Una devota cat¨®lica e int¨¦rprete ortodoxa de la Constituci¨®n
La aspirante a ocupar la vacante en el alto tribunal estadounidense es del agrado de los sectores de la derecha religiosa
Ruth Bader Ginsburg (tambi¨¦n conocida por un pa¨ªs que ama las siglas como RBG) mor¨ªa el pasado 18 de septiembre, viernes. Apenas una semana despu¨¦s, el s¨¢bado 26, el presidente Donald Trump anunci¨® el nombramiento de la que reemplazar¨¢ a quienes muchos ve¨ªan como un icono feminista: una mujer cuya trayectoria judicial y creencias religiosas hacen aventurar un voto en el Tribunal Supremo que puede amenazar derechos fundamentales para las mujeres, como el que en 1973 estableci¨® que la Constituci¨®n de EE UU garantizaba el derecho a poner fin a un embarazo no deseado.
Ferviente cat¨®lica, contraria al aborto, madre de siete hijos ¨Cuno con s¨ªndrome de Down y otros dos adoptados en Hait¨ª¨C, Amy Coney Barrett (ya existen camisetas con las siglas ACB) llegar¨¢ a la m¨¢xima corte de la naci¨®n, de ser confirmada, con unas credenciales que la convierten en la candidata deseada de la derecha m¨¢s ultraconservadora. De hecho, el anuncio orgulloso de Trump de que RBG ser¨ªa reemplazada por otra mujer, por esa mujer, se ha considerado como un insulto a toda una trayectoria vital dedicada a la defensa de la igualdad. Como escribe este s¨¢bado la profesora de leyes Lara Bazelon en el diario The New York Times, ¡°no cualquier mujer vale¡±. Las mujeres no son como ¡°los calcetines para el gimnasio que se compran al por mayor¡± y se sustituyen por otros cuando uno de ellos se despareja.
Con 48 a?os de edad, Amy Coney Barrett podr¨ªa convertirse en la juez m¨¢s joven del Tribunal Supremo y en la quinta mujer en la historia del alto tribunal de Estados Unidos. Para los republicanos, Barrett es la candidata ideal para un cargo vitalicio que definir¨¢ el destino del pa¨ªs durante d¨¦cadas, ya que los jueces del Supremo se encargan de interpretar la Constituci¨®n. A este respecto, Barrett ¨Ccomo suced¨ªa con el fallecido juez conservador Antonin Scalia, para quien la letrada trabaj¨® m¨¢s de 10 a?os¨C se define como una ¡°originalista¡± o ¡°textualista¡±, aquellos que persiguen la filosof¨ªa que contempla de forma estricta los textos de la Constituci¨®n y tratan de aplicar en sus sentencias la intenci¨®n original que tuvieron sus art¨ªfices en 1787. Estamos hablando del siglo XVIII. La juez ¨Ccon tan solo tres a?os de experiencia como titular¨C pertenece a la Sociedad Federalista, la organizaci¨®n judicial conservadora que ha sido fundamental a la hora de influenciar a Trump para la elecci¨®n de los jueces del Supremo.
¡°El dogma define su vida¡±
Su fe cat¨®lica hizo que durante su confirmaci¨®n en 2017 para el puesto que ocupa en la corte de apelaciones del S¨¦ptimo Circuito en Chicago, la senadora dem¨®crata Dianne Feinstein pusiera en duda que Barrett pudiera emitir fallos dejando a un lado su credo religioso. ¡°El dogma define su vida¡±, le dijo Feinstein, ¡°y eso es un motivo de preocupaci¨®n¡± en un juez, certific¨® la senadora.
Barrett se defendi¨®: ¡°Si me pregunta si me tomo mi fe cat¨®lica en serio, lo hago. Pero debo enfatizar que mi afiliaci¨®n personal a mi iglesia o mis creencias religiosas no afectar¨¢n a mi deber como juez¡±. Barrett es miembro de un particular grupo conservador de fe cristiana conocido como People of Praise. Seg¨²n reportan varios medios de comunicaci¨®n, entre ellos The New York Times y Newsweek, este colectivo tiene entre sus ense?anzas que es ¡°el marido el que debe asumir toda la autoridad dentro del hogar¡±.
De ser confirmada para pertenecer al selecto estamento que se ha convertido en las ¨²ltimas d¨¦cadas en una especie de tercera C¨¢mara, un ¨¢rbitro de disputas irresolubles, Barrett ser¨ªa el sexto miembro cat¨®lico de la Corte; todos, menos Sonia Sotomayor, han sido nombrados por presidentes republicanos. El juez Neil Gorsuch creci¨® en el catolicismo, pero hoy es episcopaliano. Los otros dos magistrados, Stephen Breyer y Elena Kagan, son jud¨ªos.
No es esta la primera vez que Barrett ha sido considerada para el puesto. Cuando en 2018 se jubil¨® el juez Anthony Kennedy, el presidente Trump se entrevist¨® con Barrett. Pero dicen quienes conocieron los entresijos de aquel momento que el encuentro con el mandatario no fue bien: la juez ten¨ªa conjuntivitis, lo que la oblig¨® a llevar gafas oscuras. ¡°Sin duda, no estaba en su mejor d¨ªa¡±, dice una fuente citada por la cadena p¨²blica de radio NPR que prefiri¨® guardar el anonimato.
Sin embargo, los encuentros en la Casa Blanca durante esta semana entre la juez y el presidente parecen haber ido mejor (a juzgar por la nominaci¨®n). Barrett ha recibido incluso la bendici¨®n del todopoderoso Mitch McConnell, el l¨ªder de la mayor¨ªa en el Senado, quien ve en esta mujer un curr¨ªculum conservador a prueba de bombas para poder remodelar la ley y la sociedad norteamericana durante los pr¨®ximos a?os.
En opini¨®n de Chuck Schumer, l¨ªder de la minor¨ªa dem¨®crata en el Senado, Barrett ¡°defiende todo aquello a lo que era contraria Ruth Bader Ginsburg¡±. Y apunta algo m¨¢s el dem¨®crata de Nueva York: ¡°Defiende muchas cosas con las que gran mayor¨ªa del pueblo americano no est¨¢ de acuerdo¡±. El hecho de que la nominada por la Casa Blanca sea una mujer carece casi de importancia si esa mujer no apoya la igualdad de los derechos entre hombres y mujeres que la juez Ginsburg defendi¨® toda su vida, hasta su muerte.
De la misma manera que Roe versus Wade peligra con una mayor¨ªa ultraconservadora en el Supremo, el futuro de la ya bautizada como Obamacare tambi¨¦n podr¨ªa estar en riesgo con el nombramiento de Barrett. El alto tribunal, de hecho, tiene previsto en su agenda un tercer asalto a la ley una semana despu¨¦s de las elecciones presidenciales.
Escribe la catedr¨¢tica Lara Bazelon en el Times: ¡°En su lecho de muerte, la juez Ginsburg escribi¨® que su m¨¢s ferviente deseo era que no se nombrara un nuevo juez hasta despu¨¦s de las elecciones. Es un c¨¢lculo fr¨ªo por parte del presidente, maestro de la misoginia, que la nominaci¨®n de una mujer, por s¨ª sola, deber¨ªa de ser suficiente para suavizar cualquier oposici¨®n a la monstruosidad de una acelerada, hip¨®crita y abiertamente farsa pol¨ªtica¡±. ¡°Pi¨¦nselo de nuevo, se?or presidente: no somos est¨²pidas¡±.
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