La minor¨ªa de los karanas en Madagascar, una vida clandestina sin nacionalidad
La isla da pasos para acabar con el estatus de ap¨¢trida, pero la ley olvida a¨²n a parte de un grupo ¨¦tnico hist¨®ricamente discriminado para acceder al pasaporte y derechos
Mahmud Hashimi remueve su caf¨¦ con leche, servido en taza de porcelana. Sentado en un impoluto sof¨¢ Chester de la recepci¨®n del exclusivo hotel Carlton de Antananarivo, capital de Madagascar, nada hace pensar que este hombre de 38 a?os y mirada huidiza no deba estar ah¨ª. No desentona con el lujoso entorno de este cinco estrellas, pero no es su ambiente. Hashimi (que no quiere dar su nombre real) no puede pagar los 111 euros que cuesta una noche porque apenas llega a fin de mes. Pero aunque le sobrara el dinero, no le permitir¨ªan registrarse como cliente: carece de pasaporte y de carn¨¦ de identidad por ser un ap¨¢trida. No figura en ninguna parte como ciudadano de ning¨²n pa¨ªs del mundo. Y nacer sin patria no es un problema menor: entre otros inconvenientes, no puede votar, ni acceder a servicios p¨²blicos, ni a contratos de empleo, ni abrir una cuenta bancaria.
La Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) estima que al menos 10 millones de personas en el mundo no cuentan con ninguna nacionalidad, pero es imposible concretar una cifra porque es dif¨ªcil medir lo que no existe, al menos oficialmente. La mayor¨ªa de estos ciudadanos de ninguna parte suele pertenecer a minor¨ªas discriminadas por su etnia, religi¨®n o cultura. As¨ª ocurre en Madagascar con los karanas, el clan al que pertenece Hashimi. No hay datos fiables sobre su n¨²mero exacto; en 2018 unos 5.000 eran ap¨¢tridas, de acuerdo con los l¨ªderes comunitarios y los estudios realizados por Focus Development, una organizaci¨®n que defiende los derechos de este colectivo. Pero en toda la isla hay otros 20.000 m¨¢s que s¨ª est¨¢n nacionalizados, bien porque nacieron en otros pa¨ªses y tienen pasaporte extranjero, bien porque han conseguido la naturalizaci¨®n malgache pagando un soborno, o bien por sus antecesores.
Los or¨ªgenes de esta comunidad est¨¢n en la regi¨®n fronteriza entre la India y Pakist¨¢n, y llegaron a Madagascar hace m¨¢s de un siglo. Hashimi cuenta su historia familiar una fresca ma?ana de principios de junio. ¡°Mis abuelos paternos emigraron desde Afganist¨¢n, sin papeles y sin saber a d¨®nde los llevaban. Mi abuelo materno era sudafricano y de mi abuela materna no s¨¦ casi nada, pero no era de aqu¨ª¡±, cuenta Hashimi. En resumen, todos eran extranjeros, por lo que cuando nacieron sus hijos no pudieron adoptar la nacionalidad malgache en virtud de la ley vigente.
Aprobada en los a?os sesenta, la ley de nacionalidad de este pa¨ªs insular sigue el principio de ius sanguinis: se otorga la ciudadan¨ªa a nacidos de padre o madre malgache. Cuando esta isla del ?ndico se independiz¨® de Francia, en 1960, no se concedi¨® la ciudadan¨ªa a los karanas porque no se les consider¨® de etnia malgache. Para Noroarisoa S. Ravaozanany, presidenta de Focus Development, el hecho de que sean predominantemente musulmanes ha contribuido a que se les perciba como forasteros.
Varias generaciones de ap¨¢tridas
Los padres de Hashimi fueron ap¨¢tridas, como despu¨¦s lo han sido sus seis hijos. ?l recuerda c¨®mo se dio de bruces con la realidad: ¡°Ten¨ªa seis a?os y mi padre nunca estaba en casa. Me dec¨ªan que, si alguien preguntaba, respondiera que estaba trabajando fuera¡±, describe. ¡°Y cuando se ausentaba con mi madre, a los hermanos nos repart¨ªan entre las casas de otros vecinos para que la polic¨ªa no sospechara¡±.
Pero la raz¨®n por la que los cabezas de familia desaparec¨ªan no era el trabajo, sino la clandestinidad. Ambos ten¨ªan que esconderse porque en aquellos tiempos quienes carec¨ªan de papeles deb¨ªan pagar una tasa para residir legalmente, algo inasumible para ellos. Solo les quedaba ocultarse para evitar la c¨¢rcel, pena prevista para quienes no regularizaban su situaci¨®n. Seg¨²n Graham Pote, responsable de apatridia de ACNUR, un n¨²mero considerable de ellos permanece en detenci¨®n prolongada previa a la expulsi¨®n porque no se les considera residentes legales y no hay pa¨ªs al que deportarlos. ¡°Si est¨¢s en la c¨¢rcel, no puedes trabajar en nada; y si no trabajas, no puedes ganar dinero¡±, critica Hashimi.
Hoy d¨ªa, con la introducci¨®n de la identificaci¨®n biom¨¦trica, las tasas se han vuelto prohibitivas, denuncia Ravaozanany. Por ello, muchos karanas viven en la ilegalidad. Quien abona los 300 euros anuales que cuesta el permiso de residencia obtienen un carn¨¦ donde en la casilla de ¡°nacionalidad¡± figura la palabra ¡°indeterminada¡±.
En 2017 se aprob¨® una enmienda a esta legislaci¨®n para permitir que las mujeres malgaches casadas con extranjeros pudieran transmitir la ciudadan¨ªa a sus hijos, algo que hasta esa fecha estaba prohibido. ¡°De los 26 pa¨ªses que a¨²n tienen leyes similares, Madagascar se convirti¨® en el primero que elimin¨® de su legislaci¨®n nacional esa restricci¨®n, pero el estatus administrativo de los karanas sigue sin resolverse¡±, explica Pote.
En una encuesta llevada a cabo por ACNUR en 2017, pr¨¢cticamente todos los entrevistados manifestaron que hab¨ªan intentado obtener la ciudadan¨ªa sin ¨¦xito. Que hab¨ªan contratado abogados y solicitado los papeles durante a?os, sin respuesta. ¡°Varias personas dijeron que se puede obtener, previo pago, un pasaporte malgache aut¨¦ntico para viajar al extranjero para recibir tratamiento m¨¦dico, pero que estos documentos son confiscados al regreso¡±, recoge el informe.
El problema de la apatridia afecta principalmente a los karanas de menos recursos porque son los que no pueden permitirse pagar ninguna clase de documento, advierte Pote. ¡°Pero un karana no ha tenido que nacer necesariamente en Madagascar, puede provenir de otro pa¨ªs, como Francia o Estados Unidos, y, por tanto, no tener problemas¡±, abunda. De hecho, algunos han adquirido la nacionalidad francesa a trav¨¦s de un programa que Francia puso a disposici¨®n de los residentes de sus antiguas colonias.
Quienes cuentan con un buen respaldo econ¨®mico pueden conseguir un permiso de residencia sin problemas. Los karanas son conocidos por su solvencia, pues controlan al menos un tercio de la econom¨ªa malgache. En 2017, Forbes incluy¨® a cinco miembros de esta etnia entre los 10 mayores multimillonarios del pa¨ªs, entre ellos Ylias Akbaraly, propietario de Sipromad, la mayor empresa privada de Madagascar. ¡°Algunos han conseguido abrir negocios y tener ¨¦xito. Pero esos disponen de un pasaporte o un carn¨¦ de identidad que se lo permite. Pueden obtenerlos mediante sobornos¡±, asegura Pote.
Una cuesti¨®n de racismo
El temor del Estado a conceder la ciudadan¨ªa a los karanas se debe principalmente a que ello les permitir¨ªa comprar terrenos, algo que solo se concede a los nacionales. Se trata de una cuesti¨®n delicada porque los malgaches est¨¢n muy apegados a la tierra de esta gran isla roja, a la que consideran el tesoro de sus antepasados. ¡°Existe el clich¨¦ de que todos ellos son ricos y por eso se cree que, si les dan papeles y derechos, se quedar¨¢n con el pa¨ªs¡±, denuncia Ravaozanany.
De hecho, el racismo es patente. Desde la d¨¦cada de 1980, los barrios de esta minor¨ªa han sido devastados en peri¨®dicas campa?as de odio que Hashimi a¨²n recuerda. ¡°En los noventa hubo muchos disturbios. La gente atacaba nuestros comercios, nosotros nos ocult¨¢bamos en mezquitas y yo ve¨ªa c¨®mo romp¨ªan las tiendas. Cuando la gente se enteraba de tu origen, autom¨¢ticamente te consideraba mala persona¡±.
Desde 2010, m¨¢s de un centenar han sido secuestrados y liberados a cambio de elevados rescates, denuncia la fundaci¨®n alemana Rosa de Luxemburgo. ¡°La posici¨®n econ¨®mica y la opini¨®n p¨²blica xen¨®foba hacen impopulares los intentos de mejorar su estatus jur¨ªdico¡±, sostiene Ravaozanany. ¡°Los malgaches no discriminan a los ap¨¢tridas, pero discriminan a los karanas¡±, a?ade.
Fuera de ese c¨ªrculo privilegiado se quedan los m¨¢s pobres, como Hashimi y su familia. Este hombre ni tiene ni tendr¨¢ un empleo formal, dado que no puede firmar un contrato laboral. ¡°Me gano la vida como intermediario entre personas que compran y venden distintos bienes¡±, afirma. Cada mes se pone el objetivo de llegar a 500.000 ariari (100 euros), que es lo m¨ªnimo que necesita para cubrir electricidad, alquiler, tasas escolares, arroz¡ Reconoce que casi nunca llega, pero le salva que su esposa s¨ª es malgache y trabaja como profesora en una escuela de educaci¨®n primaria.
Gracias a la enmienda de la ley de nacionalidad, los tres hijos de Hashimi s¨ª han podido adoptar la de su madre. Adem¨¢s, las autoridades son cada vez m¨¢s conscientes del problema. En diciembre de 2019, el senador Mourad Abdirassoul present¨® un proyecto de ley para modificar la legislaci¨®n con el fin de resolver la apatridia para 2024, y est¨¢ siendo examinado actualmente.
Hashimi, que rechaza ser fotografiado y dar su nombre real porque no quiere que le identifiquen, dej¨® de pagar la tasa de la residencia en 2000, cuando se mud¨® a Fianarantsoa, en el centro de la isla. ¡°All¨ª, la polic¨ªa no se preocupa de qui¨¦n es qui¨¦n. Adem¨¢s, intento integrarme en la comunidad en la que vivo. He sido bien recibido¡±, asegura. La clave, a su juicio: que nadie ha averiguado que es ap¨¢trida.
Sigue toda la informaci¨®n internacional en Facebook y Twitter, o en nuestra newsletter semanal.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.