¨¢ no son como yo cre¨ªa¡±, coment¨® la primera dama a The New York Times. Parece la mentalidad de una pol¨ªtica de raza, pero siempre dice que ella no tiene desarrollado ese m¨²sculo.
En su biograf¨ªa Where the Light Enters (Donde entra la luz, 2019) describe las noches en vela antes de hacer campa?a por su marido y c¨®mo le tiritaba la voz al pronunciar los discursos. Cuando Barack Obama le ofreci¨® la vicepresidencia a Joe Biden, Jill ni siquiera pudo simular una sonrisa. Se le congel¨® el gesto. Ella solo quer¨ªa seguir impartiendo clases. ¡°Ense?ar no es solo lo que hago; es lo que soy¡±.
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