Muere Miguel Etchecolatz, el represor responsable de La Noche de los L¨¢pices en Argentina
Fue uno de los m¨¢s crueles torturadores de la dictadura argentina; falleci¨® en prisi¨®n orgulloso de sus cr¨ªmenes
Su apellido da tanto miedo en Argentina que su hija Mariana tuvo que cambiarse el nombre para poder llevar una vida normal. Miguel Etchecolatz, uno de los m¨¢s crueles represores de la dictadura argentina (1976-1983) muri¨® a los 93 a?os mientras cumpl¨ªa cadena perpetua en una c¨¢rcel com¨²n por una serie de cr¨ªmenes de los que nunca se arrepinti¨®. Al contrario, estaba orgulloso. Etchecolatz mantuvo hasta el final, pese a la edad, esa mirada desafiante que aterrorizaba a las v¨ªctimas.
En la dictadura fue la mano derecha del general Ram¨®n Camps, el responsable de la represi¨®n en la provincia de Buenos Aires, una de las m¨¢s duras. Dirigi¨® hasta 21 campos de detenci¨®n ilegal. Fue condenado por al menos 91 delitos, entre muertes, desapariciones, torturas y robo de beb¨¦s.
Fue el organizador de la llamada Noche de los l¨¢pices, uno de los episodios m¨¢s crueles de esos a?os, en el que fueron detenidos 10 adolescentes en La Plata, la capital de la provincia, para cortar de ra¨ªz una movilizaci¨®n en las escuelas a favor del boleto estudiantil, un billete de transporte barato para ir al colegio. La mitad de los detenidos muri¨® despu¨¦s de terribles torturas en distintos centros. Sus cuerpos nunca aparecieron. Su epopeya fue inmortalizada en una pel¨ªcula estremecedora construida con el relato de los supervivientes.
Echecolatz no es un personaje del pasado. Su presencia ha sido constante en todas las pol¨¦micas sobre los juicios de lesa humanidad. La posibilidad de que saliera de la c¨¢rcel moviliz¨® en varias ocasiones a la sociedad argentina. ¡°Se burl¨® del tribunal. Nunca se arrepinti¨® de nada, para Argentina es como el nazi Adolf Eichmann [secuestrado en Argentina y juzgado en Israel], ¨¦l dice que la misi¨®n de un soldado es obedecer¡±, se?alaba a EL PA?S Adolfo P¨¦rez Esquivel, premio Nobel de la Paz, en 2016, cuando le iban a conceder la prisi¨®n domiciliaria pero lo fren¨® el Gobierno ante la presi¨®n de la sociedad. Hace dos semanas, un tribunal de segunda instancia le concedi¨® el beneficio en una de sus condenas a perpetua, pero Etchecolatz sigui¨® en la c¨¢rcel por otras nueve.
La historia cruel del represor es bien conocida incluso por los m¨¢s j¨®venes, que nunca vivieron la dictadura pero han mantenido viva la memoria de las v¨ªctimas. Pero nadie sab¨ªa que adem¨¢s era un padre maltratador hasta que su hija, en un sobrecogedor reportaje publicado en mayo de 2017 en la revista Anfibia, decidi¨® contar el horror de tener en casa a un progenitor as¨ª: ¡°Al monstruo lo conocimos desde chicos, no es que fue un pap¨¢ dulce y luego se convirti¨®. Vivimos muchos a?os conociendo el horror. Por eso es que nosotros tambi¨¦n fuimos v¨ªctimas. Lo repudio. Nada emparenta mi ser a este genocida. Es un ser infame, no un loco, alguien a quien le importan m¨¢s sus convicciones que los otros, alguien que se piensa sin fisuras, un narcisista malvado sin escr¨²pulos. Antes me hac¨ªa da?o escuchar su nombre, pero ahora estoy entera, liberada¡±, escribi¨®.
Otros hijos de represores defienden a sus padres, se movilizan para lograr su excarcelaci¨®n. Mariana hace lo contrario. Ella estuvo en la manifestaci¨®n masiva contra una sentencia de la Corte Suprema que permit¨ªa a los genocidas como su padre acogerse a un beneficio penitenciario que reduce casi a la mitad las condenas. La movilizaci¨®n fue de tal calibre que el Congreso cambi¨® la ley para que nunca se les pueda aplicar ese beneficio.
Etchecolatz es para los argentinos la quintaesencia del mal. No solo en los seetenta. A pesar de su encarcelamiento, mantuvo un poder enorme en las cloacas del Estado que le permiti¨® inspirar una operaci¨®n siniestra en plena democracia y con los Kirchner en el poder. En 2006, el represor estaba en arresto domiciliario pero volvi¨® a la c¨¢rcel tras un juicio hist¨®rico que marc¨® un precedente de condenas ¡°por delitos de lesa humanidad cometidos en el marco de un genocidio¡±. El testigo clave fue Julio L¨®pez, un superviviente de sus torturas. L¨®pez desapareci¨® poco despu¨¦s de ese juicio, en plena democracia, lo que supuso un gran esc¨¢ndalo. 16 a?os despu¨¦s no se sabe nada de su paradero. En otro juicio, Etchecolatz mostr¨® a la prensa un papel con el nombre manuscrito de L¨®pez, una forma de reivindicar su autor¨ªa orgullosa. Este s¨¢bado, el hijo de L¨®pez, Rub¨¦n L¨®pez, lament¨® que Etchecolatz se haya ido ¡°sin decir donde est¨¢n los desaparecidos¡± de la dictadura.
El periplo de este represor sintetiza bien el camino seguido por Argentina en la batalla por juzgar y condenar los delitos de lesa humanidad, un asunto en el que es un referente mundial. Etchecolatz pas¨® por las mismas fases contradictorias que tuvo el pa¨ªs en este asunto. Con la llegada de la democracia y el mod¨¦lico proceso a las Juntas auspiciado por Ra¨²l Alfonsi¨®n (1983-1989), este polic¨ªa fue condenado en 1986 y encarcelado. Pero en 1990, con los indultos y las leyes de punto final y obediencia debida promovidas por Carlos Menem (1989-1999), fue liberado como todos los dem¨¢s, incluido Jorge Rafael Videla. Durante esos a?os los genocidas paseaban tranquilamente por la calle. Las v¨ªctimas empezaron ah¨ª a organizar los llamados escraches para protestar por su liberaci¨®n.
La llegada de los Kirchner al poder supuso un cambio radical. Eliminaron las leyes y los indultos, y Echecolatz fue de nuevo juzgado, aunque logr¨® la prisi¨®n domiciliaria. En 2006, fue definitivamente condenado y tuvo que volver a una c¨¢rcel com¨²n, como los otros 118 genocidas que a¨²n siguen en prisi¨®n. Hay otros 579 en arresto domiciliario.
Los juicios siguen, cada semana hay uno nuevo. Argentina es uno de los pocos pa¨ªses del mundo que ve morir en la c¨¢rcel a sus represores. Jorge Videla muri¨® en 2013 en el ba?o de la prisi¨®n de Marcos Paz. Otros represores mantienen el apoyo de su familia. En este caso, ni siquiera la hija de Etchecolatz llorar¨¢ su muerte.
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