Dos papas convertidos en banderas de una guerra cultural en la Iglesia
Los sectores tradicionalistas, alineados en una cruenta batalla ideol¨®gica y de poder, quisieron utilizar la figura de Benedicto XVI para debilitar a Francisco. La muerte de Ratzinger abre ahora un nuevo escenario en el gobierno de la Iglesia
Cuando el helic¨®ptero blanco en el que iba sentado Joseph Ratzinger ¨Dy que ¨¦l mismo hab¨ªa pilotado en otras ocasiones¨D comenz¨® a batir la h¨¦lice en los jardines vaticanos y vol¨® hasta el palacio papal de Castel Gandolfo atravesando toda Roma, nadie pod¨ªa imaginar c¨®mo terminar¨ªa aquella aventura. Benedicto XVI hab¨ªa renunciado al papado pocos d¨ªas antes y se apartaba temporalmente de la Santa Sede para dejar libertad a un c¨®nclave que proclamar¨ªa a un nuevo monarca. El 13 de marzo de 2013, el elegido por el Esp¨ªritu Santo ¨Dy cinco votaciones¨D result¨® ser un argentino que deb¨ªa poner patas arriba la Iglesia universal y barrer todo aquello que Benedicto XVI no hab¨ªa logrado limpiar. Cuando regres¨®, se encerr¨® en el convento de Mater Ecclesiae, a tres minutos en coche de la ic¨®nica entrada de Santa Ana y a solo varios centenares de metros de la residencia de Francisco. Cumpli¨® su promesa de guardar silencio. Pero la guerra cultural y pol¨ªtica que comenz¨® a librarse en la Iglesia con la llegada de Francisco le convirti¨®, a su pesar, en la bandera de los tradicionalistas. Su muerte reabre ahora un viejo escenario completamente nuevo.
La pel¨ªcula Los dos papas, ficci¨®n estrenada en 2019 y dirigida por el brasile?o Fernando Meirelles, ten¨ªa poco que ver con la realidad. Nunca existi¨® esa gran relaci¨®n previa entre ambos papas. Y ni uno cantaba a los Beatles cuando se conocieron, ni el otro se dejaba ense?ar a bailar tango. Es descabellado pensar que Ratzinger creyese que Francisco pod¨ªa ser su sucesor antes de pasar por un imprevisible c¨®nclave. La verdad se?ala que ambos pont¨ªfices mantuvieron una comunicaci¨®n exquisita en las formas durante estos a?os y que Jorge Mario Bergoglio s¨ª empuj¨® con sus apoyos para que Ratzinger fuera nombrado Papa en 2005. Y es un hecho tambi¨¦n que los opositores a Francisco han intentado utilizar a Benedicto XVI desde que se retir¨® como s¨ªmbolo de la rectitud teol¨®gica frente a lo que consideran una traici¨®n a la Iglesia (el actual pont¨ªfice ha sido acusado de hereje al proponer la comuni¨®n para los hombres divorciados que vuelvan a casarse). Y aunque recientemente el tono ha sido m¨¢s diplom¨¢tico, ha sucedido hasta el ¨²ltimo d¨ªa de vida del pont¨ªfice alem¨¢n.
El punto m¨¢ximo de tensi¨®n lleg¨® hace casi tres a?os con la publicaci¨®n de un libro que, te¨®ricamente, el papa em¨¦rito firmaba junto al cardenal ultraconservador Robert Sarah y en el que se opon¨ªa frontalmente al celibato opcional y, sobre todo, a la ordenaci¨®n de hombres casados (Desde lo m¨¢s hondo de nuestros corazones. Palabra, 2020). Un tema sobre el que deb¨ªa pronunciarse Francisco en el s¨ªnodo sobre la Amazonia y que convirti¨® la publicaci¨®n en una inevitable injerencia. La figura del secretario personal y mano derecha del fallecido, Georg G?nswein, qued¨® ya irreparablemente da?ada a ojos del entorno de Francisco, que le consider¨® responsable de que aquel libro llevase la firma de Benedicto XVI, cuando en realidad solo hab¨ªa escrito un texto de acompa?amiento. M¨¢s teniendo en cuenta que estaba ya en esas fechas muy fr¨¢gil y que, al parecer, no conoc¨ªa la utilizaci¨®n final que se iba a hacer de sus reflexiones.
Ratzinger repiti¨® varias veces durante su retiro que ¡°solo hay un Papa¡±. Pero el sector conservador de la Iglesia, al galope a lomos de las guerras culturales que se libraban en Estados Unidos con la llegada de Donald Trump, convirti¨® a Ratzinger en su referente (el l¨ªder de la Liga, Matteo Salvini, sol¨ªa llevar una camiseta que dec¨ªa: ¡°Mi Papa es Benedicto XVI¡±). Lo m¨¢s curioso, sin embargo, es que dentro de la volc¨¢nica situaci¨®n pol¨ªtica de los ¨²ltimos a?os y de la crisis de la izquierda, sirvi¨® tambi¨¦n como confort ideol¨®gico de un cierto sector progresista desencantado y que abraz¨® el mundo conservador como reacci¨®n. Sucedi¨® dentro del Vaticano con una parte de la curia dispuesta al inicio a sintonizar con la revoluci¨®n aparentemente progresista de Francisco, pero decepcionada luego por la falta de concreci¨®n de algunos elementos de aquel proceso.
La muerte de Ratzinger abre ahora un escenario radicalmente distinto. Su sucesor asegur¨® a su llegada que tomaba buena nota de su renuncia, subrayando ese gesto como una v¨ªa que para siempre deber¨ªan ya tener en cuenta todos los papas. Y esa puerta, una vez superada la inc¨®moda perspectiva de dos papas em¨¦ritos conviviendo en los jardines vaticanos, est¨¢ abierta de par en par. En agosto, de hecho, Bergoglio protagoniz¨® un acto de gran carga simb¨®lica visitando en L¡¯Aquila la tumba de Celestino V, el primer papa que renunci¨® voluntariamente, en 1294. Su viaje, sumado a sus problemas de movilidad, desat¨® todos los rumores. Pero ¨¦l mismo asegur¨® luego que no se le hab¨ªa pasado por la cabeza renunciar.
Y esa es la tesis de muchos, que piensan que la muerte de Benedicto XVI puede provocar el efecto contrario. Sin la mirada silenciosa del pont¨ªfice em¨¦rito desde lo alto del monasterio de Mater Ecclesiae (madre Iglesia), Francisco podr¨¢ gobernar desde la Casa de Santa Marta con mayor libertad la Iglesia y expresarse de forma m¨¢s personal. ¡°Se gobierna con la cabeza, no con la rodilla¡±, respondi¨® Francisco en una entrevista a ABC hace dos semanas respecto a un posible impedimento para seguir adelante.
Francisco ha puesto en marcha ya las principales reformas que quer¨ªa emprender en su pontificado. La nueva Constituci¨®n apost¨®lica, una suerte de remodelaci¨®n de la Santa Sede y la curia, ya se ha iniciado despu¨¦s de a?os de dise?os. El problema, ha explicado ¨¦l mismo siempre, es que el desbarajuste econ¨®mico con el que se encontr¨®, le oblig¨® a retrasar muchos de los planes que ten¨ªa en marcha para tratar de ordenar las finanzas. Ese apartado, tal y como se ha visto con la reciente dimisi¨®n del responsable econ¨®mico del Vaticano, el jesuita espa?ol Juan Antonio Guerrero (por motivos de salud, pero tambi¨¦n algo cansado de las resistencias encontradas), sigue todav¨ªa pendiente. Pero la agenda de Francisco sigue incompleta y no hay motivos para ver un horizonte de renuncia.
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