Amenazados de muerte, torturados y endeudados con las mafias: qui¨¦nes son los 12 deportados a Albania
Las historias de los migrantes que fueron recluidos en el campo de internamiento de Gjad?r, reconstruidas a trav¨¦s de los testimonios de quienes hablaron con ellos
Nada se sabe de los 10 banglades¨ªes y los seis egipcios que fueron deportados por Italia a Albania el mi¨¦rcoles, a pesar de que han acaparado las noticias durante una semana, y han estrenado el primer campo de internamiento de la UE fuera de sus fronteras. Solo hubo im¨¢genes de ellos de lejos, al bajar del barco que los llev¨®, y al subir al que les traslad¨® a Italia el s¨¢bado. EL PA?S ha podido reconstruir algunas de sus historias, a trav¨¦s de los testimonios de cinco personas que hablaron con ellos, en la delegaci¨®n parlamentaria italiana que les visit¨® en el centro de Gjad?r. Son historias duras y de extrema brutalidad. ¡°Lo peor es Libia, es lo que dicen todos, lo describen como un infierno¡±, resume uno de estos interlocutores. Todos zarparon desde este pa¨ªs africano.
Muchos banglades¨ªes acaban en Libia, en avi¨®n, a trav¨¦s de Dubai, buscando trabajo, con falsas promesas de futuro, o es el destino de quien huye por alg¨²n motivo. Uno de los migrantes relat¨® que lo hizo porque hab¨ªa defendido a su padre en una pelea por un terreno, cuando le estaban pegando, y la otra persona lo denunci¨® por homicidio, seg¨²n ¨¦l de forma injusta. Le iban a detener y decidi¨® escapar. Otro se march¨® porque su hermano, en un conflicto pol¨ªtico, mat¨® a un hombre y escap¨® para esconderse, seg¨²n relat¨®. Luego le orden¨® que ¨¦l mismo matara a otra persona, pero ¨¦l se neg¨®. Entonces le amenaz¨® a ¨¦l y acab¨® dejando el pa¨ªs. Un tercero asegur¨® que era de una minor¨ªa hind¨², hostigada en donde viv¨ªa, con destrucci¨®n de templos y estatuas, y ¨¦l sufri¨® amenazas de muerte. Un cuarto estaba desesperado porque no consegu¨ªa mantener a su familia y ten¨ªa muchos parientes enfermos, con gastos m¨¦dicos. Como ¨²ltimo recurso decidi¨® emigrar para intentar mandarles dinero. ¡°Dijo que si volv¨ªa a su pa¨ªs se suicidar¨ªa¡±, resume uno de los que le entrevist¨®.
Una quinta persona no hu¨ªa de nada, y dijo que la verdad es que no quer¨ªa ir a Italia. Pero dice que viaj¨® a Libia enga?ado para trabajar, con un pr¨¦stamo con intereses muy altos que luego nunca consegu¨ªa pagar, trabajaba gratis solo para devolverlo. Ya solo pens¨® en huir de Libia como fuera, aunque al escapar dej¨® su deuda pendiente, y all¨ª no puede regresar o lo matar¨ªan.
La situaci¨®n en Libia es muy peligrosa, como han denunciado en numerosas ocasiones organizaciones de derechos humanos y miles de migrantes de otros pa¨ªses que quieren embarcarse rumbo a Italia acaban en manos de mafias locales, esclavizados. Tambi¨¦n hay grupos criminales de banglades¨ªes que explotan a sus propios compatriotas. Todos los deportados a Albania afirman que cayeron en poder de mafias. ¡°Es muy frecuente, los secuestran, los encierran en una habitaci¨®n y piden un rescate a su familia¡±, relata quien habl¨® con ellos. Uno de estos banglades¨ªes cuenta que lo secuestraron al subirse a un taxi. El propio taxista lo vendi¨® a un grupo criminal. Pas¨® cuatro meses en una habitaci¨®n, encerrado con otras personas. Varios de ellos refieren que estaban a oscuras, con las manos atadas, y no les daban ni comida ni bebida durante d¨ªas.
Torturas grabadas
Las familias se endeudan, hipotecan la casa, hacen lo que sea para salvarlos. Si no llega el dinero exigido, los captores torturan a sus v¨ªctimas. Los banglades¨ªes de Gjad?r han relatado palizas a palos, a veces atados de pies y manos, o colgados boca abajo, y en ocasiones con descargas el¨¦ctricas aplicadas con un cable. Tambi¨¦n les arrancaban las u?as. Estas escenas a menudo son grabadas para mandar el v¨ªdeo a sus familias, y presionarles para que env¨ªen dinero. Aun as¨ª, el riesgo es que cuando son liberados, en realidad les vendan a otro grupo mafioso, o caigan en manos de otro en cuesti¨®n de d¨ªas. A veces encuentran trabajo, pero a menudo son esclavizados, no les pagan o solo sueldos ¨ªnfimos.
Entre los deportados egipcios, quienes los han visitado citan el caso de un desertor, un joven al que pararon por la calle en un control y le llevaron a hacer el servicio militar, con una duraci¨®n de tres a?os. Entonces huy¨® a Libia, trabaj¨® sin cobrar en el campo y en la construcci¨®n, esclavizado, con palizas frecuentes. Mostraba una cicatriz en el puente nasal, roto por un golpe de kal¨¢shnikov de sus vigilantes. En total, entre el viaje a Libia, su liberaci¨®n y el pasaje a Italia, se gast¨® el equivalente a 8.500 euros. Otro egipcio relata que ha huido porque corr¨ªa peligro de ser asesinado: su t¨ªo hab¨ªa matado a un hombre, y como no ten¨ªa hijos, la venganza de la familia del fallecido deb¨ªa recaer sobre ¨¦l, seg¨²n las costumbres locales que ha referido. Cont¨® que si le repatriaban a Egipto, le matar¨ªan.
¡°Al final estas personas quieren salir de Libia como sea, pero no pueden volver a su pa¨ªs, tambi¨¦n porque las mafias les han quitado el pasaporte. Les queda el mar e Italia. Est¨¢n siempre entre la vida y la muerte. En el mar pueden morir, pero al menos hay una esperanza¡±, explica este interlocutor. Embarcarse rumbo a Italia puede costar entre 4.000 y 5.000 euros. Sumado a lo que se hayan gastado en llegar a Libia, y los rescates que hayan tenido que pagar.
Sobre la traves¨ªa hacia Italia, algunos deportados que iban en la misma barca cuentan que al cabo de un tiempo se quedaron sin gasolina y a la deriva. Despu¨¦s de unas horas, apareci¨® un dron en el cielo, que interpretaron como una se?al de salvaci¨®n. Les hab¨ªan localizado. M¨¢s tarde lleg¨® una nave italiana, que los rescat¨®. Algo que todos los deportados de Gjad?r dec¨ªan en sus coloquios era dar las gracias a Italia por haberles salvado. Ya solo poder ducharse, tomar un caf¨¦ y fumar un cigarrillo fue el primer momento de calma en meses. Algunos pasaron en Libia hasta nueve meses, un a?o o dos a?os. ¡°Uno de ellos dec¨ªa: ¡®Ahora no puedo volver a mi pa¨ªs, mi vida corre peligro. En Italia podr¨ªa ser libre¡¯¡±. Ya est¨¢n en Italia.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.