El dolor de una madre ucrania en Espa?a tras la marcha de su hijo al frente: ¡°Cuando suena el tel¨¦fono, tengo miedo¡±
Natalia Biletska se despidi¨® el pasado s¨¢bado de su hijo Roman, de 23 a?os, que se ha unido al Ej¨¦rcito de Kiev en la ciudad de Strii, en el oeste de Ucrania
¡°Soy un hombre y ya he tomado la decisi¨®n. Te prometo que volver¨¦¡±. As¨ª se despidi¨® Roman Lifatov de su madre, Natalia Biletska, el pasado s¨¢bado en Getafe. Ella lloraba, mientras ¨¦l le daba unos calmantes. Despu¨¦s del adi¨®s repentino de su madre y sus dos hermanas menores, Roman se march¨® a Strii, su ciudad natal, en el oeste de Ucrania, con un grupo de desconocidos en una furgoneta: se marchaba a la guerra, a pesar de que a sus 23 a?os jam¨¢s hab¨ªa empu?ado un arma. Las s¨²plicas de Natalia fueron in¨²tiles. Apenas pudo obligarle a aceptar el dinero para un abrigo que resista las temperaturas bajo cero, y la estampa de una virgen con una oraci¨®n que ella llevaba siempre en sus viajes.
Desde el lunes, Rom¨¢n est¨¢ a las ¨®rdenes del Ej¨¦rcito ucranio para luchar contra la invasi¨®n rusa. En su ¨²ltima conversaci¨®n, le ha contado a su madre que ha tenido que patrullar las calles de Strii (unos 60.000 habitantes) sin protecci¨®n. ¡°Me ha dicho que ya no quedan armas, ni municiones¡±, relata Natalia con un temblor en la voz, mientras espera su pr¨®xima llamada. ¡°Cuando ahora suena mi tel¨¦fono, ?sabes el miedo que tengo de cogerlo?¡±, murmura la mujer, de 41 a?os, mientras aprieta los pu?os en el sal¨®n de su casa de Getafe.
Natalia Bialtska emigr¨® a Espa?a hace cinco a?os ¡ªsus hijos llegaron despu¨¦s¡ª y trabaja como empleada dom¨¦stica, aunque desde el inicio de la invasi¨®n rusa de su pa¨ªs duerme muy poco y solo con ayuda de f¨¢rmacos. Sin Roman, ella y su hija Inna, de 21 a?os, con la que comparte oficio, llevan solas la carga del hogar ¡ªla mujer prefiere no hablar de su exmarido¡ª. Mientras, su hija Ana, de 14 a?os, intenta seguir estudiando tras la partida de su hermano, que no tiene fecha de regreso.
Para Natalia, la guerra se ha adue?ado de sus vidas de sopet¨®n. ¡°Me enter¨¦ por una de mis hermanas. El mi¨¦rcoles pasado [por el 23 de febrero] me fui a dormir y a las cinco de la ma?ana me escribi¨®: ¡®Estamos en guerra. Me voy del pa¨ªs¡±, se?ala. Sus dos hermanas, Irina y Lesya, han huido a Cracovia (Polonia). Irina escap¨® con su hija Yana de siete a?os, mientras que su marido, que es militar, ya est¨¢ en el frente. Desde ese d¨ªa, las noticias, las redes sociales y las conversaciones con su familia y conocidos se han convertido en un calvario para Natalia. Teme por su padre, que se ha quedado en Strii ayudando a las personas que huyen hacia el oeste desde otras regiones de Ucrania. Y tambi¨¦n por Irina, que ha pensado en volver sola a la guerra.
Mientras ella y sus dos hijas se sum¨ªan en el horror de los ataques rusos al iniciarse la ofensiva la semana pasada, Roman se refugiaba en el silencio con la mirada perdida. ¡°Mi hijo estaba muy raro y present¨ª lo que iba a hacer. Trat¨¦ de evitarlo, pero no logr¨¦ convencerlo¡±, destaca marcada por el dolor, mientras recuerda los ¨²ltimos d¨ªas que compartieron juntos.
A Roman lo describe como un joven responsable, que cuidaba de ella y de sus hermanas menores, de quienes se hab¨ªa encargado durante su camino a Espa?a, un a?o despu¨¦s de la llegada de Biletska al pa¨ªs en 2017. Aunque la mujer es economista, las condiciones laborales en Ucrania la obligaron a marcharse. ¡°Ganaba entre 30 y 50 euros como contable. Necesitaba mucho m¨¢s para hacerme cargo de mis hijos¡±, cuenta.
Despu¨¦s de mucho trabajo, pudo traer a sus hijos a Espa?a. Al ser el hermano mayor, Roman se convirti¨® en su mayor apoyo. ¡°?l siempre busca ayudar. Es un chico muy alegre, que atrae a las personas. Y no lo digo porque sea su madre¡±, se?ala entre risas, mientras apunta a la foto de su hijo. ¡°Esto fue en la celebraci¨®n de su cumplea?os¡±. En el retrato, Roman luce contento en un parque de Getafe. El joven trabajaba en la construcci¨®n, y en cuatro a?os se hab¨ªa hecho con un amplio c¨ªrculo de amigos, una novia, y planes de futuro en Madrid. Sin embargo, sinti¨® que deb¨ªa defender su patria, al igual que miles de connacionales que, como ¨¦l, han optado por volver y enfrentarse a la guerra.
A pesar del dolor y la incertidumbre por la seguridad de Roman, su madre se siente orgullosa de quienes defienden su tierra. ¡°Mi pa¨ªs nunca ha estado tan unido como ahora. Ya hemos ganado, porque hemos demostrado de qu¨¦ estamos hechos¡±, destaca con firmeza.
La mujer evita hablar sobre el bando enemigo, ante el asomo de la ira que marca su tono y el adem¨¢n de sus manos. ¡°No puedo pronunciar su nombre, pero ya s¨¦ c¨®mo se llama el diablo¡±, afirma de forma tajante, en referencia indirecta al presidente ruso, Vlad¨ªmir Putin. Est¨¢ convencida de que en Rusia los ciudadanos de a pie tampoco quieren la guerra. En su opini¨®n, los ataques obedecen al capricho ¡°de un terrorista¡±. ¡°No sab¨ªa que iba a tener tanta rabia. Ni que iba a rezar tanto¡±, confiesa. A pesar del sentimiento de solidaridad con su patria, quiere ver a su hijo fuera de la guerra. ¡°Hoy le he vuelto a pedir que vuelva. Me ha dicho que basta y que no llore, que recuerde su promesa. Ya me ha apagado el m¨®vil¡±.
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