Huir de Gaza tras resistir mil y una guerras: ¡°No puedo olvidar la destrucci¨®n que he visto¡±
Jamila Rasheed, de 68 a?os, acaba de llegar a Espa?a para vivir con uno de sus hijos. Su vivienda en el campamento palestino de Nuseirat fue destruida en un bombardeo d¨ªas despu¨¦s de su partida
Jamila Rasheed ha vivido un sinf¨ªn de guerras en Gaza desde que naci¨® en 1957 en este enclave al que fueron desplazados sus padres en la Nakba (la ¡°cat¨¢strofe¡± para los palestinos, tras la declaraci¨®n del Estado de Israel y la expulsi¨®n de sus tierras) de 1948. Nunca pens¨® en abandonar su hogar en el campamento de Nuseirat, en el centro de la franja de Gaza, y all¨ª ha permanecido durante un conflicto tras otro sin importar lo que cayera del cielo. Hasta ahora. En contra de su voluntad, aclara la mujer, uno de sus hijos ¨Dcon nacionalidad francesa, pero residente en L¨ªbano¨D, solicit¨® al Ministerio de Exteriores de Francia que gestionase la salida de sus padres el pasado diciembre.
¡°No quer¨ªa irme, mis hijas, mi hijo, mi pa¨ªs y mi coraz¨®n siguen all¨ª¡±. Tras cuatro meses de espera, el pasado 10 de abril, la mujer sali¨® por el paso de Rafah, en el sur de la Franja, y viaj¨® de El Cairo, capital de Egipto, a Par¨ªs, y de all¨ª, hasta Madrid, donde vive otro de sus hijos, Arafat Alhaj, de 40 a?os. En los pr¨®ximos d¨ªas, Alhaj espera la llegada del padre por la misma ruta. ¡°Pensamos que era m¨¢s seguro que vinieran a Europa. Sab¨ªamos que all¨ª no iban a sobrevivir¡±, argumenta el hijo. Un informe de la organizaci¨®n Euro-Med Human Rights Monitor alertaba en marzo del ¡°elevado¡± n¨²mero de v¨ªctimas mayores: alrededor del 7% de los muertos de la guerra son ancianos.
¡°?La imaginas peleando por la comida?¡±, se refiere Alhaj al riesgo que representa acceder a los escasos alimentos que se distribuyen, especialmente para alguien de la edad de su madre, que ya ha cumplido 68 a?os. ¡°En siete meses no com¨ª huevos, ni carne, ni leche. Compr¨¦ tomates una vez, y lentejas a nueve euros el kilo¡±, cuenta Jamila Rasheed. ¡°Lanzar ayuda por el aire es peligroso, pero sobre todo, es humillante. No son animales. Pero es lo que quieren que veamos, gente salvaje peleando por la comida, sin dignidad¡±, opina Laila Samara, su nuera, soci¨®loga de formaci¨®n y extrabajadora del Programa Mundial de Alimentos de la ONU en Turqu¨ªa.
Rasheed da un respingo cada vez que entra por la ventana el sonido atronador de los aviones que despegan o se aproximan a las pistas del aeropuerto de Madrid-Barajas, a menos de un kil¨®metro del peque?o apartamento que su hijo y nuera tienen alquilado. La mujer mira hacia el cielo para comprobar que no hay peligro. ¡°Estoy muy estresada. Es como una tortura. No puedo olvidar la destrucci¨®n que he visto. En cada momento esper¨¢bamos la llamada que nos alertase para salir de la casa y correr. Cuando ves a la gente morir, lloras; pero he llorado m¨¢s desde que he llegado aqu¨ª, al recordarlo¡±.
Una de las im¨¢genes que le ha quedado clavada en la memoria es el bombardeo de la vivienda de una de sus hijas. ¡°Sacamos a mi nieto inconsciente de entre los escombros. No sabemos c¨®mo sobrevivi¨®, fue un milagro¡±, se emociona. ¡°A mi hija la mandaron a Rafah a refugiarse, luego de vuelta, y ahora est¨¢ de nuevo en Rafah¡±. Pero la anunciada incursi¨®n terrestre de Israel en esta ciudad, ¨²ltimo refugio de m¨¢s de un mill¨®n de palestinos de otras zonas de Gaza, puede cambiar la situaci¨®n dr¨¢sticamente en cualquier momento.
¡°Me sent¨ª muy mal haciendo la maleta. La noche anterior, como sab¨ªa que me iba, no pude dormir¡±, recuerda. Rasheed tiene un visado de turista para tres meses. Las autoridades francesas le dieron tambi¨¦n la opci¨®n de obtener un permiso m¨¢s prolongado como solicitante de asilo, pero lo rechaz¨® porque planea regresar.
¨D ¡°Quiero volver, aunque no me dejen¡±, dice la mujer.
¨D ¡°Pero ya no tienes casa¡±, replica el hijo.
¨D ¡°Pues me quedar¨¦ en la calle¡±, le responde.
Pocos d¨ªas despu¨¦s de su llegada a Espa?a, Rasheed ha sabido que el edificio en el que resid¨ªa fue bombardeado y totalmente destruido. En un v¨ªdeo que le ha llegado a la familia del lugar despu¨¦s del ataque, ha podido distinguir alguna de sus pertenencias entre los escombros. ¡°All¨ª todos ¨¦ramos civiles. Ya no tengo nada. Quisiera haber estado y morir¡±, solloza.
Nuseirat est¨¢ siendo atacado intensamente en los ¨²ltimos d¨ªas y Rasheed est¨¢ preocupada porque el hijo var¨®n que a¨²n vive all¨ª est¨¢ durmiendo a la intemperie; todos los refugios y las casas de sus parientes est¨¢n abarrotados. Y las cuatro hijas y sus m¨¢s de 20 nietos, aunque tienen alojamiento con sus familias pol¨ªticas, est¨¢n tambi¨¦n en peligro. Rasheed sabe en carne propia que, como dice la ONU, hoy ¡°no hay lugar seguro en Gaza¡±.
¡°Mientras estaba all¨ª, no ten¨ªa electricidad ni conexi¨®n para estar al d¨ªa de lo que suced¨ªa. Durante dos meses, no pudimos hablar con ella, no pod¨ªamos escuchar su voz¡±, explica la nuera. ¡°Incluso entre nosotros, dentro, no nos pod¨ªamos comunicar¡±, apunta Rasheed. Ahora est¨¢ 24 horas pegada al tel¨¦fono, en los grupos de redes sociales y mensajer¨ªa en los que los palestinos comparten informaci¨®n, y siguiendo las noticias en los medios internacionales. ¡°Estamos preocupados por las enfermedades de nuestros sobrinos. No hay agua potable¡±, admite Samara, su nuera.
La ONU alert¨® ya en octubre del riesgo de muerte que enfrentan los gazat¨ªes, especialmente los ni?os, por falta de agua o dolencias relacionadas con la insalubridad de los recursos h¨ªdricos. El Ministerio de Sanidad de Gaza, dependiente de Ham¨¢s, advirti¨® el 26 de abril de que ha perdido toda capacidad para analizar y clorar el agua potable de la Franja, por lo que todos los habitantes del enclave ¡°est¨¢n poniendo su vida en peligro¡± con solo beber.
Carente de casi todo, durante el d¨ªa, Rasheed estaba muy ocupada en sobrevivir. Sin gas, electricidad, ni horno, ni nevera, dedicaba la mayor parte de la jornada a buscar le?a, alimentos y cocinar. De vez en cuando, hac¨ªa cola en comercios con generadores para cargar el tel¨¦fono. ¡°Los ingenieros, los doctores¡ Todo el mundo est¨¢ en la misma situaci¨®n, sin distinci¨®n. Todas las familias est¨¢n rotas¡±. Tres primas de su marido murieron junto a todos sus parientes en los primeros d¨ªas de guerra. ¡°Somos civiles. No es que crea que nadie se merezca que le maten, pero hablo de la gente que conozco que no son de Ham¨¢s ni otros grupos¡±, insiste. ¡°Ahora no solo luchamos contra Israel, sino contra Estados Unidos, Alemania o el Reino Unido, que le dan armas para matarnos¡±, afirma entre aspavientos y l¨¢grimas en los ojos. ¡°Es nuestro derecho existir y resistir. Es nuestro pa¨ªs¡±, defiende.
Al haber salido por intermediaci¨®n de Francia, la familia de Rasheed no ha tenido que desembolsar los entre 5.000 y 10.000 d¨®lares (entre 4.600 y 9.300 euros) que pagan los gazat¨ªes como ¡°gastos de coordinaci¨®n¡± para que las autoridades egipcias les permitan traspasar la frontera. Lo saben porque, como la v¨ªa diplom¨¢tica con Par¨ªs se demoraba, los hijos de Rasheed sopesaron pedir dinero prestado para pagar ¡°el soborno¡±, explica la nuera. Entre 80.000 y 100.000 palestinos han abandonado Gaza desde el 7 de octubre, seg¨²n las autoridades egipcias.
El Cairo ha reiterado que no quiere que los gazat¨ªes se establezcan en Egipto, por lo que les otorgan visados temporales de dos o tres d¨ªas, para que abandonen el pa¨ªs cuanto antes hasta su destino final. Samara le explica a su suegra que, para entrar de vuelta a la Franja como ella desea, el coste es de 3.000 d¨®lares. ¡°No tengo dinero, ?por qu¨¦ pagar¨ªa y a qui¨¦n por volver a mi casa?¡±, se pregunta ella.
Francia ha facilitado la salida de 260 francopalestinos y familiares entre el 1 de noviembre de 2023 y el pasado 6 de abril. Desde el 7 de octubre, d¨ªa en el que Ham¨¢s atac¨® territorio israel¨ª, hasta finales de abril, Espa?a ha facilitado la salida de Gaza a 187 hispanopalestinos, seg¨²n datos del Ministerio de Exteriores. En el primer trimestre de este a?o, 88 palestinos han solicitado asilo en el pa¨ªs, seg¨²n datos de Interior. En todo 2023 fueron 184.
Para Rasheed, regresar a Gaza, como ella desea, no parece una posibilidad real hoy. Pero la familia no ha decidido qu¨¦ har¨¢n la mujer y su esposo cuando expire su visado, o m¨¢s bien, d¨®nde pedir¨¢n asilo. Los hijos de Rasheed fuera de Gaza est¨¢n dispersos entre Madrid, L¨ªbano y Turqu¨ªa. ¡°Quiz¨¢ se queden aqu¨ª, quiz¨¢ se muden a un pa¨ªs m¨¢s cercano. Quiz¨¢ la situaci¨®n haya cambiado¡±, elucubra ella.
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