Sara Tarr¨¦s, autora de ¡®Mi hijo me cae mal¡¯: ¡°Sentimos m¨¢s apat¨ªa y rechazo por los hijos que nos hacen sentir incompetentes¡±
La psic¨®loga reconoce que para muchos padres y madres es dif¨ªcil admitir que sienten que no les gusta alguno de sus reto?os. Para desahogarse y reparar los v¨ªnculos da?ados, la experta recomienda buscar un sitio seguro, sin juicios y sin etiquetas
La psic¨®loga Sara Tarr¨¦s Corominas (Cercs, Barcelona, 41 a?os) es especialista en Psicolog¨ªa cl¨ªnica infantojuvenil, as¨ª como en dificultades del aprendizaje tanto en el mundo escolar como a nivel familiar. Tarr¨¦s tiene tambi¨¦n la capacidad de explicar de manera sencilla cuestiones complejas y lleva casi 11 a?os al frente de Mam¨¢ Psic¨®loga Infantil, el blog desde el que asesora y divulga sobre psicolog¨ªa, crianza y educaci¨®n. No elude expresar sus razonamientos en temas llenos de aristas como por qu¨¦ un hijo puede caer mal a una madre. ¡°La verdad, y aunque cueste admitirlo, es que s¨ª nos pueden caer mal¡±, explica Tarr¨¦s. ¡°Como personas con las que nos relacionamos a diario, pueden hacer aparecer en nosotros emociones, sensaciones y pensamientos de todo tipo, tambi¨¦n de malestar y en alg¨²n caso incluso rechazo¡±, prosigue.
Hace un a?o, se trat¨® este mismo tema en Mamas & Papas y ella particip¨® desarrollando sus pareceres. El texto lo ley¨® la editora de Plataforma Editorial y la contact¨® para que escribiera un libro en profundidad sobre ello. Y de ah¨ª naci¨® su primer libro: Mi hijo me cae mal (Plataforma Actual, 2023), que ya est¨¢ disponible en librer¨ªas.
PREGUNTA. ?Es m¨¢s com¨²n de lo que parece?
RESPUESTA. S¨ª, lo es y quiz¨¢s mucho m¨¢s frecuente de lo que creemos. A veces, esta sensaci¨®n es algo circunstancial, producto de alg¨²n enfado puntual. Otras, en cambio, es algo m¨¢s larvado, m¨¢s enquistado, donde los v¨ªnculos afectivos llevan tiempo erosion¨¢ndose.
P. ?Por qu¨¦ no se habla del tema?
R. No es f¨¢cil encontrar un lugar seguro donde no se nos juzgue. Reconocerlo p¨²blicamente es complicado. Y m¨¢s si eres mujer, porque a nosotras (a las madres) se nos juzga por todo y mucho m¨¢s cuando decimos sentir algo por nuestros hijos e hijas que se aleje de ese ideal de madre abnegada, sacrificada, paciente, dulce y amorosa que nunca se enfada. Es como si no se nos permitiera sentir otra cosa que placer y bienestar al lado de nuestras criaturas. Nos da miedo y verg¨¹enza decir que un hijo nos cae mal. Afortunadamente, si encontramos un sitio seguro, sin juicios, sin etiquetas ni repartiendo carn¨¦s de buenas o malas madres, podemos reparar los v¨ªnculos da?ados. Uno de los objetivos que persigue este libro es ayudar a romper ese tab¨² y dar visibilidad a que estos sentimientos y pensamientos ¡°desagradables¡± pueden aparecer.
P. ?Por qu¨¦ les pueden caer mal los hijos a sus progenitores?
R. Encontramos m¨²ltiples factores, razones y motivos implicados. Y todos ellos tienen m¨¢s que ver con el adulto que con el ni?o. Algunas de las razones son: idealizar la maternidad, creer que todo es tal y como vemos en las revistas, las redes sociales o lo que leemos en libros y manuales sobre crianza. Tambi¨¦n por expectativas parentales poco realistas sobre nosotros mismos como padres y sobre c¨®mo ser¨¢n nuestros hijos. Convivir con un ni?o, preadolescente o adolescente que contesta mal todo el tiempo; hacer frente a hijos que se han convertido en tiranos o tiranas que exigen sin cesar sin dar nada a cambio. Hijos que no aceptan la autoridad materna o paterna, que retan y desaf¨ªan constantemente llevando a sus padres al l¨ªmite. Hijos que en sus comportamientos reflejan todo aquello que refleja lo ¡°peor¡± de nosotros mismos.
P. ?Suelen caer peor los ni?os o ni?as que m¨¢s trabajo dan? Los m¨¢s inquietos, contestones, desobedientes¡
R. Nos suelen caer peor los hijos que nos hacen sentir incompetentes como padres. Y eso puede darse en muchas circunstancias. Por ejemplo, s¨ª, con ni?os inquietos, contestones, ni?os muy demandantes, exigentes¡ Con los que se instala un conflicto permanente, con los que debemos invertir mucha energ¨ªa emocional. Pero tambi¨¦n con aquellos que reflejan algunas de nuestras sombras, es decir, parte de nosotros mismos que no nos gustan, o tal vez porque nos recuerdan a alguien con quien no nos llevamos bien. Se trata de algo heterog¨¦neo, a veces muy difuso, de ah¨ª la importancia de poder hablar de lo que nos ocurre para poder explorar la ra¨ªz del problema y, as¨ª, buscar la soluci¨®n pertinente en cada caso. Y eso no se puede hacer si callamos o pensamos que el problema lo tiene el ni?o o ni?a.
P. ?C¨®mo se gestiona que un hijo caiga mal, y a la vez, que se tenga que educar y criar?
R. Hay que parar y tomar conciencia de la situaci¨®n. Debemos buscar el modo de reflexionar y tratar de salir de este c¨ªrculo da?ino porque se hace muy dif¨ªcil educar y criar de un modo saludable viviendo en un clima familiar de malestar, de rechazo, de aversi¨®n, de antipat¨ªa¡ En algunos casos, los m¨¢s leves por as¨ª decirlo, bastar¨¢ con realizar peque?as modificaciones (y no es poca cosa): rebajar las expectativas, la autoexigencia, liberarnos de la necesidad de perfecci¨®n, pero en muchos otros la soluci¨®n pasa por buscar ayuda profesional y especializada para tratar de recuperar los v¨ªnculos perdidos o erosionados. De no hacerlo, podemos quedar atrapados en din¨¢micas relacionales poco saludables con gran repercusi¨®n en el desarrollo afectivo y emocional de nuestras criaturas.
P. ?C¨®mo construir puentes para tener una relaci¨®n sana con ¨¦l o ella?
R. Una forma de hacerlo, que no digo que sea la ¨²nica, es cambiando el foco de nuestra mirada. Enfocarnos m¨¢s en todo aquello que nuestra criatura hace de manera correcta, adecuada, o la que menos disgusta. Me refiero a dejar de ver en ella errores y fallos. En fijarnos en aquellos aspectos que m¨¢s nos gustan y potenciarlos. Centrarnos y darnos cuenta de que no todo en nuestro hijo o hija es tan negativo como creemos que es. Pero, el gran puente entre nuestros hijos y nosotros es nuestra capacidad para empatizar con ellos. Porque sin empat¨ªa todo es m¨¢s dif¨ªcil, la convivencia se erosiona lentamente. Genera incomodidad. Nos sentimos incomprendidos e invisibles. Sin la empat¨ªa del otro nos sentimos juzgados y sentenciados a cumplir con la condena de los reproches, las rega?inas, los sermones o los castigos, por poner algunos ejemplos comunes.
P. Puede que se tenga un hijo favorito y otro, no tan favorito, ?c¨®mo se trabaja para que la relaci¨®n con los dos sea igual?
R. Los estudios que se han realizado concluyen que entre un 65% de las madres y un 65% de los padres muestran preferencia por alguno de sus hijos. En estas situaciones es importante fijarnos en nuestro modo de proceder, por ejemplo, si estamos siendo m¨¢s condescendientes con uno que con el otro, si habitualmente tomamos m¨¢s partido por uno de ellos, si les comparamos constantemente. Estas predilecciones suelen ser temporales y cambiantes, y no se suelen manifestar abiertamente con el objetivo de conservar la estabilidad y el bienestar de la familia. Porque a pesar de que sentir mayor afinidad por una de nuestras criaturas en un momento determinado no es en s¨ª mismo nada negativo, s¨ª debemos tratar de que no se nos vaya de las manos y, que esta inclinaci¨®n por cualquiera de ellos, no acabe desfavoreciendo al resto de hermanos. Sentir una mayor afinidad por uno u otro hijo no tiene por qu¨¦ traducirse en favoritismo, depender¨¢ en gran medida de lo que hagamos con este sentimiento, c¨®mo nos comportamos, qu¨¦ hacemos y qu¨¦ les decimos a cada uno de ellos. Cuando la preferencia es constante y permanente, es precisamente la que acaba siendo m¨¢s perjudicial.
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