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FENTANILO, RETRATO DE UN ASESINO DE MASAS

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Fentanilo, retrato de un asesino de masas

Es la gran amenaza. Un polvo blanco y barato, 50 veces m¨¢s poderoso que la hero¨ªna, que mata cada a?o a m¨¢s de 70.000 personas en Estados Unidos e incontables en el resto de Am¨¦rica. EL PA?S, en una investigaci¨®n de largo aliento en dos continentes con entrevistas a los zares antidroga de EE UU y China, visit¨® a los qu¨ªmicos clandestinos en Sinaloa que fabrican el fentanilo y en cuyas proximidades los adictos sirven de ¡®cobayas¡¯ al narco. Logr¨® testimonios de c¨®mo esta sustancia letal cruza la frontera hacia el norte y se expande como una plaga por las calles de la primera potencia. Un entramado de escala mundial al que han declarado la guerra desde la Casa Blanca

La vida se detiene en la avenida de Kensington cada 10 minutos m¨¢s o menos. Sucede cuando el metro zumba por las v¨ªas elevadas, una estructura de acero azul que sobrevuela esta calle de Filadelfia, una aut¨¦ntica ratonera. El estruendo no permite pensar, pero al menos durante ese instante los problemas de la zona cero de la crisis del fentanilo en Estados Unidos quedan en suspenso. Despu¨¦s, ya volver¨¢n a la pelea bajo las v¨ªas los adictos y los voluntarios que los auxilian, los dealers y la polic¨ªa, los youtubers y los turistas atra¨ªdos por las noticias, los comerciantes armados y los vecinos que resisten en este gigantesco mercado de la droga al aire libre. Centenares de consumidores del potente opi¨¢ceo, 50 veces m¨¢s fuerte que la hero¨ªna, viven y mueren en estas calles. Algunos, como Daniel, que perdi¨® todos los dedos del pie a causa del fr¨ªo, deambulan por ellas desde hace a?os como extras en una pel¨ªcula de zombis. Otros no pasan de su primer mes aqu¨ª.

La suerte de todos ellos se echa a unos cuatro mil kil¨®metros, al lado de otras v¨ªas del tren, las que atraviesan Culiac¨¢n, en el coraz¨®n del territorio del narco mexicano. All¨ª, un cocinero de fentanilo que pide llamarse Miguel lleva a cabo macabros experimentos con un pu?ado de adictos que prueban la mercanc¨ªa antes de mandarla a Estados Unidos. Empieza con una dosis, un tercio puro y el resto una mezcla de anest¨¦sicos baratos. Las ¡°cobayas humanas¡± se lo inyectan ante ¨¦l. Si le dicen, ¡°no, pues no me dobl¨®, no me durmi¨®, ¨¦chale m¨¢s¡±, aumenta la pureza. Asegura que nunca se le muri¨® nadie.

Una esquina de la avenida de Kensington, en Filadelfia, calle que se ha convertido en s¨ªmbolo de la crisis del fentanilo en Estados Unidos.
Una esquina de la avenida de Kensington, en Filadelfia, calle que se ha convertido en s¨ªmbolo de la crisis del fentanilo en Estados Unidos.Carlos Rosillo

Culiac¨¢n, capital de Sinaloa, y Filadelfia, postal y s¨ªmbolo de la mayor crisis de drogas de la historia de Estados Unidos, son dos de las estaciones del viaje de una dosis de fentanilo. M¨¢s de 18.000 kil¨®metros separan la aguja de Daniel de los laboratorios chinos de Wuhan, en los que se fabrican los precursores qu¨ªmicos necesarios para sintetizar la droga. Ese polvo blanco y barato que se inyecta, se fuma o se toma en p¨ªldoras es responsable de las dos terceras partes de las 107.888 muertes por sobredosis registradas en Estados Unidos en 2022, un r¨¦cord hist¨®rico. Son unas 295 al d¨ªa, como si cada ma?ana se estrellara un avi¨®n de los grandes en el aeropuerto de Nueva York.

Con el objetivo de descifrar todas las aristas de un problema global, EL PA?S ha seguido el rastro a trav¨¦s de ocho ciudades, tres pa¨ªses y dos continentes al asesino en serie m¨¢s eficaz de los adultos estadounidenses de entre 18 y 49 a?os, a los que mata m¨¢s que los accidentes de tr¨¢fico y las armas de fuego.

Wuhan Manzanillo Culiac¨¢n Tijuana San Francisco Filadelfia

Es un viaje con paradas en los tugurios donde el narco cocina el fentanilo y en los puertos del Pac¨ªfico, corro¨ªdos por la corrupci¨®n. Por la maquinaria de propaganda de Pek¨ªn y por los despachos de Washington en los que trabajan los estrategas de una guerra de momento perdida. Se cuela por la frontera con M¨¦xico, en la que en 2022 las autoridades se incautaron de 370 millones de dosis letales, m¨¢s que suficientes para matar a toda la poblaci¨®n de la primera potencia mundial, y sube por las carreteras por las que los camiones lo llevan, escondido entre botes de frijoles, hasta las malas calles de Filadelfia o San Francisco, las dos ciudades que encabezan las clasificaciones de muertes por fentanilo en el mundo.

1. En la guarida del narco: un ¡®cocinero¡¯ en Sinaloa

En la guarida del narco: un ¡®cocinero¡¯ en Sinaloa
Uno de los s¨ªmbolos del cartel de Sinaloa acompa?ado de la imagen de Jes¨²s Malverde, el ¡°santo narco¡±. H?CTOR GUERRERO

Miguel es, en la definici¨®n de las autoridades estadounidenses, uno de los ¡°qu¨ªmicos cualificados¡± que emplea el cartel de Sinaloa para la producci¨®n a gran escala de fentanilo. Aunque Miguel no se llama Miguel. Tampoco es qu¨ªmico. Ni siquiera termin¨® la secundaria.

Trabaja como cocinero en el territorio de Los Chapitos, los cuatro hijos del Chapo Guzm¨¢n que heredaron el negocio mientras el padre cumple cadena perpetua en Colorado (EE UU). ¡°Yo aprend¨ª a cocinar mirando a otros¡±, asegura Miguel, tirado en el sill¨®n de la casa ¡°de seguridad¡± a las afueras de Culiac¨¢n (Estado de Sinaloa, M¨¦xico) en la que ha aceptado contar su historia con la condici¨®n de preservar su anonimato y de que el reportero no desvele ning¨²n detalle que lo delate. El oto?o ya entr¨®, pero afuera hace m¨¢s de 30 grados. El zumbido del aire acondicionado acompa?a la conversaci¨®n, de casi una hora, en un sal¨®n medio vac¨ªo.

Dice que tiene 29 a?os y que se gana la vida fabricando fentanilo en la sierra, cuna de narcos hist¨®ricos, como El Chapo. Dice tambi¨¦n que se la gana bien: hace unos 450.000 pesos limpios al d¨ªa (m¨¢s de 25.000 d¨®lares, 24.000 euros).

De ni?o, trabaj¨® en el campo. A los 13, empez¨® de ¡°puntero¡±, vigilando un trozo de carretera para los narcos. A los 15, unos t¨ªos suyos lo invitaron a servir en un laboratorio de hero¨ªna como chico para todo. Le pagaban 500 pesos. ¡°?Usted no lo habr¨ªa agarrado?¡±, pregunta, sin esperar respuesta. ¡°Obvio que lo iba a agarrar¡±.

Primero aprendi¨® a convertir la goma de opio en hero¨ªna. Despu¨¦s se dedic¨® a la metanfetamina, mientras estuvo de moda hace algo m¨¢s de una d¨¦cada. No le gustaba: el olor le daba ganas de vomitar. Su ¡°cocina¡± de fentanilo en las monta?as es un chamizo peque?o, cubierto por unas lonas y oculto por las ramas. Esa es otra de sus grandes ventajas sobre la hero¨ªna: no es solo una sustancia mucho m¨¢s poderosa y adictiva, es tambi¨¦n mucho m¨¢s f¨¢cil de producir y transportar. No hacen falta extensos campos de amapolas, ni campesinos que los cuiden, ni tener suerte con la temporada de tormentas.

Militares mexicanos, en una operaci¨®n para desmantelar un laboratorio de drogas sint¨¦ticas en los l¨ªmites de la sierra de Nayarit y Sinaloa.
Militares mexicanos, en una operaci¨®n para desmantelar un laboratorio de drogas sint¨¦ticas en los l¨ªmites de la sierra de Nayarit y Sinaloa. Hector Guerrero

Para sintetizarla, Miguel sigue una receta de tres pasos. Se refiere a los precursores qu¨ªmicos necesarios para la f¨®rmula como los ¡°l¨ªquidos¡±. ?Cu¨¢ntos emplea? Se queda unos segundos en silencio mientras cuenta con las manos: ¡°10, m¨¢s la base¡±, dice. De sus ¡°proveedores¡±, en cambio, no cuenta nada.

Al final del proceso, pone la espesa mezcla a secar sobre una tela extendida. De ah¨ª, salen unos grumos que pasa por una licuadora casera hasta que queda un polvo blanco. El kilo de precursores chinos le cuesta al cartel, seg¨²n la DEA, la agencia de narc¨®ticos estadounidense, unos 800 d¨®lares. De ah¨ª, salen cuatro kilos de fentanilo. La ganancia puede llegar a suponer entre 200 y 800 veces lo que pagaron al inicio. Es decir, de 160.000 a 640.000 d¨®lares por kilo. Por eso, cuando la demanda aprieta, se juntan hasta 14 a trabajar.

Sinaloa, Estado del noroeste de M¨¦xico, es uno de los puntos calientes de la producci¨®n de la droga que tiene en jaque a Estados Unidos. La mayor parte de las incautaciones del Ej¨¦rcito se concentran aqu¨ª. La zona de Culiac¨¢n y alrededores, uno de los epicentros del imperio de la narcocultura, con su culto al crimen organizado como estilo de vida, est¨¢ controlada por Los Chapitos. En febrero, detuvieron a Ovidio Guzm¨¢n, el hermano menor. La orden del narco fue, despu¨¦s de eso, parar: no hacer ruido, bajar el nivel. ¡°Esperar tantito¡±. As¨ª que Miguel tiene en suspenso su laboratorio. Dice que de momento est¨¢ tranquilo con los ahorros y que conf¨ªa en que vuelva a haber trabajo.

Un convoy militar arrasado por un ataque del narco tras la detenci¨®n del hijo menor de El Chapo.
Un convoy militar arrasado por un ataque del narco tras la detenci¨®n del hijo menor de El Chapo.Gladys Serrano

Durante la conversaci¨®n, se refiere una y otra vez a ¡°la plebada¡±, t¨¦rmino sinaloense para nombrar a ¡°los muchachos¡±. Dice: ¡°Yo no estoy revuelto con la plebada¡±. O: ¡°La plebada tiene sus trabajadores¡±. O: ¡°A veces toca hacer cosas con gente de la plebada¡±. Casi al final, habla directo: ¡°La plebada son Los Chapitos¡±.

Afirma que no trabaja en exclusiva para ellos. Que tiene sus clientes, que son gente tapada, empresarios que funcionan bien, ¡°que se llevan los kilos¡±. ?l prefiere no andar muy cerca de los hombres de Los Chapitos. Porque ¡°si te mandan a matar a una persona, tienes que ir a matarla. Y mi negocio no es matar gente, oiga, mi negocio es trabajar¡±. Por eso Miguel tiene el laboratorio en la sierra, y por eso, cuando termine la entrevista, saldr¨¢ a toda prisa para su rancho. No quiere ¡°tener pedos con la plebada¡±.

2. Los adictos: apocalipsis en San Francisco

Los adictos: apocalipsis San Francisco
Joseph fuma fentanilo en su pipa en un callej¨®n de Tenderloin. CARLOS ROSILLO

Son las 11.30 de otro d¨ªa neblinoso en Tenderloin, un barrio del centro de San Francisco de pasado bohemio convertido en apocal¨ªptico s¨ªmbolo de la decadencia de la ciudad pospand¨¦mica. Joseph, de 41 a?os, vive en estas calles. Lee, sentado en el suelo, una cr¨®nica de la guerra de Ucrania en un peri¨®dico atrasado. Le gusta saber lo que pasa en el mundo, dice. No duerme mucho, casi siempre de d¨ªa, para evitar que le roben lo poco que tiene: una mochila y una bolsa de pl¨¢stico que arrastra al caminar, porque le cuesta hacerlo erguido.

Lleg¨® a San Francisco en 2016 desde Chicago. Vivi¨® con una novia en un apartamento del centro. Tras romper con ella, se agravaron sus problemas previos de adicci¨®n y acab¨® engrosando la estad¨ªstica de las 653.000 personas sin techo que malviven en Estados Unidos, un 12% m¨¢s que el a?o anterior, otro m¨¢ximo hist¨®rico.

El peri¨®dico tambi¨¦n le sirve para envolver medio gramo de fentanilo, algo de crack, papel de aluminio, y un mechero. En un callej¨®n apartado, saca una pipa, la enciende y aspira. Se dobla sobre s¨ª mismo y se balancea. Un par de minutos despu¨¦s, de vuelta de alg¨²n lugar al l¨ªmite de la conciencia, confiesa: ¡°Yo antes consum¨ªa hero¨ªna. Esto es mucho peor, cada vez quiero m¨¢s. Y lo necesito cada 40 minutos. Si no, me vuelvo loco¡±. Seg¨²n la neurociencia, su efecto es m¨¢s fuerte y m¨¢s corto, lo que provoca que sus adictos vivan en la ansiedad que describe Joseph. ¡°Y lo que es peor: nunca es como la primera vez¡±.

Hay centenares de personas que, como ¨¦l, buscan en Tenderloin volver a sentir lo que la primera vez. Casi todos tienen un historial de consumo de drogas a sus espaldas y muchos cuentan que acabaron en el fentanilo por alg¨²n rev¨¦s de la vida: una enfermedad, una p¨¦rdida, la epidemia de salud mental que azota el pa¨ªs¡­ Son blancos en su mayor¨ªa, figurantes en el tercer acto de la tragedia de los opi¨¢ceos, que empez¨® en los a?os noventa con unas pastillas con receta llamadas Oxycontin, fuente de riqueza y oprobio de la familia Sackler, continu¨® con el resurgir de la hero¨ªna a principio de siglo y desde mediados de la d¨¦cada pasada protagoniza el fentanilo, que barri¨® de las esquinas a todas las dem¨¢s.

Los adictos subsisten en el centro de San Francisco entre tiendas de campa?a, sillas de ruedas, alcantarillas humeantes y basura. Por la ma?ana, compran el veneno barato que los mata lentamente. A mediod¨ªa, se procuran un zumo, o algo de comer. Algunos forman grupos para estar protegidos; no se dicen mucho inteligible, pero cabecean juntos. Cuando est¨¢n colocados, se quedan tirados de cualquier manera, sujetos por la cabeza contra el pavimento. Cuando no, sonr¨ªen a los extra?os, dicen gracias y buenos d¨ªas, como si quisieran aferrarse a la brizna de humanidad de la buena educaci¨®n.

A cada rato, alguien grita ¡°?sobredosis!¡±, y sale corriendo un tropel armado con inhaladores de naloxona. El Narcan, en su formulaci¨®n comercial, act¨²a sobre los mismos neurorreceptores que el fentanilo, desactivando su efecto fulminante. Seg¨²n un estudio del Hospital General de Massachusetts, lo que contribuye a que sea una droga peligros¨ªsima es que el consumidor de una cantidad demasiado alta deja de respirar antes incluso de perder la conciencia. Cuando la alarma por sobredosis es falsa, los resucitados se escabullen a paso ligero, sin tiempo de agradecer su suerte. Nadie quiere acabar en el hospital: una noche sin fentanilo es peor que la muerte.

Ante ese panorama, la mayor¨ªa de los locales ha cerrado. En las esquinas, los vendedores de droga, centinelas con pasamonta?as, velan por la buena marcha de su negocio sin quitarse el ojo los unos a los otros. Es f¨¢cil distinguirlos: no tienen pinta de estar colocados.

El orden y la seguridad de los vecinos corren a cargo de los voluntarios de asociaciones como Urban Alchemy, que recibe financiaci¨®n del Ayuntamiento. La polic¨ªa tiene otras prioridades. Despu¨¦s de tres meses de visitar Tenderloin varias veces por semana, resulta inevitable pensar que la ciudad entreg¨® el barrio a los drogadictos, y que la vida est¨¢ organizada en funci¨®n de ellos.

En 2021, la alcaldesa dem¨®crata, London Breed, declar¨® la emergencia, pidi¨® ayuda al Estado de California y al Gobierno federal. Desde entonces, la polic¨ªa de tr¨¢fico estatal y la Guardia Nacional colaboran con los agentes locales persiguiendo a las mafias de la droga. En noviembre, se esforzaron en limpiar las calles con motivo de una cumbre de pa¨ªses de la regi¨®n eje Asia-Pac¨ªfico de la que sali¨® el compromiso del presidente Joe Biden y de su hom¨®logo chino, Xi Jinping, de colaborar mejor para atajar la crisis. Solo fue un espejismo. Se marcharon los l¨ªderes mundiales y regres¨® el apocalipsis.

3. Los precursores: de Wuhan al mundo

Los precursores: de un laboratorio de Wuhan al mundo
La polic¨ªa descubre pastillas de oxicodona durante un registro en el aeropuerto John F. Kennedy. GETTY

El 15 de diciembre de 2021, un empresario chino hecho a s¨ª mismo pas¨® a ser uno de los hombres m¨¢s buscados del negocio global del fentanilo. Se llama Chuen Fat Yip. Tiene 70 a?os, ojos marrones, 1,72 de estatura y 68 kilos de peso. Naci¨® en Wuhan. El Departamento de Estado de Estados Unidos ofrece una recompensa de cinco millones de d¨®lares por cualquier informaci¨®n que conduzca a su arresto.

Chuen dirige, seg¨²n Washington, una ¡°organizaci¨®n de narcotraficantes que opera en China continental y Hong Kong¡± y ¡°controla un grupo de empresas que venden compuestos y precursores qu¨ªmicos¡±. Una de ellas es Wuhan Yuancheng Gongchuang Technology.

Esa empresa tiene una web activa, en la que dice que exporta a m¨¢s de 20 pa¨ªses. Hay un n¨²mero de tel¨¦fono. Al otro lado, suena la voz de un hombre. Al preguntarle por las sanciones, se excusa: ¡°Yo solo soy un vendedor¡­¡±. Luego dejar¨¢ de contestar a los mensajes.

Chuen defiende su inocencia. Asegura que el caso se sostiene en ¡°informaciones no veraces¡± del reportero estadounidense Ben Westhoff. As¨ª consta en una declaraci¨®n de su empresa enviada en 2022 a un tribunal de Texas, donde, entre otras cosas, lo acusan de presuntamente acordar el env¨ªo de 24 kilos de 4-ANPP, un precursor del fentanilo.

Westhoff es periodista de investigaci¨®n. Estaba trabajando en su libro Fentanyl, Inc. (2019, traducido al espa?ol como La fiesta se acab¨®) cuando dio con Chuen. Buce¨® en internet en busca de anuncios de precursores y encontr¨® copiosa publicidad de empresas en China dedicadas a su producci¨®n y exportaci¨®n. Casi todos los caminos parec¨ªan conducir a una misma matriz: Yuancheng.

La DEA ha ofrecido una recompensa de cinco millones de d¨®lares a quien proporcione informaci¨®n sobre el paradero de Chuen Fat Yip.
La DEA ha ofrecido una recompensa de cinco millones de d¨®lares a quien proporcione informaci¨®n sobre el paradero de Chuen Fat Yip.DEA.GOV

Era 2017, y producir y vender esos precursores era a¨²n legal en China. Parte del problema siempre ha sido ese: no estaban prohibidos. Contribu¨ªan a la muerte de decenas de miles de personas en la otra punta del mundo, aunque no hicieran da?o en esta. Una de las fuentes de informaci¨®n oficial m¨¢s actualizadas es un reciente documental emitido por la televisi¨®n estatal. Asegura que en China, con una de las regulaciones antidroga m¨¢s severas del mundo, el abuso del fentanilo es ¡°pr¨¢cticamente desconocido¡±. Desde 2017, la Rep¨²blica Popular ha resuelto 397.000 casos criminales relacionados con estupefacientes; menos de 10 estaban vinculados con el opi¨¢ceo.

El documental reconoce la dificultad de seguir la pista a las nuevas variantes. En 2013, ya hab¨ªa 13 tipos de fentanilo. Una d¨¦cada despu¨¦s, superan el medio centenar solo en China. Desde 2015, Pek¨ªn ha ido aumentando el n¨²mero de sustancias controladas: seis, aquel a?o; cuatro, en 2017; dos m¨¢s al siguiente. El NPP y el 4-ANPP entraron en 2017 en la lista de los compuestos perseguidos, as¨ª que los vendedores en l¨ªnea de China comenzaron a ofrecer a Westhoff sustitutos legales. Este, por tel¨¦fono desde San Luis (Misuri), resume as¨ª la espiral: ¡°Hay un mont¨®n de diferentes productos qu¨ªmicos que se pueden utilizar para hacer fentanilo, y que en China son legales¡±.

En mayo de 2019, Pek¨ªn dio el paso de prohibir todas las sustancias an¨¢logas. Antes, en los primeros a?os de la epidemia, una parte importante del fentanilo que llegaba a Estados Unidos lo hac¨ªa desde el pa¨ªs asi¨¢tico, en paquetes enviados por correo ordinario. Cuando se fueron apretando las tuercas de su producci¨®n en Asia, los narcos mexicanos (y no solo; hay laboratorios tambi¨¦n en Estados Unidos o en Canad¨¢, donde acaban de desarticular en Vancouver el m¨¢s grande descubierto hasta la fecha) aprendieron r¨¢pido la lecci¨®n de c¨®mo cocinarlo, pero, siguieron necesitando de China los ingredientes de la receta: los famosos precursores.

En febrero de 2018, Westhoff se hizo pasar por un comprador y al fin lleg¨® a la empresa de Chuen en Wuhan. Adem¨¢s de famosa por ser la cuna del coronavirus, la ciudad es la capital de la provincia de Hubei, uno de los polos qu¨ªmicos del pa¨ªs, as¨ª como la sede de varias empresas sancionadas por Estados Unidos por su vinculaci¨®n con el fentanilo.

China es la mayor productora mundial de ingredientes farmac¨¦uticos, pero no siempre fue as¨ª. El cambio lleg¨® con las reformas aperturistas de Deng Xiaoping. En 1985, cuando comenzaban a admitir capital extranjero, una de las primeras farmac¨¦uticas en aterrizar fue la belga Janssen. Su fundador, el doctor Paul Janssen (1926-2003), era un amante de China y corri¨® a ser uno de los primeros visitantes extranjeros a los guerreros de terracota de Xi¡¯An. Tambi¨¦n fue el qu¨ªmico que sintetiz¨® fentanilo en 1959, que r¨¢pidamente pas¨® a ser uno de los analg¨¦sicos opi¨¢ceos m¨¢s utilizados en todo el mundo.

El d¨ªa en que Westhoff las visit¨®, hab¨ªa centenares de vendedores distribuidos por las oficinas de Chuen. Hac¨ªa fr¨ªo. Hablaron fugazmente. Unos meses m¨¢s tarde, lo llamar¨ªa por tel¨¦fono para contarle que era periodista. En su libro, aclara que Yuancheng no vendi¨® mercanc¨ªa considerada ilegal en China, pero que todo indica que era consciente de que sus precursores se usaban para fabricar ilegalmente fentanilo.

Yu Haibin, subdirector de la Oficina Nacional de Control de Narc¨®ticos, uno de los primeros espadas de la lucha antidroga en China, explic¨® esta semana en una entrevista con EL PA?S en Pek¨ªn que est¨¢ al tanto del caso de Chuen Fat Yip. ¡°Hasta ahora no hemos encontrado evidencias de que ¨¦l o su compa?¨ªa hayan violado la ley en China¡±, dijo. ¡°Si Estados Unidos pudiera proporcionarnos pruebas obtenidas legalmente, podr¨ªamos emprender acciones conforme a la legislaci¨®n china. Estamos abiertos a la cooperaci¨®n¡±. El asunto refleja el problema de fondo. En mitad de uno de los peores momentos de la tensi¨®n geopol¨ªtica entre Washington y Pek¨ªn, la Casa Blanca ha seguido imponiendo en 2023 sanciones contra decenas de empresas y ciudadanos chinos. Pero las investigaciones chinas revelan que los equipos y las sustancias implicadas ¡°no est¨¢n controlados¡± en este pa¨ªs, dice Yu. Es decir, su comercializaci¨®n no est¨¢ prohibida.

En noviembre, Xi se comprometi¨® en su reuni¨®n con Biden en San Francisco a hacer m¨¢s por resolver la crisis. Yu explica que entre los pr¨®ximos pasos a dar estar¨¢ ¡°una cooperaci¨®n integral que incluye compartir informaci¨®n de inteligencia, la investigaci¨®n de casos y el intercambio t¨¦cnico¡±. De momento, no est¨¢ claro si ser¨¢ suficiente. La DEA ha observado ya un aumento en el tr¨¢fico de precursores desde la India.

4. Los puertos de M¨¦xico: a vida o muerte en Manzanillo

Los puertos de M¨¦xico: a vida o muerte en Manzanillo
El puerto de Manzanillo, principal puerta de entrada de China en M¨¦xico, en el punto de mira por el tr¨¢fico de precursores de fentanilo. ROBERTO ANTILL?N

El escolta le hizo un gesto desde el asiento del copiloto y ella logr¨® agacharse como pudo en la parte trasera del coche. Entonces, empez¨® la lluvia de balas: los 36 tiros que le dieron la bienvenida como alcaldesa de Manzanillo.

Griselda Mart¨ªnez se inclin¨® sobre la espalda de un muchacho sentado a su lado. La vida de ambos depend¨ªa de que el chico mantuviera la calma. ¡°Si se desespera y se levanta¡±, pensaba ella, ¡°nos matan a los dos¡±. El escolta dispar¨® a una de las dos motos atacantes. Le dieron en la cara, pero ¨¦l tambi¨¦n alcanz¨® al tirador. El conductor abri¨® fuego tambi¨¦n, y las motos huyeron.

Era junio de 2019 y Mart¨ªnez apenas llevaba siete meses de alcaldesa en el primer puerto del Pac¨ªfico mexicano, puerta de entrada de Asia desde hace casi un siglo. Por aqu¨ª, pasan cada d¨ªa toneladas de alimentos, ropa o piezas de coches. Y desde hace m¨¢s de una d¨¦cada, tambi¨¦n los precursores llegados de China. En abril, la Marina descubri¨® 11.500 botellas de tequila que conten¨ªan en realidad casi 10 toneladas de los l¨ªquidos que han convertido a Manzanillo en un polvor¨ªn.

La alcaldesa es una mujer menuda de 55 a?os. Antes de la entrevista aparecen dos escoltas. Despu¨¦s cuatro m¨¢s. Tiene 15 en total, que la acompa?an desde el intento de asesinato, tiempo en el que no ha vuelto a pisar su casa. Primero pas¨® un a?o durmiendo en un cuartel de la Marina. Luego, otros dos en la sede del Ayuntamiento. Desde 2022, vive resguardada en otro edificio municipal.

Griselda Mart¨ªnez, alcaldesa de Manzanillo, en el Estado mexicano de Colima.
Griselda Mart¨ªnez, alcaldesa de Manzanillo, en el Estado mexicano de Colima.Roberto Antill¨®n

Cuando Mart¨ªnez lleg¨® a la Alcald¨ªa, la polic¨ªa estaba infiltrada hasta el hueso por los dos grupos criminales que controlan la zona: el cartel de Sinaloa y el Cartel Jalisco Nueva Generaci¨®n, las dos mafias m¨¢s poderosas de M¨¦xico. Las dos funcionan como multinacionales del crimen, con una estructura que va de lo m¨¢s alto ¡ªredes internacionales, lavado de dinero¡ª a lo m¨¢s bajo: su marca est¨¢ impresa en las peque?as bolsas de coca¨ªna o metanfetamina que se venden en las calles. El logo de Sinaloa es una manzana. El de Jalisco, las iniciales del grupo: CJNG.

Mart¨ªnez despidi¨® a m¨¢s de 200 polic¨ªas de un total de 300. Los agentes llegaban a matarse entre ellos porque trabajaban cada uno para un bando diferente. El capit¨¢n de la Marina Fernando Winfield, al frente de la polic¨ªa, recuerda que hace un par de a?os lleg¨® con sus hombres a una casa donde hab¨ªan denunciado un asesinato. Al entrar al sal¨®n, el muerto estaba sentado con una bala en la cabeza. Era uno de sus antiguos agentes. La presi¨®n para los nuevos es dif¨ªcil de soportar. Las mafias les ofrecen dinero, los buscan por Facebook y los amenazan.

La cadena que une la corrupci¨®n en los puertos, la entrada de precursores qu¨ªmicos y la violencia ha sido reconocida hasta por el propio presidente de M¨¦xico. ¡°Vamos a limpiar los puertos y las aduanas en el pa¨ªs¡±, prometi¨® Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador en verano de 2020 desde Manzanillo. Y orden¨® entregar su seguridad a los militares. En los ¨²ltimos dos a?os, cuatro funcionarios de aduanas han sido asesinados all¨ª.

La Marina declin¨® dar informaci¨®n o acceso al puerto para este reportaje. La alcaldesa explic¨® que dentro de las instalaciones hay sem¨¢foros que marcan qu¨¦ contenedores se revisan y cu¨¢les no. ¡°Es aleatorio, un tema de suerte¡±. Todo eso hace que detectar estos productos, que entran en cantidades que no superan muchas veces los pocos litros, se parezca a dar con una gota de aceite en un oc¨¦ano.

Con 160.000 habitantes, Manzanillo era hasta hace no tanto el tranquilo pueblo de pescadores donde Bo Derek rod¨® la pel¨ªcula 10, en la que encarn¨® a la mujer perfecta a finales de los setenta. Aquellos tiempos dorados acabaron, aunque el turismo, principalmente mexicano, todav¨ªa viene a los hoteles un poco ajados. La ciudad es parte de uno de los Estados m¨¢s peque?os y con menos poblaci¨®n del pa¨ªs. Se sol¨ªa vender en el extranjero con el eslogan ¡°Colima, el lugar donde no pasa nada¡±.

Pero luego, empezaron a pasar cosas. En 2010, el exgobernador Silverio Cavazos fue asesinado a balazos en la puerta de su casa. La importancia del puerto con la expansi¨®n de las drogas sint¨¦ticas, su condici¨®n de ruta hacia el norte por el paso del Pac¨ªfico y el hecho de estar rodeada por Jalisco y Michoac¨¢n, dos territorios dominados por el crimen organizado, lo han llevado al l¨ªmite. Desde hace a?os suele encabezar las listas de los territorios m¨¢s violentos de M¨¦xico. En 2022 repiti¨® como el lugar con la tasa de homicidios m¨¢s alta del pa¨ªs, que alcanz¨® en 2019 su r¨¦cord hist¨®rico. Desde entonces apenas han bajado levemente. Son casi 100 muertes violentas al d¨ªa.

5. La exportaci¨®n: la ley de la frontera

La exportaci¨®n: la ley de la frontera
El camino entre Sonora y Arizona, uno de los puntos de mayor cruce en la frontera. H?CTOR GUERRERO

Pedro est¨¢ sentado en una silla de pl¨¢stico en una ferreter¨ªa en Culiac¨¢n. Es del Estado vecino de Durango y tiene 32 a?os. No se llama Pedro y tampoco quiere que su nombre aparezca en la prensa.

Hace algo m¨¢s de un a?o, empez¨® a ¡°exportar¡± pastillas de fentanilo a Estados Unidos. Ahora, tras la violenta detenci¨®n del hijo menor del Chapo, de 33 a?os, y su posterior deportaci¨®n en septiembre a Estados Unidos, est¨¢ parado por la orden de Los Chapitos de bajar el ritmo. As¨ª que ha vuelto a la marihuana y la metanfetamina. Mejor no arriesgarse: ¡°Ahorita, si la gente de ac¨¢ te agarra con fentanilo, vas a mamar. T¨², tu mam¨¢, tu primo, todos a mamar. Hasta a los perros les van a matar¡±.

Dice que antes del par¨®n mov¨ªa con sus socios un mill¨®n de pastillas al mes. Siempre de las azules, ¡°las chingonas¡±. Las compraban a dos d¨®lares ¡°a un camarada de aqu¨ª¡± y las vend¨ªan a 15 a ¡°otro camarada pocho de all¨¢¡±. All¨¢ es Nueva York. Descontando gastos, calcula que le sacaba a cada pastilla cinco d¨®lares a repartir, quitando la ¡°parte grande¡± que se lleva la ¡°plebada¡±. Aunque lo m¨¢s caro era el transporte. ¡°Los ?ngeles, Kansas, Nueva York. Cuanto m¨¢s arriba, m¨¢s caro¡±.

El fentanilo que entra en Estados Unidos desde M¨¦xico lo hace en polvo o, cada vez m¨¢s, en p¨ªldoras falsas, que se camuflan de marcas comerciales como Xanax, Vicodin u Oxycontin, que el narco prensa con m¨¢quinas que tambi¨¦n les venden en Asia. El precio de una de las pastillas de Pedro ronda los 20 d¨®lares en Nueva York.

El traficante deja claro que lo m¨¢s dif¨ªcil es pasar la frontera. Seg¨²n las autoridades de Estados Unidos, m¨¢s del 90% del fentanilo lo hace a trav¨¦s de los ¡°puertos de entrada¡±, escondido en veh¨ªculos particulares o en camiones de carga. En 2018, seg¨²n datos de la Oficina de Aduanas y Protecci¨®n Fronteriza, se interceptaron 600 kilos de la sustancia. En 2023, la cantidad ascendi¨® hasta octubre a 25 toneladas. Dos miligramos son suficientes para matar a una persona.

Pedro utiliza tr¨¢ileres de los grandes: ¡°gusanos¡±, los llama. Dice que no sabe d¨®nde ocultan la droga, pero que lo mejor es llevar el cami¨®n cargado ¡°de comida, latas de frijol, de chile, o partes de carros¡±. As¨ª se disimula mejor al pasar por los rayos X, cuyo uso est¨¢ impulsando la Administraci¨®n de Biden. Est¨¢ orgulloso, porque, asegura, los de la patrulla fronteriza nunca sorprendieron a uno de los suyos.

El cartel aprovecha los agujeros propios de cualquier frontera. Tambi¨¦n paga jugosos sobornos a las autoridades. Uno de los pliegos de la acusaci¨®n al hijo del Chapo detalla c¨®mo, para garantizar un env¨ªo, organiz¨® una red de mordidas desde Culiac¨¢n hasta Tijuana. Esa era la ruta de Pedro, por el corredor del Pac¨ªfico. ¡°Solo de aqu¨ª a la frontera¡±, aclara, ¡°te gastas en puras mordidas unos 30.000 d¨®lares entre la polic¨ªa, los militares y la Fiscal¨ªa. En Estados Unidos si te agarran vas a la c¨¢rcel, pero aqu¨ª en M¨¦xico lo puedes arreglar con billete¡±.

Hay tarifas diferentes. No se paga lo mismo por pasar un ret¨¦n sin que lo revisen que el dinero que hay que poner en caso de que detengan a alguien. ¡°Ah¨ª te van a quitar 200.000 o 300.000 d¨®lares. Es la forma de trabajar¡±, explica, como quien detalla las reglas de un juego de mesa.

Una vez el cargamento ha pasado, hay otro momento delicado. En una de las acusaciones a Guzm¨¢n, se cuenta c¨®mo dos de sus hombres tuvieron que mover m¨¢s de 20 kilos de fentanilo que ten¨ªan guardados en una habitaci¨®n de hotel en Los ?ngeles. Como el personal se ol¨ªa algo raro, acabaron enterrando la mercanc¨ªa en el patio trasero de una casa. ¡°Lo que pasa¡±, explica Pedro, ¡°es que a veces llegas a Los ?ngeles y hay que cambiar de cami¨®n para seguir p¡¯arriba. Entonces, hay que esconderlo en una oficina y esperar¡±.

Los lugares m¨¢s comunes para las ¡°oficinas¡±, seg¨²n el sumario de Guzm¨¢n, son el sur de California, El Paso, en Texas, y Phoenix (Arizona). A partir de ah¨ª entra en escena la red de distribuci¨®n estadounidense del cartel. ¡°Los pochos son los que tienen el contacto con los g¨¹eros¡±, dice Pedro. ¡°Venden al mayoreo, tiene sus clientes, sus dealers. Blancos, negros, puertorrique?os¡­ ?Me explico?¡±.

6. Los ¡®dealers¡¯: oferta y demanda

Los camellos: la oferta y la demanda
Varias dosis de fentanilo de distinta procedencia e identificaci¨®n en un campamento de consumidores en una zona cercana a las v¨ªas del tren en Kensington, Filadelfia. CARLOS ROSILLO

Hasta hace muy poco, MAC era uno de los ¨²ltimos eslabones de esa cadena de suministro. Un dealer de poca monta. Por eso pide que se usen sus iniciales y que no se revele d¨®nde se hizo la entrevista.

Vend¨ªa fentanilo en Santa Cruz, a 120 kil¨®metros de San Francisco. ¡°Se lo compraba a los hondure?os en Tenderloin, o en Oakland¡±, aclara. ¡°Ellos controlan el mercado all¨ª. Consegu¨ªa una onza (28,34 gramos) a 400 d¨®lares, y luego vend¨ªa cada gramo en Santa Cruz a 50. Tambi¨¦n, 100 miligramos a 10 d¨®lares, o un cuarto, a 20. Era un gran negocio, sol¨ªa sacar 1.500 pavos al d¨ªa¡±.

De complexi¨®n corpulenta, cuenta que ¨¦l mismo termin¨® enganchado al fentanilo despu¨¦s de que le recetaran Oxycontin tras una cirug¨ªa. Perdi¨® su trabajo y se hizo camello. Ah¨ª comenz¨®, dice, su infierno. ¡°Todas las semanas me met¨ªa en peleas y hab¨ªa muchos robos. Las sobredosis estaban a la orden del d¨ªa, y mucha gente mor¨ªa. Yo mismo llevaba Narcan. Vend¨ªa, pero tambi¨¦n trataba de salvar vidas¡±.

En el momento de la entrevista, MAC llevaba dos semanas tratando de desintoxicarse, cansado de un estilo de vida que, o lo mandar¨ªa a prisi¨®n, o lo acabar¨ªa matando. Por consumirlo o, simplemente, por andar con fuego. El ¡°fetty¡±, como se conoce en el argot de la calle, es una droga extremadamente peligrosa cuando se manipula; una ingesta accidental puede resultar mortal. ¡°En mi opini¨®n, eso facilita el negocio¡±, dice MAC. ¡°El mercado de la coca¨ªna o la metanfetamina est¨¢ controlado por unos carteles a los que el fentanilo les parece muy peligroso. Si est¨¢s dispuesto a asumir el riesgo, es dinero f¨¢cil¡±.

MAC, que fue vendedor de fentanilo hasta un par de semanas antes de esta fotograf¨ªa, posa de espaldas en un municipio a dos horas de San Francisco.
MAC, que fue vendedor de fentanilo hasta un par de semanas antes de esta fotograf¨ªa, posa de espaldas en un municipio a dos horas de San Francisco.Carlos Rosillo

En las calles, los vendedores como MAC toman prestados para sus papelinas nombres de marcas comerciales o de referencias culturales, como Mini, Scooby Doo o Fortnite, para hacer m¨¢s atractiva su oferta.

No es que el fentanilo necesite demasiada ayuda para venderse, advierte Sam Quinones, autor del libro The Least of Us, tal vez la historia m¨¢s completa sobre la actual crisis. En ¨¦l, Quinones reconstruye c¨®mo lleg¨® y c¨®mo se extendi¨® la droga por Estados Unidos. ¡°Entr¨® hacia 2014 por el Medio Oeste, entonces ven¨ªa por correo de China. En muy pocos a?os, la plaga se extendi¨® por todo el pa¨ªs¡±, aclara en una entrevista telef¨®nica.

La pandemia ¨Dcon su receta de aislamiento, fatal para los adictos en proceso de recuperaci¨®n, y la plaga de problemas de salud mental que trajo consigo¨D dispar¨® su consumo. Entre 2019 y 2022, las muertes por sobredosis han crecido un 99,8%.

En su libro, que llega hasta mediados de 2021, Quinones cuenta que pronto los traficantes empezaron a cortar con fentanilo, mucho m¨¢s barato, otras sustancias, como la coca¨ªna o el ¨¦xtasis y hasta la marihuana sint¨¦tica. ¡°As¨ª fue c¨®mo miles de personas, las que no mor¨ªan por una sobredosis accidental, acabaron enganchadas a algo que ni siquiera sab¨ªan que estaban tomando¡±, relata. No era cuesti¨®n solo de ganar m¨¢s, sino de aumentar la demanda manipulando la oferta. Ese es uno de los puntos m¨¢s acuciantes del problema ahora mismo. Y no solo en Estados Unidos: en ciudades como M¨¦xico, algunos estudios han encontrado trazas del opi¨¢ceo en sustancias testadas en fiestas. De momento, en Europa, donde las autoridades vigilan la situaci¨®n de cerca, el problema no resulta a¨²n preocupante.

Para Quinones, una de las consecuencias m¨¢s inesperadas es la influencia de esta crisis en el uso recreativo de otras drogas. En Nueva York, los consumidores ocasionales salen de fiesta con tiras, que cuestan un d¨®lar o se reparten gratis y son legales en una veintena de Estados, para detectar fentanilo en lo que pillan. Para sus defensores, esas tiras son a esta epidemia lo que los condones a la del sida en los a?os ochenta. Como entonces, muchos otros, sencillamente, prefieren no jug¨¢rsela.

7. La ciencia: un medicamento necesario

La qu¨ªmica: mayor subid¨®n, m¨¢s enganche
Joseph, consumidor habitual de fentanilo en San Francisco, muestra una roca de aproximadamente medio gramo de esta sustancia. CARLOS ROSILLO

Cuando se patent¨® para su administraci¨®n intravenosa en 1959, el fentanilo cambi¨® para siempre la cirug¨ªa. Consciente de su enorme poder, Janssen, su inventor, solo permiti¨® durante a?os su distribuci¨®n controlada a anestesi¨®logos, gremio en el que se registraron los primeros casos de adicci¨®n. Fue como poner puertas al campo: a finales de los sesenta, ya exist¨ªan variantes con parecidos efectos.

Al crimen organizado le cost¨® enterarse de su existencia, pero cuando lo hizo aprendi¨® a valorar r¨¢pidamente sus ventajas como droga de consumo en las calles, una droga m¨¢s potente, m¨¢s barata, m¨¢s adictiva y tambi¨¦n m¨¢s letal. Tanto, que el Departamento de Justicia estadounidense ha identificado varios casos de cocineros inexpertos que han muerto en M¨¦xico intoxicados por los vapores de los precursores.

¡°Es importante subrayar que a¨²n hoy es un analg¨¦sico bueno y ¨²til desde un punto de vista m¨¦dico, para operaciones complejas, o para enfermos terminales de c¨¢ncer¡±, recuerda Lawrence Kwan, director m¨¦dico del centro de ayuda a adictos de la fundaci¨®n Saint Anthony¡¯s, en San Francisco, y profesor de la universidad de Standford. ¡°El problema es cuando se consume de forma descontrolada¡±.

Su condici¨®n de valiosa herramienta m¨¦dica dificulta su combate: simplemente, no se puede ilegalizar. Tampoco es f¨¢cil con los precursores: muchos de ellos se usan en la fabricaci¨®n de productos de limpieza o medicamentos de uso com¨²n, como el ibuprofeno.

Como cualquier opi¨¢ceo, el fentanilo genera ansiedad y adicci¨®n, en su caso, mucho m¨¢s r¨¢pidamente; bastan unas pocas tomas para engancharse. Las sobredosis tambi¨¦n son m¨¢s frecuentes: Julian Miller, un adicto de 27 a?os que trata de salir del hoyo en un centro de rehabilitaci¨®n a dos horas de San Francisco, cont¨® en una entrevista que ¨¦l hab¨ªa sobrevivido a tres, pero que su hermano no tuvo tanta suerte. Ese coqueteo con la muerte es una experiencia muy com¨²n entre los consumidores.

Parad¨®jicamente, es una droga menos destructiva que otras como la metanfetamina. No tiene secuelas sobre ¨®rganos vitales como el coraz¨®n. Kwan cuenta que, en una conferencia sobre cardiolog¨ªa a la que asisti¨® recientemente, escuch¨® que ¡°el acceso a donantes de coraz¨®n ha mejorado como triste efecto secundario del aumento de las sobredosis de opi¨¢ceos¡±. No ment¨ªan: un estudio publicado en julio de 2021 por la Sociedad Americana del Coraz¨®n confirma que el n¨²mero de trasplantes ha aumentado con las muertes por sobredosis.

Con el fentanilo, tambi¨¦n surge el dilema cl¨¢sico del camello: ?c¨®mo cortarlo sin que pierda su fuerza? Y surgen otros nuevos: ?cu¨¢l es el l¨ªmite de pureza al que se puede llegar para incentivar la adicci¨®n, pero sin exterminar a la clientela?

Los narcos mexicanos buscan respuestas a esas preguntas en un descampado cercano las v¨ªas del tren en Culiac¨¢n, antes de facturar la mercanc¨ªa rumbo a Estados Unidos, con experimentos registrados en documentos del Departamento de Justicia estadounidense. Son pruebas como las que relata Miguel, el qu¨ªmico que no termin¨® la secundaria. Dice que una vez, uno de los adictos se ech¨® m¨¢s cantidad sin que ¨¦l se diera cuenta. ¡°?Fum!, cay¨® redondo¡±, recuerda. ¡°Lleg¨® otro y le meti¨® sal en la boca. Y todav¨ªa se quejaba: ?por qu¨¦ me despertaron?¡±.

En el descampado donde Miguel dice que ha llevado a cabo esas pruebas macabras tambi¨¦n se acuerdan. ¡°A veces viene gente preguntando, quieren drogarse de gratis¡±, dice Mar¨ªa, una habitual del lugar, antes de pegar una fumada a una pipa con metanfetamina. Entre restos de ropa y jeringuillas por el suelo, asegura que ella no quiere saber nada del fentanilo: ¡°Esa chingadera te mata¡±.

8. La reducci¨®n de da?os: p¨¢nico en el barrio de las agujas

La reducci¨®n de da?os: p¨¢nico en el barrio de las agujas
Jeringuillas usadas recogidas por drogodependientes que luego entregan a organizaciones como Prevention Point a cambio de nuevas. CARLOS ROSILLO

Desde su despacho en la Casa Blanca, Rahul Gupta, zar antidroga de Joe Biden, dirige los esfuerzos de Washington para resolver un rompecabezas de momento irresoluble. Es el primer m¨¦dico en ocupar el puesto en m¨¢s de medio siglo de ¡°guerra contra las drogas¡±, y est¨¢ aplicando por primera vez desde ese cargo pol¨ªticas progresistas de ¡°reducci¨®n de da?os¡±. En una entrevista con EL PA?S, detall¨® los tres principales puntos de ese programa: ¡°Hacer ampliamente disponible el Narcan, que desde marzo se puede adquirir sin receta; distribuir jeringuillas que previenen la propagaci¨®n de enfermedades contagiosas, y facilitar tiras para detectar sustancias como el fentanilo o la xilacina [tambi¨¦n conocida en las calles como tranq] en la coca¨ªna o el ¨¦xtasis¡±.

La xilacina es la ¨²ltima y m¨¢s urgente preocupaci¨®n de Gupta. Los consumidores lo mezclan porque alarga y profundiza el efecto del fentanilo, a base de enlentecer el ritmo card¨ªaco, la presi¨®n sangu¨ªnea y la respiraci¨®n. Al no ser un opi¨¢ceo, no responde a la naloxona, por lo que ya participa en el 90% de las 1.413 muertes por sobredosis registradas en 2022 en Filadelfia. No solo eso: los forenses ya lo han detectado en cad¨¢veres de los 50 Estados.

Panor¨¢mica desde un puente elevado sobre las v¨ªas de Kensington, en la estaci¨®n de Allegheny, en Filadelfia.
Panor¨¢mica desde un puente elevado sobre las v¨ªas de Kensington, en la estaci¨®n de Allegheny, en Filadelfia.Carlos Rosillo

La medida de las agujas est¨¢ en el centro del debate en el barrio de Kensington en Filadelfia. Un edificio de ladrillo alberga la sede de una organizaci¨®n llamada Prevention Point. En ese lugar, cuyos trabajadores cortan el paso a los periodistas, los adictos pueden echar un rato cuando aprieta el fr¨ªo y les cambian las jeringuillas usadas. Eso est¨¢ provocando, dice Kevin Bernard, ¡°capell¨¢n¡± de The Rock, un centro cat¨®lico cuya vida se organiza en torno a un gimnasio de boxeo (despu¨¦s de todo, esta es la ciudad de Rocky), que las aceras ¡°est¨¦n inundadas de agujas¡±. ¡°Por ellas, la gente pasea a los perros, y los ni?os van a la escuela. Lo que hace esa gente es una desgracia para Kensington¡±, considera.

Daniel come su almuerzo en la puerta de Prevention Point, un centro en el que entregan Narcan, agujas y comida a drogodependientes.
Daniel come su almuerzo en la puerta de Prevention Point, un centro en el que entregan Narcan, agujas y comida a drogodependientes.Carlos Rosillo

Bernard es un hombret¨®n con la nariz partida, exp¨²gil y expolic¨ªa, que lleva toda la vida aqu¨ª y conoce como nadie el barrio. Una o dos veces por semana gu¨ªa una vieja furgoneta llena de voluntarios ataviados con chalecos amarillos. Hablan con los yonquis y, si alguno se anima, lo montan en el veh¨ªculo y lo llevan a su centro o lo derivan a lugares como The Philly House, el albergue para sintecho m¨¢s antiguo de Filadelfia, cuyo presidente, Phil Montgomery, explica en su oficina del centro de la ciudad que tiene capacidad para 240 camas. ¡°Desde aqu¨ª, los desviamos a centros especializados en desintoxicaci¨®n¡±, aclara.

Kevin Bernard, exboxeador y voluntario que recorre las calles de Kensington ayudando a personas con adicciones, posa en el cuadril¨¢tero del gimnasio de la organizaci¨®n religiosa The Rock, en Filadelfia.
Kevin Bernard, exboxeador y voluntario que recorre las calles de Kensington ayudando a personas con adicciones, posa en el cuadril¨¢tero del gimnasio de la organizaci¨®n religiosa The Rock, en Filadelfia. Carlos Rosillo

En un local adyacente a The Rock, polic¨ªas llegados de todo el pa¨ªs aprenden tambi¨¦n a detectar cu¨¢ndo una persona est¨¢ bajo los efectos del fentanilo: a cambio de algo de comida, voluntarios como Keith, de 36 a?os, que lleva cuatro en Kensington y perdi¨® una pierna en estas calles, se someten durante m¨¢s o menos una hora a pruebas, desde dejarse medir las pupilas a probar a caminar en l¨ªnea recta.

En la calle, los agentes de la ciudad no se emplean contra el menudeo. ¡°Yo soy una defensora de las pol¨ªticas de control de da?os y super¨¦ mi propia adicci¨®n, pero esto es sencillamente demasiado¡±, opina la activista por la reforma de la pol¨ªtica de drogas Brooke Feldman al lado de las v¨ªas del tren, en lo que queda de la colonia de tiendas de campa?a conocida, en espa?ol, como El Campamento. ¡°Ver c¨®mo se pinchan frente a un agente, no s¨¦¡­ Esto tiene que ver con el comportamiento humano, y si no te incentivan a cambiar, no cambias. La barra libre no es buena para nadie¡±.

Keith, de 36 a?os, se somete voluntariamente a pruebas de detecci¨®n de drogas en un local en el centro de Kensington.
Keith, de 36 a?os, se somete voluntariamente a pruebas de detecci¨®n de drogas en un local en el centro de Kensington.Carlos Rosillo

Aquel d¨ªa, Feldman sali¨® a patrullar junto a Ronnie Kayser, que fund¨® una organizaci¨®n de mujeres que ayuda a los adictos, Angels In Motion (AIM), despu¨¦s de perder a un hermano por sobredosis, y Mary Lou Toewe, que forma parte de la junta directiva de AIM y es madre de un chico que ¡°lleva a?os entrando y saliendo de la droga¡±. Conducen un coche cargado con agua y unas bolsas de comida que reparten a los adictos. Tambi¨¦n portan un ung¨¹ento para las heridas que les provoca la xilacina, que, inyectada, hace moratones, necrosa la carne y acaba dejando agujeros por los que, en algunos casos, asoman los huesos.

Ronnie Kayser cura las heridas de la piel de un adicto al fentanilo, en Kensington, Filadelfia.
Ronnie Kayser cura las heridas de la piel de un adicto al fentanilo, en Kensington, Filadelfia. Carlos Rosillo

Los detractores de las pol¨ªticas de control de da?os, que, cuando se llevan al paroxismo, pueden incluir la distribuci¨®n de tiendas de campa?as gratis para los adictos, consideran que esas medidas act¨²an de imanes para ellos, que se mudan de todo el pa¨ªs a lugares como Tenderloin o Kensington para poder vivir su vida sin problemas. En San Francisco, Gina McDonald, madre de una de ellas, explic¨® que su hija Sam, ¡°guapa, de clase media¡±, prefiri¨® cambiar ¡°las comodidades de la casa familiar¡± por Tenderloin. ¡°Yo no le permit¨ªa drogarse en su cuarto. En la zona donde vivimos, no puede poner una tienda de campa?a, ni comprar en la calle. La arrestar¨ªan. En Tenderloin puede hacer lo que quiera¡±.

John Quinones regenta una tienda de venta de art¨ªculos de segunda mano y oro. Lleva 45 a?os trabajando en este local y ha sido testigo de la decadencia de estas calles en los ¨²ltimos a?os.
John Quinones regenta una tienda de venta de art¨ªculos de segunda mano y oro. Lleva 45 a?os trabajando en este local y ha sido testigo de la decadencia de estas calles en los ¨²ltimos a?os.Carlos Rosillo

En Filadelfia, la gran pregunta es en qu¨¦ se va a traducir la reciente elecci¨®n de la dem¨®crata Cherelle Parker, primera alcaldesa de la historia de la ciudad. Hizo campa?a con un mensaje de dureza contra el crimen, y prometi¨® pedir ayuda a la Guardia Nacional. Su primera medida ha sido decretar el ¡°estado de emergencia de seguridad p¨²blica¡±. Todo indica que en un a?o electoral como el que empieza, se recrudecer¨¢ en el frente del fentanilo a¨²n m¨¢s la guerra cultural que enfrenta a dem¨®cratas y republicanos, que culpan del problema a la gesti¨®n de las ciudades liberales y a los llamamientos a desfinanciar a la polic¨ªa que siguieron al asesinato de George Floyd en 2020.

Aquel a?o, los votantes de Oreg¨®n aprobaron la primera ley del pa¨ªs que despenaliz¨® la posesi¨®n de peque?as cantidades de drogas duras, castigada con multas testimoniales, no con c¨¢rcel. Rendida ante la evidencia, la gobernadora Tina Kotek ha anunciado su intenci¨®n de revertir algunas de esas medidas para controlar la situaci¨®n en Portland, su ciudad m¨¢s grande.

9. La pelea pol¨ªtica: ¡°?Es una guerra: hagan algo!¡±

La pelea pol¨ªtica: ¡°?Es una guerra: hagan algo!¡±
Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador y Joe Biden, durante el Foro de Cooperaci¨®n Econ¨®mica Asia-Pac¨ªfico en noviembre, en San Francisco. EFE

Michelle Leopold se enter¨® de la muerte de su hijo Trevor por las redes sociales. Sab¨ªa que sol¨ªa fumar marihuana, pero no que tomaba fentanilo. Todo indica que ¨¦l tampoco lo sab¨ªa.

Aquella noche, compr¨® con dos amigos cuatro pastillas de 30 miligramos de oxicodona y se las tomaron en la habitaci¨®n de su residencia universitaria. Solo una de ellas conten¨ªa una dosis mortal. Seg¨²n el forense, Trevor muri¨® a los pocos minutos de consumir aquella p¨ªldora, as¨ª que la amiga que durmi¨® esa noche con ¨¦l lo hizo junto a un cad¨¢ver.

Desde aquel 17 de noviembre de 2019, la madre ha convertido la habitaci¨®n del hijo en Marin, a 20 minutos de San Francisco, en el centro de operaciones de su lucha contra el fentanilo. Junto a la cama en la que sol¨ªa dormir el chico tiene una fotograf¨ªa con su cara sonriente y un texto que dice: ¡°Trevor Leopold, 18 a?os, v¨ªctima de un homicidio inducido por envenenamiento por fentanilo¡±.

Casos como el de Trevor han calado en la opini¨®n p¨²blica estadounidense, gracias al testimonio de madres como la activista antiaborto Rebecca Kiessling, que declar¨® en febrero ante el Congreso. Perdi¨® en 2020 a dos de sus hijos de una sobredosis accidental de fentanilo, que, dijo ¡°lleg¨® a trav¨¦s de la frontera sur¡±. ¡°?Es una guerra: hagan algo!¡±, exigi¨® a los congresistas.

Michelle Leopold sostiene una foto de su hijo Trevor en la habitaci¨®n en la que este sol¨ªa dormir en su casa del condado de Marin, en el norte de  California.
Michelle Leopold sostiene una foto de su hijo Trevor en la habitaci¨®n en la que este sol¨ªa dormir en su casa del condado de Marin, en el norte de California.Carlos Rosillo

Miembros del ala m¨¢s dura del Partido Republicano han pedido autorizar el uso de los bombardeos selectivos y de operaciones antiterroristas para acabar con el narco mexicano como se actu¨® contra el Estado Isl¨¢mico a mediados de la d¨¦cada pasada. Saben que es pol¨ªtica y diplom¨¢ticamente imposible sacar adelante una propuesta as¨ª, pero el fentanilo, que ¨Dcomo suele recordar la aspirante republicana a la Casa Blanca Nikki Haley, ya ha matado a m¨¢s estadounidenses que las guerras de Vietnam, Afganist¨¢n e Irak juntas¨D tambi¨¦n se ha convertido en una poderosa arma para enardecer a los votantes y con la que atacar a Biden, a cuya gesti¨®n de la frontera culpan de las muertes de esos j¨®venes.

El tema es tambi¨¦n uno de los mayores puntos de fricci¨®n en la relaci¨®n entre M¨¦xico y Estados Unidos. Sobre todo, desde que en 2019 China prohibi¨® su exportaci¨®n y la producci¨®n qued¨® en manos del narco. El presidente mexicano L¨®pez Obrador se ha defendido atacando, desacreditando los ¨®rdagos de mandar al Ej¨¦rcito o las amenazas de bloquear fondos binacionales. Tambi¨¦n ha puesto a funcionar su red consular, la mayor de un pa¨ªs extranjero en Estados Unidos, para convencer a millones de electores de origen mexicano de que no voten por los candidatos que enarbolan ese discurso.

Hasta hace poco, L¨®pez Obrador ni siquiera reconoc¨ªa que en su pa¨ªs se fabricaba fentanilo, y limitaba la responsabilidad de M¨¦xico como paso desde China hacia al norte. No existen cifras oficiales de muertes por fentanilo, pese a que en la frontera es un problema en auge. El presidente lleg¨® incluso a mandar en primavera una carta a su hom¨®logo chino, Xi Jinping, pidi¨¦ndole ayuda. La respuesta desde la otra orilla del Pac¨ªfico fue clara: ¡°Estados Unidos debe afrontar sus propios problemas¡±. Mientras tanto, la Casa Blanca, que ha creado una alianza de 130 pa¨ªses para luchar contra las drogas sint¨¦ticas (en la que est¨¢ M¨¦xico, pero no China), trata desesperadamente de dar la impresi¨®n de que tiene la crisis bajo control.

Las autoridades mexicanas han desarticulado 37 laboratorios de fabricaci¨®n de p¨ªldoras de fentanilo desde que L¨®pez Obrador lleg¨® en 2018 al poder, seg¨²n dijo en marzo su secretario de Defensa, Luis Cresencio Sandoval. M¨¦xico tambi¨¦n se defiende comparando las cifras de incautaciones con respecto al sexenio anterior: 7.576 kilos frente a 532. El peque?o detalle es que la crisis se desat¨® durante los a?os de este Gobierno, no antes.

10. La salida: veteranos de la guerra contra las drogas

La recuperaci¨®n: veteranos de la guerra contra las drogas
Una charla en un centro de rehabilitaci¨®n en San Francisco. CARLOS ROSILLO

Acaba de amanecer frente al Ayuntamiento de San Francisco. Tres mujeres j¨®venes que han dormido al calor de una alcantarilla est¨¢n tiradas bajo los efectos de la primera dosis de fentanilo del d¨ªa. Cuando una de ellas recupera algo de lucidez, explica que se llama Abby, que es de Oreg¨®n, que estudi¨® Bellas Artes y que se rap¨® el pelo para sacarse los piojos. No tiene tel¨¦fono, pero s¨ª Instagram, dice.

Su cuenta es el relato en fotos de la crisis del fentanilo en Estados Unidos a trav¨¦s del descenso por el abismo de la adicci¨®n de una chica que en 2018 se mostraba al mundo como una amante de la m¨²sica a la que le gustaba patinar. Empez¨® a fumar y a cultivar marihuana. Despu¨¦s llegaron las malas compa?¨ªas, la pandemia, la soledad, la muerte de su madre, los subidones, los malos d¨ªas y la calle.

Se calcula que hay 48 millones personas que, como Abby, sufren adicciones a alg¨²n tipo de sustancia en Estados Unidos, un pa¨ªs brutalmente individualista en el que a menudo da la impresi¨®n de que basta un golpe de mala suerte para perderlo todo. Seg¨²n un estudio publicado en agosto, solo uno de cada cinco adictos al fentanilo tiene acceso a la prescripci¨®n de los medicamentos m¨¢s eficaces: la metadona, y, en mayor medida, la buprenorfina.

Abby, a la derecha, junto a dos amigas tras haber consumido fentanilo al calor de una alcantarilla, en Tenderloin, San Francisco.
Abby, a la derecha, junto a dos amigas tras haber consumido fentanilo al calor de una alcantarilla, en Tenderloin, San Francisco. Carlos Rosillo

Mejorar ese acceso en un sistema de salud despiadado es uno de los retos para afrontar una crisis enormemente compleja. Otra soluci¨®n pasa por legalizar los lugares para testear las sustancias, seg¨²n Carl Hart, psic¨®logo de la Universidad de Columbia y uno de los grandes expertos en el uso de drogas recreativas, cuyo consumo responsable defiende. ¡°Caer¨ªan las sobredosis accidentales. Las autoridades creen err¨®neamente que eso puede confundirse con alentar el consumo, y no es as¨ª: salvar¨ªa vidas¡±.

Los ap¨®stoles de la reforma de la pol¨ªtica de drogas consideran que, si algo ha vuelto a demostrar la crisis del fentanilo, es el fracaso de la guerra contra ellas lanzada en 1971 por Nixon. Con un c¨¦lebre discurso en la Casa Blanca, el presidente del Watergate inaugur¨® una ofensiva que, seg¨²n algunos c¨¢lculos, le ha costado un trill¨®n de d¨®lares a Estados Unidos. Ir¨®nicamente, mientras esa guerra se libraba m¨¢s all¨¢ de las fronteras, y las guerrillas, los paramilitares, las pandillas y los pol¨ªticos, polic¨ªas y militares corruptos segu¨ªan enriqueci¨¦ndose con un negocio formidable, el origen de la peor crisis de la historia de las drogas del pa¨ªs se incubaba en los a?os noventa en casa, en el seno de su poderosa industria farmac¨¦utica, gracias a una familia, los Sackler, que ha evitado la c¨¢rcel a base de pagar multas millonarias.

El objetivo de Nixon, dijo aquel d¨ªa hist¨®rico, era acabar con el consumo de opio, que cundi¨® entre los veteranos que regresaban de la guerra de Vietnam. No lo consigui¨®: en 1970, uno por cada 100.000 estadounidenses muri¨® por sobredosis. En 2022, en pleno apogeo de la peor crisis de drogas que ha conocido Estados Unidos, la cifra se ha multiplicado por 30, mientras la espiral de violencia contin¨²a en M¨¦xico: desde que el presidente Felipe Calder¨®n sac¨® en 2007 a los militares de los cuarteles para combatir a los carteles, los asesinatos han crecido m¨¢s de un 300%.

Tras esos n¨²meros, se esconden las vidas en suspenso por el fentanilo. Los campesinos mexicanos que cocinan droga en la sierra y hacen experimentos con cobayas humanas. Los traficantes que se enriquecen enviando camiones de frijoles a trav¨¦s de la frontera. Las alcaldesas amenazadas de muerte. Los empresarios chinos y sus f¨¢bricas de precursores en Wuhan. Y los dealers, los adictos, los voluntarios y las madres que perdieron a sus hijos en el frente de la tercera guerra de los opi¨¢ceos. Una guerra cuyo final se antoja a¨²n muy lejano.

Cr¨¦ditos

Coordinaci¨®n: Brenda Valverde Rubio y Guiomar del Ser
Dise?o y direcci¨®n de arte: Fernando Hern¨¢ndez
Desarrollo: Carlos Mu?oz y Alejandro Gallardo
Gr¨¢ficos: Patricia San Juan y Montse Hidalgo
Fotograf¨ªa de apertura: Carlos Rosillo

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