Un continente mortal para los defensores de la tierra
El asesinato de un veterano indigenista y un periodista en la Amazonia brasile?a es el ¨²ltimo episodio de una guerra que no ha parado de crecer en los m¨¢rgenes de Am¨¦rica, el territorio m¨¢s letal para activistas sociales y ambientales. Colombia, Brasil y M¨¦xico lideran el ranking de pa¨ªses m¨¢s peligrosos
El martes 7 de junio, un d¨ªa despu¨¦s de que el ministro de Medio Ambiente de Rep¨²blica Dominicana fuera asesinado a balazos en su oficina, un experto internacional en protecci¨®n de oc¨¦anos le dijo a EL PA?S: ¡°Si a un ministro le puede pasar algo as¨ª, entonces qu¨¦ nos queda a nosotros, que somos m¨¢s ciudadanos de a pie, que lidiamos con muchos de esos mismos temas, personas e intereses¡±. La declaraci¨®n de Maximiliano Bello, que llevaba meses trabajando en un proyecto con el funcionario asesinado, no era m¨¢s que una pregunta ret¨®rica. Pero la realidad respondi¨® de inmediato: una semana despu¨¦s, en Brasil, la polic¨ªa anunciaba que hab¨ªa localizado los cuerpos del indigenista Bruno Pereira y el periodista Dom Phillips, desaparecidos a principios de junio en la Amazonia brasile?a.
En Am¨¦rica Latina, la regi¨®n m¨¢s letal para los defensores de la tierra seg¨²n el registro que lleva la organizaci¨®n Global Witness desde 2012, la posibilidad de un ataque violento contra activistas ambientales siempre se vuelve una sentencia. Los homicidios siguen el recorrido de las profec¨ªas autocumplidas. El l¨ªder ash¨¢ninka Edwin Chota, asesinado en 2014 en la selva peruana por luchar contra la tala ilegal en sus tierras, denunci¨® las amenazas contra ¨¦l y su comunidad durante diez a?os. Desde 2005 le ped¨ªa al gobierno que los protegiera frente a los madereros. A mediados de 2014 viaj¨® a Lima por ¨²ltima vez a pedir ayuda. Dos meses despu¨¦s estaba muerto. La activista Berta C¨¢ceres, asesinada en 2016 en su casa en Honduras por oponerse a la construcci¨®n de una represa, hab¨ªa denunciado en forma p¨²blica a Roberto Castillo, entonces presidente ejecutivo de la empresa que ten¨ªa a cargo la construcci¨®n de la represa, por amenazas de muerte. ¡°Ella se?al¨® que si alguien iba a asesinarla esa persona era ¨¦l¡±, le dijo su hija a EL PA?S en mayo de 2021. En julio de este a?o, Castillo fue declarado culpable como coautor del crimen de C¨¢ceres, aunque la lectura de su sentencia se ha postergado cuatro veces.
Los activistas ambientales no solo son un problema para grupos criminales e intereses privados que buscan sacar provecho de sus territorios: tambi¨¦n son inc¨®modos para los Gobiernos, porque suelen interponerse en sus prioridades. En algunos casos, como en Colombia ¡ªque ocupa el primer lugar en cantidad de cr¨ªmenes de este tipo¡ª, sus reclamos reciben alguna promesa ret¨®rica y la desidia estatal. En otros, como en M¨¦xico ¡ªque ha pasado de 15 asesinatos de activistas en 2015 a 30 en 2020¡ª, el presidente asegura que el ecologismo ha sido alentado por el neoliberalismo y acusa a quienes se oponen a sus proyectos de ¡°hip¨®critas¡± y ¡°pseudoambientalistas¡±. En el peor escenario, como en Brasil, el presidente es un aliado activo de los intereses contra los que pelean y que los amenazan. En todos los casos, los resultados son similares: en 2020, el ¨²ltimo a?o reportado por Global Witness, fueron asesinados 227 defensores de la tierra en el mundo. M¨¢s del 70% de los cr¨ªmenes ocurrieron en Am¨¦rica Latina.
Colombia: ¡®Cada vez m¨¢s atrapados¡¯
Breiner David Cucu?ame, un ni?o ind¨ªgena ambientalista de 14 a?os, fue asesinado a balazos el 15 de enero mientras caminaba con su padre por las monta?as de Buenos Aires, un peque?o pueblo del Cauca, al sur de Colombia, epicentro de la violencia y el narcotr¨¢fico desde hace d¨¦cadas.
En su ¨²ltima fotograf¨ªa se ve al peque?o Breiner sonriendo, en medio de un campo lleno de frailejones, una hermosa planta que nace en los p¨¢ramos de Colombia y Venezuela, y tiene como funci¨®n absorber y conservar en sus hojas el agua de la niebla. Las personas que lo conoc¨ªan cuentan que disfrutaba la naturaleza y cuidaba de los r¨ªos, los ¨¢rboles y los animales. El d¨ªa de su muerte, la guardia ind¨ªgena de la comunidad Nasa, a la que Breiner pertenec¨ªa, lo despidi¨® con estas palabras: ¡°Cuidador de la Madre Tierra, guardi¨¢n del territorio, ni?o protector de la vida¡±.
Breiner es solo uno de los m¨¢s de 600 l¨ªderes ambientales que han sido asesinados en Colombia desde la firma de los acuerdos de paz con las FARC en 2016, seg¨²n cifras de la ONG Indepaz. De los ecologistas fallecidos, 332 eran ind¨ªgenas, 75 afrodescendientes miembros de consejos comunitarios protectores del territorio, 102 campesinos, 25 activistas en contra de la megaminer¨ªa y 77 miembros de Juntas de Acci¨®n Comunal.
Estas cifras han hecho que en los dos ¨²ltimos a?os Global Witness haya catalogado a Colombia como el pa¨ªs m¨¢s peligroso para los l¨ªderes ambientales en el mundo, por encima de M¨¦xico, Filipinas y Brasil. El ¨²ltimo informe de la organizaci¨®n, publicado en septiembre del a?o pasado, revela que, de los 227 defensores del medio ambiente que murieron de forma violenta en el planeta en 2020, 65 eran colombianos.
De acuerdo con este reporte, el Cauca, el mismo departamento donde disidentes de las FARC mataron a Breiner, fue la regi¨®n m¨¢s peligrosa del pa¨ªs con 20 asesinatos, seguida del Choc¨®, con ocho, y Norte de Santander, con siete. ?Las causas? Proteg¨ªan la tierra, o trabajaban para sustituir cultivos ilegales, o se opon¨ªan a actividades mineras y proyectos de infraestructura. En muchas de las ¨¢reas m¨¢s remotas del pa¨ªs, escribieron los investigadores, ¡°paramilitares y criminales han aumentado su control a trav¨¦s de la violencia contra las comunidades rurales y ante la falta de acci¨®n estatal para protegerlos. Aquellos que buscan proteger su tierra y medio ambiente est¨¢n cada vez m¨¢s atrapados¡±.
La falta de protecci¨®n estatal parece tener una explicaci¨®n simple: la negaci¨®n. En una entrevista reciente con la agencia EFE, el ministro de Ambiente colombiano, Carlos Eduardo Correa, asegur¨® que ¡°no es peligroso defender el ambiente en Colombia. Todo lo contrario¡±. Su argumento es que cada asesinato ¡°que se ha presentado es un caso totalmente diferente¡±. Para Francia M¨¢rquez, candidata a la vicepresidencia y ganadora del premio Goldman ¡ªconsiderado el Nobel de la ecolog¨ªa¡ª, la violencia tiene un origen claro: ¡°Hay un v¨ªnculo entre la violencia armada y el modelo de desarrollo econ¨®mico, eso hace que sea el pa¨ªs con m¨¢s l¨ªderes ambientales asesinados¡±.
El delito de defender la tierra en Centroam¨¦rica
Muy pocas veces Costa Rica ocupa los titulares de prensa internacional por casos de violencia: su estabilidad pol¨ªtica, avances sociales y la protecci¨®n de sus recursos han hecho que sea considerada la Suiza de Centroam¨¦rica. Sin embargo, el pa¨ªs atrajo la atenci¨®n en marzo de 2019, cuando se conoci¨® el asesinato de Sergio Rojas Ortiz, un defensor de la tierra de la comunidad Yeri del suroeste del pa¨ªs. Rojas hab¨ªa acudido el 18 de marzo a la fiscal¨ªa de su localidad para denunciar las amenazas que hab¨ªa recibido por su labor y en busca de protecci¨®n para ¨¦l y sus compa?eros ind¨ªgenas Bribri. Sus temores se concretaron esa misma noche, cuando un grupo de hombres armados lo asesin¨® con siete tiros en su casa. Rojas hab¨ªa defendido su comunidad por m¨¢s de 40 a?os y encabezaba un movimiento ind¨ªgena que plantaba cara a los usurpadores de terrenos: grupos armados que invad¨ªan ampliar la ganader¨ªa u otras actividades de explotaci¨®n intensiva de la tierra. Los Bribri hab¨ªan sido por a?os el objetivo del odio de estos invasores, que los amenazaban, atacaban con armas y hasta incendiaban sus casas.
Con el asesinato de Rojas, Costa Rica pas¨® a formar parte de la tristemente c¨¦lebre lista de pa¨ªses donde defender la tierra y los recursos es una condena de muerte: Global Witness ha marcado a Centroam¨¦rica como una de las regiones m¨¢s peligrosas para los ambientalistas. En 2020 fueron asesinados all¨ª 32 ecologistas, con Honduras y Nicaragua convertidos en zonas rojas para quienes plantan cara a la voracidad por los recursos naturales. El caso m¨¢s emblem¨¢tico de la regi¨®n ha sido el de Berta C¨¢ceres, asesinada el 2 de marzo de 2016 en su casa, a 190 kil¨®metros de Tegucigalpa, la capital hondure?a. La ecologista se hab¨ªa opuesto abiertamente a la construcci¨®n de la presa de Agua Zarca, un proyecto que afectar¨ªa al r¨ªo Gualcarque, una fuente de recursos vital para comunidades ind¨ªgenas hondure?as. C¨¢ceres moviliz¨® a los ind¨ªgenas, denunci¨® el proyecto all¨¢ donde viajaba y atrajo la atenci¨®n internacional. Por su lucha ecologista le fue otorgado el premio Goldman. Su asesinato gener¨® una indignaci¨®n global que puso los ojos sobre Honduras, y empuj¨® al Estado a buscar justicia por el crimen de C¨¢ceres. Pero nada de eso ha logrado frenar la violencia ni la impunidad: en 2020 se convirti¨® en el quinto pa¨ªs del mundo donde m¨¢s activistas ambientales fueron asesinados.
Esa impunidad tambi¨¦n afecta a los ind¨ªgenas del Caribe de Nicaragua, un pa¨ªs donde el mismo a?o fueron asesinados 12 activistas. Las comunidades mayagnas han sufrido desde 2015 una ola de violencia que los ha marcado: los llamados colonos ¨Cinvasores de tierra de las regiones mestizas¨C ocupan sus territorios para ampliar la ganader¨ªa o la siembra de la palma africana; muchas veces, seg¨²n las denuncias de organizaciones de derechos humanos, con el visto bueno de las autoridades. Esos organismos han documentado 63 asesinatos de ind¨ªgenas en los ¨²ltimos siete a?os. Uno de ellos fue el l¨ªder mayagna Salom¨®n L¨®pez Smith, cuyo cuerpo fue encontrado en marzo pasado con signos de tortura: el cr¨¢neo destrozado, la piel separada del rostro, sin orejas, varios dedos mutilados, sin cabello, la columna fracturada y varios disparos en la espalda. Una brutalidad que es contracara de la indefensi¨®n que sufren en Centroam¨¦rica quienes se atreven a defender sus territorios y los recursos naturales.
Brasil, de Chico Mendes a Bolsonaro
El brasile?o Chico Mendes, un recolector de caucho y sindicalista asesinado en 1988, se convirti¨® en uno de los primeros m¨¢rtires de la lucha por la preservaci¨®n ambiental. Treinta y cuatro a?os despu¨¦s, tambi¨¦n en Amazonia, ha sido asesinado su compatriota Bruno Pereira, un experto indigenista cuyo cad¨¢ver fue localizado este mi¨¦rcoles tras 11 d¨ªas desaparecido. Su muerte ¡ªjunto a la del periodista Dom Phillips¡ª, que ha dado la vuelta al mundo, reflejan que el paso de los a?os no ha eliminado el riesgo que supone defender el ambiente, las comunidades ind¨ªgenas o la distribuci¨®n de la tierra en Brasil.
Lo m¨¢s grave del caso brasile?o es que el actual presidente, Jair Bolsonaro, dirige una pol¨ªtica de debilitamiento sistem¨¢tico de los organismos de protecci¨®n medioambiental y de los ind¨ªgenas que, seg¨²n los defensores de ambas causas, los han convertido en instrumentos a favor de los sectores que se enriquecen mediante la explotaci¨®n ilegal de la selva tropical.
El caso de Bruno Pereira, de 41 a?os, es un ejemplo. Era un experimentado funcionario de la Fundaci¨®n Nacional del Indio (Funai) que fue destituido en los primeros meses de este gobierno tras dirigir una megaoperaci¨®n contra la miner¨ªa ilegal. Un colega de la Funai que colabor¨® en el caso fue asesinado poco despu¨¦s. Pereira pidi¨® una excedencia, convencido de que ese organismo creado para proteger a los ind¨ªgenas se hab¨ªa desviado de su misi¨®n oficial. Sigui¨® dedicado a preservar las tierras y el bienestar de los nativos pero ya no desde el Estado sino desde la sociedad civil, con la asociaci¨®n Univaja, que aglutina a las siete etnias que viven en el valle de Yavar¨ª. All¨ª fueron asesinados el indigenista y el periodista brit¨¢nico.
Bolsonaro aspira a cambiar la ley para autorizar la explotaci¨®n de las tierras ind¨ªgenas, donde ahora solo sus habitantes pueden cazar, pescar, extraer madera o minerales. Y su discurso belicista contra las ONG y los ambientalistas, sumado a la impunidad de la que gozan los que cometen cr¨ªmenes ambientales o cr¨ªmenes a secas en la Amazonia, eleva el riesgo para los que luchan para conservar la mayor selva tropical del mundo.
La muerte violenta de la monja estadounidense Dorothy Stang, en 2005, tambi¨¦n caus¨® revuelo internacional. Mucha menos repercusi¨®n tuvo el asesinato, en enero pasado, de una familia de ambientalistas (padre, madre e hija adolescente) a los que les dispararon 18 tiros. Viv¨ªan en un lugar tan aislado que la noticia tard¨® en llegar a las redacciones.
La asociaci¨®n con la que colaboraba Pereira, Univaja (Uni?o dos Povos do Vale de Javari), junto a Apib, que re¨²ne a las organizaciones ind¨ªgenas de Brasil y el Observat¨®rio dos Povos Indigenas (OPI) declararon en una nota, tras la localizaci¨®n de los cad¨¢veres, que este ¡°asesinato es un crimen pol¨ªtico m¨¢s¡±. Afirman que ¡°tiene las huellas de Bolsonaro y es consecuencia de la pol¨ªtica destructiva de su Gobierno¡±.
Para honrar la memoria de Mendes, Brasil bautiz¨® con su nombre la agencia oficial que vela por la biodiversidad, el Instituto Chico Mendes (ICMBio). Desde que gobierna Bolsonaro, esta instituci¨®n mantiene un perfil bajo. Poco se oye ya su nombre. El 60% de los electores de Xapuri, la ciudad donde naci¨® y lo mataron a Mendes, vot¨® por el ultraderechista.
M¨¦xico, los ¨²ltimos guardianes de Coloradas de la Virgen
Entre las monta?as de la Sierra Tarahumara de Chihuahua, en una de las comunidades con m¨¢s defensores de la tierra asesinados y familias desplazadas en M¨¦xico, solo quedan dos casas habitadas. Los ¨²ltimos guardianes de Coloradas de la Virgen resisten en un pueblo que se ha quedado vac¨ªo ante el desamparo de las autoridades. Sitiados por la depredaci¨®n del crimen organizado y cuatro concesiones mineras que acechan la regi¨®n, unos cuantos ancianos rar¨¢muris se han atrincherado hasta el final de sus d¨ªas en el bosque que los vio nacer.
El resto ha huido o los han matado, pero para los abuelos, como los llaman en la comunidad, dejar su tierra es inconcebible. Entre ellos est¨¢n los t¨ªos de Isidro Baldenegro, en la misma casa donde en 2017 su sobrino fue asesinado. ¡°Son ya mayores, de aquellos que donde crecen se quedan y no hay c¨®mo sacarlos¡±, dice Yurisa Baldenegro, hija de Jos¨¦ Trinidad Baldenegro, ejecutado en marzo pasado. La persistencia de los cr¨ªmenes refleja la interminable violencia contra los ambientalistas en M¨¦xico. Cinco a?os atr¨¢s, su hermano Isidro fue asesinado por encabezar la lucha que en 2005 le hizo ganador del prestigioso premio Goldman, la misma que en 1986 termin¨® con la muerte a balazos de su padre Julio Baldenegro.
Desde afuera, Yurisa Baldenegro pertenece a la otra resistencia. La joven de 25 a?os sobrevive al desplazamiento al que fue forzada hace tres meses tras el asesinato de su pap¨¢. ¡°Se sale uno sin nada, es muy dif¨ªcil, muy triste¡±, explica Baldenegro, madre de dos hijos. Como ella, cientos de descendientes de los rar¨¢muris ¡ªque significa ¡°pies ligeros¡±¡ª han tenido que acelerar el paso para escapar de los peligros que amenazan a su pueblo.
Cuna de incansables defensores de la tierra, entre los que tambi¨¦n destaca Juli¨¢n Carrillo, asesinado en 2018, Coloradas de la Virgen es un terreno mortal para quienes ejercen este oficio. Al menos ocho cr¨ªmenes han ocurrido en este poblado desde 2009, seg¨²n los registros de la asociaci¨®n Alianza Sierra Madre. En el pa¨ªs, el Centro Mexicano de Derecho Ambiental ha documentado 124 ataques letales contra ambientalistas entre 2014 y 2021, tan solo 25 el a?o pasado.
Para entrar a Coloradas de la Virgen, los integrantes de Alianza Sierra Madre necesitan ser escoltados por la polic¨ªa. Los grupos armados controlan la regi¨®n azotada desde hace d¨¦cadas por la tala y la siembra de drogas, especialmente tras la irrupci¨®n de un brazo armado a lo largo de la sierra durante el Gobierno de Felipe Calder¨®n. ¡°Esta comunidad es un caso emblem¨¢tico porque hay una ausencia total del Estado¡±, expone una activista que ha preferido omitir su identidad ante el peligro que rodea su trabajo.
Aunque esta organizaci¨®n lleva m¨¢s de una d¨¦cada documentando los desplazamientos forzados que no han cesado, la comunidad nunca se hab¨ªa despoblado tanto. ¡°Es una tristeza porque antes hab¨ªa casi 20 familias y ahora solo quedan un par de ancianos¡±, comenta. Al t¨ªo de Isidro y Jos¨¦ Trinidad le pregunt¨® si le daba miedo estar solo. ¡°Dijo que no, que ¨¦l ya no estaba para andar de arriba para abajo y que si le iba a tocar, le iba a tocar¡±, relata.
Suscr¨ªbase aqu¨ª a la newsletter de EL PA?S Am¨¦rica y reciba todas las claves informativas de la actualidad de la regi¨®n.