La mentira del ¡°querer es poder¡± que culpabiliza a los ni?os
En muchas ocasiones, nuestros hijos ponen todo lo que est¨¢ en sus manos para conseguir el objetivo, sin embargo, no siempre basta con buenas intenciones
Desde que tenemos uso de raz¨®n, nuestros padres y maestros nos han transmitido la idea de que la consecuci¨®n de lo que nos proponemos depende, casi exclusivamente, de nuestra actitud y esfuerzo. Por supuesto que dichas habilidades son necesarias para alcanzar una meta por muy cotidiana que sea, pero son insuficientes. Frases como ¡°el que la sigue, la consigue¡±, ¡°puedes proponerte todo lo que quieras en esta vida¡± o el archiconocido ¡°querer es pod...
Desde que tenemos uso de raz¨®n, nuestros padres y maestros nos han transmitido la idea de que la consecuci¨®n de lo que nos proponemos depende, casi exclusivamente, de nuestra actitud y esfuerzo. Por supuesto que dichas habilidades son necesarias para alcanzar una meta por muy cotidiana que sea, pero son insuficientes. Frases como ¡°el que la sigue, la consigue¡±, ¡°puedes proponerte todo lo que quieras en esta vida¡± o el archiconocido ¡°querer es poder¡± son solo algunos ejemplos. En muchas ocasiones, nuestros hijos ponen todo lo que est¨¢ en sus manos para conseguir el objetivo, sin embargo, no siempre basta con buenas intenciones. En ocasiones uno quiere, no obstante, no puede.
Me parece peligroso e injusto el mensaje que se manda desde algunos sectores dejando la posible consecuci¨®n de determinada meta ¨²nica y exclusivamente a las ganas y actitud positiva de la persona. No se?ores, no, no siempre querer implica poder. Creo que lanzamos una idea muy perversa y poco realista a nuestros hijos cuando les decimos que se pueden proponer lo que quieran en la vida, ya que gracias a su voluntad y esfuerzo lo conseguir¨¢n. Ojal¨¢ fuera as¨ª siempre.
Si entramos de lleno a hablar de las personas que est¨¢n diagnosticadas de trastornos tan complejos y delicados como son la depresi¨®n, el trastorno bipolar o los trastornos de ansiedad, tambi¨¦n vemos que, en ocasiones, se les critica que est¨¢n sufriendo porque no tienen la actitud y la fuerza suficiente para salir de la situaci¨®n. No es cuesti¨®n de actitud ni de querer, es cuesti¨®n de poder. Por supuesto que la persona que est¨¢ viviendo un duelo complicado por una muerte, una separaci¨®n o un despido laboral tiene ganas de salir y dejar atr¨¢s esa mala racha, pero no tiene que ver con querer, sino con poder.
Hace un par de a?os recib¨ªa en consulta a Jaime, un ni?o encantador y alegre de siete a?os diagnosticado de TDAH. Este sol¨ªa tener unos ataques de ira muy fuertes. Sus padres estaban muy preocupados por estos arranques de rabia y buscaban una soluci¨®n. El primer d¨ªa que vino a consulta, despu¨¦s de tener varias sesiones con sus progenitores, le pregunt¨¦: ?Por qu¨¦ crees que est¨¢s aqu¨ª? Casi sin mirarme, mientras observaba el despacho en el que se encontraba, me dijo que se enfadaba muy a menudo y que pegaba, empujaba y dec¨ªa cosas feas a las personas que m¨¢s quer¨ªa. Luego, me mir¨® fijamente y me manifest¨®: ¡°S¨¦ que la culpa de todo esto es m¨ªa. Me enfado mucho y lo pago con mis padres. Y luego, me siento muy mal, pero no s¨¦ qu¨¦ puedo hacer¡±.
Me qued¨¦ pensando unos segundos en lo que acababa de expresarme Jaime. Adem¨¢s, era una idea que parec¨ªa estar muy arraigada y que resultar¨ªa dif¨ªcil modificar. Expresaba su descontrol cuando le ven¨ªa a visitar el enfado y reconoc¨ªa que no ten¨ªa manera de gestionarlo bien, sin embargo, se echaba la culpa de estos episodios porque tanto sus padres como la sociedad en la que vive (que es la misma que la tuya y la m¨ªa) le repet¨ªan constantemente ¡°si quieres, puedes; es cuesti¨®n de propon¨¦rselo¡±. Le insist¨ªan en que dejar¨ªa de comportarse as¨ª cuando ¨¦l quisiera y pusiera de su parte. Y nada m¨¢s lejos de la realidad en el caso concreto de Jaime. No obstante, volvamos a la consulta.
Mir¨¦ relajadamente a Jaime y le dije: ¡°Te voy a pedir un favor. Cada vez que estornudes intenta no cerrar los ojos. No quiero que cierres tus ojos cuando estornudes, ?de acuerdo?¡±. En ese momento, me interrumpi¨®: ¡°Pero si eso es imposible¡±. Entonces le contest¨¦: ¡°Efectivamente, Jaime, por mucho que queramos dejar los ojos abiertos cuando estornudamos, no lo conseguiremos. ?Qu¨¦ te parecer¨ªa si te obligara a no cerrar los ojos cuando estornudas? Y, encima, si no lo consigues, te echo la bronca, te castigo y a?ado que te esfuerzas muy poco en conseguir las cosas. Que eres un vago...¡±. En ese momento Jaime negaba con su cabeza: ¡°Me parecer¨ªa mal¡±. ¡°Pues esto mismo es lo que estamos haciendo los adultos contigo¡±, le dije. Jaime me miraba at¨®nito sin comprender nada. Continu¨¦: ¡°Por supuesto que no eres capaz de evitar cerrar los ojos al estornudar. Nadie lo puede hacer. En el caso concreto de tus ataques de furia, los adultos te estamos exigiendo que te controles y, cuando no lo haces, nos enfadamos contigo y eso trae cola, ?verdad? Pero el caso es que te estamos pidiendo que hagas algo que no puedes hacer, que se escapa de tus manos. Queremos que te controles, pero no sabes c¨®mo hacerlo. No es cuesti¨®n de que quieras o no, sino de que puedas¡±. Parec¨ªa que Jaime comenzaba a entender lo que quer¨ªa transmitirle. ¡°Vamos a hacer un trato. Por ahora no te vamos a exigir que te controles porque a¨²n no sabes c¨®mo hacerlo. Ahora bien, como yo te voy a ense?ar trucos y te voy a ayudar a gestionar tu rabia, cuando s¨ª que tengas esos recursos, entonces, y solamente entonces, estaremos los adultos en disposici¨®n de pedirte que gestiones esos ataques de rabia. ?Te parece buena idea? ?Aceptas el trato?¡±. Nos dimos la mano y comenzamos a trabajar en equipo.
?Qu¨¦ le pasaba a Jaime? Que no era capaz de regular sus emociones, sobre todo la rabia, algo que les ocurre a muchos ni?os. El problema era c¨®mo los adultos enfoc¨¢bamos el problema. No est¨¢bamos en nuestro derecho de exigirle que lo ¡°solucionara¡± ¨¦l porque aunque quer¨ªa, no pod¨ªa. Despu¨¦s de cada rabieta, Jaime sent¨ªa una gran culpa que le llevaba a pedir perd¨®n a sus preocupados padres con la sana intenci¨®n de no volver a hacerlo m¨¢s. A pesar de sus ganas de no repetir la rabieta, el caso es que ca¨ªa una y otra vez en este c¨ªrculo vicioso. El problema se manten¨ªa porque los padres y los profesores de Jaime entend¨ªan que la soluci¨®n del problema estaba en sus manos y que ten¨ªa que querer y echarle ganas. Cuando ¨¦l quisiera, todo se solucionar¨ªa. Evidentemente, tuve que reunirme tanto con los padres como con los profesores para explicarles lo que estaba pasando, qu¨¦ estaba manteniendo el problema y c¨®mo poner en marcha el nuevo plan de acci¨®n. Trabajar todos en equipo y proporcionar a Jaime estrategias de consciencia y regulaci¨®n de la rabia nos permiti¨® alcanzar el principal objetivo terap¨¦utico.
La culpa es un sentimiento que visitaba frecuentemente a Jaime. En concreto despu¨¦s de cada rabieta. La culpa suele aparecer cuando existe una discrepancia entre lo que quiero y lo que tengo o debo hacer. Por ejemplo, Jaime se enrabietaba mucho cuando se acababa el tiempo de jugar a la videoconsola. Como hab¨ªa una diferencia muy grande entre lo que quer¨ªa hacer (seguir jugando a la PlayStation) y lo que deb¨ªa hacer (dejar de jugar porque sus padres le dec¨ªan que se hab¨ªa acabado el tiempo), comenzaba la pataleta: gritos, insultos, golpes, llantos, s¨²plicas, etc. Cuando se calmaba tras un tiempo largo, aparec¨ªa la culpa, el arrepentimiento y Jaime ped¨ªa perd¨®n a sus padres. A mayor discrepancia entre lo que queremos y lo que debemos, mayor culpa.
Con el caso de Jaime, he querido reflejar un ejemplo de que nuestros hijos siempre quieren hacer las cosas bien y que estemos contentos con ellos, pero no siempre est¨¢n en disposici¨®n de conseguirlo. Por este motivo, no basta con una buena actitud y alta motivaci¨®n para conseguir las cosas. A veces no disponemos de los recursos necesarios o, simplemente, no es el d¨ªa. Para acabar, me gustar¨ªa recomendaros un cuento que refleja de manera brillante la idea que he pretendido transmitiros en este art¨ªculo. El cuento se titula De verdad que no pod¨ªa. Su autora es Gabriela Keselman y las ilustraciones de Noem¨ª Villamuza. Un cuento tan bello como real.
*Rafa Guerrero es psic¨®logo y doctor en Educaci¨®n. Director de Darwin Psic¨®logos. Autor de los libros de Educar en el v¨ªnculo (2020), Vinculaci¨®n y autonom¨ªa a trav¨¦s de los cuentos (2021) y Los 4 cerebros de Arantxa (2021).
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