En Derna, el peor enemigo ahora es el barro
Voluntarios llegados de todo el pa¨ªs, bomberos internacionales y militares del ej¨¦rcito del mariscal Hafter se vuelcan en desenterrar escombros para recuperar?a?los?muertos
Con la retirada progresiva de las aguas, el barro se ha convertido en el peor enemigo de Derna. En gran parte de esta ciudad de 120.000 habitantes del este de Libia, el lodo sigue cubriendo hasta las rodillas. Mientras, voluntarios de todo el pa¨ªs, bomberos internacionales y militares del ej¨¦rcito del mariscal Jalifa Hafter, que controla esta parte del pa¨ªs, se afanan en desenterrar escombros para recuperar a los muertos. La b¨²squeda en el mar se ha centrado estos d¨ªas en el puerto, el lugar al que la riada arrastr¨® a miles de personas despu¨¦s de que el temporal provocado por la tormenta Daniel colapsara dos presas cercanas. El balance de los rescatadores en este punto es desolador: 800 cuerpos recuperados y solo nueve personas encontradas con vida. No hay cifras oficiales, pero las estimaciones rondan las 20.000 v¨ªctimas, entre muertos y desaparecidos en toda la zona.
Una excavadora intenta arrastrar uno de los cuatro coches que han formado una columna que bloquea una calle del centro. Cuatro hombres se afanan por facilitar la tarea, apartando tierra, ayudados con azadas y con sus propias manos. Meten el brazo hasta el hombro por la ventanilla para comprobar que nadie qued¨® atrapado en su interior. El autom¨®vil emerge de la monta?a de desechos y es trasladado hasta una planicie convertida en desguace. Rida, que no quiere dar su apellido, cubre su rostro con una mascarilla FFP2, las que el ej¨¦rcito ha empezado a repartir en la zona cero de la cat¨¢strofe. ¡°Soy de Misrata. Me vine a ayudar en cuanto me enter¨¦ de lo ocurrido. Paramos de desescombrar solo para dormir. No hay descanso. Luego, miramos alrededor y vemos todo lo que nos queda¡±, explica sin dejar de observar el interior del autom¨®vil.
Derna ha pasado de ser una ciudad fantasmag¨®rica, en la que solo hab¨ªa grupos de voluntarios, militares y bomberos internacionales, a una especie de campo de batalla lleno de personas que intentan dar apoyo a su reconstrucci¨®n. Incluidos los que han perdido todo. Abdelhamid est¨¢ descalzo en el quicio de la puerta de su casa cubierto de barro hasta las cejas. Apenas puede avanzar hasta el sal¨®n, donde un carrito de obra corta el paso hacia los dormitorios. ¡°El agua lleg¨® hasta el techo. Mi mujer, mis hijas y yo nos salvamos porque subimos a la tercera planta y el edificio resisti¨®. Pero la mayor¨ªa de nuestros vecinos est¨¢n muertos¡±, explica antes de unirse al grupo que, en un d¨ªa, ha sacado m¨¢s de 10 coches de la v¨ªa.
A unos metros, camina con dificultad Amrajeh Gadur, apoyado en una muleta. ¡°Cuando comenz¨® la inundaci¨®n salimos corriendo hacia la azotea. All¨ª nos dimos cuenta de que no estaba mi hermana peque?a. Tuvimos que esperar a que bajasen las aguas y, entonces, encontramos su cuerpo en la cocina¡±. El muchacho pregunta a un grupo de hombres en qu¨¦ puede contribuir. Hay m¨¢s necesidad de ser ¨²til que medios para serlo.
¡°Hemos recuperado 800 cuerpos y solo nueve personas con vida en el puerto¡±, explica el comandante Mohaned Alshahiebi, responsable de la coordinaci¨®n de la b¨²squeda en el mar, uno de los escenarios principales de esta tragedia humana. Algunos de los soldados que han participado en la recogida de los fallecidos en la costa admiten que cada vez resulta m¨¢s compleja su labor. Gracias al rastreo realizado por los helic¨®pteros y a los drones del ej¨¦rcito, se localizan cad¨¢veres en los lugares m¨¢s inaccesibles de la costa, pero su estado de descomposici¨®n dificulta la tarea.
Son los militares los que est¨¢n dirigiendo labores de retirada de escombros para comenzar con la reconstrucci¨®n de los nueve puentes que se llev¨® por delante la riada y que comunicaban la parte occidental y la oriental de Derna, partida en dos por el r¨ªo del mismo nombre. A¨²n se desconoce cu¨¢ndo se podr¨¢n restablecer la electricidad, el agua corriente y el saneamiento, ya deficientes antes de la cat¨¢strofe, y fundamentales para evitar posibles epidemias en las pr¨®ximas semanas.
Desenterrar para dar sepultura
¡°Hay tanto por hacer que cuesta decidir por d¨®nde empezar¡±, explica Yousef Jalal Alfietori, un auxiliar de enfermer¨ªa radicado en Bengasi mientras mira a su alrededor. Seg¨²n ha avanzado la semana, el tr¨¢fico se ha vuelto m¨¢s intenso en Derna. Ambulancias, camiones con ayuda humanitaria, todoterrenos de Naciones Unidas y autom¨®viles llenos de civiles siguen llegando a la ciudad. Sin embargo, gran parte del esfuerzo de los voluntarios sigue concentr¨¢ndolo la necesidad de retirar los escombros, la tierra y el lodo bajo los que permanecen sepultados no se sabe cu¨¢ntas personas. Desenterrar para recuperar a los muertos y darles sepultura. Esa sigue siendo la principal misi¨®n.
A unos metros de all¨ª, en el puerto de la ciudad, los soldados de la marina de Jalifa Hafter se preparan para recibir a su hijo, Sadam. Una semana despu¨¦s de que unas lluvias sin precedentes y el colapso de las dos presas provocasen esta tragedia, el conocido como Brigadier ha recorrido las zonas m¨¢s afectadas en un convoy militar y ha escuchado las evaluaciones de los responsables de la respuesta a la crisis humanitaria en un encuentro organizado en el puerto de Derna.
El hijo del gobernante se ha encontrado con los bomberos espa?oles que, tras d¨ªas intent¨¢ndolo, consiguieron viajar a Libia el jueves para participar en el rescate. Cuatro d¨ªas despu¨¦s retornan a Espa?a ante la falta de expectativas de que queden personas con vida. Sadam Hafter tambi¨¦n ha escuchado a los soldados italianos desplazados a la zona. La primera ministra italiana, Giorgia Meloni, mantiene una estrecha colaboraci¨®n en materia migratoria con los dos gobiernos libios enfrentados: el de Hafter y el de Albdelhamid Dabeiba, que controla la parte occidental del pa¨ªs.
¡°Sab¨ªamos que Derna estaba construida sobre el paso natural de dos represas con millones de hectolitros. Y que eso era algo peligroso. Pero algo tan horrible no puede ser solo producto de un desastre natural¡±, lamenta Taofek Rafah, un anciano que observa lo que ocurre a su alrededor y necesita expresar su dolor. ¡°Tiene que ser voluntad de Dios¡±.
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