Johnson se muestra desafiante ante el comit¨¦ parlamentario que investiga el ¡®partygate¡¯
El ex primer ministro brit¨¢nico vuelve a asegurar, ¡°con la mano en el coraz¨®n¡±, que no minti¨® al Parlamento, pero califica de ¡°completa tonter¨ªa¡± las preguntas de los diputados
Boris Johnson hubiera preferido este mi¨¦rcoles, en contra de su instinto natural, no ser el centro de atenci¨®n. El pol¨ªtico brit¨¢nico con m¨¢s dominio de la escena de las ¨²ltimas d¨¦cadas ha sido incapaz de disimular su irritaci¨®n a medida que los siete parlamentarios que componen el Comit¨¦ de Privilegios de la C¨¢mara de los Comunes lo acorralaban con su interrogatorio. Su misi¨®n era determinar si el ex primer ministro ocult¨® al Parlamento, ¡°deliberadamente o de un modo temerario¡±, la verdad sobre las fiestas prohibidas en Downing Street durante el confinamiento.
¡°Estoy aqu¨ª para decirles, con la mano en el coraz¨®n, que no ment¨ª a la C¨¢mara [de los Comunes]. Cuando realic¨¦ esas declaraciones, lo hice de buena fe, y sobre la base de lo que honestamente conoc¨ªa y cre¨ªa durante ese tiempo¡±, ha asegurado Johnson antes de jurar ante ¡°Dios Todopoderoso¡±, con la mano en la Biblia, que estaba dispuesto a decir la verdad, toda la verdad y nada m¨¢s que la verdad ante el comit¨¦. Detr¨¢s del ex primer ministro pod¨ªa verse a David Pannick, el prestigioso abogado que ha preparado su defensa, y que ha recibido ya del Gobierno una provisi¨®n de fondos de cerca de 250.000 euros.
Pero la verdad, en manos de Johnson, adquiere una asombrosa elasticidad. Y el relato que sobre esos aciagos d¨ªas se ha contado a s¨ª mismo choca frontalmente con la percepci¨®n de los ciudadanos brit¨¢nicos respecto al esc¨¢ndalo del partygate. Johnson ha narrado el intenso trabajo que ¨¦l y su equipo afrontaban en esa ¨¦poca, y ha asegurado a los miembros del comit¨¦ que intentaron en todo momento cumplir con las normas de distanciamiento social impuestas durante la pandemia, a pesar de que el n¨²mero 10 de Downing Street es ¡°una residencia estrecha y apretada del siglo XVIII¡±.
Johnson ha utilizado una doble estrategia que solo ha funcionado a medias. Su comparecencia ha sido retransmitida en directo por las televisiones brit¨¢nicas. Tres horas de purgatorio en las que el pol¨ªtico era consciente de que se jugaba su futuro. Si el comit¨¦ decidiera suspenderle de su puesto de diputado durante diez o m¨¢s d¨ªas, perder¨ªa su esca?o con casi total seguridad. Se activar¨ªa un proceso de reemplazo de candidato en su circunscripci¨®n electoral.
Por una parte, el ex primer ministro ha querido ridiculizar la idea de que los eventos reflejados en las fotograf¨ªas que publicaron los medios eran propiamente una fiesta. ¡°S¨¦ que la opini¨®n p¨²blica se ha llevado la idea de que eran fotos obtenidas de modo oculto, obtenidas por la prensa y siniestramente pixeladas. La mayor¨ªa de ellas, sin embargo, las tom¨® el fot¨®grafo oficial de Downing Street¡±, explicaba Johnson, que admit¨ªa aun as¨ª que pod¨ªan dar la impresi¨®n de que estaban ¡°haciendo algo que el resto de ciudadanos no pod¨ªan hacer¡±.
Ante un comit¨¦ que en ocasiones no daba cr¨¦dito de sus palabras, pero que tampoco ha sido capaz de sonsacar a Johnson una clara declaraci¨®n autoinculpatoria, el ex primer ministro justificaba las mesas llenas de bebidas en la necesidad de ¡°mantener firme el rumbo de la nave¡± y dar ¨¢nimo al equipo cada vez que se daba una peque?a fiesta de despedida a alguien. ¡°Si en aquellas ruedas de prensa en las que el cartel de su atril dec¨ªa ¡®manos, cara, espacio¡¯ [lavarse las manos, usar mascarilla, mantener distancia social] le hubieran preguntado si las empresas pod¨ªan saltarse las normas de distanciamiento para hacer fiestas de despedida, ?qu¨¦ hubiera dicho?¡±, preguntaba al ex primer ministro el diputado conservador Bernard Jenkin. ¡°Si no se pod¨ªan cumplir las recomendaciones de un modo perfecto, ten¨ªan derecho a las atenuantes. Eso dec¨ªan las recomendaciones, y nosotros tuvimos, de hecho, muchas atenuantes¡±, respond¨ªa Johnson.
Recomendaciones ¡°endebles¡± de los asesores
Johnson comenzaba a perder el hilo de su razonamiento, y la paciencia, cuando los diputados cuestionaban su principal l¨ªnea de defensa. Una y otra vez, les hab¨ªa dicho, sus asesores le ¡°aseguraron¡± que se estaban cumpliendo en Downing Street las recomendaciones impartidas durante el confinamiento. Esas recomendaciones, hab¨ªa sugerido la presidenta del comit¨¦, la laborista Harriet Harman, resultaban ¡°un poco endebles¡± como l¨ªnea de defensa. ¡°Si voy a 160 kil¨®metros por hora, y el veloc¨ªmetro dice que voy a 160 kil¨®metros por hora, ser¨ªa un poco raro defenderse asegurando que ¡®alguien me dijo que no era esa la velocidad¡¯, ?no?¡±, ha reprochado Harman a Johnson.
Curiosamente, no era la presidenta del comit¨¦, a la que el ex primer ministro ha acusado de parcial por los tuits que public¨® en su contra al principio de la investigaci¨®n, la que lograba sacar de sus casillas a Johnson. El conservador Jenkin sacaba a la luz el aparente sinsentido de las explicaciones de su compa?ero de partido: ¡°Si yo fuera acusado de violar la ley y tuviera que negarlo en la C¨¢mara de los Comunes, buscar¨ªa el consejo de un abogado. Buscar¨ªa el consejo de alguien competente e independiente¡±, le echaba en cara a Johnson, ante la insistencia del ex primer ministro de que le bastaba con lo que le dec¨ªan sus asesores pol¨ªticos. ¡°Todo esto es una tonter¨ªa. Una completa tonter¨ªa. Consult¨¦ a las personas m¨¢s relevantes, y todas ellas ocupaban puestos altos¡±, contestaba Johnson visiblemente irritado.
Sin embargo, el pol¨ªtico ha intentado poner cierta distancia entre ¨¦l mismo y todos sus aliados que, en los d¨ªas previos a la comparecencia, hab¨ªan definido el comit¨¦ como un tribunal ama?ado (kangaroo court, en la expresi¨®n inglesa). El cuestionamiento del Comit¨¦ de Privilegios ha irritado al speaker (presidente) de la C¨¢mara de los Comunes, Lindsay Hoyle, y a muchos diputados. Tambi¨¦n conservadores. Alberto Costa (escoc¨¦s, de padres italianos) y Charles Walker, dos de los cuatro tories que forman parte del comit¨¦, reclamaban a Johnson que se desmarcara de esas afirmaciones que restaban legitimidad al organismo parlamentario. ¡°Nadie deber¨ªa intimidar o presionar a un colega¡±, se limitaba a se?alar el ex primer ministro, que afirmaba, sin embargo, que la ¡°legitimidad de este comit¨¦ la juzgar¨¢ la ciudadan¨ªa por s¨ª misma, de acuerdo con las pruebas que sea capaz de aportar¡±. Hasta el ¨²ltimo minuto, Johnson ha insistido en que no exist¨ªa la menor prueba de que hubiera mentido de modo deliberado al Parlamento sobre el partygate.
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