Una multitud de ciudadanos recibe en Buckingham a Carlos III
El nuevo rey del Reino Unido, con una popularidad inferior a la de su madre y su primog¨¦nito, se enfrenta a las comparaciones y recelos, mientras la flamante primera ministra, Liz Truss, sufre el rechazo de un pa¨ªs que se acerca a la recesi¨®n econ¨®mica
La llegada a primera hora de este viernes al Palacio de Buckingham del nuevo rey del Reino Unido, Carlos III, y de la reina consorte, Camila, ha sido la primera imagen reveladora de la era que estrena el pa¨ªs. Miles de ciudadanos aguardaban a los monarcas, que han decidido detener el coche oficial ante la verja del palacio, y salir a saludar a la gente. Cantos de ¡°Dios Salve al Rey¡±, ramos de flores, hasta un beso en la mejilla de una entusiasta se?ora que aguardaba en primera fila, detr¨¢s de las vallas de metal. Carlos III daba las gracias a todos ellos. Y en su rostro, como en su confusi¨®n al dudar por qu¨¦ puerta deb¨ªa acceder a su nueva residencia, dejaba clara la incertidumbre ¡ªtambi¨¦n la esperanza¡ª con la que comienza su reinado. Para empezar a despejarla, ser¨¢ fundamental el discurso a la naci¨®n que pronunciar¨¢ a las seis de la tarde (siete de la tarde, horario peninsular espa?ol).
Al glosar las fortalezas de Isabel II, la nueva primera ministra del Reino Unido, Liz Truss, que se re¨²ne este viernes por primera vez con el rey, hac¨ªa un retrato en negativo, como una imagen a la inversa de la realidad del pa¨ªs que deja detr¨¢s de ella la monarca fallecida y llorada. ¡°Fue la roca sobre la que se construy¨® la Gran Breta?a moderna. Nuestro pa¨ªs ha crecido y florecido bajo su reinado¡±, afirmaba Truss ante la puerta del 10 de Downing Street, que apenas hab¨ªa atravesado ella misma 48 horas antes. ¡°En las duras y en las maduras, la reina Isabel II nos proporcion¨® la estabilidad y la fuerza que necesit¨¢bamos¡±, conclu¨ªa la pol¨ªtica conservadora.
Fue Shakespeare quien escribi¨® que ¡°hay personas que nacen con grandeza, otras adquieren la grandeza, y a algunas la grandeza se les viene encima¡±. A Truss, que con el mero apoyo de 81.000 afiliados del Partido Conservador, logr¨® hacerse esta semana con el destino de 67 millones de brit¨¢nicos, le ha tocado la grandeza ¨Do la condena¨D de ser la primera ministra que pone fin a la ¡°segunda era isabelina¡± y da comienzo a una nueva ¡°era carolina¡±, que coincide con el inicio de una recesi¨®n econ¨®mica, con una crisis energ¨¦tica descomunal, una inflaci¨®n galopante y un 78% de los brit¨¢nicos, seg¨²n la empresa YouGov, completamente decepcionados con la idea de que vaya a ocupar Downing Street.
Afortunadamente para ella, el verdadero desaf¨ªo de los d¨ªas venideros no recaer¨¢ tanto sobre sus hombros como sobre los de un hombre que lleva m¨¢s de siete d¨¦cadas prepar¨¢ndose para ser rey, y aun as¨ª no ha terminado de diluir el escepticismo que sobre su capacidad tienen muchos ciudadanos.
Carlos III ha ascendido finalmente al trono con un ¨ªndice de popularidad del 42%, tambi¨¦n seg¨²n el seguimiento que mantiene YouGov desde hace a?os. Muy por debajo del 75% que ten¨ªa Isabel II, pero tambi¨¦n del 66% del que disfruta su hijo Guillermo. Ya ha quedado definitivamente solventado el dilema que alimentaron sin cesar muchos de los tabloides brit¨¢nicos al enfrentar la imagen moderna y pulcra del segundo en la l¨ªnea de sucesi¨®n con la de su padre, y sugerir la posibilidad de un salto generacional que hiciera rey al duque de Cambridge por delante de Carlos.
La normalidad constitucional se ha impuesto, pero el nuevo monarca, acostumbrado a ser pol¨¦mico y provocador durante d¨¦cadas, debe conquistar todav¨ªa las reticencias de muchos brit¨¢nicos, que lo miran con recelo desde aquellas trifulcas sonrojantes con Lady Di. Y que no admiten todav¨ªa que Camila, la tercera en discordia en aquel matrimonio desdichado, haya pasado a ser la reina consorte, a pesar de que se cumplan as¨ª los deseos expresos de Isabel II con respecto a su nuera.
Carlos III, que en los ¨²ltimos meses hab¨ªa reemplazado ya a su madre en las tareas m¨¢s institucionales y simb¨®licas de la Corona ¨Dfue ¨¦l, por ejemplo, quien ley¨® el Discurso de la Reina en la apertura solemne del Parlamento en mayo¨D, juega con una baza importante. Sabe, y as¨ª lo ha expresado, que como rey deber¨¢ ejercer una escrupulosa neutralidad que no respet¨® como pr¨ªncipe, pero tambi¨¦n los brit¨¢nicos saben que conoce y le preocupan los problemas de su tiempo, como la amenaza del cambio clim¨¢tico o el deterioro de los centros urbanos. Carlos III puede ser un monarca c¨®mplice para un Gobierno que tiene por delante la descomunal tarea de evitar un invierno de pobreza y descontento.
¡°Estoy seguro de que los valores de Isabel II ser¨¢n sostenidos por su amado hijo Carlos, nuestro nuevo rey¡±, ha dicho en su reacci¨®n oficial al fallecimiento de la monarca el l¨ªder de la oposici¨®n laborista, Keir Starmer. Apenas una frase en una larga intervenci¨®n dedicada a elogiar la figura de la reina. Un modo de mostrar su respaldo, pero con la condicionalidad de situar a Carlos III frente al espejo de su predecesora.
El respetado periodista Andrew Marr recordaba en las p¨¢gina del semanario New Statesman sobre Isabel II: ¡°Era una mujer absolutamente central en Gran Breta?a para entender nuestro propio sentido, para entender qui¨¦nes somos¡±. Se ha ido definitivamente cuando el Reino Unido ha roto irremediablemente amarras con el continente europeo, Escocia amenaza con agitar de nuevo el fantasma del secesionismo, Irlanda del Norte resucita sus reyertas internas ante la cercana posibilidad de una reunificaci¨®n de la isla, los pa¨ªses de la Commonwealth que la difunta reina hizo tanto por cuidar se sienten cada vez menos vinculados a una idea pol¨ªtica que tiene escasa efectividad y muchos recuerdos colonialistas no enmendados.
Liz Truss, como todos los nuevos primeros ministros, ha entrado en Downing Street con un discurso adanista en el que promete planes audaces para rescatar la econom¨ªa del Reino Unido y devolver al pa¨ªs la grandeza que los conservadores, en esa nostalgia que trajo consigo el Brexit, se empe?an en recuperar. Parad¨®jicamente, ha sido un hecho ajeno a ella y de dimensiones hist¨®ricas incalculables ¨Del fallecimiento de Isabel II¨D el que ha propiciado que el Reino Unido entre en una nueva era. Y los ojos de millones de brit¨¢nicos se concentrar¨¢n, antes que en la primera ministra, en el nuevo rey y la era que inaugura.
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