Viaje a la base argentina Marambio, ¨²ltimo conf¨ªn del mundo en la Ant¨¢rtida
M¨¢s de 80 personas, entre cient¨ªficos y personal militar, pasan el invierno con temperaturas de hasta 50 grados bajo cero
¡°?Qu¨¦ se siente? Dolor, mucho dolor. Es como tener un hielo apretado y que empiece a quemar¡±, dice Facundo Negri, mientras cierra el pu?o con fuerza para mostrar lo que le sucede al cuerpo humano cuando la temperatura alcanza los 50 grados bajo cero. Negri es militar y desde diciembre pasado vive en la Base Marambio, una de las 13 que Argentina tiene en la Ant¨¢rtida. El jueves pasado, el term¨®metro marcaba 11 grados bajo cero y Negri estaba de buen humor. El clima era primaveral y la base, adem¨¢s, recib¨ªa visitas. El avi¨®n H¨¦rcules de la Fuerza A¨¦rea acababa de aterrizar sobre el hielo con tres ministros del Gobierno argentino y los directores de los 17 organismos que forman el Consejo de Ciencia y Tecnolog¨ªa. Hab¨ªan decidido celebrar all¨ª, en el conf¨ªn del mundo, su reuni¨®n mensual bajo el lema ¡°ciencia y soberan¨ªa¡±. La pol¨ªtica en la Ant¨¢rtida se cuece en los laboratorios.
Marambio est¨¢ sobre una meseta de 200 metros de altura y solo 1,5 kil¨®metros de largo, lo mismo que mide la pista de aterrizaje que una vez al mes recibe al H¨¦rcules que transporta personal, v¨ªveres y equipamiento para el resto de las bases argentinas. El avi¨®n es un tractor con alas. Cuando toca la pista de permafrost, una mezcla congelada de tierra, hielo y piedra caracter¨ªstica de la Ant¨¢rtida, se sacude como alcanzado por una descarga el¨¦ctrica. Las h¨¦lices de sus cuatro motores invierten el sentido del giro y las 70 toneladas de la mole se detienen justo antes de caer al precipicio.
Fabi¨¢n Bruneta es piloto ant¨¢rtico y antes de iniciar el vuelo desde la ciudad de R¨ªo Gallegos, a 3,5 horas por aire de Marambio, advierte que el d¨ªa anterior solo pudo aterrizar al tercer intento. Los pasajeros se entregan con fe a este hombre de 48 a?os y aire de protagonista de Top Gun que pilota sobre el hielo desde hace dos d¨¦cadas. ¡°Ayer entramos a la base para preparar el viaje con los ministros sin ning¨²n tipo de contacto visual, por el banco de niebla que cubr¨ªa la pista, algo muy frecuente. Es una operaci¨®n sumamente riesgosa, pero calculada¡±, dice.
Todo es riesgoso cuando el clima es extremo. Cuando el viento alcanza los 160 kil¨®metros por hora las 80 personas que pasan el invierno en Marambio ¡ªel n¨²mero sube hasta casi 200 en verano¡ª se guardan dentro de sus habitaciones, leen en la biblioteca, miran una pel¨ªcula o juegan al ping-pong. El resto del tiempo lo usan para mantener en condiciones los caracter¨ªsticos m¨®dulos naranjas que permiten la supervivencia. En la base hay tres generadores el¨¦ctricos que funcionan a gasoil, porque quedarse sin luz ser¨ªa el fin. Marambio quedar¨ªa, por ejemplo, sin agua, por la salida de servicio de los sistemas de calor que evitan que se congelen las ca?er¨ªas. ¡°Cuando el fr¨ªo pega no pod¨¦s estar m¨¢s de dos minutos fuera¡±, advierte Negri. Y habla tambi¨¦n de la convivencia entre militares y cient¨ªficos, un desaf¨ªo que la academia no ense?a a resolver.
Francisco Quar¨ªn es uno de esos civiles que pasan el invierno en Marambio. Tiene 31 a?os y junto a otros tres ingenieros electr¨®nicos mantiene los equipos del laboratorio para el verano, cuando llegar¨¢n los cient¨ªficos. ¡°Venir fue un desaf¨ªo personal, porque la vida ac¨¢ es ¨²nica. Hace nueve meses que estoy y no dejo de sorprenderme. Las noches son incre¨ªbles; el mar congelado te muestra c¨®mo cambia el paisaje de invierno a verano¡±, dice. El viento y el fr¨ªo son los enemigos de los que debe proteger a sus equipos. Son tambi¨¦n la pesadilla de nueve cient¨ªficos que llevan 20 d¨ªas esperando en Marambio que el helic¨®ptero los lleve a la base permanente Carlini, ubicada hacia el norte, en la isla 25 de mayo.
Llegar hasta Carlini requiere una escala previa en la base Petrel, y la combinaci¨®n de una triple ventana de buen tiempo los mantiene anclados en Marambio. El bi¨®logo Bruno Fusaro deambula por los pasillos de la base en medio del alboroto que arma la comitiva oficial. ¡°Para cualquier bi¨®logo, la Ant¨¢rtida es ¨²nica. Aqu¨ª la naturaleza te pasa por arriba¡±, dice. Franco Saravalli, piloto de la Fuerza A¨¦rea, es quien debe llevar a los cient¨ªficos hasta su destino. Su trabajo es domar uno de los dos Bell 212 que vuelan en t¨¢ndem para llevar provisiones, trasladar personal o auxiliar a alg¨²n enfermo. ¡°Los rescatamos con los helic¨®pteros para que eventualmente sean trasladados en el H¨¦rcules¡± a un hospital, dice. Las aeronaves son iguales a las que vuelan en el continente, ¡°pero tienen un dispositivo para evitar la formaci¨®n de hielo en ¨¢reas clave y calefacci¨®n. Llevamos adem¨¢s un flotador que se activa en caso de caer al agua¡±, explica Saravalli.
La vida es dura en la Ant¨¢rtida. Cuando el viento alcanza los 150 kil¨®metros por hora y la temperatura se desploma apenas est¨¢ permitido salir a la intemperie. Negri a¨²n recuerda cuando se le quem¨® la nariz por congelamiento; o cuando debi¨® protegerse en un refugio ubicado a solo 200 metros de la base porque un cambio brusco en las condiciones le impidi¨® llegar. ¡°Es que todos los fen¨®menos clim¨¢ticos empiezan en la Ant¨¢rtida¡±, explica el meteor¨®logo Andr¨¦s Acu?a, parte del equipo de pronosticadores que trabajan en Marambio. De su trabajo depende, por ejemplo, que el H¨¦rcules encuentre una ventana de buen tiempo para aterrizar.
Eso mismo pas¨® el jueves, cuando la comitiva de altos funcionarios y cient¨ªficos, a la que fue invitada EL PA?S, tuvo que demorar cuatro horas el despegue desde R¨ªo Gallegos. La niebla hab¨ªa vuelto invisible la pista y hubo que esperar a que saliese el sol durante unos minutos. Y eso que las m¨¢quinas hab¨ªan trabajado hasta las tres de la ma?ana para despejar la pista. ¡°Puede acumular hasta cinco metros de nieve¡±, dice Gerardo G¨®mez, jefe del aer¨®dromo de Marambio. ¡°Eso en invierno. En verano el problema es que esa nieve se derrite y forma un barro que tambi¨¦n afecta la operaci¨®n del H¨¦rcules¡±, explica.
La reuni¨®n del Consejo de Ciencia y Tecnolog¨ªa fue una iniciativa de alto contenido pol¨ªtico de los ministerios argentinos de Defensa, Ciencia y Salud. Argentina inici¨® su presencia permanente en la Ant¨¢rtida en 1904 y no tuvo competencia hasta 1947, cuando Chile fund¨® la base Capit¨¢n Arturo Prat. En medio de los graves problemas econ¨®micos que atraviesa, intenta ahora renovar el trabajo de sus cient¨ªficos y no quedar ¡°rezagados ante otros pa¨ªses que est¨¢n ampliando su actividad¡±, dice el ministro de Defensa, Jorge Taiana. ¡°Por un lado, estamos reactivando la base Petrel, que se quem¨® en 1977 y pas¨® a funcionar solo como base de verano. Este a?o ya fue base permanente. Vamos adem¨¢s a realizar tres laboratorios nuevos y a instalar no una, sino dos antenas satelitales en la Base Belgrano 2, muy cerca del Polo Sur. Hay un impulso a la ciencia, que es la actividad principal que hay que desarrollar, seg¨²n el Tratado Ant¨¢rtico¡± que regula la presencia internacional en el continente, dice Taiana.
El ministro de Ciencia, Daniel Filmus, dice que la agenda pasa ahora por evaluar ¡°el impacto ambiental del cambio clim¨¢tico¡±. ¡°Hay un deterioro enorme que va desde la presencia de micropl¨¢sticos¡± hasta el deshielo acelerado de la pen¨ªnsula ant¨¢rtica, esa lengua de tierra que apunta hacia Am¨¦rica del Sur. El bi¨®logo Walter Mac Cormack, director del Instituto Ant¨¢rtico Argentino, coincide en que el calentamiento tiene all¨ª ¡°un efecto mucho m¨¢s acentuado¡±. ¡°Muchas de las especialidades cient¨ªficas tienen ah¨ª situaciones y problemas que afectan a todo el planeta, pero que se generan y se desarrollan en la Ant¨¢rtida¡±, dice. Y cuenta, como ejemplo, la aparici¨®n de un mosquito ¡°que no resist¨ªa el fr¨ªo de antes y s¨ª resiste el de ahora¡±; o la aparici¨®n de ¡°zonas verdes que antes no exist¨ªan¡±.
El H¨¦rcules despega cuando el sol ya se pone sobre el mar. Carretea, levanta vuelo, pega media vuelta y sobrevuela la pista a muy baja altura. Es una vieja costumbre: antes de desaparecer, pasa rasante sobre las cabezas del personal de la base, que saluda con los brazos en alto como quien despide a un amigo que espera volver a ver muy pronto.
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