?Francia ¡°descivilizada¡±? La violencia en la pol¨ªtica y la sociedad inquietan a Macron
Las amenazas y agresiones a alcaldes y cargos electos y una serie de sucesos violentos colocan la inseguridad en el centro de la agenda pol¨ªtica del pa¨ªs. Y abren un debate intelectual
Fueron 10 d¨ªas aciagos a mediados de mayo: la coincidencia de varios sucesos violentos puso al pa¨ªs en alerta. Y activ¨® a Emmanuel Macron.
El presidente franc¨¦s cambi¨® su agenda para asistir al homenaje a tres polic¨ªas muertos al chocar en una carretera con un autom¨®vil en direcci¨®n contraria. Unos d¨ªas antes, el Gobierno hab¨ªa anunciado un endurecimiento de las penas por las agresiones a alcaldes como el del municipio de Saint-Br¨¦vin, quien dimiti¨® despu¨¦s de un incendio en la entrada de su domicilio. Por las mismas fechas, un hombre con problemas psiqui¨¢tricos graves mat¨® a una enfermera en un hospital de Reims. Y en Amiens, un sobrino de Brigitte Macron, esposa del presidente, fue golpeado por un grupo de manifestantes contra la reforma de las pensiones.
¡°Ninguna violencia es leg¨ªtima, sea verbal o contra las personas¡±, dijo Macron el 24 de mayo en el Consejo de Ministros. ¡°Hay que trabajar en profundidad para contrarrestar este proceso de descivilizaci¨®n¡±.
Al utilizar esta inusual palabra, ¡°descivilizaci¨®n¡±, el presidente desat¨® uno de esos debates que tanto gustan en Francia, pero en los que, de dar tantas vueltas a los argumentos, se acaba olvidando de qu¨¦ se estaba hablando. De lo que se estaba hablando era de una serie de actos violentos que poco tienen que ver entre s¨ª, pero que, al coincidir en el tiempo, dan la sensaci¨®n de un pa¨ªs al borde del colapso. Aunque varios indicadores sobre la inseguridad y la delincuencia han aumentado en los ¨²ltimos a?os, la sensaci¨®n de violencia generalizada es falsa, pero f¨¢cil de instrumentalizar pol¨ªticamente. Y es un reflejo de experiencias tangibles.
¡°Es muy caracter¨ªstico de Francia: en vez de hablar del fondo se habla de una palabra¡±, lamenta Christian Schoettl, 68 a?os y, desde hace 34, alcalde de Janvry, un pueblo de 600 habitantes a 28 kil¨®metros al sur de Par¨ªs. ¡°Si al tipo que me amenaz¨® con cortarme la cabeza con una sierra el¨¦ctrica llego a hablarle del proceso de descivilizaci¨®n...¡± Y Schoettl explica lo que ocurri¨®, hace un a?o, en una de las carreteras que salen de este oasis de prosperidad y confort en medio de campos de trigo. Unos muchachos, que no eran del pueblo, hac¨ªan piruetas con sus motos por la carretera. El alcalde y su n¨²mero dos les conminaron a parar. El tono subi¨®. En un momento dado, uno de los muchachos sac¨® la sierra mec¨¢nica. En un v¨ªdeo que grab¨® el alcalde se escucha a alguien que le dice: ¡°Le voy a arrancar la cabeza¡±.
La cosa no lleg¨® a mayores, pero es un ejemplo de lo que Schoettl, como otros alcaldes y diputados franceses, llevan tiempo denunciando: las amenazas y agresiones a las que se ven sometidos en su trabajo diario. A veces, como en el caso de Yannick Morez, alcalde de Saint-Br¨¦vin, en el oeste de Francia, es por motivos pol¨ªticos: el centrista Morez sufri¨® una campa?a de hostigamiento de la extrema derecha por un proyecto para demandantes de asilo. Su dimisi¨®n el 9 de mayo, un mes y medio despu¨¦s del incendio en su domicilio, se interpret¨® como una derrota del Estado.
Otras veces, la intimidaci¨®n no es pol¨ªtica y tiene m¨¢s que ver con el gamberrismo, la peque?a delincuencia o las tensiones de la vida cotidiana. Schoettl recibi¨® un d¨ªa de abril una llamada: un vecino le alertaba de que alguien estaba lanzando escombros de una obra en un camino rural. El alcalde de Janvry se acerc¨® al lugar con su coche. Le pidi¨® al hombre que recogiese los escombros; este obedeci¨®. Iba a marcharse, cuando el alcalde le dijo: ¡°Usted se queda aqu¨ª, a esperar a la gendarmer¨ªa¡±. El hombre respondi¨®: ¡°No tengo tiempo para tonter¨ªas, me marcho¡±. Arranc¨® e hizo caer al alcalde entre el camino y los campos de trigo.
¡°Ca¨ª aqu¨ª mismo¡±, indicaba este s¨¢bado Schoettl en el mismo lugar. ¡°Ten¨ªa rasgu?os con sangre, me rompi¨® el pantal¨®n¡±.
Seg¨²n datos citados por la Asociaci¨®n de Alcaldes de Francia, las agresiones verbales o f¨ªsicas a cargos electos pasaron de 1.720 en 2021 a 2.265 el a?o siguiente, un 32% m¨¢s. El n¨²mero de polic¨ªas heridos ha pasado de 3.800 en 2004 a 4.900 en 2020, seg¨²n datos del polit¨®logo J¨¦r?me Fourquet. Tras la pandemia, algunos indicadores sobre inseguridad y delincuencia (homicidios, heridas voluntarias, violencia sexual) han aumentado, continuando una tendencia que ya se observaba antes del coronavirus, seg¨²n el Ministerio del Interior.
El efecto de la pandemia
Se pregunta el alcalde Schoettl: ¡°?Qu¨¦ ha sucedido en nuestra bella Francia?¡± Y esboza una teor¨ªa: ¡°Pienso que las cosas empeoraron despu¨¦s de la covid. La gente estaba encerrada y controlada, y ten¨ªa la impresi¨®n de que hab¨ªa una autoridad ciega y a veces est¨²pida... Todo lo que rodea a la autoridad se pone en duda. Al haber sido encerrados por una autoridad en la que no se confiaba, la gente aprende a esquivar todas las reglas. Y sobre nosotros se cristalizan todos los rencores¡±.
?Refleja todo esto, como dice Macron, un proceso de ¡°descivilizaci¨®n¡±? ?O se exagera? Cuando el presidente us¨® esta palabra, sus cr¨ªticos se apresuraron a recordar que Descivilizaci¨®n es el t¨ªtulo de un libro de Renaud Camus, el escritor de extrema derecha que ha popularizado la gran sustituci¨®n o gran reemplazo, t¨¦rmino que ha inspirado a terroristas racistas blancos.
Al tel¨¦fono, Camus dice: ¡°No creo que [Macron] haya hecho referencia a m¨ª¡±. Y a?ade: ¡°Es una peque?a pol¨¦mica medi¨¢tica habitual, igual que cuando la gente utiliza el t¨¦rmino de gran reemplazo¡±. Afirma el escritor: ¡°Vemos la descivilizaci¨®n un poco por doquier: en la lengua, en los usos sociales de lengua, en la brutalidad de las relaciones sociales. Yo asocio la descivilizaci¨®n con la desaparici¨®n de la forma, del formalismo¡±.
Macron no se inspir¨® en Camus, sino en el soci¨®logo alem¨¢n Norbert Elias (1897-1990), seg¨²n sus colaboradores. Se lo mencion¨® el polit¨®logo Fourquet durante un almuerzo en el El¨ªseo. ¡°Puede plantearse la hip¨®tesis¡±, escribi¨® despu¨¦s Fourquet en Le Point, ¡°de que la capa de barniz civilizado, que pacientemente se deposit¨® al hilo de los siglos, se ha fisurado en las ¨²ltimas d¨¦cadas¡±.
El historiador Roger Chartier, especialista en Elias y prologuista en franc¨¦s de su libro Los alemanes, explica en un correo electr¨®nico: ¡°En la obra monumental de Elias, la descivilizaci¨®n supone la comprensi¨®n del proceso de civilizaci¨®n que, entre la Edad Media y el siglo XIX, transform¨® la estructura ps¨ªquica de los hombres y mujeres de las sociedades occidentales. Lo caracteriz¨® la interiorizaci¨®n de mecanismos estables del autocontrol de los afectos y las pulsiones¡±.
Pero el proceso de civilizaci¨®n no era ineluctable, seg¨²n Elias. ¡°En Los alemanes¡±, explica Chartier, ¡°[Elias] analiza las condiciones hist¨®ricas que incitaron a hombres ordinarios a cometer las m¨¢s b¨¢rbaras violencias contra las v¨ªctimas deshumanizadas de la pol¨ªtica nazi de exterminaci¨®n. Y en su libro sobre el deporte remite la violencia de los hooligans a la falta de incorporaci¨®n de los mecanismos de autocontrol por parte de las poblaciones marginales y excluidas¡±.
Chartier cree que, si se utiliza de forma imprecisa, la palabra descivilizaci¨®n puede convertirse en un instrumento ideol¨®gico para la extrema derecha, que lo vincula con la teor¨ªa del gran reemplazo. ¡°Evidentemente¡±, concluye el historiador, ¡°no pienso que el presidente Macron comparta esta ideolog¨ªa mort¨ªfera, pero habr¨ªa sido juicioso evitar o explicar apoy¨¢ndose sobre la obra de Elias el uso de una palabra tan peligrosa¡±.
En Janvry, un rinc¨®n de la Francia que va bien y al mismo tiempo se siente insegura, interesan poco estos debates conceptuales. Cuenta el alcalde Schoettl que cada noche duerme con el tel¨¦fono en la mesilla por si hay un problema inesperado. Tiene preparada la ropa para poder vestirse en un instante. En el coche lleva una sirena y unos prism¨¢ticos. ¡°Nunca s¨¦ con qu¨¦ me voy a encontrar¡±, dice.
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