Proteger a los ni?os en Gaza: ¡°Mi hija me pide que le cubra las orejas con mis manos para escuchar menos las bombas¡±
Cada 10 minutos muere un ni?o de manera violenta en la Franja, seg¨²n un c¨¢lculo de la ONG Save the Children, en un lugar donde cuatro de cada cinco ya ten¨ªan s¨ªntomas de depresi¨®n, miedos y duelo
¡°Estoy despierta porque mi hijo Mohamed, de 15 a?os, no logra dormir. Hace un rato, mi hija Salma me pidi¨® que le cubriera las orejas con mis manos para escuchar menos las bombas y sentirse m¨¢s segura. Y mi peque?a, Sara, de 12 a?os, ha perdido totalmente el apetito. Lo poco que come lo vomita y lo ¨²nico que quiere es estar sola¡±. Son las dos de la madrugada en Gaza. Najwa tiene finalmente un poco de conexi¨®n a internet y ha cargado el tel¨¦fono gracias a unas bater¨ªas de su vecino. Esta palestina, empleada de una organizaci¨®n humanitaria internacional, tiene 51 a?os, no quiere dar su apellido y responde a este diario por WhatsApp desde su casa en el campo de refugiados de Nuseirat, en el centro de la Franja. Es una zona en la que el ej¨¦rcito israel¨ª pidi¨® que se concentraran los civiles porque estar¨ªan seguros, pero los bombardeos son constantes.
Najwa vive con su marido y tres de sus cinco hijos y ha dado cobijo en las ¨²ltimas semanas en su vivienda a tres familias m¨¢s, con siete ni?os de entre 1 y 10 a?os. ¡°Como madre, me duele no poder transmitirles seguridad o prometerles que todo va a ir bien. Me dicen que tienen hambre y no puedo darles siempre un plato de comida caliente o pan tierno, tienen miedo por la noche y no puedo encender la luz para tranquilizarlos, porque no hay electricidad y vivimos en la oscuridad¡±, explica.
Un ni?o muere en la guerra en Gaza cada 10 minutos, seg¨²n c¨¢lculos de la ONG Save The Children. La mayor¨ªa de los casi 4.000 menores fallecidos, sobre un total de m¨¢s de 9.000 v¨ªctimas palestinas, no tiene nombre ni historia. Son cad¨¢veres extra¨ªdos de los escombros como mu?ecas rotas; cuerpos menudos inertes transportados en brazos por padres desesperados a hospitales que pr¨¢cticamente ya no est¨¢n operativos; o peque?os bultos en bolsas de pl¨¢stico blancas a la espera de ser identificados y enterrados. ¡°?Cu¨¢ntos camiones hace falta que entren a Gaza para transportar m¨¢s de 3.300 ata¨²des para los ni?os?¡±, se preguntaba la ONG esta semana. Desde entonces, el n¨²mero de v¨ªctimas ha aumentado.
Me destroza el coraz¨®n ver c¨®mo se desvanecen los sue?os de mis hijos¡±Najwa, madre palestina
M¨¢s de 7.000 ni?os est¨¢n heridos tras los bombardeos y algunos de ellos han tenido que ser operados o amputados con una leve sedaci¨®n porque ya no queda anestesia. Adem¨¢s, hay m¨¢s de 1.000 desaparecidos, probablemente bajo las ruinas del lugar en el que se proteg¨ªan, seg¨²n cifras palestinas. El resto de los menores de Gaza, que representan casi la mitad de sus m¨¢s de dos millones de habitantes, est¨¢n refugiados en sus hogares o en casas ajenas, escuelas u hospitales. No hay vivienda sin ni?os en Gaza. Pero en este momento es muy dif¨ªcil, casi imposible, acceder a ellos o a sus padres a distancia, en una Franja sin electricidad y con pocas conexiones telef¨®nicas y a internet y donde no entran periodistas extranjeros y los reporteros locales trabajan a destajo poniendo en peligro sus vidas cada minuto. Al menos 36 de ellos han muerto bajo las bombas, seg¨²n los c¨¢lculos del Comit¨¦ para la Protecci¨®n de Periodistas (CPJ).
Hambre y sed
¡°?Estoy vivo?¡±, pregunta insistentemente un ni?o ensangrentado de unos siete a?os al doctor que lo atiende despu¨¦s de resultar herido en un bombardeo. ¡°Claro, claro que s¨ª, est¨¢s vivo¡±, responde el m¨¦dico. La imagen resume la crueldad de estos bombardeos y deja sin argumentos. La grab¨® Belal Mortaja, un camar¨®grafo palestino que lleva d¨ªas documentando lo que pasa en Gaza, centr¨¢ndose especialmente en el sufrimiento de los ni?os, que, a distancia, resulta inimaginable.
Los ni?os tambi¨¦n tienen hambre y sed. En la familia Hamdan, refugiada en Rafah, al sur de la Franja, con la esperanza de ser evacuados, ya que todos tienen nacionalidad espa?ola, hay tres peque?os de entre tres meses y tres a?os. Hace dos semanas, salieron en pocos minutos de su hogar, pr¨¢cticamente con lo puesto, huyendo de un bombardeo que destroz¨® su vivienda. ¡°Mi hermana est¨¢ desesperada. No hay agua en condiciones para hacer los biberones y el beb¨¦ no est¨¢ comiendo como deber¨ªa. Tampoco van a encontrar un m¨¦dico en estas circunstancias y adem¨¢s, ser¨ªa peligroso salir de casa. Por si fuera poco, est¨¢ comenzando a hacer fr¨ªo en Gaza y los ni?os no tienen ropa de abrigo¡±, explica por tel¨¦fono Ahmed Hamdan, t¨ªo de los beb¨¦s, que est¨¢ en Espa?a.
La mayor preocupaci¨®n de Najwa tambi¨¦n es el agua. Ella y su marido se ponen en marcha hacia las cinco de la ma?ana para ver d¨®nde ir a comprarla o conseguir unos bidones para poder hacer leche, t¨¦ y cocinar. ¡°No nos ba?amos, por supuesto, y eso mina la moral. La de los ni?os tambi¨¦n¡±, recalca.
¡°Son cr¨ªos adorables, inteligentes... Les gusta vivir, divertirse, bailar y cantar. Se merecen mucho m¨¢s que esta vida, en la que solo nos preocupamos por sobrevivir. Me destroza el coraz¨®n ver c¨®mo se desvanecen los sue?os de mis hijos¡±, dice Najwa, mientras recita como en una letan¨ªa: Salma quer¨ªa ser abogada, ¡°pero ahora ha perdido el inter¨¦s por todo¡±, Sara sue?a con aprender a tocar el piano y Mohamed explica que en este momento solo quiere ¡°sobrevivir y salir de Gaza para buscar una vida en otro lugar¡±.
¡°Es horrible que est¨¦n viviendo esto, pero a nadie le importan los derechos humanos, la ley humanitaria, la democracia... Todo es mentira. Nuestros hijos est¨¢n siendo masacrados delante de este pu?etero mundo¡±, lanza, irritada pero sinti¨¦ndose, pese a todo, afortunada. ¡°Me da escalofr¨ªos pensar en familias como la nuestra, bajo los escombros, muertas...¡°.
¡°Hemos vuelto a las cavernas¡±
Desde Jan Yunis, tambi¨¦n al sur de la Franja, Kayan env¨ªa un par de fotograf¨ªas de lo que ser¨¢ su comida del d¨ªa. La madera que recuperan de la calle se convierte en le?a y sobre una oxidada reja de hierro colocan una cazuela con tomates y berenjenas. ¡°No tenemos gas, hemos vuelto a las cavernas¡±, dice esta profesora, madre de cuatro ni?os de entre 5 y 15 a?os, refugiada en casa de un familiar donde hay un total de 40 personas, casi la mitad de ellos menores de edad. ¡°Los padres nos activamos al alba para coger n¨²mero y turno en alguna panader¨ªa que est¨¦ funcionando. O en varias. Nos dan 15 raciones de pan y no nos basta para tanta gente. Necesitamos ir a al menos dos panader¨ªas, con los riesgos que eso supone, porque est¨¢n siendo bombardeadas. Salimos de casa mi marido o yo, por si pasa algo, para que uno de los dos est¨¦ a salvo¡±, detalla.
La mujer explica tambi¨¦n que tras las bombas sienten una especie de gas que ¡°quema los ojos, la nariz y la garganta¡± y afecta especialmente a los m¨¢s peque?os. ¡°Los d¨ªas se hacen eternos. Se me hace duro jugar con ellos, no tengo moral¡±, admite, explicando que su hija menor, Manal, no se puede quedar sola un instante del miedo que siente y la llama a gritos cuando no la tiene a la vista.
Antes de esta ofensiva, el psiquiatra palestino Yasser Abu Jamei, director del ¨²nico centro gazat¨ª de salud mental centrado en ni?os, ya alertaba del deterioro psicol¨®gico que sufren los menores en Gaza, del miedo que les invade cuando est¨¢n lejos de sus padres, de trastornos importantes en su comportamiento o del aumento de los sentimientos suicidas. Este m¨¦dico y otras ONG tambi¨¦n han advertido de que sus padres y cuidadores de la Franja pierden seguridad en s¨ª mismos, creen que no pueden protegerlos ni acompa?arlos correctamente en su camino hacia la vida adulta, debido a la pobreza y violencia constantes. En 2022, Save The Children advirti¨® en un informe que cuatro de cada cinco ni?os de Gaza viv¨ªan con depresi¨®n, miedos y duelo y que las cifras empeoraban debido al bloqueo israel¨ª, en vigor desde 2007.
¡°Pienso en el primer d¨ªa que podr¨¦ volver a clase despu¨¦s de que todo esto termine. ?C¨®mo podr¨¦ ponerme delante de mis alumnos y transmitirles la vida si vamos a tener nuestras almas llenas de muerte?¡±, se preguntaba en una conversaci¨®n con este diario el profesor gazat¨ª, Talal Abu Shawish.
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