La zona devastada por el terremoto de Turqu¨ªa trata de levantar cabeza entre escombros y promesas incumplidas
Un a?o despu¨¦s del se¨ªsmo solo se han completado cerca del 15% de las viviendas previstas, por lo que cientos de miles de personas siguen alojadas en contenedores
Est¨¢ a punto de cumplirse un a?o desde que, en la madrugada del 6 de febrero de 2023, dos potentes terremotos de magnitud 7,5 y 7,8 sacudieron Turqu¨ªa y Siria, matando a m¨¢s de 60.000 personas. Tras el se¨ªsmo, el Ejecutivo de Recep Tayyip Erdogan ¨Dque se enfrentaba a unas cruciales elecciones¨D prometi¨® una r¨¢pida reconstrucci¨®n, pero 12 meses despu¨¦s se ha completado solo cerca del 15% de las viviendas prometidas. Cerca de 700.000 personas contin¨²an viviendo en campamentos de contenedores gestionados por el Gobierno, y varias decenas de miles m¨¢s en asentamientos informales. La zona afectada en el sureste de Turqu¨ªa, de una extensi¨®n mayor a Portugal y en la que antes del terremoto viv¨ªan 14 millones de personas, trata de levantar cabeza con dificultad ¨Dcientos de miles de familias dependen de las ayudas del Estado y organismos internacionales para sobrevivir¨D, mientras que en las provincias m¨¢s afectadas no se ha concluido la demolici¨®n de los edificios da?ados y prosiguen las labores de desescombro.
Hay d¨ªas en que el se?or Semih no sabe regresar a casa. El edificio de este maestro de obra jubilado es uno de los pocos que quedan en pie en el barrio de Armutlu, en la ciudad de Antioqu¨ªa, la que sali¨® peor parada del se¨ªsmo. Le cuesta encontrar el camino de vuelta porque no reconoce la ciudad. ?C¨®mo reconocer algo que ya no existe? No quedan puntos de referencia. Es como moverse en Dogville, la ciudad imaginaria de Lars von Trier, pero sin letreros que indiquen qu¨¦ hay en cada parcela. Solo las ruinas permiten saber que ah¨ª hubo una tienda, el edificio de un vecino, una mezquita o una iglesia. El resto son solares cubiertos de cascotes, delimitados por carreteras embarradas y llenas de socavones, salpicados por algunos edificios que se mantienen en pie, muchos de ellos visiblemente da?ados, pero cuyos due?os han recurrido las ¨®rdenes de demolici¨®n. ¡°Yo trabaj¨¦ en el extranjero, en Arabia Saud¨ª, trabaj¨¦ duro, porque entonces hab¨ªa esperanza de que las cosas ir¨ªan a mejor el d¨ªa de ma?ana¡±, cuenta Semih: ¡°Ya no. Lo ¨²nico que podemos desear es que se termine el d¨ªa y llegue el siguiente¡±.
Muy poco a poco, el bazar cubierto de Antioqu¨ªa comienza a recobrar vida, a medida que los comerciantes abren las tiendas que no fueron destruidas o que han conseguido reparar, pero al caer la noche, el centro de la ciudad queda casi desierto. En los edificios abandonados, el viento agita las cortinas hacia el exterior a trav¨¦s de los cristales rotos, como si estuvieran habitados por fantasmas.
¡°En esta ciudad hab¨ªa comercio, hab¨ªa riqueza. Ahora no hay casas, no hay trabajo, no hay gente¡±, se lamenta Aziza, que ronda los 40 a?os y vende verduras en un puesto improvisado a la salida del mercado. Toda la vida se ha dedicado a eso, a trabajar para sacar adelante, ella sola, a sus cinco hijos. Que estudiasen. Como su hija mayor, que se licenci¨® en Ingenier¨ªa, todo un orgullo. ¡°?ramos una familia feliz, viv¨ªamos todos juntos en el mismo edificio, est¨¢bamos unidos¡±, afirma.
La tierra tembl¨® y los edificios se llevaron por delante lo que m¨¢s quer¨ªa. Tres hijos ¨Dentre ellas, la mayor¨D, parientes, vecinos, amigos. Aziza cuenta historias terribles de los d¨ªas que siguieron al terremoto, de la b¨²squeda del cad¨¢ver de una de sus hijas, de gritos que se fueron apagando bajo los edificios derrumbados, de cuerpos destrozados, de un chaval del barrio que apareci¨® con una bolsa de pl¨¢stico negra con la cabeza de su hermana, todo lo que hab¨ªa podido recuperar de ella. ¡°?Cu¨¢nto hemos sufrido! ?nicamente el que lo ha vivido lo sabe¡±.
Hay algunas familias que ni siquiera han podido encontrar a sus seres queridos. Seg¨²n el diputado ?mer Faruk Gergerlioglu, hay constancia de 148 desaparecidos, cuyos cad¨¢veres no se han hallado y no se sabe si est¨¢n vivos o muertos. Casos extra?os como el de Fikriye Ayb¨¹ke K?r¨¹k, de 26 a?os, que fue rescatada herida y trasladada a un hospital de Esmirna (oeste de Turqu¨ªa), ¡°de lo que hay registros e incluso im¨¢genes¡±, pero cuyo rastro se pierde ah¨ª, pese a los esfuerzos de su madre y allegados, que llevan un a?o busc¨¢ndola. Gergerlioglu y otros diputados de la oposici¨®n han presentado en el Parlamento una moci¨®n para que se investiguen estos casos, especialmente los de casi 40 ni?os desaparecidos. ¡°Pero los partidos del Gobierno han votado en contra¡±, denuncia.
Esperando en los contenedores
Cuando recoge su puesto, Aziza regresa a su nuevo hogar: una casa-contenedor de 20 metros cuadrados (dos habitaciones y un sal¨®n-cocina min¨²sculo) donde viven ella, sus dos hijos y un amigo del menor que perdi¨® a su familia. A ambos lados de la casa-contenedor se extienden otras iguales en hilera. Y a una hilera sigue otra, hasta sumar 80 contenedores, que forman lo que se llama una ciudad-container. El extrarradio de Antioqu¨ªa y de otras ciudades afectadas est¨¢ poblado de estas ciudades-container, financiadas por ayuntamientos de otras partes del pa¨ªs y dirigidos por la agencia turca de gesti¨®n de emergencias (AFAD).
Es mejor soluci¨®n que las tiendas de campa?a en que habitaban 2,5 millones de personas hasta el pasado verano, pero la vida en ellos no es f¨¢cil. ¡°Son muy peque?os, como una celda. Cuando llueve mucho, entra el agua, y las calles entre los contenedores se inundan y es dif¨ªcil moverse. Vivimos en condiciones muy duras¡±, se queja G?khan, habitante de otra casa-contenedor.
En las ciudades-container viven 689.101 personas. Oficialmente, los campamentos de tiendas de campa?a han sido desmantelados y sus residentes alojados en contenedores, pero todav¨ªa es posible ver asentamientos informales en varios puntos de la zona afectada. Tambi¨¦n hay muchos que viven en tiendas o contenedores instalados junto a sus antiguos hogares, porque temen que roben en su propiedad, o porque se oponen a que sea demolida. ¡°Aunque las casas est¨¦n da?adas, muchas familias es lo ¨²nico que tienen y no saben si podr¨¢n permitirse levantar una nueva en caso de que la derriben¡±, explica el ingeniero Inal B¨¹y¨¹kasik. El Estado turco da ayudas mensuales de entre 3.000 y 5.000 liras por familia (90-150 euros); sin embargo, en muchos casos es insuficiente para hacer frente a un nuevo alquiler, dado el alza de precios. Cientos de miles han emigrado a otras zonas del pa¨ªs o incluso al extranjero.
El Gobierno calcula que es necesario edificar 680.000 viviendas y 170.000 locales comerciales. Antes de las elecciones de mayo, en la que revalid¨® su mandato tras 20 a?os en el poder, el presidente Recep Tayyip Erdogan hab¨ªa prometido edificar 319.000 viviendas antes del primer aniversario del terremoto, pero solamente 46.000 han sido completadas. El incremento de los costes de los materiales y la mano de obra ha provocado que menos constructoras se interesen por los proyectos licitados por TOKI, el organismo de vivienda p¨²blica, lo que, sumado a la tardanza en las labores de demolici¨®n y desescombro, est¨¢ retrasando los planes. Seg¨²n el Banco Mundial, reconstruir la zona costar¨¢ m¨¢s de 90.000 millones de euros, en torno a un 10% del PIB anual de Turqu¨ªa.
¡°Doy mi palabra de que la ¨²nica ayuda que he recibido [del Estado] es esta tienda de campa?a, y aun as¨ª la consegu¨ª con dificultad¡±, explica Mehmet, un barbero del pueblo costero de Samandag, al sur de Antioqu¨ªa, que ejerce su profesi¨®n bajo los pl¨¢sticos: ¡°S¨ª que se nos prometieron muchas cosas, pero no se han hecho realidad, y ya nadie cree que se vayan a cumplir¡±. En Hatay, la provincia a la que pertenecen estas localidades, muchos se quejan de que el Estado les ¡°ha abandonado¡±, y no pocos creen que se debe a que es una zona en la que suele ganar la oposici¨®n de centroizquierda. Por eso hay quienes, de cara a las elecciones municipales del pr¨®ximo marzo, se plantean votar por el partido de Erdogan, a ver si as¨ª el Gobierno central deja de discriminarles.
Siguiendo la falla de Anatolia Oriental en direcci¨®n norte, las obras de nuevas viviendas se hacen m¨¢s patentes al cambiar de provincia. En los pueblos de Islahiye y Nurdagi (provincia de Gaziantep) se han culminado ya 45 bloques que suman m¨¢s de un millar de apartamentos, y la bandera de Turqu¨ªa y el retrato de Erdogan cuelgan de varios de ellos para su inauguraci¨®n. Destacan porque rompen con la est¨¦tica y tradici¨®n de casas bajas de la zona, pero parecen robustos. ¡°Se han hecho estudios del suelo y se ha reforzado. Los edificios se han construido con medidas antis¨ªsmicas. De hecho, ning¨²n edificio de TOKI se derrumb¨® en el terremoto¡±, afirma un jefe de obra.
Un poco m¨¢s al norte, en Sekeroba (provincia de Kahramanmaras), los operarios se afanan en terminar otras 700 viviendas, cuyo sorteo se har¨¢ el pr¨®ximo d¨ªa 6. Mehmet Davut, de 48 a?os, espera ser uno de los afortunados. Vive con su esposa en una modesta casa de cemento de una sola habitaci¨®n que levant¨® por su cuenta sobre el solar que dej¨® su casa en ruinas: ¡°Intent¨¦ vivir en un contenedor, pero era tan peque?o que me faltaba el ox¨ªgeno¡±, asegura, pues sufre de una enfermedad respiratoria. En el pueblo, la actividad va recobrando la normalidad poco a poco, explica, pero aguarda con ansia el resultado del sorteo, para poder vivir en unas condiciones m¨¢s aceptables. Lo que m¨¢s le preocupa es si ¨¦l y sus nuevos vecinos podr¨¢n habituarse a la vida en un bloque de apartamentos, acostumbrados como est¨¢n a sus casas de pueblo, unifamiliares, y si ser¨¢ capaz de pagar los 25.000 euros que les cobrar¨¢ TOKI (la otra mitad del precio la pagar¨¢ el Estado) con su magra pensi¨®n de invalidez (90 euros).
De vuelta en Antioqu¨ªa, Aziza, la verdulera, sabe que a ella no le corresponder¨¢ ninguna vivienda p¨²blica, porque antes del terremoto viv¨ªa de alquiler. Solo le queda seguir enlazando un d¨ªa tras otro, trabajar y trabajar. ¡°Todos tenemos el coraz¨®n roto, pero estamos obligados a seguir viviendo. Yo tengo que seguir trabajando, por mis dos hijos. Pero ya no pienso en el futuro¡±.
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