He tenido un beb¨¦: ?por qu¨¦ ahora me cae mal mi madre?
Tras un nacimiento, la mujer ya no es solo hija y eso puede afectar a su relaci¨®n con la reci¨¦n estrenada abuela, para quien a veces no resulta f¨¢cil respetar los l¨ªmites marcados. Un ajuste de roles que puede provocar conflictos
La maternidad es un terremoto que agrieta y abre todas las placas tect¨®nicas. Tras el nacimiento de un primer beb¨¦ la mujer ya no solo es hija, y ese cambio tiene un efecto en la relaci¨®n entre los distintos miembros de la familia. Especialmente entre la nueva madre y la nueva abuela. La psic¨®loga Paola Roig-Gironella se?ala que durante el embarazo ocurre un fen¨®meno llamado transparencia ps¨ªquica que consiste en que, durante los nueve meses de gestaci¨®n, se construye el modelo de madre que se quiere ser: ¡°Y para poder hacerlo vamos a mirar atr¨¢s. A nuestra infancia, a la relaci¨®n con nuestra progenitora. As¨ª, siendo gestantes, podemos acceder m¨¢s f¨¢cilmente a recuerdos del pasado¡±. Momentos que quiz¨¢s llevaban tiempo enterrados, cuenta. ¡°Conllevan duelos sin resolver o incluyen aspectos de nuestras madres que no record¨¢bamos o que nunca hab¨ªamos mirado de ese modo. Esto puede hacer que nos enfademos con ella o que nos entristezcamos y que, por tanto, el v¨ªnculo emocional se vea tambi¨¦n afectado¡±, reflexiona la especialista.
La psic¨®loga Carmen Mateo a?ade que cuando las mujeres u hombres se convierten en madres y padres el ejercicio de ese nuevo rol lleva a una reconfiguraci¨®n de la conexi¨®n con la persona que lo ejerci¨® cuando ellos eran peque?os: ¡°Ese nuevo v¨ªnculo puede ser de desconexi¨®n, ya que hay un salto generacional importante. Tambi¨¦n hay m¨¢s conocimiento en la materia, informaci¨®n exponencialmente mayor de la que ten¨ªan nuestros antecesores, as¨ª como una mayor individualidad, que puede llegar a nublar lo que podr¨ªa haber sido una relaci¨®n de apoyo¡±. Mateo tambi¨¦n argumenta: ¡°Es cierto que cuando nace un ni?o la madre queda relegada al ¨²ltimo t¨¦rmino, pasa a una zona invisible en la que no nos visita ni la sanidad p¨²blica¡±. Roig-Gironella, autora de la gu¨ªa de autocuidados Madre (Vergara, 2022), explica que, en ocasiones, las abuelas, tan entusiasmadas por su nuevo rol, pierden de vista que a¨²n conservan el anterior rol, o sea, que siguen siendo madres: ¡°Y, especialmente en el posparto, m¨¢s que una abuela necesitamos a una madre. Quiz¨¢ les podemos recordar esto: ¡®Tendr¨¢s toda la vida para ser abuela, pero ahora necesito a mi madre¡±.
Esta experta se?ala que, adem¨¢s, este ajuste de roles puede llevar su tiempo: ¡°Y, a veces, a nuestra madre puede costarle, ya que aceptar los l¨ªmites puede serle dif¨ªcil. Esto hace que haya enfados y que nos caiga mal. Porque lo cierto es que ella pasa de poner l¨ªmites a tener que acatar los nuestros. Adem¨¢s, muchas nos sentimos cuestionadas en cada decisi¨®n que tomamos a la hora de criar y de cuidar¡±. Aquello de cada maestrillo tiene su librillo, prosigue Roig-Gironella, se hace palpable en cuestiones tan concretas y simples como si el ni?o va a pasar fr¨ªo con la ropa elegida. Mateo asegura que hay abuelos impositivos que, bajo la confianza del saber hacer, creen que sus valores, los de toda la vida, son los adecuados, tratando de llevarlos a t¨¦rmino a pesar de las restricciones.
Roig-Gironella sostiene que es verdad que hay abuelas que ¡°son tozudas en cuanto a la crianza de los nietos y que no hacen caso de lo que las madres dicen¡±. ¡°Pero tambi¨¦n es verdad que, a veces, no solo queremos que nuestra madre acepte o respete nuestra manera de criar, sino que pretendemos que nos d¨¦ la raz¨®n¡±, pondera. ¡°Nos colocamos en el lugar de ni?as (como ajuste de roles) y desde ah¨ª le reclamamos y le exigimos que nos mire, que nos vea, que valore todo lo que estamos haciendo. Y la verdad es que eso muchas veces no va a llegar¡±, sentencia la psic¨®loga. ¡°Quiz¨¢ nuestra madre acepta, por ejemplo, que no le demos az¨²car al beb¨¦, pero quiz¨¢ nunca lo va a entender o nunca va a decirnos qu¨¦ bien lo hacemos. Y est¨¢ bien as¨ª. Ahora somos nosotras las madres, somos nosotras las que hemos de darnos la aprobaci¨®n y validaci¨®n¡±, a?ade.
Es cierto que en ocasiones las madres exigen mucho a las abuelas. Roig-Gironella incide en que ellas tambi¨¦n tienen un lugar complicado: ¡°Muchas est¨¢n muy implicadas en la crianza. Van a buscar a los nietos al cole, los llevan a casa, los ba?an, juegan... Se hacen cargo. Me pregunto a menudo si es justo que pidamos todo eso y, adem¨¢s, les demos una lista de 20 normas a seguir. Les pedimos que no pongan pantallas, que no amenacen, que no premien, que no hagan comentarios fuera de lugar... B¨¢sicamente a veces les estamos pidiendo que sean otra persona¡±. Y eso, simplemente, no es posible: ¡°Ellas son ellas. Claro que nos pueden hacer caso en un par de indicaciones, pero no se van a transformar m¨¢gicamente¡±.
En una sociedad cada vez m¨¢s tendente a la individualidad y a la distancia f¨ªsica con las figuras de apoyo, la maternidad y la paternidad se convierten en tareas a veces solitarias, donde poco queda de lo que se transmit¨ªa de generaci¨®n en generaci¨®n. As¨ª lo cree Carmen Mateo, que considera que por suerte a¨²n son muchas las abuelas que apoyan, ense?an y consuelan: ¡°Las dificultades entre madre e hija pueden ser subsanables si la comunicaci¨®n entre las partes se hace efectiva y, a pesar de la indefinici¨®n propia de la situaci¨®n, se establece el papel que deber¨ªa tener cada parte. Y, por supuesto, si el respeto y la comprensi¨®n est¨¢n siempre presentes¡±.
Roig-Gironella recuerda: ¡°Nos podemos pasar una vida entera criticando a nuestras madres y a nuestras suegras; quej¨¢ndonos de todo lo que podr¨ªan hacer mejor y recordando todo lo que hacen mal. Pero desde ah¨ª no hay movimiento. No hay crecimiento¡±. ¡°Las que nos quedamos atascadas, las que nos hacemos da?o, somos nosotras mismas¡°, reflexiona. ¡°Si salimos de ah¨ª, si nos colocamos en el lugar de adultas, si nos hacemos responsables de lo que nos toca y ponemos los l¨ªmites que necesitamos, todo ser¨¢ mucho m¨¢s f¨¢cil¡±.
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