Israel-Gaza, anatom¨ªa de una frontera en guerra: ¡°No podemos vivir eternamente as¨ª. Ellos, tampoco¡±
Los 69 kil¨®metros de carretera israel¨ª que rodean la Franja transitan entre el horror por la matanza de Ham¨¢s y la ofensiva en el enclave palestino y la esperanza de los que tratan de recuperar la vida
El horror y la esperanza transitan de la mano a lo largo de los 69 kil¨®metros de carretera que rodean Gaza por territorio israel¨ª. La ruta parte desde el norte, junto al paso de Erez, y va descendiendo hacia el de Kerem Shalom, el v¨¦rtice en el que confluyen Israel, Egipto y Rafah (Gaza), que el ej¨¦rcito israel¨ª ha prometido invadir en breve. Por el camino, los sangrientos hitos del ataque cometido por miembros de Ham¨¢s el pasado 7 de octubre, cuando fueron asesinadas unas 1.200 personas y 250 acabaron secuestradas, seg¨²n datos oficiales. Y al otro lado de la frontera, la crudeza de la guerra en Gaza. Est¨¢ previsto que este mi¨¦rcoles el secretario de Estado de EE UU, Antony Blinken, visite por primera vez la zona en el s¨¦ptimo viaje que realiza a Israel desde que se inici¨® la guerra.
Es el mismo territorio donde estos d¨ªas algunos ciudadanos tratan de que la vida vuelva a abrirse paso de nuevo. La tarea no es sencilla pues, a escasos metros, al otro lado de la valla de demarcaci¨®n, las tropas de Israel han matado ya en estos seis meses a m¨¢s de 34.500 gazat¨ªes y mantienen la ocupaci¨®n y los ataques. Este viaje transcurre por una frontera que vive estos d¨ªas bajo una guerra en pleno apogeo, pero, al mismo tiempo, una frontera donde no se conoce apenas la paz desde que naciera el Estado de Israel hace 75 a?os.
¡°Estas comunidades se van a reconstruir y la zona va a volver a florecer. La gente va a volver a vivir ac¨¢. Y los ni?os van a volver a jugar en todas las esquinas¡±, afirma optimista Mart¨ªn Filkenstein, agricultor de 45 a?os del kibutz Nir Oz, donde una cuarta parte de sus 400 vecinos muri¨® o fue secuestrado. Pero la vida sigue hoy congelada salvo para el pu?ado de empleados que, como Filkenstein, acude cada d¨ªa desde las localidades en las que residen de manera provisional alejados de la frontera. No hay plazos para el retorno de la poblaci¨®n, tampoco sabe cu¨¢ntos van a querer regresar. De momento, afirma, el trauma por lo vivido se sigue imponiendo, aunque ¨¦l, a nivel personal, no tiene miedo.
Hasta el 7 de octubre, Erez era el principal nexo entre Gaza e Israel, sobre todo por los casi 20.000 trabajadores palestinos del enclave que estaban empleados en el pa¨ªs vecino. En medio de la presi¨®n internacional, Israel anunci¨® hace un mes que iba a permitir la llegada de ayuda humanitaria por este paso hacia el norte de la Franja, la zona m¨¢s castigada por el hambre, una de las armas empleadas contra los 2,3 millones de gazat¨ªes en el conflicto. Erez sigue cerrado, pero en las ¨²ltimas semanas se permite la entrada de algunos camiones m¨¢s hacia la zona septentrional del enclave.
Aquella madrugada de octubre, Erez fue uno de los lugares asaltados por los milicianos de Ham¨¢s para acceder a Israel. A pocos minutos de all¨ª, la poblaci¨®n del kibutz Yad Mordejai, que acogi¨® una intensa batalla durante la guerra de independencia de Israel en 1948, se convirti¨® de nuevo en escenario b¨¦lico. Otro objetivo de Ham¨¢s fue Sderot, ubicada en el margen noreste de Gaza a un kil¨®metro de la frontera y la ciudad israel¨ª tradicionalmente m¨¢s castigada por los cohetes palestinos. Es el ¨²nico lugar de la ruta donde, comparado con visitas anteriores en los ¨²ltimos meses, la normalidad se ha ido abriendo paso.
Recuperar la vida
Atr¨¢s han quedado los d¨ªas posteriores al ataque, en el que murieron 70 vecinos, cuando apenas permaneci¨® el 10% de sus 30.000 habitantes. El goteo de regresos, con los colegios ya reabiertos, hace que hoy no sea f¨¢cil encontrar aparcamiento en las zonas comerciales. ¡°Estamos recuperando la vida¡±, se?ala Shaili Elkayam, de 21 a?os, empleada de una tienda de ropa infantil mientras apura un cigarro. El nivel de clientela se encuentra en torno al 50%, calcula. Pese a todo, la joven no olvida que los cristales de las ventanas siguen temblando de vez en cuando por las detonaciones, lo que asusta a su perro, cuenta con una mueca.
La carretera 232, que atraviesa Sderot, desciende en direcci¨®n sur en paralelo al per¨ªmetro de Gaza. Como principal eje de la matanza, se convirti¨® en la carretera de la muerte. Poco tiene hoy que ver con aquellos d¨ªas posteriores en los que cientos de coches calcinados o acribillados eran retirados mientras una excavadora mov¨ªa cual peleles los despojos de los yihadistas que hab¨ªan muerto en los choques con el ej¨¦rcito israel¨ª a la entrada del kibutz Beeri, como presenci¨® este enviado especial.
Tambi¨¦n se ha esfumado de esta v¨ªa el movimiento de tanques y los miles de militares apostados en la zona en improvisadas bases para tomar Gaza, algo que ocurri¨® el 27 de octubre con el inicio de la invasi¨®n terrestre. El d¨ªa que se realiz¨® este reportaje, el 10 de abril, ni un solo blindado militar se cruz¨® por el camino.
El cruce de Beeri supone la antesala al peor de los escenarios de la carnicer¨ªa de Ham¨¢s. Una arboleda en el lado derecho del camino sit¨²a el lugar en el que aquel infausto s¨¢bado se celebraba el festival Nova, con varios miles de j¨®venes bailando despreocupados al amanecer. Hasta 360 de ellos murieron en un asalto sin piedad que se prolong¨® durante horas.
Hoy, el lugar se ha convertido en una especie de santuario al aire libre al que peregrina gente de todo Israel y del extranjero. Decenas de personas llegadas en dos autobuses, algunas con audiogu¨ªa colgada al cuello, deambulan entre las fotos, las pancartas, las velas, los altares improvisados, las inscripciones y hasta los objetos personales ¡ªincluso llaves de coche¡ª colocados en recuerdo de las v¨ªctimas.
Isaac Markman, de 58 a?os, un jud¨ªo de origen brasile?o que reside en Vancouver (Canad¨¢), no deja de pensar en sus hijas universitarias, Amanda, de 24 a?os, y Giovanna, de 22. ¡°Las veo a las dos en los rostros de todos estos j¨®venes¡±, afirma delante de las fotos junto a las que flamean al aire varias banderas de Israel. ¡°Y tambi¨¦n las veo en todos estos j¨®venes militares¡±, a?ade al paso de una muchacha que viste el uniforme del ej¨¦rcito. Markman ha visitado junto a su mujer, Flavia, de 53 a?os, varios de los lugares de la carnicer¨ªa de octubre. ¡°Hemos venido en se?al de duelo¡±, afirma la mujer sin poder reprimir las l¨¢grimas. Les acompa?a su cu?ado, Menashe Zugman, y su esposa.
Zugman, de origen argentino y vecino de una de las colonias jud¨ªas en la Cisjordania ocupada, lleva a?os dedicado a ser gu¨ªa tur¨ªstico por lugares de la memoria del Holocausto, especialmente Polonia. ¡°No podemos comparar esto con la Shoah¡±, cuando murieron entre cinco y seis millones de jud¨ªos, admite, aunque ¡°esto del 7 de octubre est¨¢ m¨¢s pr¨®ximo, es el presente¡±, a?ade. Pese a todo, este colono se queda con el dato de que el 85% de los asistentes al festival sobrevivieron. ¡°Hoy esto es m¨¢s seguro que el 7 de octubre. Veo el futuro con fe¡±, concluye. De fondo, retumba cada poco la artiller¨ªa israel¨ª disparando hacia la vecina Gaza, claro recordatorio de que la guerra est¨¢ a unos cinco kil¨®metros.
Eso no impide que algunos hayan retomado en la zona sus quehaceres diarios. Cuatro trabajadores tailandeses se afanan en un campo de mangos a las afueras del kibutz Nir Yitzhak. Llevan varios a?os en Israel pero ninguno fue v¨ªctima del ataque de Ham¨¢s, en el que varios compatriotas fueron asesinados y otros secuestrados. Al ser preguntados por el motivo por el que no se han ido pese al conflicto, Kadi, uno de ellos, responde frot¨¢ndose la yema de los dedos haciendo un gesto para indicar que necesitan el dinero.
La agricultura es el gran motor econ¨®mico de las comunidades que se levantan en el per¨ªmetro exterior de Gaza. Grandes extensiones de invernaderos dominan el paisaje, aunque muchos siguen todav¨ªa hu¨¦rfanos de cultivos. De hecho, el sector se encuentra sumido por la contienda en la peor crisis de su historia. En el kibutz Nir Oz las p¨¦rdidas ascienden a ¡°varios millones de euros¡±, destaca Mart¨ªn Filkenstein, miembro de la cooperativa que gestiona los campos de los que depende hasta el 80% de la econom¨ªa de la comunidad, algunos ubicados a solo 700 metros de la valla de Gaza.
Impulsados por la necesidad de minimizar las p¨¦rdidas, ¨¦l y una decena m¨¢s de vecinos estaban de vuelta a la faena pocos d¨ªas despu¨¦s del ataque. M¨¢s de tres cuartas partes de los ingresos las representa el cultivo de la patata, que se siembra en octubre y noviembre, por lo que la presente cosecha se ha perdido, eval¨²a Filkenstein, jud¨ªo llegado desde Argentina hace 25 a?os y que se salv¨® del ataque de Ham¨¢s tras permanecer escondido con su mujer y tres hijos durante 12 horas.
El asfalto, ondulado a golpe de oruga de tanques y blindados, est¨¢ siendo renovado en algunos tramos de la carretera, lo que evita el inc¨®modo ruido y vibraci¨®n de los neum¨¢ticos de los veh¨ªculos. Algo m¨¢s hacia el sur, una columna de humo se alza sobre el cielo a la altura de la localidad palestina de Rafah, ya fronteriza con Egipto. Mientras, en el lado israel¨ª, trabajan con esa explosi¨®n de fondo un tractor y una m¨¢quina preparando alpacas de paja. Varios globos blancos fijados al terreno con cuerdas sirven a las fuerzas israel¨ªes como puntos de observaci¨®n del enclave palestino, adonde no permiten el acceso a los reporteros.
Un agente armado impide el acceso al kibutz Kerem Shalom, fronterizo con la Franja. M¨¢s abajo, ah¨ª donde confluyen Israel, Gaza y Egipto, solo quedan las instalaciones del paso hacia territorio palestino. La carretera est¨¢ custodiada por un control policial desde el que, al fondo, se aprecia la larga fila de camiones en la frontera esperando ser inspeccionados por agentes israel¨ªes antes de que les den luz verde para pasar al lado gazat¨ª con ayuda humanitaria.
Cumplimentado ese tr¨¢mite, que lleva a veces d¨ªas de espera y que Israel retrasa de manera deliberada, como denuncian diferentes organizaciones humanitarias, los veh¨ªculos avanzan entonces hacia el enclave palestino. Lo hacen junto a lo que fue el aeropuerto internacional Yaser Arafat, inaugurado en noviembre de 1998 por el que era en aquel momento presidente palestino junto al primer presidente de la historia de Estados Unidos que llegaba en avi¨®n a Palestina, Bill Clinton. Esas instalaciones, levantadas con fondos espa?oles, entre otros pa¨ªses donantes, fueron bombardeadas en 2001 por el ej¨¦rcito de Israel, que controla y somete de manera f¨¦rrea y sistem¨¢tica a la Franja por tierra, mar y aire.
¡°Nosotros no podemos vivir eternamente as¨ª. Ellos tampoco pueden vivir eternamente as¨ª¡±, suspira Mart¨ªn Filkenstein, que considera a la poblaci¨®n de Gaza tambi¨¦n v¨ªctima del radicalismo de Ham¨¢s. ?Es posible que haya paz en esta frontera? ¡°Creo que es dif¨ªcil¡±, concluye el agricultor de origen argentino.
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